martes, abril 15, 2025

Colombia: ¿Entre la victimización eterna y la reconciliación imposible?

Colombia: ¿Entre la victimización eterna y la reconciliación imposible?

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/colombia-entre-la-victimizacion-eterna-y-la-reconciliacion-imposible/

¿Será que estamos condenados a victimizarnos eternamente y nunca reconciliarnos por esa incapacidad para realizar acuerdos que nos permitan a todos una convivencia más justa y amable? ¿Cuándo tendremos una derecha y una izquierda democráticas que puedan impulsar reformas sin estigmatizar al contrario de oligarca o mamerto y buscar furiosamente su deslegitimación política, impedir su gobernabilidad y hasta incitar a su aniquilación física?

Hernando Llano Ángel

El pasado 9 de abril se conmemoró en Colombia el día de la memoria y la solidaridad con las víctimas[i]. Una fecha memorable y dolorosa porque en Colombia parece que nunca murieran las víctimas, pues vivimos en medio de una victimización incesante y permanente, cotidiana, cuyo origen histórico es casi imposible de precisar. Es como si ellas fueran un signo de nuestra identidad nacional y del paisaje político. Desde luego, tampoco mueren los victimarios porque ellos siempre están asistidos de “buenas razones” y de una conciencia libre de toda sospecha y responsabilidad para cometer sus crímenes impunemente, generación tras generación. Algunos lo hacen en nombre del Estado, la Democracia, la Patria y la Seguridad, otros en nombre de la Justicia, la Revolución y hasta la Liberación Nacional. Todas palabras con mayúscula, como la magnitud de sus crímenes, tras los cuales se ocultan la defensa de privilegios intocables, venganzas personales y hasta una codicia sin límites. Pero hubo un hombre que intentó detener esa sangría interminable hace 79 años, Jorge Eliecer Gaitán, en un célebre discurso, ya casi olvidado, que se conoce como la “Oración por la Paz” [ii], pronunciada en la plaza de Bolívar de Bogotá el 7 de febrero de 1946.

La Oración por la Paz

Una oración muy pertinente para los próximos días de semana santa, pues contiene la principal clave para que los colombianos pongamos fin a esta victimización interminable e intentemos, 77 años después de su magnicidio, una reconciliación política amplia, estable y duradera. Esa clave la encontramos en el siguiente aparte de la oración, dirigida a la conciencia del presidente conservador Mariano Ospina Pérez, quien no la atendió: “Señor presidente: Os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad”.  Esa petición es, ni más ni menos, la esencia de la democracia y si se hubiera atendido no estaríamos ahora extraviados en este laberinto de violencias degradadas, donde la política se mezcla inextricablemente con el odio, la venganza y la codicia. También es cierto que toda nuestra historia hubiese sido distinta, porque Gaitán con el apoyo de la mayoría de ese pueblo congregado en la plaza de Bolívar, seguro habría sido electo presidente en 1949, cumpliéndose así la definición mínima de democracia que todavía no comprendemos y menos practicamos: “Esa forma de gobierno que permite contar cabezas en lugar de cortarlas”, según James Bryce.

“Cortar cabezas sin poder contarlas”

Desde entonces, tenemos en Colombia todo lo contrario. Una forma de gobierno que permite cortar cabezas sin poder contarlas. Nunca sabremos con precisión el número de víctimas de la Violencia y menos del actual conflicto armado interno, que todos los días las aumenta. Entre otras cosas, porque ya es imposible discernir entre la violencia política, la del narcotráfico y la común. Hoy se encuentran traslapadas formando un entramado de criminalidad que recorre toda la sociedad y llega hasta la cumbre de las instituciones estatales en 1982. Pablo Escobar fue su máximo exponente como suplente en la Cámara de Representantes por el Movimiento Alternativa Liberal en 1982, siendo a la vez el capo del cartel de Medellín y cabeza de los terroríficos Extraditables, que precipitaron violentamente el proceso constituyente con el magnicidio de Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989. Magnicidio que desató el surgimiento del movimiento estudiantil de la séptima papeleta y la posterior convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente en 1990 y su instalación en 1991. Asamblea donde Pablo Escobar coronó su más preciado objetivo político, la prohibición de la extradición de colombianos por nacimiento, consagrada en el artículo 35 de la Carta, ya derogado, a cambio de cesar su ola de atentados terroristas e ingresar a su cárcel personal de “La Catedral”, de la que luego se fugó sin dificultad alguna el 22 de julio de 1992.

Una reconciliación política inimaginable

Pero, por esas paradojas de la historia, también fue en dicha Asamblea donde por primera vez asistimos los colombianos a una reconciliación política más allá de la elitista del Frente Nacional de los partidos liberal y conservador. La reconciliación entre Álvaro Gómez Hurtado y Antonio Navarro Wolf, quienes presidieron la Constituyente con Horacio Serpa, representante del partido liberal. Una reconciliación insólita e inimaginable, no sólo por estar Gómez Hurtado y Navarro Wolf situados en los extremos del arco político e ideológico, sino sobre todo porque fue entre una víctima del secuestro, Álvaro Gómez y un responsable del mismo, Antonio Navarro, como dirigente del M-19. Una reconciliación que incluso les permitió a sus movimientos políticos, el Movimiento de Salvación Nacional y la Alianza Democrática-M19, formar una coalición y aprobar algunos artículos de la Constitución, derrotando al partido liberal, entonces con el mayor número de delegatarios. Esa es la esencia de toda reconciliación política: transformar a los enemigos que antes se eliminaban en el campo de batalla en civilizados interlocutores políticos, capaces de llegar acuerdos, sin renunciar a sus identidades y proyectos políticos, como en efecto sucedió en la Constituyente con las organizaciones rebeldes que se desmovilizaron: M-19, EPL, Movimiento Quintín Lame y PRT. Pero ese proceso quedó inconcluso, pues no fue posible alcanzarlo con las FARC-EP y el ELN, a quienes declaró el gobierno de Gaviria la llamada “guerra integral”. Lo que siguió es historia conocida por todos hasta llegar al Acuerdo de Paz del 2016 y el triunfo del NO en el plebiscito, que volvió a frustrar hasta nuestros días lo que reclamaba Gaitán hace 79 años: “Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad”.

