LA
ESFINGE ELECTOFÁCTICA NACIONAL (VII)
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/la-esfinge-electofactica-nacional-vii/
Hernando Llano Ángel.
Esta séptima y última entrega sobre
la Esfinge política nacional revelará sus rasgos más enigmáticos y perversos.
Rasgos que se ocultan bajo esa figura mítica que exhibe un bello rostro de mujer, un
temible cuerpo de león y unas enormes alas, que despliega con frecuencia para
ser inalcanzable e inexpugnable. Empecemos por develar su rostro, la democracia, y ese poder seductor casi irresistible que exhibe desde 1957 en periódicos carnavales ininterrumpidos llamados elecciones. Aunque esas elecciones la mayoría de las veces cautiven a menos de
la mitad de sus potenciales electores[i]. Probablemente porque ellas
tienen poca credibilidad, pues no cumplen los requisitos esenciales que son
propios de unas verdaderas elecciones democráticas. Para empezar, las
elecciones democráticas se desarrollan en un contexto verificable de libertad para
todos los ciudadanos. Segundo, los ciudadanos deben contar con pluralidad de
partidos y alternativas para elegir y, tercero, la legalidad de las mismas debe
ser tal que no sean impugnadas por ninguno de los jugadores del juego
democrático, al igual que sus resultados reconocidos por todos los
participantes, empezando por los elegidos y la mayoría de los electores. Pues
bien, en la Esfinge de la política colombiana, esos requisitos no se han
cumplido. Ni en el pasado remoto del Frente Nacional, tampoco en el reciente desde
la Constitución del 91 y ahora están siendo objeto de una rigurosa impugnación
por parte de la oposición. La fórmula del Frente Nacional restringió la
libertad de todos los colombianos, durante 16 años, a solo dos partidos
históricos, el liberal y el conservador, los mismos que los desangraron durante
la Violencia. Los colombianos no tuvieron otra opción. Y cuando la ANAPO con el
general Gustavo Rojas Pinilla ganó las elecciones en 1970, su triunfo fue
burlado por el presidente Carlos Lleras Restrepo[ii]. En esta materia, se podría
decir que Lleras Restrepo superó con maestría al burdo y autocrático Maduro,
pues logró aplacar rápidamente los reclamos de la ANAPO, aunque a la larga
engendró en 1974 al M-19[iii]. Como revancha histórica
de ese fraude, hoy se encuentra en la presidencia de la República uno de sus
hijos legítimos, Gustavo Petro Urrego. Su consigna fundacional “Con
el pueblo con las armas al poder” se transformó en “Con el pueblo en las urnas a la
Presidencia”, pues Petro sabe muy bien que el Poder no reside en la
Casa de Nariño. Él mismo lo reconoce en su reciente discurso en la Universidad
Nacional[iv], al punto que se siente
amenazado de muerte y temeroso de que una oposición furiosa y cerril le impida
culminar su mandato, por eso apela a la fuerza del poder popular.
El
poder críptico de la Esfinge Política Nacional
Sin duda, el poder es el mayor
secreto y encanto que oculta celosamente la seductora Esfinge democrática. El
primer artilugio que utiliza para ello es hacernos creer que el poder se agota
en las elecciones y que se encuentra concentrado en una supuesta todopoderosa
Presidencia, además de estar disperso en diversas instituciones estatales, bajo
la ficción constitucional de la separación de las ramas del poder público. Pero
en la realidad el poder decisorio de la Esfinge está en su cuerpo de león, con
su fiereza y crueldad, agazapado históricamente bajo un par de enormes alas,
que ocultan su violencia y dominación. Su ala izquierda son las elecciones, que
agita con entusiasmo desde 1957, haciéndonos creer que allí se encuentra la
savia de la democracia, cuando más bien lo que se oculta es su cicuta, ese
veneno mortal que bebió Sócrates. Ese secreto lo conocen bien Maduro, Ortega,
Trump, Putin, Netanyahu y todos los demás autócratas cuando ganan sus
elecciones espurias, pero también cuando desconocen resultados que les son
adversos. La otra ala, la derecha, es mucho más vistosa y poderosa, con
múltiples normas, artículos e incisos deslumbrantes, que se despliega
supuestamente para proteger la vida y dignidad de todos, pero en la realidad
suele cubrir a unos pocos, que gracias a ella vuelan muy alto y son
inalcanzables. Es el ala del “Estado de Derecho y la Ley”, que
poco tiene que ver entre nosotros con la justicia y sí mucho con la impunidad,
de allí la expresión popular de “la justicia es para los de ruana”. De nuevo, es inevitable citar otra vez a
nuestro mejor fabulador y descifrador nacional, García Márquez: “En cada uno de nosotros cohabitan, de la
manera más arbitraria, la justicia y la
impunidad; somos fanáticos del
legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para
violarlas sin castigo”[v].
