LA SELECCIÓN COLOMBIANA DE FÚTBOL ¿ES REPRESENTATIVA DE LA NACIÓN?
Hernando Llano
Ángel.
La respuesta es afirmativa. Hoy
la Selección representa y encarna nuestra más profunda decepción como Nación.
Tanto mayor cuanto sabemos que sus jugadores, individualmente considerados,
tienen capacidades y cualidades semejantes a las que nos preciamos de tener los
y las colombianas: somos trabajadores, luchadores, voluntariosos, talentosos y
esforzados, pero como Selección y Nación somos ineficientes. No logramos hacer
goles ni convivir como ciudadanos y, lo que es peor, continuamos repitiendo las
mismas improductivas jugadas, no corregimos nuestros errores y taras históricas
como los prejuicios de clase, raza y género, exacerbados ahora por fanatismos, sectarismos
y odios políticos. El juego en la Nación está enrarecido por barras bravas, a
la derecha y la izquierda, que reclaman ser moralmente superiores a las del
equipo contrario y lo pretenden excluir de la cancha, como sea, incluso sin
respetar las reglas del juego limpio, disparando en su contra como gravemente
ha sucedido contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.
No hay Selección
El principal error de la
Selección es que no es un equipo, como tampoco somos esa Nación donde todos nos
reconozcamos como iguales en dignidad y derechos para convivir sin miedo,
con seguridad, libertad y justicia social. Por el contrario, vivimos profundamente divididos y enfrentados, como
alguna vez lo expresó Belisario Betancur, quien declinó para Colombia realizar
un mundial de fútbol hace 43 años[i]: “somos una federación de odios y un
archipiélago de egoísmos”. Afortunadamente la Selección todavía no lo es,
pero a veces sus integrantes juegan con tal personalismo y ansiedad que más
parecen un archipiélago de individualidades, desconectados y erráticos, a punto
de naufragar en la cancha. Y para
clasificar al mundial del 2026 lo que se precisa es una Selección y no una competencia
entre individualidades, por talentosas que sean, tratando de derrotar al equipo
contrario. Así sucedió en el partido contra Perú y acontece en la realidad
cotidiana con muchos colombianos que solo piensan en cómo ganarle a la compañía
competidora y a quien consideran su enemigo, sin respetar regla alguna,
desacreditándolo o estigmatizándolo por su pasado, excluyéndolo de la Nación.
Por esos es tan vital e importante la campaña “MIREMONOS DE CERCA”[ii],
de la Agencia de Reincorporación que, según su directora, Alejandra Miller, busca
“Generar una estrategia de protección de la vida de los firmantes
y también generar una estrategia que
erradique las barreras que tienen los firmantes del Acuerdo de Paz para el
acceso a derechos”, porque en el juego democrático todos tenemos
derecho a jugar, respetando las reglas del juego.
El fútbol es un juego colectivo, no individual
No se gana en el fútbol
depositando toda la responsabilidad en un solo jugador, por genial que sea, si éste no recibe el balón o se indispone con todos los demás, como le
sucedió a John Jader Durán[iii]
en el partido contra la selección peruana. Como también le sucede al presidente
Petro con varios de sus colaboradores, que desacredita y regaña con frecuencia,
en lugar de estimular para no hacerse tantos autogoles. Mucho menos se podrá
clasificar al mundial, si el director técnico, Néstor Lorenzo, no cambia de
estrategia e insiste en ese juego monótono, lento, desesperante, sin sorpresa
alguna y velocidad en sus jugadores, donde casi todo es predecible y fácil de
neutralizar por el adversario. Hoy es imprescindible para ganar en el fútbol contar
con la velocidad, la creatividad y la sorpresa de todos los jugadores a partir
de su coordinación y sincronización como Selección, más allá de las estrellas
con que se cuente en el campo de juego. Así lo demostró Paris Saint German, sin
contar con Kylian Mbappe y otras estrellas, al ganarle 5 a 0 al Inter de Milán.
Mucho menos se anotan goles esperando el balón, casi siempre de espalda, sino pasando
el balón entre líneas al espacio vacío del campo adversario, adelantando con
velocidad a sus defensas y venciendo con inteligencia y precisión al
guardameta, sin patear con torpeza y brutalmente, más allá de las redes de su
portería, como sucede cada vez con mayor frecuencia con los delanteros de la
Selección. Y eso tan elemental, pero a la vez difícil, es lo que han olvidado
Néstor Lorenzo y nuestros jugadores, que parecen entrenando y jugando al bobo,
con incontables y aburridos pases horizontales que no conducen a ninguna parte.
Ese juego soso y monótono, sin profundidad y efectividad alguna, solo augura
empates y derrotas. Por eso llevan cinco partidos sin ganar, con dos empates de
local frente a Paraguay y Perú y tres derrotas con Uruguay, Ecuador y Brasil.
El Congreso no es la Nación
Ese juego decadente y aburrido de
la Selección, se parece mucho al que juegan una mayoría de mediocres impostores
políticos en el Congreso que se creen representantes de la Nación, pero en
realidad lo que hacen es impedir que se exprese el pueblo colombiano frente a
la defensa de sus intereses vitales, el trabajo y la salud. Quedó demostrado
cuando negaron, por 49 votos contra 47, la posibilidad de realizar la Consulta
Popular y violaron el artículo 3 de la Constitución Política: “La
soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público.