El estallido social

Por no reconocer plenamente el presidente Duque dicho Acuerdo y mucho menos tener la capacidad de conducir las luchas sociales por vía constitucionales, ellas tuvieron un punto de eclosión social en el 2021 durante el estallido social y el posterior triunfo electoral de Gustavo Petro en el 2022. Pero lo más descorazonador es que durante estos tres años del “Gobierno del Cambio” tampoco se haya podido conducir constitucionalmente esas luchas, tramitando en el Congreso reformas sociales inaplazables como la del sistema de salud y las relaciones laborales. Quizá ello nos suceda por “ser federación de rencores y archipiélago de egoísmos”, como lo decía Belisario Betancur, y no “hermandad de iguales, a fin de que no llegue a decirse de nosotros la terrible expresión del historiador, de haber llevado a nuestra gente a que prefiera la violencia a la injusticia”. ¿Será que estamos condenados a victimizarnos eternamente y nunca reconciliarnos por esa incapacidad para realizar acuerdos que nos permitan a todos una convivencia más justa y amable? ¿Cuándo tendremos una derecha y una izquierda democráticas que puedan impulsar reformas sin estigmatizar al contrario de oligarca o mamerto y buscar furiosamente su deslegitimación política, impedir su gobernabilidad y hasta incitar su aniquilación física? Un par de preguntas no tanto para resolverlas en esta semana santa, sino sobre todo para contestarlas sin odio, revancha y violencia en las urnas en el 2026 y evitar así que se abran más tumbas de víctimas irredentas y gobiernos de victimarios arrogantes. Entonces quizá logremos entre todos el milagro de resucitar la democracia en Colombia y honrar la memoria de todas sus víctimas.

[i] https://www.unidadvictimas.gov.co/especiales/9deAbril2021/index.html

[ii] https://centrodememoriahistorica.gov.co/oracion-por-la-paz-por-jorge-eliecer-gaitan/

domingo, abril 06, 2025

TRUMP, UN APRENDIZ DE BRUJO FACINEROSO.

 

 

TRUMP, UN APRENDIZ DE BRUJO FACINEROSO

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/trump-un-aprendiz-de-brujo-facineroso/

Hernando Llano Ángel.

Como en la conocida obra de Goethe, “El aprendiz de Brujo”[i], y evocando su concurso televisivo, Donald Trump ha desatado fuerzas incontrolables con su guerra de aranceles, cuyo desenlace es imposible predecir. Lo ha hecho con su estilo personal, como un típico facineroso, en la doble acepción del término: “delincuente habitual” y “persona malvada o de perversa condición”. Desde los jardines de la Casa Blanca lanza amenazas y extorsiona a casi todo el mundo con la escoba de los aranceles para proteger el mercado norteamericano y avanzar en su delirio nacionalista e imperialista de reindustrializar a MAGA. Parece que todavía no aprende de la bancarrota que sufrió con sus famosos Casinos, entre otros el esperpéntico “Trump Taj Mahal”[ii] y ahora quiere arrastrar el mercado y la sociedad norteamericana a la peligrosa ruleta del juego de los aranceles con el espejismo de promover una rápida reindustrialización, imposible de alcanzar en los inciertos 4 años que tiene. Años en los que puede convertir a MAGA en una malévola bruja odiada por todo el mundo y de paso profundizar la división de la otrora República entre dos bandos irreconciliables. Bandos que están al filo de una guerra civil, como ya palpita en las multitudinarias manifestaciones ciudadanas de este sábado contra sus antidemocráticas políticas y Ordenes Ejecutivas, quintaesencia de la discriminación y el menosprecio de la pluralidad consubstancial al pueblo norteamericano, un crisol de culturas, razas y migrantes.   

MAGA, el Gran Casino de Trump

Sin duda, es una apuesta fuerte y arriesgada, propia de un jugador mañoso, acostumbrado a ganar y que está convencido que en esta ocasión también triunfará. Es lo propio del capitalismo de Casino, donde el ganador se queda con todo y los perdedores con nada, como en los juegos de suma cero.  Lo dice y hace desde el pedestal ilusorio de un narcisista exitoso que se cree inexpugnable e invencible. Así lo demostró al salir al jardín de la Casa Blanca, enfundado en un pesado abrigo negro, ligeramente encorvado, con los pasos desafiantes de un facineroso impune, como personaje protagónico de una película de gánsteres de Coppola y Scorsese. Trump no actúa como jefe de Estado sino como un Sheriff mafioso que dispara órdenes y aranceles a diestra y siniestra. Un personaje patético y cómico, si no fuera por estar al frente de la potencia económicamente más depredadora y militarmente devastadora del planeta, cuyo único horizonte parece ser subordinar a todas las naciones y economías competidoras, arrogándose arbitrariamente, como Sheriff global, las vidas, los territorios, la libertad y el futuro mismo de la humanidad. Todo en nombre de MAGA y AMERICA FIRST. Para ello cuenta con una banda de tecnócratas cómplices, encabezada por Elon Musk, cuya Hybris abarca la conquista del universo, pues ya no le basta la tierra. A tal extremo ha llegado Trump con su banda de taumaturgos digitales, que ya han impuesto al mundo noticioso y a la actualidad cotidiana una agenda de mercaderes de la vida y traficantes de aranceles mortales, mientras en la Franja de Gaza avanza con sus armas y asistencia militar el genocidio del pueblo palestino. Un genocidio que pretende consumar impunemente con Netanyahu para levantar la “Riviera de Oriente Próximo”[iii] sobre las ruinas y los despojos de los agonizantes gazatíes. Un plan similar tiene para Ucrania, apropiándose de sus riquezas minerales y “tierras raras”, cediendo a Putin la región del Donbás y la devastada Donetsk[iv]. Solo falta que en el futuro extienda su red de hoteles internacionales y convierta a Ucrania en una especie de Casino coadministrado con Putin, su ejército de mercenarios y empresarios mafiosos.