Nuestra Esfinge política nacional despliega impunemente ambas alas --las “elecciones
y el Estado de derecho”— con tal maestría que incluso muchos de sus estudiosos
internacionales y críticos nacionales afirman que gracias a ella tenemos una “democracia
sui generis” con una “estabilidad institucional” inexpugnable y admirable, pues ha
logrado articular por más de medio siglo “orden y violencia” sin las rupturas
institucionales de las dictaduras del Cono Sur. Una visión eufemística y
contemporizadora con una realidad que históricamente nos ha demostrado que tal “estabilidad
institucional” no existe y que esa llamada democracia sui generis ha
permitido cortar, en lugar de contar, cientos de miles de cabezas, muchas más
que todas las dictaduras del Cono Sur. Las cifras del Informe Final de la
Comisión de la Verdad[vi] no se pueden ocultar bajo
esas dos alas letales de las “elecciones” y la “estabilidad institucional del
Estado de derecho”, pues ellas confrontan y refutan nuestra buena conciencia y
civilidad: “450.664 personas perdieron la
vida a causa del conflicto armado entre 1985 y 2018 y si se tiene en cuenta el
subregistro, la estimación del universo de homicidios puede llegar a 800.000 víctimas”. Por si lo
anterior fuera poco, “121.768 personas fueron desaparecidas
forzadamente en el marco del
conflicto armado, en el periodo entre 1985 y 2016. Si se tiene en cuenta el
subregistro, la estimación del universo de desaparición forzada puede llegar a 210.000 víctimas”. ¿Cómo se puede
llamar “democracia sui-generis” a un régimen que es incapaz de
garantizar la vida y los derechos fundamentales a su población? Es más, a un
régimen cuyos presidentes en nombre de la “seguridad democrática” “la
paz con legalidad” y hasta la “paz total”, incumplen el mandato
del artículo 22 de la Constitución Política: “La paz es un derecho y un deber
de obligatorio cumplimiento”? ¡Dónde supuestos comandantes
revolucionarios hacen del asesinato de civiles, el secuestro, la extorsión y el
confinamiento de campesinos e indígenas sus principales argumentos en nombre de
la paz, la libertad y la justicia del pueblo colombiano! Dichos crímenes son la
quintaesencia de los reaccionarios, las bandas paramilitares y los gobernantes
totalitarios. Esa es la “encrucijada de destinos”, de la que
nos habla García Márquez, que ha “forjado esta patria densa e indescifrable
donde lo inverosímil es la única medida de la realidad”.
¿De
qué estabilidad institucional y democracia sui generis nos hablan?
