Trump, profanador de mitos y promotor de imposturas
https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/trump-profanador-mitos-promotor-imposturas
Hernando Llano
Ángel.
Trump pasará a la historia por
revelarle al mundo en forma tragicómica la profunda e irreversible decadencia
de la vida política norteamericana. Una decadencia que comenzó en 1972, también
en forma escandalosa, con el Watergate de Richard Nixon, no por casualidad otro
presidente republicano. Ambos tienen en común ser gánsteres encumbrados de la
política nacional e internacional, tramposos y criminales, desleales a las
reglas esenciales del juego democrático. Por eso mismo, son los máximos
profanadores de esos mitos que alimenta desde su nacimiento la democracia
norteamericana y son también los más cínicos promotores de sus imposturas
políticas. Fueron maestros en el uso y el abuso de la mentira política, la
exaltación de los prejuicios y el racismo visceral con su carga de desprecio y
odio. Ambos fueron insuperables en la exacerbación del miedo, como Hitler.
Nixon, enarbolando la bandera del nacionalismo imperial, pleno de mentiras y
coartadas criminales tales como los mitos imperecederos de la defensa del mundo
libre y la democracia, bajo las cuales promovió cínicamente la guerra en
Vietnam y el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973[1].
La propagación de ese virus “pandemocrático imperial” ha dejado una estela
incontable de víctimas mortales contra la cual parece que no hemos podido
inventar la vacuna de la verdad y superar tanta falsedad letal. Trump, con sus
delirantes consignas de Make America Great Again y America First, inseparables
de su obsesión por levantar el muro de la infamia en la frontera con México y
sus criminales consignas de Ley y Orden para justificar la violencia policiva
contra la población negra y migrante. Quizá, por todo lo anterior, ambos
impostores de la democracia y gánsteres de la política recibieron en vida la
mayor derrota para sus déspotas egos, insaciables de espuria gloria: las penas
de la ignominia y la vergüenza contra las cuales no existe perdón ni olvido en
la memoria de los pueblos y de los auténticos demócratas, más allá de cualquier
partido. Aunque dichas penas estén muy lejos de hacer justicia por sus innumerables
crímenes, casi siempre inexpugnables en razón de su inmunidad personal y la
impunidad que les otorga el poder político imperial. Pero esa esquiva e
improbable justicia institucional fue ahora superada por el juicio político de
mayorías demócratas que eligieron en Georgia a dos representantes de minorías,
el reverendo bautista Raphael Warnock[2], primer senador negro por dicho Estado y a Jon
Ossoff de ascendencia judía, que dan el
control del Senado al partido demócrata, pues con la Vicepresidenta Kamala
Harris[3]
obtienen la mayoría.
Memoria frágil y penas pendientes
Aunque esas penas de ignominia y vergüenza,
en verdad, también las merecen otros recientes presidentes norteamericanos que hoy
se benefician de la frágil memoria política contemporánea, como George W Bush,
con su guerra contra el terrorismo sustentada en mentiras tanto o más graves
que las de Trump, como la existencia de armas de destrucción masiva en Irak[4].
Sin que escape a un juicio crítico el presidente demócrata Bill Clinton por su
laxitud con la avaricia del capital financiero, responsable en gran parte de la
debacle económica en 2008[5]. Tampoco
queda a salvo Obama y su incapacidad para desmantelar el antro de la cárcel de
Guantánamo[6], centro
de reclusión norteamericano para la tortura y la violación “legal e institucional”
de los derechos humanos[7]. Y
esos mitos democráticos norteamericanos, entre nosotros se convierten en
mitomanías criminales y heroísmos gloriosos, cometidos bajo el amparo del “Estado
de derecho”. En nombre de ellos se eliminó la cúpula de la Justicia y se
incineró el mismo Palacio de Justicia en 1985, hoy se asesina a los opositores
políticos, líderes sociales y desmovilizados, en medio de la “paz con
legalidad”. Al parecer, esto último sucede porque el presidente Duque evita
caer en la extrema derecha y se sitúa –según su ingeniosa definición-- en el
extremo centro, como un auténtico estadista, empeñado en la defensa de la
libertad y el orden, aunque el resultado actual sea esta extraña paz con
letalidad, que deja hasta la fecha 252 reincorporados en la FARC asesinados[8],
66 masacres[9]
y 310 líderes sociales y defensores de derechos humanos exterminados hasta el
30 de diciembre de 2020[10]. No
por casualidad en plena campaña presidencial el Centro Democrático se apresuró
a respaldar a Trump, ese aliado leal contra el “socialismo castrochavista” y
adalid insobornable de la verdad, además de defensor inquebrantable de la ley y
