EL ESTALLIDO DE LA
MENDACIDAD GUBERNAMENTAL
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Hernando Llano Ángel
Estamos asistiendo al estallido de la mendacidad gubernamental, no al de la
creatividad, como en forma ampulosa afirmó el presidente Duque[1]
en el lanzamiento del HUB[2]
o nodo de innovación social del SENA en Bogotá. La mendacidad es el hábito y la
costumbre de mentir. Y sobre ella jamás se puede construir nada en la vida
personal y menos en la pública. Para empezar, porque la mentira, así sea
expresada en forma eufemística y retórica, no puede negar la realidad. Menos
sustituirla, pues nada estable y menos perdurable se puede edificar sobre la
mentira. La mentira impide la generación de confianza, materia prima de las
relaciones interpersonales y piedra angular de toda la vida social y política.
Una sociedad se desintegra cuando la mentira se convierte en el lenguaje de la
política y con él se pretende gobernar. Es entonces cuando irrumpe la
desconfianza como antesala de la rabia, la indignación y la violencia. De
alguna forma, es lo que sucede con los jóvenes de la primera línea, que cubren
sus rostros e identidades, para proteger su integridad y sus vidas. Para no ser
víctimas mortales, como lo fue Lucas Villa cuando denunció de viva voz: “Nos
están matando en Colombia”[3].
Por eso es tan grave la falaz y errática respuesta del presidente Duque al
Informe y las Recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) sobre lo sucedido durante el Paro Nacional, convertido en un
desgarrador, violento y mortífero estallido social. Un estallido que el
mandatario niega y pretende sustituir por un supuesto “estallido de la creatividad y la innovación”.
Tergiversar para negar la
realidad
En lugar de reconocer las principales observaciones y conclusiones de la
CIDH, Duque se empeña en tergiversarlas y deslegitimarlas, afirmando que: "nadie
puede recomendarle a un país ser tolerante con actos de criminalidad"[4]. Recomendación que jamás realizó la CIDH. Por
el contrario, en el numeral 41 de sus observaciones señala: “La Comisión Interamericana manifiesta su firme condena y rechazo por los altos
niveles de violencia registrados en el marco de la protesta social, tanto aquella ocasionada por el uso
excesivo de la fuerza por parte de la fuerza pública como la provocada por
grupos ajenos a la protesta misma”. Y continua Duque mintiendo y faltando
a la verdad, cuando señala que faltó: "más
hincapié y más precisión en las violaciones flagrantes derivadas de actos de
violencia, vandalismo y terrorismo urbano de baja intensidad. Y también, qué
bueno fuera, que en la reflexión de esos derechos humanos se pudiera mostrar
con claridad que los bloqueos han sido una demostración de la vileza que pueden
tener algunos para limitar los derechos de los demás". Crítica totalmente infundada, pues el informe
de la CIDH es explícito y contundente en la enumeración, descripción y condena
de dichos actos en el capítulo IV titulado: “Afectaciones a derechos
fundamentales de terceros y bienes públicos en el marco las protestas”,
específicamente en los numerales 132 a 140, donde concluye: “140. La CIDH condena enérgicamente todo acto de violencia, especialmente, aquellos
que afectan la vida e integridad personal y el transcurso de las
manifestaciones. En este sentido, hace un llamado al Estado para
investigar, juzgar y sancionar a los responsables de delitos cometidos en el
marco de las protestas”. La CIDH es explicita en la descripción de tan
graves afectaciones y violaciones en los siguientes numerales: 138. La Comisión expresa especial consternación por el fallecimiento de dos bebés,
presuntamente sucedida debido a la falta de atención médica en el marco de las
disrupciones ocasionadas por las protestas. 139. La CIDH condena el fallecimiento de 3 integrantes de la fuerza
pública en el marco de las manifestaciones. Asimismo, deplora el presunto secuestro, la desaparición y asesinato del
agente Carlos Andrés Rincón Martínez, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado con
señales de tortura en la ciudad de Cali. Adicionalmente, la Comisión tomó
nota el incendio de un CAI de la Aurora con 10 policías en su interior; el
ataque a 6 policías con una bomba incendiaria en Pasto; así como los 1.343
policías lesionados, 4 de los cuales aún continuaban internados. De igual
manera, el Estado indicó que, “en el marco del paro, 14 policías prestando su
servicio para garantizar la manifestación pública y pacífica han sufrido
lesiones oculares, 12 con objetos contundentes, 1 con arma de fuego y 1 con
agente químico”. Es inadmisible no
solo que el presidente Duque niegue y tergiverse estos apartes del informe de
la CIDH, sino que en respaldo a su mendacidad se sume el corifeo de dirigentes
gremiales que en forma unánime lo descalifican por sesgado, supuestamente por
no condenar los bloqueos indiscriminados y arbitrarios de calles y carreteras,
cuando explícitamente señala en el numeral: “171. Finalmente, la CIDH reitera que la protesta es un derecho
protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos que en determinadas circunstancias puede
ser restringido, no en razón a su modalidad sino a la gravedad de la afectación
a otros derechos fundamentales; entre ellos, el derecho a la vida, a la
protesta libre de violencia, el aprovisionamiento de alimentos y el derecho a
la salud. Al Estado le corresponde constatar en cada caso la gravedad de
las afectaciones y asegurarse de que las eventuales restricciones atiendan
estrictamente al principio de legalidad, persigan un fin legítimo, y sean
necesarias y proporcionales en una sociedad democrática”. Por todo lo anterior, vale la pena concluir
trayendo a colación estas respuestas de Albert Camus sobre la mentira: “El
privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ella…
La mentira a veces hace vivir, pero nunca eleva”, expresadas en su
entrevista “Las servidumbres del odio”,
publicada en “Le Progres de Lyon” en las navidades de 1951. Debemos tenerlas
presente todos, pero especialmente el presidente Duque y su corte de
aduladores, pues conservan plena validez 70 años después.
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