La claudicante Unión Europea

 Mientras todas estas atrocidades acontecen, los líderes europeos corren como siervos temerosos a reunirse con el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, para implorarle que Trump no abandone la OTAN. Entonces Rubio les responde que dejen semejante histeria, pues ello no sucederá si cada Estado europeo aporta al gasto militar de la OTAN el cinco por ciento de su respectivo PIB. A estos contemporizadores líderes de la Unión Europea les convendría leer el artículo “Hermano Hitler”, que escribió Thoma Mann entre la primavera de 1938 y 1939, cuando estaba exiliado en California y Suiza, y advirtió lo siguiente sobre el soberbio canciller del Tercer Reich: “Tanto peor para nosotros, y tanto más ignominioso para la indefensa Europa de nuestros días que, seducida, le tolera el papel de hombre de la hora, del imbatible; y gracias a la confluencia de circunstancias fabulosamente felices –es decir: infelices--, pues por casualidad no hay agua que no corra en el sentido de su molino, puede marchar, una tras otra, de una victoria sobre la nada –sobre la perfecta ausencia de resistencia— a la siguiente”. Solo habría que precisar que ahora con Trump Europa no está seducida sino intimidada y acobardada, lo que es aún peor.  Y, con insuperable precisión, como si describiera la actual figura de Trump, decía sobre Hitler: “Nadie está exento de ocuparse de su turbia figura debido al carácter vulgarmente efectista y amplificador de la política”.

¿Resucitará la República?

Afortunadamente miles de norteamericanos han salido este fin de semana a las calles y plazas para repudiar y rechazar ese tenebroso delirio de MAGA[v], que es la negación misma de la República norteamericana, sustentada en el consenso implícito de no reconocer enemigos irreconciliables al interior de la Nación y de sus partidos históricos, el Republicano y Demócrata. Consenso imprescindible para la existencia de la democracia que Trump rompió promoviendo la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021[vi], y que hoy horada y profundiza con sus violentos y descalificatorios discursos como presidente contra los demócratas y todo aquel que cuestione sus políticas, rebosantes de discriminación social y racial, desmantelando el Estado Federal de la mano de Elon Musk y persiguiendo con saña visceral a los migrantes, considerados peligrosos invasores y enemigos que ponen en riesgo la seguridad del indefenso y vulnerado Estado norteamericano. Por eso la pregunta es pertinente ¿resucitará la República?, ahora en víspera de semana santa. O, por el contrario ¿la sepultará definitivamente la pesadilla imperial de MAGA?

DEL PLEBISCITO A LA CONSULTA POPULAR (III)

 

 

DEL PLEBISCITO A LA CONSULTA POPULAR (III)

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/del-plebiscito-a-la-consulta-popular-iii/

https://elpais.com/america-colombia/2025-03-31/del-plebiscito-a-la-consulta-popular-iii.html

Hernando Llano Ángel.

Más allá de todas las vicisitudes y obstáculos que deberá superar la aprobación de la Consulta Popular (CP) en el Senado, vale la pena reflexionar sobre algunas de las principales paradojas que dicho trámite encierra.

Primera Paradoja

La primera, sin duda, es que siendo un mecanismo que nos permitiría a todos los ciudadanos y ciudadanas decidir directamente sobre asuntos vitales, como el trabajo y su justa remuneración, ahora esa misma CP dependerá de la autorización de sus preguntas en el Senado. Esto significa que nuestra voluntad ciudadana, supuestamente libre y soberana, en realidad se encuentra subordinada a la decisión de los senadores, en quienes solo cree el 10 por ciento de los ciudadanos, según la encuesta de Cultura Política del DANE del 2023[i].

Congresistas sin credibilidad ciudadana

Es comprensible que los congresistas tengan tan baja credibilidad, pues desde hace 34 años nos están debiendo el Estatuto de Trabajo que ordena el artículo 53 de la Constitución Política. Un Estatuto que deberían haber expedido, pero no lo han hecho porque son personeros del “País Político” y solo corren a reajustar cada año sus honorarios, sin la más mínima consideración y respeto por los trabajadores del “País Nacional”.  Según dicho artículo, el Estatuto del Trabajo deberá garantizar:  Igualdad de oportunidades para los trabajadores; remuneración mínima vital y móvil, proporcional a la cantidad y calidad de trabajo; estabilidad en el empleo; irrenunciabilidad a los beneficios mínimos establecidos en normas laborales; facultades para transigir y conciliar sobre derechos inciertos y discutibles; situación más favorable al trabajador en caso de duda en la aplicación e interpretación de las fuentes formales de derecho; primacía de la realidad sobre formalidades establecidas por los sujetos de las relaciones laborales; garantía a la seguridad social, la capacitación, el adiestramiento y el descanso necesario; protección especial a la mujer, a la maternidad y al trabajador menor de edad”. Algunos de esos principios seguramente serán presentados como preguntas en la Consulta, siempre y cuando el Senado en pleno apruebe la CP.

Segunda Paradoja

De no hacerlo, entonces estaríamos frente a la segunda y más grave paradoja, la inexistencia de la llamada democracia directa o participativa, pues los ciudadanos no podríamos participar en la CP y se nos arrebataría el derecho a decidir. Nada menos que el derecho al ejercicio de nuestra soberanía reconocida en el artículo 3 de la Constitución. A decir verdad, esa paradoja la origina ese mismo artículo al prescribir que “el pueblo ejerce su soberanía en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece”. Y los congresistas, como representantes nuestros, decidieron mediante la ley estatutaria 1757 de 2015 que la CP solo podría realizarse si la convocatoria era aprobaba por el Senado, según su artículo 20, ordinal d. En conclusión, la tan celebrada y elogiada democracia directa termina siendo un apéndice de la democracia representativa, pues todos los mecanismos de participación ciudadana están subordinados a las decisiones y actuaciones de nuestros representantes. Por eso, esta CP la propone y presenta el presidente Petro, con la firma de todos sus ministros, al Senado en pleno. Ya lo habían hecho antes el presidente Uribe con su fracasado referendo constitucional y Santos con el malogrado Plebiscito del Acuerdo de Paz. Incluso, el referendo contra la corrupción, con firmas ciudadanas, también fracasó, salvo la norma sobre la contratación pública, pues las demás disposiciones no alcanzaron el umbral exigido por dicha ley, mínimo el 25 por ciento del censo electoral entonces vigente. Los anteriores son antecedentes que auguran un incierto resultado a la CP, si se llegare a realizar, pero también expresan la tercera y quizá más sorprendente paradoja: las limitaciones de la soberanía popular y la precariedad del llamado constituyente primario.

