Trump y el gansterismo político
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Hernando Llano
Ángel
Donald Trump representa, junto a
Vladimir Putin, el ascenso de los gánsteres al mando de dos potencias
imperiales en decadencia. En nuestros lares, tenemos al menos dos ejemplares de
la misma familia política: Nicolás Maduro y Jair Mesías Bolsonaro. De allí la
estrecha amistad de ese cuarteto de gánsteres y su fuerte afinidad con el
ejercicio del poder político como el arte del chantaje, la mentira, la trampa y
la violencia. Escenifican un juego de dobles en la cancha de la política
internacional. Todo ello oculto bajo el manto impune del nacionalismo y el
estímulo de los negocios, en beneficio de sus corruptas plutocracias. Trump y
Putin gobiernan obsesionados con revivir el pasado glorioso e infamante de sus
sangrientos y depredadores imperios. Trump lo proclamó sin ambages: America
First y Make America Great Again. Consignas que traducidas al lenguaje de la
política son la quintaesencia de la mafia en la cúspide del Estado. En efecto, nada
está primero en la vida de un mafioso que el cuidado y la seguridad de su
familia, sin importarle la suerte de las demás familias, incluso de su propia
vida personal, como le sucedió a Pablo Escobar[1]. Guardadas
las proporciones, Trump es un ejemplar sucesor de Escobar, pero al mando de
Estados Unidos, la primera potencia mundial. Nada le importó la suerte de la
familia humana y su hogar planetario con tal de garantizar la prosperidad de su
propia familia nacional: America First. Declaró la guerra contra el comercio
internacional y defendió como señor feudal su castillo familiar. Por eso
bloqueó la Organización Mundial del Comercio[2] y
retiró a Estados Unidos del Acuerdo de Paris[3]. Contra
toda evidencia científica y las catástrofes naturales que nos amenazan y
diezman, continúa negando el calentamiento global y la gravedad de la crisis
climática. Ahora, su desdén por la naturaleza y la ciencia, se ensaña contra su
querida familia, cobrándole el coronavirus cerca de 245.000 víctimas mortales y
un crecimiento exponencial de la pandemia, que se aproxima a los 10 millones de
contagiados. Sus dos consignas terminaron siendo todo lo contario. Hoy Estados
Unidos es cada vez menos en el mundo. Terminó siendo la primera en número de
víctimas mortales y la más grande en propagar la pandemia. Objetivamente Trump
es un fracaso inimaginable e indiscutible. Ha sido el mandatario que, durante
cuatro años y sin comprometer a fondo el poder militar norteamericano en
conflictos internacionales, ha propiciado el mayor número de muertos en la
familia americana. Muchas más que las bajas militares durante la segunda guerra
mundial y la guerra de Vietnam.
71 millones de esquizofrénicos tanáticos
Quizá sea la consecuencia de poner
al frente de un Estado imperial a un empresario tan codicioso como un mafioso,
para quien primero está el mercado, la economía y las ganancias, después la
vida y la salud de sus propios compatriotas. La verdadera divisa y consigna de Trump es
Market First, poco importa que la consecuencia sea la muerte de cientos de
miles. Un patriotismo de mercado, mezquino e indolente[4].
Por eso también obtuvo cerca de 71 millones de votos, superando a todos los
anteriores candidatos republicanos a la Casa Blanca. 71 millones entre los
cuales se encuentran ejemplares padres y madres de familia, para quienes no
importa que los hijos de inmigrantes permanezcan separados de sus padres, como
solían hacerlo los estados totalitarios y socialistas a los que temen y odian
furibundamente como Trump. Tanto es el odio y el miedo que creen en la absurda
mentira y alucinada versión de Biden como un “socialista radical”, que
convertirá a Estados Unidos en la Venezuela del norte. Tampoco les importa
mucho la salud, el sufrimiento y el maltrato emocional de esos niños, pues son
hijos de supuestos peligrosos criminales latinos, que los explotan y maltratan.
