YA LLEGÓ EL 20 DE ENERO:
¿CORRALEJAS EN WASHINGTON?
https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/ya-llego-20-enero-corralejas-washington
Hernando Llano Ángel
La posesión de Joe Biden parece estar más cerca de las corralejas de
Sincelejo o de Sampúes[1]
que a la ceremonia de investidura del mandatario más poderoso del planeta. Para
evitar que tan trascendental acto se convierta en un show tragicómico, como el
estimulado por Trump en el reciente asalto circense al Congreso, la explanada
del Capitolio ya está militar y policivamente asegurada. El escenario hoy tiene
más aspecto de campo de batalla[2]
que de transición democrática. Y así es, ya que no habrá realmente un relevo público
en la presidencia, pues Trump no estará presente. Además, algunos de sus
furibundos seguidores amenazan con un segundo round y culminar con éxito su
reciente asalto y profanación fascista del Capitolio. La ausencia de Trump en
la ceremonia de relevo es expresión no solo de su incapacidad para reconocer
que fue derrotado, sino que es desde ya el comienzo de su feroz oposición
antidemocrática. Porque la presidencia de Trump y su ruptura con las reglas del
ritual democrático al no estar presente en la hollywoodense[3]
investidura pública de Biden, demuestra algo mucho más grave que su megalomanía
patológica. Demuestra que la realidad y profundidad de las heridas sangrantes
que aquejan a Norteamérica desde su nacimiento son hoy más graves y llevará
generaciones sanarlas: la segregación racial, los prejuicios de la supremacía blanca,
su nacionalismo imperial en decadencia desde Vietnam y la desigualdad social creciente,
son lastres históricos que tienen desmantelada su agónica democracia y
constituyen el mayor desafío para el Estado norteamericano, superior incluso al
coronavirus. Un desafío que los cerca de 75 millones de votantes de Trump
parecen incapaces de reconocer y mucho menos estar dispuestos a superar. Sus
consignas irrealizables en la vida política mundial contemporánea como America
First y el revival nostálgico de Make America Great Again, se convirtieron bajo
la pandemia en una realidad tanática inimaginable. Hoy su chovinismo imperial
se expresa en el mayor número de contagios del Sars-coV2 y de víctimas mortales
que tenga país alguno. Cruel ironía. Su lema de America First se cumplió en
forma siniestra enarbolando las banderas más queridas por la extrema derecha y
el fascismo: autoridad, orden y defensa del mercado sobre las libertades
públicas, la vida y la igualdad, valores propios de toda auténtica democracia.
La incongruencia de ese credo de ultraderecha está a la vista de todos, aunque
algunos ingeniosos se sitúan en el extremo centro, para ocultar así su
verdadera identidad. Y si no logran persuadir a la mayoría, por lo menos
promueven el desmantelamiento de lo poco que queda del Estado de derecho y lo
convierten en un Estado de derecha, eso sí con “paz y legalidad”.
Trump ha sido despedido,
pero el Aprendiz continúa su show
Sus delirios de estadista megalómano terminaron devastando la salud y la
vida de sus conciudadanos, reavivando el fantasma del racismo y el ascenso del
tribalismo político por las paredes del Capitolio, escenas apenas comparables a
una corraleja. Este es el más peligroso legado que recibe Biden, la ruptura del
consenso democrático entre los dos partidos históricos, expresado por el
desconocimiento de Trump de la legitimidad y legalidad de los resultados
electorales. A ello se suma la estela de cadáveres y de sufrimiento humano que
supera las bajas de las fuerzas militares de Norteamérica en todos sus
conflictos y guerras internacionales. Es probable que el 20 de enero dicha
cifra alcance las 400.000 víctimas mortales o quizá la sobrepase. Tal es el
“hecho alternativo” o la “realidad paralela” más significativa y deplorable que
deja su mitomanía presidencial. Convirtió el sueño americano en una auténtica
pesadilla mortal, superando incluso el thriller de Michael Jackson[4],
con cientos de miles de zombis deambulando, ya no por las calles, sino por los
centros hospitalarios de America First. Hoy Estados Unidos es la mayor morgue
del planeta. Y, aun así, millones de norteamericanos parecen estar dispuestos a
seguir a su rubicundo sepulturero hasta la tumba. Tienen la certeza que les
robaron su triunfo, que se fraguó una conspiración para cometer un fraude
electoral inocultable y que todo se debe a la existencia de un “Estado
profundo” que gobierna tras bambalinas. Incluso muchos de esos seguidores
todavía no llevan tapabocas, como afirmación de su identidad Trumpista y no
reconocen la potencial mortalidad del virus, pues su héroe sobrevivió al mismo
y lo derrotó, como un auténtico Superman[5].