 Tercera Paradoja

Sin duda, es inevitable la limitación de la soberanía popular, pues la democracia no tolera un soberano absoluto, fácilmente manipulable por líderes carismáticos que se arrogan esa voluntad popular, hablan y deciden en nombre de toda la Nación y casi siempre terminan arruinándola o destruyéndola. Lo hicieron en el pasado Hitler, Mussolini, Stalin y son una amenaza en el presente, tanto en el norte de nuestro continente (Trump), en Centroamérica (Ortega y Murillo), en nuestra frontera (Maduro), en Europa (Orbán), Rusia (Putin), y Oriente Próximo (Netanyahu). En todos esos casos, paradójicamente, en nombre del pueblo, su soberanía y seguridad se escribe, revisa o niega la historia, como trágica y brutalmente sucede hoy en Palestina. Lo insólito es que la materia prima y la víctima propiciatoria de tales “epopeyas” siempre sea el constituyente primario. Que, en la realidad, tiene muy poco de constituyente y demasiado de primario, pues es relativamente fácil manipularlo y atemorizarlo, exacerbando sus prejuicios, odios y miedos mediante el uso de las redes sociales, los algoritmos y ahora la IA. Entonces, sale a votar “verraco” y los resultados terminan siendo, por lo general, frustrantes o desastrosos para el propio constituyente primario, como el Brexit en Gran Bretaña y el plebiscito del Acuerdo de Paz entre nosotros. Quizá ello suceda porque como constituyentes primarios somos muy precarios y hasta impotentes, sin embargo, nos creemos más racionales, preparados y autónomos de lo que realmente somos. Pero, sobre todo, porque tenemos la certeza de que quienes nos representan son unos impostores incompetentes, salvo contadísimas excepciones, que viven a costa de nuestro trabajo, necesidades, frustraciones e ilusiones y casi nunca cumplen sus funciones “consultando la justicia y el bien común”, como les ordena el artículo 133 de la Constitución Política.

Reinvención de la democracia o catástrofe planetaria

Por eso la democracia representativa, que es la realmente existente, está agónica y cada vez más desprestigiada en todo el mundo. Según reciente sondeo del Latinobarómetro, en Colombia la insatisfacción es del 80 por ciento, solo superada por Perú (91%), Ecuador (87%), Venezuela (84%) y Panamá (83%)[ii].  Entonces, creemos ilusamente que la podemos salvar, hasta sustituir y reemplazar con la fantasmagórica democracia directa, como sucedió durante la “primavera árabe”, los indignados en España, los ocupas en Estados Unidos y hasta el estallido social en nuestro país. Pero el asunto es mucho más complejo y de largo aliento. Es un desafío histórico que nos exige a todos reinventar la democracia y ello comienza por nuestra formación y responsabilidad ciudadana y la de por lo menos cuatro generaciones más, capaces de disputar el sentido de la vida pública y la dirección de los Estados a la nueva clase de cleptócratas tecnológicos (Musk, Bezos, Zuckerberg) que roban y manipulan la voluntad ciudadana junto a soberbios cacócratas autocráticos al mando del Estado (Trump). Abundan en la actualidad y gobiernan como mercaderes de los bienes públicos, desmantelan Estados, devastan el planeta, rearman sus huestes aumentando el despilfarro del gasto militar y ordenan impunemente crímenes de guerra. Lo hacen porque en su Hybris han perdido toda noción del derecho internacional, de la dignidad humana, la sacralidad de la vida y libertad de los pueblos, pero sobre todo porque olvidan la fragilidad perenne de lo existente, comenzando por la estulticia de ellos mismos y sus delirantes metas.

martes, marzo 25, 2025

DEL PLEBISCITO A LA CONSULTA POPULAR (II)

 

 

DEL PLEBISCITO A LA CONSULTA POPULAR (II)

https://elpais.com/america-colombia/2025-03-25/del-plebiscito-a-la-consulta-popular-ii.html

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/del-plebiscito-a-la-consulta-popular-2/

Hernando Llano Ángel.

La Consulta Popular es un mecanismo de participación política y decisión ciudadana directa, no tanto un dispositivo electoral para la confrontación y la polarización política y social. Ese manejo táctico del presidente Petro lo puede conducir a un callejón sin salida. El callejón de la ingobernabilidad presidencial y pérdida de su credibilidad personal, por ser tan proclive a la radicalización y las confrontaciones retóricas, en desmedro de la eficacia gubernamental. Pero también puede favorecer a la oposición para invocar la fórmula del autoritarismo populista en defensa, supuestamente, de la democracia, la seguridad y hasta la salvación de la Patria en las elecciones del 2026. Con mayor razón ahora, cuando esta Consulta Popular se desarrollará en medio de una coyuntura electoral que definirá no tanto quiénes nos gobernarán, sino también quiénes somos los colombianos. En efecto, nos definirá como ciudadanos con capacidad para convivir y decidir democráticamente o, por el contrario, como dos bandos hostiles que se recriminan, odian y bloquean mutuamente, cada uno asistido de muy “buenas razones”, en defensa de sus intereses, banderías políticas e identidades sociales. Como lucidamente lo advirtiera el expresidente Belisario Betancur, en su posesión en 1982, los colombianos debemos dejar de “ser federación de rencores y archipiélago de egoísmos para ser hermandad de iguales, a fin de que no llegue a decirse de nosotros la terrible expresión del historiador, de haber llevado a nuestra gente a que prefiera la violencia a la injusticia”, que es lo que está en juego en la Consulta Popular sobre la Reforma Laboral.

