PLEGARIA NAVIDEÑA CONTRA LA GUERRA:
¡POR LA VIDA, LA LIBERTAD Y LA PAZ POLÍTICA!
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“Digo que la
semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad
moral que impide llegar a un acuerdo”.
Amos Oz
Hernando Llano
Ángel
La navidad ya no existe. No es lo
que era en nuestra infancia. Fuimos expulsados, sin darnos cuenta, del reino de
la inocencia y arrojados al espejismo del mercado y la alienación del consumo.
La carta al niño Dios fue hackeada y robada por un mercader de ilusiones llamado
Papá Noel. El rustico pesebre de navidad, con sus figuras chuecas y
monstruosas, fue desplazado por el metálico y simétrico árbol de navidad. La
piadosa novena de navidad familiar con sus villancicos destemplados fue acallada
por los celulares y su algarabía de singles navideños con anuncios
publicitarios. Ahora, las pantallas deslumbrantes y fugaces de los celulares
ocultan y desfiguran los rostros familiares. Un clic nos distancia y enajena
todo lo entrañable y cercano. Nos aproxima y pone en contacto con lo lejano y
arcano. Dejamos de estar con los presentes para conectarnos con los ausentes. La
inmediatez de sus mensajes y el vértigo de sus vídeos nos impiden reconocernos
con los prójimos y nos niegan sus miradas y abrazos. Nos convertimos en
adminículos de los celulares, sin ellos ya no podemos comunicarnos, tampoco
orientarnos, basta tener Waze
para saber en dónde estamos. Es más, no precisamos ni siquiera saber dónde
vivimos y menos cómo llegaremos a nuestro destino. Éste ya está prefijado por
la inteligencia artificial. Perdemos poco a poco, en forma inadvertida, nuestra
propia humanidad, libertad y empatía. Hasta nuestra sensibilidad la delegamos
en un emoticón y terminamos siendo cibernautas, extraviados en el insondable y
frío mundo de Internet. Casi nada nos importa de lo que acontece en el mundo
real, mejor nos refugiamos en el virtual para vivir y ser felices, así sea en
medio del horror y la aniquilación del real. Solo aceptamos como verdadero
aquello que nos afirma en nuestra complacencia y narcisismo. Solo nos
comunicamos con nuestro entrañable grupo de amigos y nuestra vida se agota en
sus estimulantes mensajes de WhatsApp. Rechazamos como inexistente y falso todo
aquello que nos cuestiona o incordia. Nos basta con la moral de nuestras
simpatías, la prosperidad de nuestros intereses y la seguridad de nuestras
vidas y seres queridos.
De la Natividad a la Mortandad
Por ejemplo, qué sentido tiene preguntarse
por el lugar en donde empezó la navidad. ¿Fue en Belén o en Nazaret donde nació
el niño Jesús? ¿Por qué se dice Jesús de Nazaret y
no de Belén? ¿Belén y Nazaret están en Palestina? ¿Hacen parte de la franja de
Gaza o están en Cisjordania? Ahora
ya no precisamos de esa leyenda y narrativa tenebrosa que nos recuerda el
edicto infanticida y la matanza de los inocentes ordenada por Herodes y
nos cuenta que José y María huían sobre una mula con destino a Belén. Esa
leyenda hoy es superada en forma implacable, indiscriminada y criminal por
Netanyahu con sus letales bombardeos que han cobrado la vida de más de cinco
mil niños palestinos.
