sábado, septiembre 28, 2024

DEL GOLPE BLANDO AL GOLPE DE OPINIÓN ELECTORAL EN 2026

 

 

DEL GOLPE BLANDO AL GOLPE DE OPINION ELECTORAL EN 2026

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La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”. Antonio Gramsci.

Hernando Llano Ángel.

Quizá ninguna controversia como la del golpe blando refleje nuestra realidad política de una manera más patética, turbia y hasta tragicómica. Ambas versiones, la del presidente y la oposición nos presentan narrativas --como las llaman ahora-- completamente incompatibles y resulta casi imposible discernir cuál es la realidad y mucho menos quién dice la verdad, como sucede con Pegasus[i]. Pero más allá de esa interminable y oscura disputa, es evidente que lo que todos los grandes medios de comunicación promueven, por demás en forma interesada e intensa, es producir un golpe tan contundente en la opinión de la mayoría de colombianos que le resulte casi imposible al presidente Petro continuar gobernando. Desde esta perspectiva, hay que reconocer que los artífices de dicho golpe blando de opinión lo que buscan es una revancha, pues perdieron la partida incluso antes de la elección de Petro en el 2022. En ese entonces promovieron por todos los medios, con máxima difusión y alarma, la llamada “cláusula Petro”[ii]. Según dicha cláusula, si Petro ganaba la presidencia de la República habría un bloqueo inmediato a nuevas inversiones, no se renovarían contratos y entraríamos en una recesión económica irreversible que nos llevaría a la hecatombe nacional. Esa era la profecía autocumplida[iii] que entonces promovían los que hoy están empeñados en el golpe blando. Un golpe que denuncia y teme el presidente Petro, pues sabe bien que es muy difícil gobernar contra la opinión de mayorías desinformadas, sectarias y llenas de odio. Por eso, al comienzo de su gobierno, nombró en su gabinete figuras prominentes y competentes del establecimiento: el ministro de Hacienda, José Fernando Ocampo; Educación, Alejandro Gaviria y Agricultura, Cecilia López, que disiparon esa catastrófica profecía que auguraba la inevitable venezonalización de Colombia. Pero al salir del gabinete los anteriores, especialmente Alejandro Gaviria, envalentó de nuevo a los opositores de extrema derecha para propalar escenarios apocalípticos, como lo hicieron en el 2016 para ganar el plebiscito contra el Acuerdo de Paz, sembrando miedo y mentiras[iv]. Solo que ahora repiten el libreto apelando a la defensa del Estado de derecho, la Seguridad jurídica y la Democracia. Esas flamantes instituciones cuya estabilidad arrojó un saldo de 202.293 víctimas mortales entre 1995 y 2004. Víctimas que en vida no conocieron el Estado de Derecho, la Seguridad Jurídica y la Democracia, bajo los gobiernos de Ernesto Samper, Andrés Pastrana y los dos primeros años de Uribe. Entre 1998 y 2002, durante el fallido proceso de paz de Pastrana y su “exitoso” Plan Colombia, ocurrió el mayor número de masacres, 1.620, la mayoría de las cuales fueron cometidas por las AUC. “Entre 1985 y 2013 se registraron más de 537.503 familias que fueron despojadas de sus tierras o las tuvieron que abandonar a la fuerza (Encuesta Nacional de Víctimas de la Contraloría de 2013). Según la misma fuente, entre 1995 y 2004 fueron despojadas o abandonadas más de ocho millones de hectáreas de tierra”[v]. Para todas estas víctimas no existió la seguridad jurídica que hoy reclama con tanto énfasis la oposición, mucho menos la democracia y el Estado de derecho. Sus propiedades y vidas sufrieron el letal golpe de la ausencia de Estado y de gobernantes empeñados en no caerse, como Samper;    proyectar imagen de estadista, Pastrana, o cuidar los tres huevitos de la “inversión, la cohesión social y la seguridad” del “presidente eterno” Álvaro Uribe Vélez con su carisma de salvador. Un carisma mediático que solo fue desafiado con relativo éxito por Gustavo Petro en el Congreso de la República y en algunos limitados sectores de la opinión ciudadana. Por eso en las elecciones presidenciales de 2018, Petro obtuvo más de 8 millones de votos frente al hijo político putativo de Uribe, Iván Duque, quien le ganó por más de 2 millones de votos, gracias a contar con todo el apoyo del establecimiento y la llamada “gente de bien”. Gente que todavía no alcanza a comprender que la paz política precisa acuerdos generosos y jamás se logrará a punta de sangre y fuego, odios viscerales y una justicia cuyo rostro es la venganza y no el reconocimiento de responsabilidades de los victimarios, es decir, una justicia más restaurativa y no solo punitiva, impuesta por los ganadores. Quizá así algún día alcancemos una reconciliación política sustentada en la verdad y la restauración de la dignidad de todas las víctimas, previa conversión auténtica de sus victimarios, empezando por los institucionales y cierta “gente de bien”, que aún cree que su violencia es legítima, necesaria y buena, a pesar del dolor causado durante sus cruzadas en defensa de las inversiones, la cohesión social y la seguridad jurídica. ¿Cuándo reconocerá el “presidente eterno” su responsabilidad política en los falsos positivos, pues ellos fueron consecuencias de su “Seguridad democrática”? Debería seguir el ejemplo de su entonces ministro de defensa, Juan Manuel Santos, que sí lo hizo ante la Comisión de la Verdad[vi] y solicitó el perdón de las víctimas por las atrocidades de miles de ejecuciones extrajudiciales. Pero seguramente al expresidente Uribe su impoluta conciencia de “gobernante de bien” se lo impide, pues cree que todo lo hecho por su idea de “Patria” es justificable –sin importar la magnitud de los delitos y crímenes cometidos por más de 20 de sus altos funcionarios[vii]-- condenados por servir a la Patria obedeciendo sus dictados. Es más, debería haber seguido a su paisano, Belisario Betancur, que se retiró de la vida política activa, después de haber solicitado a las víctimas perdón por sus nefastas decisiones en el letal desenlace del Palacio de Justicia. Pero su obcecación megalómana se lo impedía, por eso Uribe es el único expresidente ad portas de ser juzgado por fraude procesal y manipulación de testigos[viii].