el orden. A tal punto que terminó alentando el asalto al Capitolio porque el
Estado de derecho norteamericano no le reconoció su triunfo. Un triunfo que
solo existe en su personal “Estado de opinión” y que reclaman sus iracundos
seguidores, pues Trump no cesa de declarar que fue víctima de un colosal fraude
electoral, sin que haya aportado prueba alguna que lo demuestre. La única forma
de entender esta profunda afinidad, ahora rápidamente negada, entre Trump y el
Centro Democrático es que sus respectivos líderes tienen una peculiar relación
con el crimen y se consideran moralmente por encima de la ley y del Estado de
derecho, revelando así una muy personal y autocrática concepción de la
democracia y sus valores, igual que Bolsonaro y Maduro. Tan personal que
pretenden seguir gobernando desconociendo los resultados electorales, cambiando
algún articulito de la Constitución, por interpuesta persona o hasta
promoviendo herederos consanguíneos. Por eso desde ya Trump anuncia que su
verdadero Show comenzará después del 20 de enero, pues sabe bien que para estar
a salvo de la justicia nada hay más eficaz que declararse víctima de
persecución política y recurrir al respaldo de los 75 millones de electores que
son su verdadero “Estado de opinión”, donde gobierna a discreción, se siente
idolatrado y se sabe intocable. Ya lo veremos desde su palacete de Mar-A-Lago[11],
si es que logra imponerse sobre las restricciones legales que tiene para
residir allí, convirtiendo ese paradisiaco lugar en su cuartel de campaña y
ubérrimo refugio de impunidad.
Política y crimen
Aunque cabe la remota posibilidad de que Biden logre un acuerdo con el
partido republicano para que repudie a Trump y la justicia pueda procesarlo por
sus múltiples delitos, desde evasor de impuestos, depurando así a la política
del crimen y del gansterismo impune. Simbiosis y fenómeno que no solo carcome
la democracia norteamericana, pues también está presente en muchas latitudes:
Rusia, Ucrania, Turquía, Brasil, Venezuela y en forma endémica en nuestro país.
De allí la enorme afinidad entre Trump y figuras cimeras del Centro
Democrático. Incluso la afinidad de Trump con líderes cacocráticos como Putin y
Kim Jong-un, con quienes sostuvo mejores relaciones que con sus históricos
aliados. Aliados que hoy lo hacen responsable del asalto al Capitolio, como la
canciller Ángela Merkel, al señalar que "el presidente Trump
lamentablemente no ha reconocido su derrota desde noviembre, ni tampoco ayer, y
eso naturalmente ha generado una atmósfera que hace posible incidentes
violentos”[12].
Pero la ruptura entre la política y el crimen no depende exclusivamente de
acuerdos entre partidos políticos, sino especialmente del juicio y la moralidad
política de los ciudadanos que en últimas son quienes legitiman esas funestas
relaciones, bien por ignorancia, miedo o los intereses creados, que van desde
las financiaciones legales e ilegales de las campañas electorales hasta la
conveniencia personal, empresarial o familiar. Porque la criminalidad política
es una relación de complicidades entre los particulares y los políticos
profesionales para hacer prevalecer el Statu Quo con sus ganancias e intereses
personales, incluso de manera legal, sobre los intereses generales y el
bienestar público. Algo que siempre
debemos tener presente, pero especialmente en las elecciones del 2022, porque hoy se puede parafrasear el
aforismo de Edmund Burke y decir que los políticos criminales y corruptos son
elegidos por ciudadanos honestos que no votan. Pero también, lo que es peor,
por quienes los votan para reafirmar sus intereses, prejuicios, venganzas y
odios contra aquellos que consideran sus enemigos por tener simplemente otro
color de piel, diferente origen nacional o social, orientación sexual y
proyectos políticos alternativos --sean progresistas o conservadores-- y hasta
para ajustar cuentas de sangre y dolores familiares pendientes, todo ello
supuestamente en nombre de la “justicia revolucionaria”[13] o
la “seguridad democrática”[14].
[5] file:///C:/Users/admin/Downloads/Dialnet-LaCrisisFinancieraDeLosEstadosUnidosYLaRespuestaRe-3819462.pdf
[8] https://www.infobae.com/america/colombia/2021/01/08/van-tres-excombatientes-de-las-farc-asesinados-en-los-primeros-8-dias-de-2021/
[9] https://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/la-onu-alerta-por-las-masacres-en-colombia-en-2020-554874
[12] https://www.dw.com/es/merkel-responsabiliza-a-trump-de-crear-atm%C3%B3sfera-propicia-a-eventos-violentos/a-56158104
[13] Como pretende justificar las
Farc-Ep su asesinato de Álvaro Gómez Hurtado.
[14] Como pretende Álvaro Uribe Vélez
justificar los miles falsos positivos durante su gobierno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario