POLÍTICA, CORRUPCIÓN Y GUERRA
Hernando Llano Ángel.
Sin duda, son las tres obsesiones
que nos desvelan, atormentan y matan a los colombianos desde hace más de medio
siglo. No obstante ser tres cosas diferentes,
forman una sola realidad verdadera, la que vivimos y padecemos todos los
días. Una especie de misteriosa, insondable y mortífera trinidad pagana, contra
la cual no parece existir exorcismo salvador. Aunque en los últimos años se han
practicado al menos tres exorcismos públicos, sus resultados han sido
desastrosos. El primero, se llamó séptima papeleta y Asamblea Nacional
Constituyente, que promovimos muchos con la ilusión y la ingenuidad propia de
nuestra juventud, bajo el ritual de una supuesta “democracia participativa”, y
una pléyade de exorcistas encabezados por César Gaviria, Manuel José Cepeda y
Fernando Carrillo. Hoy, 27 años después, conocemos sus frustrantes resultados y
el significado exacto del “bienvenidos al futuro”, trasmutado en ese horrendo y
destemplado trío conformado por Gaviria, Uribe y Pastrana, que han catapultado
a la presidencia a un joven barítono, seguramente para que la tonada de la
corrupción y la guerra suene un poco distinto y deje de ser tan estridente y
cacofónica. Incluso, para que en medio de tanto barullo, consulta popular
anticorrupción, promesa de pulcritud y supuesto manejo técnico de la República
--eso sí, sin asomo de política-- como
lo anuncia sin rubor el presidente Duque, olvidemos la nota esencial de la
corrupción, que es precisamente la apropiación privada de la vida pública.
Corrupción política: apropiación privada de la vida pública
Y la nota esencial de la
corrupción es precisamente la apropiación privada de lo público –la
privatización y personalización de la política-- que hoy se expresa en esa
obsesión del presidente Duque al conformar un gabinete ministerial muy bello,
joven y pulcro, supuestamente ajeno por completo a la política, que no se
dejará manosear de ese antro de corrupción llamado Congreso. Un gabinete
ministerial que tuvo que reforzar con una nómina paralela de asesores
presidenciales, cuyos austeros emolumentos pagaremos todos los colombianos. Para
comenzar, un buen ejemplo de transparencia y austeridad, completamente ajeno a
la corrupción y lejano del “Estado derrochón”, que tanto fustiga su “presidente
eterno”. Semejante impostura maniqueísta y ausencia de austeridad administrativa
del presidente Duque es una de las más deplorables expresiones de la corrupción
estatal y de lo público. Un presidente que empieza a gobernar denostando de la
política y ufanándose de que su gabinete ministerial será “técnico, competente
y no político”, como si se tratará de la junta directiva de una empresa
privada, difícilmente gobernará con una visión democrática del interés público
y será más proclive a definir lo público desde los intereses corporativos y
privados. Ya su joven, competente y hermosa ministra de Minas y Energía, María
Fernanda Suárez, lo anunció: “Tengo que convencer al presidente Duque sobre el
fracking” (https://www.elespectador.com/noticias/nacional/es-posible-hacer-fracking-de-manera-responsable-ministra-de-minas-articulo-805901).
Como si el uso del fracking fuera
algo que sólo compete y decide el presidente con su ministra y no tuviera la capacidad de afectar en forma
irreversible a todos los colombianos y a nuestro derecho constitucional y bien
público superior de la sostenibilidad ambiental. Si la ministra llegase a
convencerlo, incluso con todos las formalidades legales, sería un acto
gravísimo de corrupción pública, seguramente impune y técnicamente “inofensivo”
para favorecer la explotación y ganancia de las empresas petroleras. Un acto de
corrupción plutocrático en perjuicio de las mayorías presentes y de las futuras
generaciones, irónicamente auspiciado por quien dice que gobierna y representa
una nueva generación política. Una especie de crimen de lesa comunidad
ambiental, cometido con las mejores intenciones del emprendimiento nacional. Ojalá
que el presidente Duque tenga presente la Constitución Política desde su primer
artículo, donde se consagra la prevalencia del interés general sobre el
particular, así como los otros artículos relacionados con la función ecológica
de la propiedad y la defensa del medio ambiente como bien público superior:
artículos 58, 79, 80, 95, 267, 268, 317, 334 y 339. Que no vaya a ser tan laxo
y creativo como cuando juró su cargo, con la expresión de solo “prometo defender la
Constitución”, cuando su primer deber es “cumplirla fielmente”, pues el
inefable Macías se apropió indebidamente del artículo 192 de la Carta, al preguntarle: “Jura a Dios y promete al pueblo cumplir
fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”. Gajes de un mediocre
bachiller en una responsabilidad que lo sobrepasa e ignora por completo el
protocolo constitucional de la investidura presidencial.
Pero mucho más preocupante es el
ministro de Defensa, Guillermo Botero, casi “presidente eterno” de la
Federación Nacional de Comerciantes de Colombia, quien está convencido que el
problema de contener y disminuir drásticamente la siembra de coca es un asunto
de erradicación forzosa de los cultivos ilícitos –¡como si la naturaleza fuera
criminal e ilegal!-- devastándola con el
cancerígeno glifosato[1],
con mayor control policial y represión
militar, desconociendo la complejidad del asunto y el fracaso rotundo de la
llamada “guerra contra las drogas”.