Del Golpe blando al golpe electoral en 2026

Por eso el golpe blando no es más que una estrategia política para hacer colapsar la gobernabilidad del Pacto Histórico y volver la oposición a la Casa de Nariño en el 2026 para continuar “construyendo sobre lo construido”, es decir, sobre lo despojado, derruido y esquilmado a millones de familias colombianas. Así podrán seguir promoviendo sus intereses más queridos y asegurar incentivos similares a Agro Ingreso Seguro[ix] para afianzar sus privilegios inmemoriales e inmodificables: la concentración de la tierra, el crédito bancario y la favorabilidad estatal, pues la “gente de bien” si sabe trabajar y es incorruptible. No es gente vaga y menos ignorante. Lo esencial, pues, es hacer colapsar la gobernabilidad de Petro y bloquear en el Congreso el trámite de aquellas reformas con mayor potencialidad para afectar el statu quo. Lo urgente es impedir que ese particular “modo democrático” de vivir de la “gente de bien” no se ponga más en riesgo, ya que lo han construido durante generaciones, combinando con destreza la ley para garantizar la siniestra impunidad de sus negociados y genocidios del Estado cacocrático[x]. Un Estado a su imagen y semejanza, al servicio de intereses minoritarios, todo lo contrario del Estado Social de derecho que debe hacer “prevalecer el interés general, el respeto a la dignidad humana, el trabajo y la solidaridad de las personas”. Al menos, así lo ordena nominalmente el artículo 1 de nuestra querida Constitución. Una Constitución no actuada política y socialmente, solo vigente en la invocación de académicos y magistrados, pero especialmente en los justos anhelos de la mayoría de colombianos que reclaman sus derechos a través de millones de acciones de tutela. En el 2023 se presentaron diariamente cerca de 1.145 acciones de tutela[xi] frente a este sistema de salud, que la oposición persiste en defender como un ejemplo de competencia y calidad en la prestación de servicios. Por eso es casi imposible un Acuerdo Nacional, pues mientras no se reconozca la realidad y la oposición siga viviendo en su inmejorable “modo democrático”, ninguna reforma será necesaria. No tiene sentido concertar algún cambio, pues le daría aire a un gobierno que está contra las cuerdas. No es necesario tumbarlo a la lona, noquearlo, basta con desgastarlo y provocarlo para que responda como loco, lanzando golpes al vacío, a diestra y siniestra desde su cuenta X. La forma más eficiente de hacerlo es bloqueando todas sus reformas e iniciativas. Desde el trámite y la aprobación del presupuesto nacional y su proyecto de financiamiento de aproximadamente 12 billones de pesos faltantes, para frustrar sus políticas sociales reformistas. Luego seguirán los bloqueos a las reformas en trámite: salud, laboral y política, pues mientras peor sea su gestión más fácil será para los opositores ganar la próxima elección presidencial. Lo que parece estar en marcha no es un golpe blando, sino un golpe largo, desgastador y contundente que culminará en las elecciones del 2026.