Del Plebiscito por la Paz a la Consulta Popular por la Reforma Laboral

Ya lo vivimos en el 2016 con el Plebiscito que nos convocó a refrendar la paz política -- presupuesto existencial de cualquier democracia: “aquella forma de gobierno que permite contar cabezas, en lugar de cortarlas-- y lo ganaron quienes salieron a “votar verracos” e indignados por cuestiones que no contenía dicho Acuerdo y fueron manipulados con el miedo a la venezonalización de Colombia y el peligro inminente del gobierno de las Farc. Por eso es inimaginable lo que podría suceder durante la campaña de la Consulta Popular sobre la reforma laboral. Incluso, ya algunos congresistas muy “demócratas”, miembros de partidos que promueven el cambio radical de las costumbres políticas y siempre han dicho que la abstención es la peor corrupción de la democracia, ahora piensan promover que los ciudadanos no salgan a votar para que no se alcanza el umbral legal exigido, superior a los 13 millones y medio de votos y la Consulta fracase estrepitosamente. Pero cínicamente saldrán a hacer campaña para que sí voten por ellos al Congreso.  En fin, esa división irreconciliable entre bandos recorre nuestra historia y es contingente, hasta caprichosa. Pero depende en gran parte de los líderes que los dirigen, definir si arrastran o no a sus seguidores de la arena política al campo de batalla. El presidente Petro lo sabe muy bien y por eso en sus últimos discursos la historia siempre está presente. En ocasiones, esa evocación obsesiva del pasado glorioso le impide gobernar en el presente y no atiende diligentemente problemas agudos, como la degradación de la “Paz Total” en paz letal[i] y la escasez de medicamentos[ii], que desdice los objetivos de atención oportuna y de prevención, invocados en su proyecto de reforma al sistema de salud.

Del Chicoral a la Plaza de Bolívar

En Chicoral, nos recordó la confrontación entre las sociedades democráticas de los artesanos versus los librecambistas, que culminó con el efímero golpe de Estado del general José María Melo en 1854 en defensa de los primeros, los llamados liberales draconianos contra los liberales gólgotas. Un antecedente histórico irrepetible, pero que Petro evoca anacrónicamente en el presente para escenificar la lucha del “pueblo” contra la oligarquía política enquistada en el Senado, reacia a tramitar sus reformas progresistas de salud y laboral. Por eso, su discurso en la Plaza de Bolívar, que marcó el inició de la campaña de la Consulta Popular, se convirtió en una arenga épica[iii] con el telón de fondo de la campaña libertadora de Bolívar, hasta proclamarse como un oficial bajo su mando, que conducirá al triunfo del en la Consulta y del pueblo trabajador contra la oligarquía política del Congreso, que lo ha traicionado.

¿El Senado contra la Ciudadanía?

Pero surge una pregunta inquietante ¿Hasta qué punto esa evocación de las luchas fundacionales de la República en clave de confrontación y polarización entre el “País Político” y el “País Nacional” contribuye hoy al trámite aprobatorio en el Senado de la Consulta Popular o, por el contrario, la va impedir y frustrar? Sin duda, la apuesta del presidente Petro es audaz y desafiante, pues si el Senado no aprueba las preguntas formuladas por el presidente con la firma de todos sus ministros, que luego se presentarían a nuestra consideración, nos negaría como ciudadanos un derecho reconocido en la Constitución vigente en los artículos 3, 40 y 103, reglamentados por la ley estatutaria 1757 del 2015. En tal evento, no quedaría duda alguna de que el “País Político”, como lo denunciaba Gaitán, tiene caminos diferentes al “País Nacional”, pues el primero solo “piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder”, contra el “País Nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político”. Tal decisión del Senado sería una afrenta política, social y económica vergonzosa e inadmisible, considerando los elevados honorarios de los senadores, cuarenta veces superiores al salario mínimo de millones de trabajadores colombianos. Honorarios que, además de profundizar el abismo entre los senadores y el pueblo, son un agujero negro que devora la ética pública, pues la mayoría de congresistas, salvo contadas excepciones, se comportan como unos cacócratas y cleptócratas de la voluntad ciudadana. Pero, además, si los senadores niegan la Consulta, probablemente estarían incursos en violación del artículo 133 de la Constitución que ordena: “Los miembros de cuerpos colegiados de elección directa representan al pueblo, y deberán actuar consultando la justicia y el bien común”. Y, sin duda, todos los ciudadanos tenemos el derecho y la capacidad para pronunciarnos sobre la justicia y el bien común, no solo los congresistas, que pocas veces lo hacen, pues la normativa laboral vigente, promovida por el presidente Uribe y sus mayorías en el Congreso, recortó lesivamente los ingresos de los trabajadores por horas extras, dominicales y días festivos, que el actual proyecto pretender restituirles para honrar la justicia y el bien común.

lunes, marzo 24, 2025

Del Plebiscito a la Consulta Popular (I)

 

 

DEL PLEBISCITO A LA CONSULTA (I)

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/del-plebiscito-a-la-consulta-popular/

https://elpais.com/america-colombia/2025-03-17/del-plebiscito-a-la-consulta-i.html

Hernando Llano Ángel.