Por eso votaron por Trump, porque creen con una ingenuidad cercana a la
estupidez, que es un católico piadoso, que exhibe la biblia contra “agitadores
socialistas” y defiende la sacralidad de la vida contra el aborto. A sus
electores los tiene sin cuidado que Trump haya sido un mercader de la belleza
femenina y la exhiba hoy como un objeto de lujo, consumo y placer. A sus ojos,
Trump es un ejemplar padre de familia y un macho exitoso, calumniado por
mujeres resentidas, ambiciosas y oportunistas. Pero, sobre todo, votaron por
Trump porque representa lo que millones de sus electores no han podido ser y
obtener: riqueza, poder, lujuria, reconocimiento y éxito. Trump les permite
sentirse superiores a millones de “pobres fracasados, negros e inmigrantes
ilegales” que, en el colmo del atrevimiento, proclaman que la vida de todos
importa y tiene igual valor, sin considerar el color de piel (Black Lives Matter)
o la procedencia nacional. Esos millones de fracasados que pretenden tener
iguales oportunidades y derechos que ellos, los auténticos y superiores
norteamericanos blancos y migrantes legales, no pueden aspirar al sueño
americano. Para esos indios, negros e inmigrantes ilegales solo existe la
pesadilla americana. Esos 70 millones de esquizofrénicos electores, tanáticos
del consumo[5]
y fanáticos del mercado, admiran tanto a Trump que incluso desprecian la muerte
de más de 230.000 de sus compatriotas y hasta toleran que los robe, evadiendo
su pago de impuestos. No es, pues, casualidad, que lo votos por Trump procedan
de los Estados con mayor número de víctima causadas por el Covid-19. La muerte,
como la negación de la realidad, son atributos de Trump y muchos de sus
seguidores. Por eso, ahora lo respaldan incondicionalmente en su intento de
desconocer el triunfo de Biden, así arrase con la legalidad y validez de los
votos por correo, desmantelando los vestigios de democracia que deja su
mandato. Para Trump la verdad no cuenta si no coincide con sus intereses,
entonces proyecta lo que denomina hechos alternativos para sustituir la misma
realidad, porque él personalmente se arroga el poder y la gloria. Se
autoproclama el líder de los moral y racialmente superiores, los llamados a
salvar a Estados Unidos de socialistas, ateos, homosexuales, pedófilos,
cobardes y degenerados, con la inspiración de QAnon[6] y
el respaldo de la National Rifle Asociation.
El Show ha terminado: ¡You are fired!
Por todo lo anterior, es
comprensible que la consigna final de la campaña de Biden haya sido “La
batalla por el alma de la Nación”. Sin duda, el único mérito de Trump es
haber despertado y movilizado a más de 74 millones de norteamericanos para que
votaran por Biden. De esta forma, reafirmaron que sus vidas son más valiosas
que el mercado y que sus convicciones rechazan radicalmente la discriminación
racial, el odio, las mentiras y la violencia policial como fundamentos de la
vida política norteamericana y optaron por la decencia y la convivencia. Trump,
el aprendiz de la política, se resiste a dejar la Casa Blanca. No alcanza
todavía a comprender que su mediocre Show de America First ha terminado en un
multitudinario y mortal fracaso. Que, como lo hacía con arrogancia en su
programa televisivo, “El aprendiz”,
millones de norteamericanos le están gritando: ¡You are fired! ¡Estás despedido! Pero como toda su vida ha sido un
litigio permanente entre sus ambiciones personales y su narcisismo
inconmensurable contra sus competidores y adversarios, interpondrá cuanto
recurso legal le aconseje su equipo de abogados para intentar ganar en el foro
judicial lo que ya perdió en la arena política. Y, cuando sea vencido en ambos
escenarios, es probable que pretenda convertirse en el jefe de la oposición, si
acaso se lo permiten el Partido Republicano y las reservas de la cultura, la
inteligencia y la decencia de la sociedad norteamericana, ya escarmentada y
avergonzada de tan fatal y cínico aprendiz político. Un aprendiz que bien le
convendría volver a sus negocios personales y cancelar sus multimillonarias
deudas[7],
las únicas que quizá podrá pagar algún día, porque su deuda con la humanidad es
incalculable, insondable e impagable.
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