El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en
los términos que la Constitución establece”. No hay duda que por la pírrica
mayoría de dos votos el Senado desconoció la primera parte del mencionado
artículo, pues nos impidió a todos, en tanto ciudadanía o pueblo, ejercer
nuestra soberanía en forma directa. No nos dejó entrar al campo de juego del
poder político, el más importante, siendo que como ciudadanos tenemos todo el
derecho a decidir, más aún cuando se trata de nuestro trabajo y salud. ¿Será
que esos senadores juegan y representan a otros partidos, grandes empresas e
intereses particulares y no al interés general, el bien común y la justicia?,
como lo ordena la Constitución, norma de normas, desde su artículo 1, pero en
especial el 133: “Los miembros de cuerpos colegiados de elección directa representan al
pueblo, y deberán actuar consultando la justicia y el bien común”. En
ese caso, al no permitirnos expresarnos sobre la justicia y el bien común,
estarían incurriendo en el delito de prevaricato por omisión y deberían ser
expulsados del Congreso e ir a la cárcel, si se demuestra ese juego sucio
contra los ciudadanos, según el artículo 414 del código penal: “El servidor público que omita, retarde, rehuse o deniegue un acto propio de sus funciones, incurrirá
en prisión de treinta y dos (32) a noventa (90) meses, multa de trece punto
treinta y tres (13.33) a setenta y cinco (75) salarios mínimos legales
mensuales vigentes, e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones
públicas por ochenta (80) meses”. Y eso llevan haciendo, la mayoría de congresistas,
durante muchos años y legislaturas, omitiendo cumplir con la defensa de la
justicia y el bien común, empezando por el actual presidente del Senado, Efraín
Cepeda.
Un Senado confiscador de la Soberanía Ciudadana
El Senado se apropió, pues, la
soberanía ciudadana en forma exclusiva con fundamento en el artículo 104 de la
misma Constitución y la ley estatutaria 1757 de 2015, artículo 20 ordinal “D”. En efecto, dichos artículos exigen su
aprobación para la realización de la Consulta Popular. Así las cosas, el
principio según el cual la “soberanía reside exclusivamente en el
pueblo”, es decir, en toda la ciudadanía o pueblo, quedó convertido en
letra muerta, pues dos senadores se la apropiaron y la confiscaron. Entonces
habría que concluir que la soberanía reside es en el Senado y no en el pueblo o
la ciudadanía. Guardando las proporciones, en el caso de la Selección
colombiana de fútbol, equivaldría al absurdo de afirmar que es la Federación
Colombiana, con su presidente, Ramón Jesurun, quien defina quiénes juegan en
ella y cómo deben hacerlo. En conclusión: el llamado “País Político” impide la
expresión del “País Nacional”, como lo afirmó Gaitán ya en 1946: “En Colombia hay dos países: el país político, que piensa en sus
empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa
en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a
las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”. Esa
“democracia representativa” del “País
Político” negó y anuló, en la realidad, el ejercicio y la expresión de la
democracia participativa a través de la Consulta Popular. Tal es la verdad
fáctica y normativa que se impone, lo que viene a corroborar una conocida y
lapidaria verdad expresada por Ferdinand Lasalle en su célebre conferencia ¿Qué es una Constitución?: “Los problemas constitucionales no son,
primariamente, problemas de derecho,
sino de poder: la verdadera
Constitución de un país solo reside en
los factores reales y efectivos de poder que en ese país rigen, y las Constituciones escritas no tienen valor
ni son duraderas más que cuando dan expresión fiel a los factores de poder
imperantes en la realidad social”.
Por una Selección poderosa
Trasladando esta reflexión al
campo de fútbol y la eliminatoria en curso, se podría afirmar que la Selección Colombia
depende de factores reales y efectivos para clasificar al próximo mundial, como
son su juego colectivo, sincronizado con un cambio de estrategia en donde sean
la velocidad, la sorpresa y los pases al vacío los que garanticen los goles y
sus próximos triunfos. Así sería un Selección poderosa, como la de hace 30 años
que le ganó a Argentina 5 a 0. Esperemos que ello suceda de nuevo el próximo
martes 10 de junio, siendo optimistas por la mínima diferencia y no vaya a suceder
lo contrario y cobren revancha histórica, derrotándonos 5-0. Que Lionel Scaloni
sea cordial con su compatriota Néstor Lorenzo y Lionel Messi errático en su
juego, para al menos salir airosos con un empate y continuar con la esperanza
de clasificar directamente al mundial del 2026. Quizás así Trump permita que
ingresen nuestros jugadores a sus canchas y muchos compatriotas a los estadios,
sin riesgo de ser deportados. Quienes la tienen difícil son los jugadores
venezolanos, pues necesitarán, además de ganar, la ayuda de Infantino y la FIFA
para ingresar al mundial y a los estadios, ya que Trump les negó la entrada a
todos los venezolanos a sus predios. Esperemos que la soberanía del fútbol y la
FIFA se impongan sobre la tiranía de Trump y su MAGA. Lo que está en riesgo es
el mundial de fútbol. Para muchos fanáticos, incluso más importante que la paz
del planeta, la vida y dignidad de millones de seres humanos, empezando por los
gazatíes, cuya franja es hoy un Auschwitz a cielo abierto, para vergüenza de la
humanidad. Pero, sobre todo, una vergüenza e ignominia inadmisible para quienes
les proporcionan armas al ejército israelí y para aquellos ciudadanos judíos
que hoy se convierten en cómplices del genocida Netanyahu --bajo el infame
argumento de utilizar su pasado de víctimas del nazismo y el ataque de Hamas—para
aniquilar cada día a niños, mujeres y ancianos con sus bombas y la inanición
letal e implacable a la que están sometidos.
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