La guerra contra las drogas, máxima corrupción de la política
Ignorando que dicha guerra es
precisamente la máxima corrupción de la política, no sólo por los propósitos
que movieron a Richard Nixon a declararla[2]
–controlar y reprimir a los jóvenes y afroamericanos que estaban contra la
guerra de Vietnam, criminalizándolos y estigmatizándolos como un peligro para
la seguridad nacional— sino especialmente porque el Estado colombiano no ha
asumido su responsabilidad histórica, política, social y constitucional de
impulsar el desarrollo rural legal y reconocer a los campesinos “raspachines” como
ciudadanos y no como delincuentes, concertando con ellos la sustitución de la
coca, según lo convenido en el Acuerdo de Paz del Teatro Colón. Lo cual revela
otro rasgo de la corrupción política, quizá el más sutil y por ello
imperceptible de la guerra contra las drogas: el mal lo encarna la “mata que
mata” --la tonada favorita del gobierno de Uribe— los narcotraficantes, los narcoterroristas,
los raspachines, y va desapareciendo la responsabilidad de los comerciantes
ilegales de los precursores químicos[3],
de la logística empresarial de su importación, circulación y venta, del
fabuloso entramado financiero que lava ganancias impecable e impunemente. De
esa penumbrosa parafernalia que se extiende por la economía legal y la política
institucional, con su narcoparapolítica, proceso 8.000 y cubre las más altas
esferas estatales y empresariales, casi sin percatarnos. Porque la corrupción
siempre es de los otros: los narcos, nunca responsabilidad directa o indirecta
del sistema político y social, mucho menos de la creciente demanda de sus
consumidores nacionales e internacionales. Con semejante razonamiento jamás
podremos reconocer la verdad, que la corrupción es una relación ilegal de
complicidades, privadas y públicas, para beneficio de pocos y perjuicio de
todos. Es la cultura del atajo y de la ilegalidad, el reino de los “vivos
bobos”. Y así corremos el riesgo de
eximirnos y señalar que los corruptos son únicamente los políticos y por eso
muchos honestos y pulquérrimos ciudadanos detestan la política –para ellos, una
nauseabunda actividad manchada de sangre y codicia, bien disimulada bajo
edificantes discursos y ademanes corteses— motivo por el cual nunca votan. Como
magistralmente lo sentenció Edmund Burke: “Los políticos corruptos son elegidos
por ciudadanos honestos que no votan”
Tercer Exorcismo: Consulta Popular Anticorrupción
Por eso, el próximo domingo 26 de
agosto de 2018, vamos a realizar un tercer exorcismo, esta vez contra la
corrupción política, después de haber fracasado el 1 de octubre de 2016 en el
exorcismo mayor y más vital, como era votar
contra la guerra y por la paz política, pues el 63% de los ciudadanos
habilitados no se pronunciaron ni a favor, ni en contra: se abstuvieron de
promover y defender la vida de todos, demostrando así que la guerra y la
abstención electoral son la fuente de la corrupción que nos afecta y continúa matando.
LA TERCERA ES LA VENCIDA
Dice el refrán popular que la
tercera es la vencida, por ello hay que salir a votar. De lo contrario, si en
la consulta vuelve a ganar la abstención, habrá que concluir que la corrupción
no está tanto en la llamada clase política, sino en la indolencia, la
ignorancia, la pereza y la desidia de quienes no comprenden que la política es
una asunto de vida o muerte, tan importante que no se puede dejar en manos de
unos pocos. Si gana la abstención y no superamos la mitad más uno de 12.140.342 votos, es decir, 6.072.172 tarjetones marcados por el Sí en cada una de las 7 preguntas, seguiremos siendo una sociedad
de víctimas irredimibles y de victimarios impunes, nunca una sociedad de
ciudadanos que exigimos y hacemos respetar nuestros derechos y el interés
público. Nunca seremos una democracia real. Seguiremos siendo esta plutocracia
cacocrática, al mando de diestros y astutos gobernantes, que logran hacer
prevalecer sus intereses personales sobre los generales. Lo privado sobre lo
público, supuestamente en nombre de la democracia, incurriendo así en la mayor
y más grave corrupción semántica y política, la corrupción de la vida pública.
No vaya a ser que el próximo domingo se confirme lo que ya circula por las
redes sociales, que en Colombia la gente vota contra la paz y a favor de la
corrupción. Sin duda, votando el próximo domingo SÍ en cada una de las 7 preguntas, no se acabará la corrupción
política, pero empezaremos a ser responsables de que ella no se perpetúe
impunemente y lo público siga siendo un botín usufructuado por unos pocos y
empiece a ser un ámbito defendido por todos y en beneficio de las mayorías. Al
menos habremos dado un primer paso como ciudadanía hacia la democracia. Tal es
el principal significado de la Consulta, por eso hay que votarla
multitudinariamente, contra aquellos que prefieren seguir escuchando el
destemplado trío de Uribe, Gaviria y Pastrana, tan cínicamente profesionales
que son capaces de salir a votarla, pero marcando aquello que más les conviene,
pues el voto es libre y secreto.
(Profesor Asociado, Pontificia
Universidad Javeriana, Cali. ellano@javerianacali.edu.co)
Agosto 20/18.
[3]-
Siendo uno de los más prósperos importadores, Pedro Juan Moreno, secretario de
Gobierno durante la Gobernación de Antioquia de Álvaro Uribe Vélez, cuya
accidentada y trágica muerte no se ha podido aclarar:
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