Todo parece indicar que los colombianos estamos históricamente condenados a fracasar en nombre de la democracia.  Desde el plebiscito de 1957, que instauró el Frente Nacional y algunos ingeniosos analistas nacionales llamaron “democracia restringida” y otros, estudiosos extranjeros, “democracia consociacional”, millones de colombianos han muerto en nombre de esa proclamada democracia. Unos, defendiéndola ferozmente con sus armas desde el Estado y otros, atacándola violenta y criminalmente, sin límite alguno, desde la insurgencia. Obviamente, en ambos casos, la víctima mortal ha sido la democracia y los perdedores de siempre hemos sido todos los colombianos. Comenzando por los más pobres, que disparan, matan y mueren en nombre de tan grandiosa y demagógica palabra. Los institucionales, creen que disparan por la “patria” y los camuflados insurgentes por la “revolución”. Sucede así, fundamentalmente, porque desde el Estado, esa democracia ha sido incapaz de garantizar a la mayoría el ejercicio pleno de sus derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales, consignados ampliamente en la Constitución del 91. De otra parte, desde las filas insurgentes, solo ven en la población civil una masa de maniobra militar para el reclutamiento de menores, el confinamiento, la extorsión y las masacres, pues sus “proyectos revolucionarios” han naufragado en un lodazal de codicia y sangre, disputándose entre sí y con otros grupos delincuenciales el control de rentas ilegales. Es lo que acontece en el Catatumbo, en el Plateado y en cerca de 12 regiones con graves crisis humanitarias[i].

Democracia entre socios cleptócratas

Sin duda, la del Frente Nacional fue una “democracia consociacional”, entre socios liberales y conservadores, que se robaron la libre expresión de la voluntad ciudadana y se repartieron miti-miti el Estado durante 16 años en nombre de un plebiscito y la reconciliación nacional. Un plebiscito que reportó pingües beneficios para los señores “demócratas” del “país político” y pérdidas considerables para el “país nacional”, es decir, la mayoría de colombianos. A tal punto que, en 1970, quizá el presidente más progresista del Frente Nacional, el liberal Carlos Lleras Restrepo, promovió con la ANUC[ii] su fracasado proyecto de reforma agraria, pero también burló la voluntad ciudadana popular que había votado por la ANAPO[iii] y su candidato Gustavo Rojas Pinilla, para darle el triunfo al conservador Misael Pastrana Borrero. Honró, así, la fórmula cleptocrática convenida entre socios liberales y conservadores para administrar el Estado, pero sacrificó la democracia en aras de la estabilidad institucional y la seguridad, pues temió que, si “Rojas decide salir uniformado para iniciar una marcha por las principales avenidas con destino al palacio de San Carlos, temo que haya un levantamiento, una sublevación, con todas las atrocidades y derramamiento de sangre que de ella se pueda derivar. No puedo permitir por ningún motivo la toma del poder por la fuerza”, como se lo confesó a su jefe de prensa, Próspero Morales, según testimonio del periodista Jorge Téllez[iv].

Paradoja y Parábola Histórica

Pero lo que realmente impidió Lleras fue el triunfo electoral de Rojas y su ascenso legal y pacífico a la presidencia de la República. Como una cruel ironía de la historia, ello generó el surgimiento del M-19 y hoy es presidente uno de sus integrantes, entonces joven adolescente, Gustavo Petro Urrego. Por eso vivimos en esta especie de paradoja y parábola aleccionadora, pues la consigna fundacional del M-19 “Con el pueblo, con las armas, al poder”, Petro la convirtió con el pueblo en las urnas a la Casa de Nariño, pero no al poder. En parte, porque su mismo liderazgo retórico, megalómano y mesiánico, mina continuamente su poder ejecutivo en cada alocución, pues le impide convertir sus grandilocuentes palabras: “Colombia, potencia mundial de la Vida” y la “Paz Total”, en hechos y realidades cotidianas concretas, mientras responsabiliza de ello a sus colaboradores, como lo vimos en el deplorable Consejo de Ministros del pasado 4 de febrero.

Ausencia de deliberación y concertación

Además, esa distancia insalvable entre su retórica, justa y necesaria para promover sus reformas de Salud y Laboral, choca frontalmente con una oposición cerril, celosa de conservar inmodificable un statu quo radicalmente injusto y narcisista. Un statu quo que sus voceros en el Congreso pregonan defender, con cinismo indolente, en nombre de una democracia incapaz de reconocer en la realidad el goce efectivo de esos vitales derechos, trabajo y salud, a la mayoría de colombianos. Todo lo contrario, esa oposición ha sido complaciente, cuando no cómplice, con el desfalco y desvío de dinero público de numerosas EPS. También en el pasado aprobó una reforma laboral regresiva, por iniciativa del presidente Uribe, que recortó y lesionó considerablemente el salario de los trabajadores al despojarlos del justo pago de horas extras, nocturnas, dominicales y días festivos. Y todo ello,  para generar más empleo, sin que esa meta se alcanzara en forma estable y sostenida. Ahora, un reducido grupo de 8 senadores opositores[v], pretende hundir el proyecto de reforma laboral con una ponencia negativa, so pretexto de que la reforma atenta gravemente contra la generación de empleo formal.

Como sucede con el proyecto de reforma a la salud, lo más deplorable es la ausencia de un debate público, con suficiente información y profunda deliberación, para develar hasta qué punto los proyectos gubernamentales son solo buenas intenciones irrealizables o, por el contrario, el bloqueo de la oposición es oportunista y trata de ocultar, con sus proyecciones catastróficas, la defensa de intereses minoritarios de poderosos conglomerados empresariales y gremiales. Porque de nuevo, lo que está en juego es el sentido y alcance de la democracia, como lo señala la Constitución del 91, que desde su artículo 1 prescribe “la prevalencia del interés general” sin el cual no podrá existir “Estado Social de Derecho”, mucho menos “el respeto a la dignidad humana, el trabajo y la solidaridad de las personas que integran” a Colombia.

¿Senado Vs Consulta Popular?