Todo en venganza de la terrorífica acción de Hamás del 7 de octubre,
donde al menos fueron asesinados 29 niños israelíes. ¡Cómo si las vidas de todos
los niños y niñas no fueran iguales de sagradas y valiosas, sin importar su
procedencia, padres, creencias y número! Hoy ni siquiera el pesebre del niño
Jesús estaría a salvo, pues se sospecharía que oculta el albergue de un futuro
terrorista, por lo cual hay que apresurarse a “cortar el césped”,
según reza el criminal lema y la actuación del ejército israelí en incursiones
anteriores como la de Castlet en 2008-2009 y la de Edge en 2014 que dejaron
cientos de niños palestinos asesinados. Para comprender mejor semejante
ignominia, basta ver en Netflix el documental “Nacido en Gaza”. En
Gaza ya casi no queda un hospital seguro en donde pueda nacer un niño, solo es
seguro que allí puede morir. Hoy, José y María serían espectros que deambulan y
huyen de la furia de Netanyahu que, obnubilado por el odio y la venganza, solo
piensa en aniquilar a Hamás sin considerar las víctimas inocentes de las que es
responsable por infringir deliberadamente las reglas de la guerra y el Derecho
Internacional Humanitario. Pero Netanyahu, como Herodes, olvida que las
víctimas inocentes, los niños, nunca mueren, ellos siguen vivos en la memoria
de sus progenitores y familiares. De alguna manera “resucitan” todos los días --sin
precisar siquiera un tercer día como Jesús de Nazaret-- en el dolor inextinguible
y las exigencias inclaudicables de justicia de quienes les sobreviven.
Seguramente Netanyahu se apresurará a devastar la franja de Gaza antes del 24
de diciembre y en ese empeño criminal de “tierra arrasada”
es probable que la vida de muchos rehenes israelíes también sea sacrificada,
como ya ha sucedido con 15
de los 137 que continúan cautivos en Gaza, según un informe oficial de Israel.
En este caso, sin duda, Netanyahu será arrastrado y condenado por el repudio y
el dolor de sus compatriotas, que nunca olvidarán que el aleve y criminal
ataque de Hamás fue advertido desde al menos hace un año, como lo reveló el
diario New York Times,
sin que los servicios de inteligencia israelí le dieran credibilidad al estimar
que serían incapaces de llevarlo a cabo.
Amos Oz contra el infanticidio
Pero la clarividencia y
la lucidez, propia de la sensibilidad de los artistas y escritores, como el
novelista israelí Amos Oz, ya había vislumbrado este horror de criminales
infanticidas en ambos bandos, tanto en Hamás como en el ejército israelí, en su
libro “Contra el fanatismo”,
cuando narró la siguiente anécdota de su amigo y colega judío Samy Michael. La
transcribo en su totalidad, para constatar que lo que sucede en Gaza supera con
creces esta tenebrosa ficción: “Un
querido amigo y colega mío, el novelista israelí Sammy Michael, tuvo una vez la
experiencia, que de vez en cuando tenemos todos, de ir en un taxi durante largo
rato por la ciudad con un conductor que le iba dando la típica conferencia
sobre lo importante que es para
nosotros, los judíos, matar a todos los árabes. Sammy Michael lo escuchaba
y, en lugar de gritarle: “¡Qué hombre tan terrible es usted! ¿Es usted nazi o
fascista?”, decidió tomárselo de otra forma y le preguntó: “¿Y quién cree usted que debería matar a todos los árabes?” El
taxista dijo: “¿Qué quiere decir? ¡Nosotros!
¡Los judíos israelíes! ¡Debemos hacerlo! No hay otra elección. ¡Y si no, mire lo que nos están haciendo
todos los días!” “Pero ¿quién piensa usted exactamente que debería llevar a
cabo el trabajo? ¿La policía? ¿O tal vez el ejército? ¿El cuerpo de bomberos o
equipos médicos? ¿Quién debería hacer el trabajo?” El taxista se rascó la
cabeza y dijo: “Pienso que deberíamos
dividirlo entre cada uno de nosotros, cada uno de nosotros debería matar a
algunos”. Y Sammy Michael, todavía con el mismo juego, dijo: “De acuerdo.