El combate se definirá por puntos en el 2026

A no ser que el púgil presidencial impacte fuertes ganchos de izquierda contra el establecimiento, empiece a sumar adeptos en la arena popular y termine ganando el combate por puntos en este último round. Escenario improbable, pues tiene casi todos los grandes medios de comunicación empresariales en su contra, convertidos en cajas de resonancia de una oposición demoledora. Una oposición experta en manipular prejuicios y odios en las redes sociales, sin descontar muchos legisladores y algunos jueces que todavía desconocen el sentido profundo de la ley: “En la relación entre el fuerte y el débil, la libertad oprime y la ley libera”, según Lacordaire. Por si fuera poco, Petro enfrenta ahora a francotiradores de extrema izquierda que disparan con sevicia contra la Paz Total y la dejan herida de muerte. En verdad, el presidente la tiene muy difícil, sobre todo porque en el interior del “gobierno del cambio” hay funcionarios corruptos e incompetentes, en cumplimiento de cuotas clientelistas adquiridas durante su campaña presidencial, como lo demuestra el investigador Alejandro Reyes Posada en su columna “El endoso de la reforma rural para pagar gastos de campaña”[xii]. Por eso son tan demoledores los duros golpes propiciados por Armando Benedetti, Olmedo López y Sneider Pinilla, mucho más contundentes que los de la oposición. Todos ellos han mancillado la bandera mas preciada y que más distancia a la izquierda de la derecha: la prevalencia de la ética pública y los intereses generales sobre la ética del becerro de oro y los intereses particulares. Así ha quedado demostrado con la descabellada exoneración en blanco de la exministra de las TIC Karen Abudinen, proferida por la procuraduría de Margarita Cabello Blanco, porque “las decisiones tomadas durante su gestión, aunque relacionadas con el proceso de licitación, no constituyeron una violación a las normas de contratación pública que pudieran generar responsabilidades disciplinarias para la exministra”. Con justa razón editorializa EL ESPECTADOR[xiii] ¿Dónde quedaron los 70.000 millones de nuestros impuestos? Cuenta apenas con año y medio el Gobierno del Cambio para demostrar que ética, política y socialmente, gracias a su capacidad de gestión pública, es superior a todos los gobiernos anteriores y en particular a una derecha tan repentinamente demócrata como históricamente corrupta y violenta. Será, pues, un último round electoral del que dependerá la suerte de muchas generaciones. Solo entonces sabremos si hubo un golpe blando contra Petro o contra el establecimiento. Ello dependerá de la ciudadanía y su expresión en las urnas. ¿Despertaremos en el 2026 o continuaremos sumidos en esta interminable pesadilla en nombre de la “democracia, el Estado de derecho y la estabilidad institucional” propias de un régimen político electofáctico[xiv]? Si no lo hacemos, seguro que otros gritos y estallidos sociales, más profundos y desgarradores que los de 2019 y 2021 nos despertarán. Pero el precio en vidas humanas y destrucción social será un golpe demasiado duro que todos lamentaremos, desde la primera hasta la última línea, donde mucha gente de bien se siente segura e intocable.



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