domingo, enero 20, 2019

Los escándalos, los negocios y la guerra.


Los escándalos, los negocios y la guerra: ¿hasta dónde llegará la corrupción?

(Tiempo estimado: 5 - 10 minutos)

La corrupción estatal es secuestro social

Hernando Llano AngelUna denuncia indignante y un llamado altivo a la ciudadanía. Repaso fidedigno de las cosas que están sucediendo y que involucran inclusive al presidente Duque y a su rival Gustavo Petro.

Hernando Llano Ángel*

La guerra como suprema corrupción

La guerra es la máxima corrupción de la política, pues ella eleva la violencia y la muerte al pedestal histórico de la gloria y la victoria. La guerra convierte en héroes a quienes mueren combatiendo, como si la negación de la vida de los otros y la ofrenda de la propia fueran una proeza digna de imitar.
Por eso las sociedades acaban por celebrar esa ética de destrucción física del enemigo, desconociendo de plano la condición humana del adversario, convirtiéndole en un objetivo militar que debe ser aniquilado.
Entonces se mata con la mejor buena conciencia. Unos en nombre de la libertad y la seguridad. Otros en nombre de la justicia y la revolución.
Nunca faltarán banderas para adornar el crimen: la Patria, la democracia, el socialismo y la misma dignidad humana. Así las cosas, cuando vivimos en sociedades que se debaten entre la guerra y la paz, nuestra sensibilidad moral se atrofia y acabamos por acostumbrarnos al odio y la revancha, la sangre y la muerte.
La justicia es venganza, en el mejor de los casos cárcel y humillación.
La mayoría se vuelve indiferente y la empatía desaparece. Algunos dicen que lo anterior es simplemente “resiliencia” y hacen de ella una bandera política, cuando en realidad es indolencia criminal y moralmente inaceptable. Pero así sucedió a raíz del plebiscito por la paz, cuando el 63 por ciento de los colombianos habilitados para votar no lo hicieron.
Entonces asistimos a la derrota de un Acuerdo, pero ante todo asistimos a la derrota de nuestra propia condición y sensibilidad humanas, de nuestra capacidad para reconocernos como ciudadanos y colombianos con iguales responsabilidades y derechos para convivir en paz. Fue una vergüenza nacional, todavía mayor para quienes hoy reclaman con orgullo y vehemencia el triunfo del no.

Cambalache ético    

Odebrecht en Colombia.
Odebrecht en Colombia. 
Foto: Procuraduría General de la Nación
Por todo lo anterior, el debate ético entre nosotros es tan difícil y absurdo.
Carecemos de una semántica común y no podemos entendernos. A tal punto que algunos llaman retención al secuestro y “falsos positivos” al asesinato. Incluso los autócratas, como Uribe, se autodenominan demócratas y los liberticidas, como el ELN, revolucionarios.
Ni hablar de lo que acontece en la política internacional, donde Trump y Putin se estrechan la mano, posando de estadistas, cuando no pasan de ser vulgares chantajistas, respaldados por su arsenal nuclear.
Nunca faltarán banderas para adornar el crimen: la Patria, la democracia, el socialismo y la misma dignidad humana.
Por ello nos resulta casi imposible distinguir entre la derecha y la izquierda. Los más astutos se reclaman por fuera de la izquierda o la derecha y se ubican en un supuesto centro radical, posando de demócratas, ajenos a toda “ideología”, excepto la de su propio cinismo y su oportunismo político.
Vivimos como en cambalache: “Revolcaos en un merengue Y en un mismo lodo todos manoseaos”.

Odebrecht y asociados

Por eso no debe extrañarnos que empresas como Odebrecht, cuya misión principal es la construcción de megaobras públicas, haya acabado siendo la empresa internacional con mayor capacidad para minar y destruir las instituciones públicas en América Latina.

Puede leer: Odebrecht, caso emblemático de corrupción.

Tampoco debe extrañarnos que Odebrecht se haya asociado con AVAL, el más voraz de los grupos financieros en Colombia, para esquilmar impunemente nuestro ya flaco erario y celebrar transacciones con cláusula de confidencialidad.
Un contrato en el cual AVAL fue asesorado por un abogado cuyas iniciales NHMN revelan su verdadera identidad y profesión: “No Hay Moral Ninguna” en sus actuaciones, más allá de la del hábil leguleyo “para burlar las leyes sin violarlas o para violarlas sin castigo”.
En efecto, Néstor Humberto Martínez Neira, es ese leguleyo de mano maestra a quien se refería Gabriel García Márquez en su proclama “Por un país al alcance de los niños”: “entre nosotros cohabitan de la manera más arbitraria la justicia y la impunidad”. Por eso está al frente de la Fiscalía General de la Nación.
Esa cohabitación ha pasado de ser un asunto personal para convertirse en institucional, estructural y global. Comenzando por la cohabitación entre el sector financiero y el crimen organizado, que es quizás la más vieja y la más sofisticada. Entre nosotros, mediante el lavado de activos procedentes del narcotráfico, como han sido los casos emblemáticos del Banco de Occidente, casa matriz del grupo AVAL, y el Banco de Colombia, de donde salieron millones de pesos del célebre proceso 8.000 con destino a la campaña presidencial de Samper.
Tras el horror y el hedor que nos dejó la guerra sin cuartel entre el Estado y las FARC donde la inmensa mayoría de los muertos no fueron combatientes —y un conflicto del cual desconocemos la mayor parte de negociados y enriquecimientos ilícitos entre elites guerrilleras, empresariales y militares— tal vez lo único nuevo que estamos presenciando es que se esté corriendo el velo de la corrupción entre empresarios, banqueros y la cúpula de la política nacional.