Suponga que a usted le toca cierto barrio residencial de su ciudad natal en
Haifa y llama usted a cada puerta o toca el timbre y dice: ‘Disculpe, señor, o
disculpe, señora. ¿No será usted árabe
por casualidad?’ Y si la respuesta es afirmativa le dispara. Luego termina
con su barrio y se dispone a irse a casa, pero al hacerlo, oye en alguna parte
del cuarto piso del bloque llorar a un recién nacido. ¿Volvería para dispararle
al recién nacido? ¿Sí o no?” Se produjo un momento de silencio y el taxista le
dijo: “Sabe, es usted un hombre muy
cruel”. Las últimas noticias recibidas de Gaza superan el horror del
taxista, que rechazó mancharse sus manos con sangre infantil. Hoy continúan los
bombardeos israelíes destrozando cuerpos tiernos y sonrisas balbucientes
–cortando a ras el césped de la vida y la inocencia infantil—pero también
enardeciendo el odio y la venganza de cuerpos adultos ultrajados y de almas
humilladas, que probablemente querrán perpetuar la violencia de Hamás y tomar
su relevo. Ni siquiera Herodes imagino tanta sevicia y terror: la
natividad convertida en mortandad. Sin duda, Netanyahu pasará a la
historia no solo como un criminal de guerra que promovió un infanticidio
genocida, sino como el estratega militar más incompetente en los anales de la
historia. Aquel que convierte un triunfo militar en la mayor derrota política y
moral de un Estado y logra menoscabar y mancillar la admiración de gran parte
de la humanidad por el pueblo judío ante el terror sufrido por la barbarie
nazi, que se empecinó sistemáticamente en su eliminación, pero terminó
generando las condiciones para la creación del Estado Israelí. Exactamente lo
mismo sucederá con el pueblo palestino. De los escombros y las cenizas de la
franja Gaza surgirá, probablemente con el apoyo de la comunidad internacional
para expiar su culpa, un auténtico Estado Palestino que, junto al Estado
israelí ya liberado de Netanyahu y sus cómplices genocidas de extrema derecha,
deberá empeñarse en el reconocimiento de la convivencia y la paz entre dos
pueblos hermanos. Toda la razón tenía Amos Oz cuando en 2015 afirmó “que la
supervivencia del Estado de Israel requiere
la creación de un Estado Palestino independiente y que la coexistencia de ambos
Estados es el camino hacia la paz en la región: «No hay otra solución porque los palestinos no se van a ir, no
tienen adónde. Los judíos israelíes tampoco
nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos ser una gran y alegre familia porque no
somos una familia. Somos dos
familias muy infelices. Debemos
dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción.» Y
esa división deberá hacerse lo antes posible, antes de que Netanyahu dejé en
ruinas toda la franja de Gaza y continúe “recortando el césped” de las
próximas generaciones de palestinos. Algo que ni siquiera Hitler logró contra
sus antepasados judíos, pues en lugar de eliminar la portentosa cultura y
tradición judía, propicio la creación del Estado israelí. Pero todo parece
indicar que Netanyahu está empeñado en superar a Hitler cuando se propone
aniquilar a Hamás bombardeando a Gaza y asesinando niños. Es decir, convirtiendo
a Palestina en un inmenso campo de aniquilación, sin campos de concentración y
cámaras de gas, todo ello en natividad y frente a los ojos de toda la
humanidad. Ante semejante horror somos impotentes y no lo podemos evitar, pero simbólica
y ritualmente lo podemos rechazar si encendemos miles de velas este 7 de
diciembre en memoria de los niños palestinos y judíos asesinados, haciendo de
la novena de navidad una plegaria por la vida, la libertad de los rehenes
judíos y la paz entre ambos pueblos. Pero también por nuestros 157 líderes
sociales
y defensores de derechos humanos asesinados durante este año, sumados a los 33
firmantes de la paz y las 90 masacres
cometidas, que dejan 289 víctimas. Haciendo que cada vela encendida demande al
ELN la libertad inmediata de todos los secuestrados. ¿Será que el ELN está tan
obcecado con sus secuestrados como Hamás con los rehenes israelíes y es tan
belicista y cruel como Netanyahu al ignorar el sufrimiento de sus familiares?
¿Será incapaz de reconocer el ELN que sin libertad es imposible alcanzar la paz
política y que el secuestro es sumisión y humillación, es decir, la negación
radical de la dignidad humana y de la participación ciudadana que tanto exige y
reclama en la mesa de conversaciones? Si no lo hace, no puede reclamarse como
Ejército de Liberación, pues sería un Ejército liberticida de la ciudadanía, un
extorsionista y secuestrador inadmisible de la paz política que todos los
colombianos exigimos y necesitamos, en cumplimiento del artículo 22 de la
Constitución Política: «La paz es un derecho y un deber de
obligatorio cumplimiento
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