ANTES Y MÁS ALLÁ DE LA VERDAD ESTÁN LA VIDA Y LA DIGNIDAD
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Hernando Llano
Ángel.
Antes y más allá de la verdad
están el dolor irreparable de las víctimas y la dignidad sagrada de sus vidas. La
exigencia ética de su reparación y el imperativo político de su no repetición y
aniquilación. Tal es el punto de partida del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CE)[1].
Que, como bien lo expresa su denominación oficial, no es una Comisión para
proclamar una Verdad Oficial sobre el atroz conflicto armado interno en que
vivimos y morimos, sino para buscar colectivamente el esclarecimiento de
esa inefable verdad e irrepetible realidad. Un esclarecimiento que nos
corresponde a todos como ciudadanía, pues si no lo logramos, vamos a seguir
siendo responsables de la perpetuación de las víctimas y de los victimarios. Ese
esclarecimiento no pretende, en ningún momento, establecer quiénes son
culpables o inocentes de las incontables e irredimibles víctimas que todos los
días propicia este conflicto armado en defensa de su “estable y ejemplar
democracia”. Sencillamente porque entre los objetivos legales e institucionales
de la CEV no está esa misión de carácter judicial. Ella es una Comisión de
carácter extrajudicial que busca esclarecer responsabilidades históricas y
patrones o factores políticos, económicos, sociales y culturales generadores y
perpetuadores de este conflicto armado interno. Para establecer responsabilidades
penales está la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)[2],
cuyo propósito central es revelar la verdad judicial de lo sucedido durante la
prolongada y degradada duración de este conflicto armado y reparar en lo
posible a las víctimas en el marco de una justicia más restauradora que
simplemente inquisidora y punitiva. El propósito central de la CEV es
contribuir a que como colombianos nos sintamos responsables, sin
excepción alguna, de no seguir negando una realidad tan
ignominiosa, violenta e injusta. Que la conozcamos con todas sus atrocidades y
los sesgos[3]
propios de sus protagonistas y antagonistas. Una realidad que todos los días
produce más víctimas irredentas y victimarios impunes. En últimas, la CEV busca
que sintamos
vergüenza por ser incapaces de vivir como humanos y hayamos terminado
aceptando, soportando y hasta acostumbrándonos a que es supuestamente legítimo
y necesario matar en nombre de razones políticas, de Estado, económicas,
religiosas, raciales, de género y de orientación sexual. En fin, la CEV lo que
pretende es que volvamos a reconocer que nada existe más importante y legítimo
que la vida y la dignidad de todo ser humano, independientemente de su estrato
social, lugar de nacimiento, color de piel, creencias religiosas, políticas y
condición sexual. Porque hemos olvidado esa verdad política vital,
incuestionable e irrefutable, que es la savia de la democracia y, además, consentido
en forma indolente que otros maten, torturen, recluten, violen, secuestren y
cometan otras tantas ignominias en nombre de valores e ideas que proclaman
superiores, es que cerca del 90 por ciento de las víctimas[4]
del conflicto armado interno han sido civiles y continúan siéndolo. Esa es la
verdad que busca esclarecer la Comisión con su extenso y monumental Informe
Final: “Hay Futuro si hay Verdad”[5].
Una verdad que, si continuamos rechazando, no solo nos niega el futuro, sino el
presente de convivencia. Este presente al que nos emplaza el cumplimiento del
artículo 22 de nuestra Constitución: “La paz es un derecho y un deber de
obligatorio cumplimiento”. Por eso, el segundo objetivo de la Comisión
es la Convivencia, como presupuesto existencial para la No
Repetición de más víctimas y mucho menos victimarios. Solo si
recorremos colectivamente esa ruta de Esclarecimiento, Convivencia y No Repetición
será posible la Reconciliación Nacional y la existencia de una auténtica
democracia vital, donde nos reconozcamos como ciudadanos y dejemos esa
hostilidad y desconfianza propia de enemigos que continúa matándose en nombre
de supuestas verdades superiores, para unos la seguridad y su propiedad, para
otros la justicia social y la democracia popular.
HAY FUTURO CON VIDA(S) Y VERDAD(ES)
Por eso creo que el título del
Informe Final debería haber sido “Hay Futuro con Vidas y Verdades”,
porque algunos líderes políticos, apelando a una inexistente objetividad e
indefendible legitimidad de la institucionalidad y los “éxitos” de una criminal
“seguridad democrática”, afirmada sobre miles de “falsos positivos”[6],
están a punto de convertir el Informe Final en el comienzo de otra disputa
moral y mortal. Una disputa para imponer su verdad y salvar su responsabilidad
frente a esta terrible realidad. Y, lo más paradójico, es que quienes promueven
esa disputa lo hagan de nuevo en nombre de la Verdad y la Justicia
Institucional, contra la Impunidad. Para esos abanderados de esas supuestas e
intangibles Verdad, Justicia y fin de la Impunidad, vale la pena que
reflexionen si ellas deben continuar afirmándose sobre el dolor, la negación,
la humillación y la misma vida de millones de víctimas como consecuencia de la
defensa de su Institucionalidad “democrática” o de su ataque ilimitado por los
abanderados de Otra Verdad, que llaman “revolucionaria”, como el Eln y las
disidencias de las Farc. Por eso, para esos bandos fanáticos de sus respectivas
Verdades e Institucionalidades, les comparto esta reflexión de Albert Camus[7] en
la Introducción de su ensayo “El Hombre
Rebelde”[8]:
“Pero a partir del momento en que por falta de carácter corre uno a darse una doctrina, desde el instante en que
se razona el crimen, éste prolifera como la misma razón, toma todas las
figuras del silogismo. Era solitario
como el grito; helo ahí universal como la ciencia.
Ayer juzgado, hoy legisla”. Ya va siendo hora de que todos tengamos el
suficiente carácter para afirmar la vida sobre la muerte, el derecho sobre la
fuerza, la pluma sobre la espada, la palabra sobre la amenaza, la confianza
sobre el miedo, la concertación sobre la imposición y dejar en la trastienda
del ayer a esos iluminados y salvadores de la Patria para quienes su Verdad
vale más que la vida y la dignidad de los demás, sin importar que la proclamen
en nombre de la Institucionalidad, la Revolución y hasta la Civilización
Occidental con sus sagradas e intocables leyes del mercado y la ganancia que
subastan la vida y la muerte en nombre la “democracia y la libertad”.
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