Sin cumplir el artículo 1 de la Constitución y el 22: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, nunca podremos vivir en una democracia real y continuaremos padeciendo este penumbroso y descompuesto entramado de complicidades e intereses minoritarios de cacócratas, que se enriquecen con la política y, desde el Congreso, usufructúan en beneficios propio y a favor de gremios y empresas este régimen electofáctico[vi]. Un régimen que periódicamente se reelige para continuar y encubrir su corrupta e impune administración. Es el mismo “País Político”, “que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder” y predomina sobre el “País Nacional “que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”, decía Gaitán el 20 de abril de 1946 en el Teatro Nacional en Bogotá y 79 años después estamos en las mismas y con los mismos. La Consulta Popular anunciada por el presidente Petro puede ser una oportunidad más para enfrentar y quizá resolver ese “tremendo drama”. Sin duda, un desafío histórico que precisa la mayor responsabilidad de la ciudadanía, si el Senado aprueba la convocatoria. Si no lo hace, corroboraría una vez más la lúcida reflexión de Gaitán y negaría, en nombre de esa supuesta “democracia representativa” del “país político” la democracia participativa del “País Nacional”. Pero si la aprueba, es crucial una argumentada deliberación pública antes de votar para impedir su vulgar manipulación por las redes sociales con mentiras polarizadoras, como lo hicieron los adversarios del Acuerdo de Paz en 2016 al llevar “verraca a la gente a votar”[vii]. Espero contribuir, en próximas entregas, para que esto último no se repita en la Consulta, conforme lo prescribe la ley estatutaria 1757 de 2015[viii].



domingo, marzo 09, 2025

Petro, entre la gobernabilidad democrática y la cacocrática.

  

Petro, entre la gobernabilidad democrática y la cacocrática.

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/petro-y-benedetti-una-formula-para-la-transaccion-cacocratica/

https://elpais.com/america-colombia/2025-03-01/petro-y-benedetti-una-formula-para-la-transicion-cacocratica.html

Hernando Llano Ángel.

Sin duda, el presidente Gustavo Petro se ha debatido durante su administración entre ambas gobernabilidades. El escándalo de corrupción en la UNGRD[i] y la presencia de Armando Benedetti en el reciente Consejo de Ministros televisado[ii] son las expresiones más graves de la tensión entre ambas gobernabilidades. La gobernabilidad democrática, representada en dicha conflictiva sesión ministerial por las exministras Susana Muhamad, de Medio Ambiente y Francia Márquez, del ministerio de la Igualdad, colisionó con la gobernabilidad cacocrática en cabeza de Armando Benedetti. Una gobernabilidad es democrática cuando sus políticas públicas y decisiones son el resultado de la deliberación, la legalidad, la búsqueda del interés público y el mayor bienestar de la población, por lo cual nada tiene que ocultar. Por el contrario, es cacocrática cuando en ella predominan las transacciones sin deliberación, pues no buscan el interés público, sino privilegiar sectores económicos, partidistas, gremiales o hasta criminales, circunstancia por la cual transcurre tras bastidores, en medio de la penumbra y los conciliábulos, de allí su ilegalidad. No hay duda que esta última “gobernabilidad” –que es la ingobernabilidad causada por la corrupción-- ha predominado en Colombia en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, siendo una constante y un desafío que deben enfrentar todos los gobiernos. Por eso ninguno ha estado a salvo de los escándalos y la corrupción. Justamente, la Constitución del 1991 pretendía erradicar esa ingobernabilidad cacocrática, eliminando los corruptos auxilios parlamentarios, pero terminó, paradójicamente, claudicando ante el más criminal de los cacos, Pablo Escobar, al aprobar en el artículo 35 la prohibición la extradición de colombianos por nacimiento. Artículo derogado posteriormente durante la administración de Samper, mediante Acto Legislativo 1 de 1997[iii], en respuesta a la presión de la diplomacia norteamericana y su descertificación como sanción por el proceso 8.000.

La reelección cacocrática de Uribe

Pero el mayor escándalo y que reviste la demostración más nítida de una gobernabilidad cacocrática, fue la reforma de la Constitución en el 2004[iv], que cambió un “artículito” para la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez. Por dicha reforma la Corte Suprema de Justicia condenó a 6 años de prisión a sus ministros Sabas Pretelt de la Vega, entonces del Interior y Justicia; Diego Palacio Betancourt, de Salud, y 5 años a Alberto Velásquez Echeverri, director del DAPRE: “La Sala consideró que la declaración de Yidis Medina y todos los hechos que sirvieron a manera de indicios, (...) Igualmente señaló que los exfuncionarios tuvieron el dominio del hecho “en la medida en que contaban con la capacidad de persuadir y disuadir respectivamente a Yidis Medina y a Teodolindo Avendaño para que a través del ofrecimiento de prebendas burocráticas se lograra que, con su voto o abstenerse de emitirlo, el proyecto de reelección siguiera su curso, como en efecto sucedió[v]. Una prueba irrefutable de corrupción constitucional, que no tuvo consecuencia alguna en su reelección en el 2006, lo que vendría a corroborar que durante su segundo mandato hasta el 2010 predominara la gobernabilidad cacocrática de su llamado “Estado de opinión” contra y sobre el Estado de derecho democrático. De allí, las ejecuciones extrajudiciales, mal llamados “falsos positivos”, derivados de la Directiva 29 de 2005[vi] del entonces ministro de defensa, Camilo Ospina, aunque ahora la JEP desconozca su conexidad con la política de “Seguridad democrática”. Algo tan contraevidente, como afirmar que las Farc-Ep no tienen responsabilidad alguna en los más de 20 mil secuestros, miles de reclutamientos de menores y numerosos actos terroristas, porque en su Reglamento Guerrillero no aparezcan contempladas semejantes delitos.

La cacocracia electoral

La gobernabilidad cacocrática se origina en las elecciones, desde el 8.000[vii] hasta hoy: la Farcpolítica con Andrés Pastrana[viii], quien intercambió votos por la zona de distensión del Caguán; la Parapolítica y Narcopolítica de las AUC con más de 60 aspirantes al congreso[ix] condenados y el grotesco llamado de Uribe a los congresistas entonces electos para que votaran sus proyectos antes de ir a la cárcel[x]. Luego, la financiación de Odebrecht[xi] a Santos y la Ñoñopolítica[xii]; más reciente con Duque la Ñeñepolítica[xiii] y ahora la Benedetti-política y Pitufopolítica[xiv]. En fin, todos los presidentes cargan con ese pesado fardo de gobernabilidad cacocrática, que lastra de muerte la gobernabilidad democrática y arruina la credibilidad ciudadana en la política y la misma legitimidad del Estado. Por eso, con cierto facilismo, muchos analistas internacionales hablan del narcoestado colombiano y hasta de un Estado fallido, mientras otros nacionales, más ingenuos o quizá cínicos, resaltan la fortaleza de nuestras instituciones democráticas y su estabilidad inexpugnable porque llevamos realizando elecciones ininterrumpidas desde 1957.