Puede leer:  De acusadores a acusados: Néstor H. Martínez y sus antecesores.

Presidentes políticamente implicados y éticamente inhabilitados

Por eso ha llegado la hora de los escándalos, las verdades y las incompatibilidades inocultables que señalan al poder presidencial como la pieza clave e intocable de tan intrincada red institucional de corrupción.
Es de dominio público que el actual entramado de corrupción viene desde la presidencia de Álvaro Uribe, pasa por la de Santos y llega incluso a la de Duque.
También por ello, Duque estaría éticamente inhabilitado para postular la terna de candidatos de la cual sería escogido el próximo Fiscal Ad-Hoc, pues tiene un evidente y público conflicto de interés por haber acompañado a Oscar Iván Zuluaga a Brasil, donde se concertó el apoyo de Odebrecht a favor del primero.

Limpieza de verdad en las instituciones

Petro ¿podrá responder por el vídeo en el que recibe fajos de billetes?
Petro ¿podrá responder por el vídeo en el que recibe fajos de billetes? 
Foto: Facebook Gustavo Petro
Por lo tanto, en este caso, como en todos los demás donde las instituciones estatales se encuentran involucradas en presuntas actividades ilícita —bien como consecuencia de su lucha implacable contra la guerrilla, negociaciones con el narcotráfico y/ o el paramilitarismo— ella no pueda ser juez y parte, ya que está demasiado implicada para ser imparcial y buscar toda la verdad.
De allí la inevitabilidad de renovar del todo las instituciones oficiales, liberándolas del fardo de tantos intereses y complicidades, para que puedan investigar de verdad las responsabilidades de todos los involucrados en el “conflicto armado interno” que nos costó 220 mil vidas. Tanto de aquellos que participaron o que coadyuvaron en la defensa del establecimiento como en su brutal ataque, durante más de cincuenta años, con su estela de ignominia y mentiras casi impenetrables.
Nos resulta casi imposible distinguir entre la derecha y la izquierda. Los más astutos se reclaman por fuera de la izquierda o la derecha y se ubican en un supuesto centro radical.
Esa es la enorme responsabilidad de la Jurisdicción Especial para la Paz, de la Comisión de la Verdad y de la Comisión de búsqueda de Desaparecidos, que apenas dan comienzo a sus labores —y que por eso tiene tantos opositores dentro del establecimiento político, económico y social—.

Le recomendamos: La Comisión de la verdad y su papel para la democracia.

Una coyuntura de escandalosas verdades

Sin duda estamos entrando en una coyuntura de escandalosas verdades, que comienza por revelarnos cosas insospechadas y casi inverosímiles, como las imágenes de Petro guardando sigilosamente fajos de billetes, cuyo origen y destino tendrá que explicar ante la opinión pública y la justicia.
Entonces caerán muchas caretas de impostores, tanto a la derecha, como al centro y a la izquierda, con sus discursos demagógicos contra la corrupción y la politiquería.
Quedarán desnudos, enseñando sus impúdicas promesas y vergonzosas mentiras.
Verificaremos atónitos que no hemos vivido en una democracia sino bajo una plutocracia cleptócrata, que cada cuatro años además de robarnos la confianza, convierte lo público en un botín que se disputan y esquilman insaciables intereses de grupos económicos y banqueros con Aval político y legal.
Nos corresponderá como ciudadanía aguzar nuestro juicio ético, para no ser ingenuos en esta era de posverdades y redes sociales, confrontando implacablemente las palabras con los hechos y el pasado con el presente de cada uno de los candidatos y gobernantes que se reclaman adalides de la moral pública, la equidad y la lucha contra la corrupción y la politiquería.
De lo contrario seguiremos entregando nuestro presente y futuro a demagogos irresponsables, que por cierto abundan en el vecindario y en la política internacional.
Ya lo advertía Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".

*Politólogo de la Universidad Javeriana de Bogotá, profesor Asociado en la Javeriana de Cali, socio de la fundación Foro por Colombia, Capítulo Valle del Cauca. Publica en el blog: calicantopinion.blogspot.com

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Comentarios  

Jorge eduardo
0# Acertado final — Jorge eduardo 08-12-2018 07:57
Creo que la frase de Antonio Gramsci resume todo, los tiempos actuales revelan un país en una peligrosa zona gris, al borde de los autoritarismo, sino es que ya no estamos imbuidos en uno disfrazado de democracia
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