Y quizá esta capacidad de Trump de encarnar los héroes de celuloide
norteamericanos explique en gran parte su liderazgo carismático. Especialmente
cuando lo exhibe sin pudor como seductor irresistible y magnate exitoso,
aspiraciones inocultables del norteamericano típico y de su sueño de felicidad,
que Trump convirtió en inalcanzable por el aumento creciente de la desigualdad
social y la disminución de impuestos a las grandes fortunas. A fin de cuentas,
es cierto que redujo el desempleo como nadie lo había hecho antes, reactivó la
economía interna, enfrentó a la China y hasta a la Unión Europea por su escasa
financiación de la OTAN, y proyectó así el espejismo de que América era grande
otra vez, pues nadie estaba por encima de ella. Ni siquiera el Acuerdo de Paris
para contener la crisis climática, ya que el calentamiento global no existe,
igual que el coronavirus es una gripa insignificante que la OMS, una costosa
burocracia incompetente, aliada con la China, fue incapaz de alertar y contener
oportunamente, según su relato. En fin, esa mezcla habilidosa de medias
verdades y grandes mentiras, propaladas y sobredimensionadas por las redes
sociales, terminaron convirtiendo en “hechos alternativos” puras ficciones,
prejuicios, odios y fantasías que inextricablemente confieren identidad y
sentido de vivir a millones de norteamericanos. Por no poder cumplir todo ello,
el Aprendiz de estadista de Trump ha sido despedido del show de la democracia,
pero está muy lejos de ser derrotado. Todavía se considera invencible y será
muy difícil de controlar y expulsar de los escombros en que convirtió el campo
de juego democrático.
Primero la familia y su
patrimonio
Trump es un rival que se comportará como un vengador implacable, un enemigo
mortal con una multitudinaria horda de seguidores. Todo un desafío para Biden,
su partido y especialmente para sus copartidarios, los republicanos, que lo
conocen y saben que están frente a un timador inescrupuloso, un tramposo
inigualable e impune, como tantos otros que abundan en el mundo de la política
y en nuestro ubérrimo terruño, que se precian de burlar los impuestos, cambiar
a su favor las reglas del juego político y conservar casi intacta su imagen de
salvadores y líderes insuperables. Incluso, se sienten capaces, cual monarcas
de otrora, de postular a sus leales e incompetentes sucesores al “trono
presidencial” o, en el remoto evento de ser expulsados del juego político, de
instaurar una familia real, como parece que hará Trump con su hijo mayor, el
exitoso empresario Donald Trump Jr[6]
y con su hermosa hija Ivanka[7],
si es inhabilitado de por vida para postularse a cargos públicos. Como bien lo
canta Rubén Blades, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ¡ay Dios¡”[8].
Cualquier parecido con nuestra realidad política no es coincidencia. Entre
nosotros abundan las familias presidenciales con sus destacados delfines, que
suelen confundir la patria con la fratría[9]
y sus prósperos negocios empresariales, agroindustriales, equinos y ganaderos.
[2] https://www.lavanguardia.com/internacional/20210115/6183109/mike-pence-garantiza-toma-posesion-joe-biden-segura-washington-video-seo-lv.html
[3]https://www.infobae.com/america/eeuu/2021/01/14/la-toma-de-posesion-de-joe-biden-sera-al-mejor-estilo-hollywood/
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