La cleptocracia electoral

 Pero olvidan que en 1970 el mismo presidente Carlos Lleras Restrepo[xv] reconoció que había escamoteado el triunfo electoral del general Rojas Pinilla, candidato de la Alianza Nacional Popular (ANAPO), para otorgarle la presidencia al conservador Misael Pastrana Borrero: “Próspero, esto se ha perdido. No hay nada que hacer, el general ha ganado. Si, de acuerdo con lo que me han informado, Rojas decide salir uniformado para iniciar una marcha por las principales avenidas con destino al palacio de San Carlos, temo que haya un levantamiento, una sublevación, con todas las atrocidades y derramamiento de sangre que de ella se pueda derivar. No puedo permitir por ningún motivo la toma del poder por la fuerza, según su comentario al entonces Jefe de Prensa, Próspero Morales. Así, el expresidente Lleras Restrepo, respetó y cumplió lo acordado en la espuria fórmula “democrática” del Frente Nacional, y cerraba 16 años al frente del Estado de solo presidentes liberales y conservadores. Es decir: ¡el negociado del miti-miti del poder público en nombre de la paz y la democracia! La síntesis de la cleptocracia con la cacocracia.

De esos turbios polvos es que viene el fango en que ahora nos debatimos, más sanguinolento por la acción criminal de organizaciones que, bajo membretes supuestamente revolucionarios, se han dedicado a la codicia y el negociado de las economías ilícitas, cuyos tentáculos se extienden a través de la financiación de numerosas campañas electorales y lavados de activos en el mercado financiero e inmobiliario. Lavados que incluso han contribuido a la prosperidad del conglomerado AVAL, del banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, como lo reveló la Operación POLAR CAP[xvi]:  “Se trataba de la vinculación a la lista de acusados por el gobierno norteamericano, de las oficinas de Panamá y Colombia del Banco de Occidente, entidad que aparecía como eslabón clave de un complejo montaje de vasos comunicantes que habría permitido, según las autoridades de EE.UU., el lavado de más de 1.200 millones de dólares entre 1987 y 1988. Seguramente por esa compleja tramoya donde se fusionan lo legal con lo ilegal y lo legítimo con lo ilegítimo, propio de un régimen electofáctico[xvii], es que el presidente Petro está empeñado en la extradición de Papá Pitufo desde Portugal, cuyas revelaciones ante la Fiscalía comprometería a más de un expresidente y congresista en ejercicio y develaría el entramado de corrupción en la Policía Fiscal y Aduanera, la DIAN y otras instituciones estatales, metástasis que viene desde hace más de una década. Pero también por ello, es que pone al frente del ministerio de interior a Armando Benedetti, quien por su pasado de trásfuga partidista conoce entuertos de miembros de organizaciones como Cambio Radical y el Centro Democrático, además de liberales, conservadores y de la U, que hoy desde su oposición cerril a las reformas del Pacto Histórico, impiden el avance de la gobernabilidad democrática.

¿Último Gabinete y última Oportunidad?

El presidente Petro sabe bien que solo dispone de año y medio para cumplir con sus consignas centrales: Colombia, Potencia Mundial de la Vida y la Paz Total, ambas opacadas por todas las sombras que proyectan los escándalos de corrupción. A ello se suma el no contar con un eficaz equipo de gobierno, desgarrado en medio de conflictos y disputas públicas, que afectan gravemente su capacidad de gestión y transformación de la realidad. Les reclama a sus colaboradores en el Consejo de Ministros televisado que no han cumplido el 75% de los compromisos asumidos con el pueblo en los consejos regionales de gobierno. Por eso, en el acto de posesión de los nuevos ministros recalcó que: “la labor de este gabinete es penetrar las ollas de la corrupción, no dejarles tomar decisiones y cumplir con el programa de gobierno”. De allí, que el nuevo gabinete tenga una composición hibrida entre coequiperos fiables del Pacto Histórico: como Carlos Rosero, en el ministerio de la Igualdad; Edwin Palma, en Minas y Energía; Lena Estrada, primera mujer indígena al frente del Medio Ambiente y Angie Lizeth Rodríguez, de las bases del Pacto Histórico, al frente del DAPRE, entre los más representativos. Pero también cuente con figuras tan controversiales como Armando Benedetti, cuya destreza de trásfuga le facilita el trato con las fuerzas opositoras más diversas y distantes en el Congreso, además de contar con ministros y ministras procedentes de sectores conservadores, como Patricia Duque en el ministerio del Deporte y Julián Molina del partido de la U en el ministerio de las TIC. De esta forma, probablemente, espera que a través de mutuas transacciones logré el trámite de reformas sustanciales como la de salud y laboral, sin claudicar en los objetivos progresistas del Pacto Histórico y garantizar así la continuidad de las mismas con el Frente Amplio en el 2026. Pero, más allá de ese esfuerzo de funámbulo presidencial, inclinando el balancín burocrático a la derecha y la izquierda, para no perder el equilibrio de la gobernabilidad, valdría la pena que el presidente Petro escuchara y atendiera el siguiente consejo de la politóloga Terry Lynn Karl: “Los democratizadores deben aprender a dividir tanto como unificar, y no solo a dar esperanzas sino a desalentar expectativas”. Especialmente expectativas desmesuradas, como la de “creer que podía hacer la revolución gobernando”[xviii], como lo expresó en entrevista a “El País” de España. Quizá no sea demasiado tarde para rectificar y avanzar hacia una transición democrática, evitando así una pesadilla autocrática en el 2026 y otros cien años más de soledad.