No se puede proclamar “estabilidad institucional”
y mucho menos “democracia sui generis” a este régimen y sociedad que asiste al
asesinato en línea de tres de sus candidatos presidenciales en menos de nueve
meses: Luis Carlos Galán, 18 de agosto de 1989, Bernardo Jaramillo Ossa, 22 de
marzo de 1990 y Carlos Pizarro Leongómez, 26 de abril de 1990. Magnicidios
cometidos por los capos del narcotráfico con la complicidad de prominentes
políticos, Alberto Santofimio y jefes de seguridad de agencias estatales, Miguel
Maza Márquez. Magnicidios que desembocaron en la Asamblea Nacional
Constituyente gracias a la alquimia de la séptima papeleta, que encauzó el
narcoterrorismo de Pablo Escobar en las urnas. Pero una alquimia incapaz de
contener el poder político del crimen, pues tanto César Gaviria con su política
de “sometimiento
a la justicia”[vii],
como los delegatorios al aprobar el artículo 35, prohibiendo la extradición de
colombianos por nacimiento, se vieron forzados a ceder ante las exigencias de
Pablo Escobar y lograr así una tregua parcial de su devastadora carnicería contra
civiles inermes. Sin duda, ese proceso constituyente, catalizado por la
criminalidad de Pablo Escobar, es la
mayor ruptura de la ponderada estabilidad
institucional y su correlato de “orden y violencia”, pues desde entonces vivimos bajo la Esfinge Electofáctica, que
fusiona herméticamente las urnas con las
tumbas, en lugar de la imaginaria “democracia electoral” y del proclamado
nominalmente Estado Social de Derecho del artículo 1 de la Carta del 91. No por
casualidad desde entonces los presidentes de la República han llegado a la Casa
de Nariño por el influjo determinante de los poderes de facto, unas veces
legales, Odebrecht y Bancos, y otras ilegales, narcotráfico, paramilitares y
guerrilla. César Gaviria fue el primero, con la proclamación escatológica de
Juan Manuel Galán desde el Cementerio Central, como heredero de su padre,
supuestamente para que cumpliera su legado político, pero terminó haciendo
exactamente lo contrario. Sometió la justicia a las exigencias de Pablo Escobar
y luego contemporizó con el grupo criminal de los PEPES[viii] y su alianza
inverosímil con los Rodríguez y la DEA, para cazarlo y darlo de bajo. Su legado
presidencial fue desastroso: creo las Convivir y bombardeó el 9 de diciembre de
1990 a las FARC en Casa Verde y eliminó así lo que pudiera haber sido su
transición a la Asamblea Nacional Constituyente similar a la del M-19, EPL, PRT
y la guerrilla indígena del Quintín Lame. Abortó desde el principio el Estado
Social de Derecho con su apertura económica y neoliberalismo desembozado y
hasta nos dejó en penumbras por varios meses al decretar el racionamiento
eléctrico. Las elecciones de los demás presidentes es historia conocida, pero
bien edulcorada y ocultada por la magia de su triunfo en las urnas: Samper con
el proceso 8.000; Pastrana con las FARC-EP y su intercambio de votos por la
zona de distensión en el Caguán; Uribe con el apoyo territorial de las AUC, el narco-paramilitarismo
y la Yidis Política; Santos de la mano de Uribe y sus poderes fácticos y en su
segunda administración con el respaldo de electores que prefirieron el Acuerdo
de Paz a su ruptura que se vislumbraba inminente con el triunfo de Óscar Iván
Zuluaga. Hasta llegar hoy con Petro y su capacidad para catapultar en votos la
desesperación y rebeldía de miles de jóvenes y electores, expresada radicalmente
en el estallido social. Todo lo anterior, mezclado astutamente con el apoyo de
poderes de facto en la Costa Caribe y penumbrosos aliados como Armando
Benedetti, que hoy lo tienen como un funámbulo en la cuerda floja del poder,
moviendo el balancín en busca de equilibrios precarios y vergonzosos como el expresado
en su postulación de Gregorio Eljach[ix] a la Procuraduría, quien
sin duda conoce al detalle la red de oscuras complicidades tejida entre
numerosos congresistas durante sus 12 años como secretario del Senado. Todos los anteriores son los rasgos
y los enigmas de la Esfinge política Electofáctica, que los dirigentes del
statu quo conocen al dedillo y por eso tienen un estribillo que repiten sin
cesar: “hay que construir sobre lo construido”, para continuar volando
bien alto y ser inalcanzables gracias a las alas de las elecciones, su “Estado
de derecho” y su sagrada seguridad jurídica. Por eso la
campaña presidencial del 2026 comenzó desde el 2022. ¿No será hora de cambiar
de estribillo y decir “Hay que construir sobre lo derruido y
expoliado”? y ponernos a levantar una Casa Democrática en la que todos
participemos y diseñemos sus aposentos y solares sin violencia, exclusiones y
privilegios, para dejar de ser “federación de rencores” y “archipiélago
de egoísmos”, como lo expresó Belisario en su discurso de posesión
presidencial.
[ii] https://www.elespectador.com/colombia/mas-regiones/la-noche-en-que-lleras-restrepo-reconocio-el-triunfo-de-rojas-pinilla-parte-ii-article-417288/
[iv] https://www.presidencia.gov.co/prensa/video/Paginas/Video-Palabras-del-Presidente-Gustavo-Petro-durante-la-Asamblea-Nacional-po-240914.aspx
[vi] https://web.comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/principales-cifras-comision-de-la-verdad-informe-final
No hay comentarios.:
Publicar un comentario