PORNOPOLÍTICA Y TANATOCRACIA ELECTORAL
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Hernando Llano
Ángel
En estos comicios hay más
pornografía que política. Más violencia que debates, más muerte que vida. Más
mentiras que verdades. Y mientras ello sucede, todos los candidatos siguen en
campaña, fingiendo que nada pasa, como los músicos del Titanic. Poco les
importa que Colombia naufraga en sangre y desolación. En lo corrido del año han
sido asesinados más de 17 líderes sociales[1] y
el desplazamiento forzado ha aumentado exponencialmente, creciendo a un ritmo
más vertiginoso que los contagios del ómicron. Los ataques a la Fuerza Pública
se han recrudecido en proporción directa a la belicosidad verbal del presidente
Duque y su errático ministro de defensa, Diego Molano. Lo grave es que con sus
discursos también aumentan los miembros de la Fuerza Pública sacrificados en
cumplimiento de sus órdenes. Pero eso no importa, basta con elevar a los
soldados y policías masacrados al pedestal de héroes de la patria y seguir
afirmando que son víctimas del terrorismo, cuando en realidad ellos mueren en
una confrontación degradada y absurda que libran contra enemigos despiadados.
Enemigos que aumentan su intensidad de fuego y destrucción como represalia a la
obsesión de un gobierno irresponsable e incompetente que en forma cínica nos
anuncia todos los días que está ganando la guerra, pero cada día pierde más
hombres y mujeres sin lograr contener la ofensiva irregular de dichos grupos
criminales. La consecuencia es que cada amanecer comienza con nuevos atentados
y la llamada “guerra contra el terrorismo” lo único que produce es más sangre,
más desolación, más desplazamiento, más confinamiento, más hambre, miedo y
muerte. En una palabra, más terror y dolor. Y a pesar de todo ello las campañas
políticas continúan, los candidatos se desgastan y desprestigian mutuamente en
batallas morales para demostrarnos quién es más puro y mejor, mientras Colombia
se desangra. Entonces sus disputas morales se convierten en frivolidades
mortales. Están tan obsesionados con su narcisismo moral que son incapaces de
ver que nada corrompe más a la política que la guerra, pues niega la vida y la
dignidad de todos, no sólo de quienes la pierden en los campos de batalla o en
las calles de nuestras ciudades. Poco les importa los uniformes que portan, las
órdenes que cumplen o los intereses que promueven quienes mueren en nombre de
estas elecciones letales. Para los candidatos lo único que cuenta es su imagen
y la búsqueda desesperada de apoyos. Incluso algunos hacen alianzas con quienes
ayer despreciaban y denunciaban por sus relaciones con grupos paramilitares y
el desfalco de los bienes públicos. Lo que les importa es ganar, es indiferente
que los votos estén salpicados de sangre y depredación, que procedan de quienes
ayer auspiciaron por acción u omisión masacres de jóvenes, como la operación
Orión en la comuna 13 de Medellín, cuando era alcalde Luis Pérez[2] y
hoy aparece en las filas del “Pacto histórico”. Con semejante apoyo dicho Pacto
prolonga una historia de ignominia e impunidad, en lugar de la verdad y la
dignidad de las víctimas. Todo lo anterior es lo que convierte estas elecciones
en una repugnante obra de pornopolítica, más allá de los encuentros
clandestinos entre Alex Char y Aida Merlano[3].
Más allá de ese entramando de compraventa de votos y comercio sexual develado
en público, lo que nos debería avergonzar es que continuemos como sin nada en
esta fiesta electoral en medio de semejante mortandad. En lugar de
escandalizarnos tanto por la frivolidad de quienes otrora formaron una exitosa
y libidinosa pareja electoral, deberíamos reflexionar sobre nuestra
insensibilidad e indolencia ante la violencia política que cercena la vida de
quienes promueven con su liderazgo los derechos, la dignidad y la seguridad de
toda la sociedad. Que los candidatos no sean capaces ni siquiera de un
pronunciamiento público en defensa de la vida y la búsqueda de la paz, esencia
de la democracia, porque están demasiado ocupados en ganarle a sus colegas al
interior de sus coaliciones, más que a sus adversarios de otros partidos, es
algo peor que la pornopolítica, es la total y absoluta putrefacción de la
política. Es transformar las urnas en tumbas sin nombrar y menos honrar la
memoria de quienes reposan en ellas por haber defendido la vida y la dignidad. Es
convertir la democracia tras el velo de las elecciones en una especie de
tanatocracia donde gana y gobierna la muerte en lugar de la vida.
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