sábado, agosto 31, 2024

Descifrando la esfinge de la política nacional. (IV)

 Descifrando la esfinge de la política nacional (IV)

Hernando Llano Ángel.

Nuestra compleja realidad política se asemeja al misterio de la santísima trinidad. Pero es un misterio situado en las antípodas del celestial, ya que tiene lugar en este “valle de lágrimas” terrenal, pagano, profundamente injusto y violento. Un mundo completamente diferente y distante del celestial, que imaginamos justo y armonioso, sin conflictos, donde reina una eterna paz total de amor y fraternidad. Todo lo contrario del nuestro, en el que reina una perversa trinidad formada por la fusión de la política con el delito, la violencia y la ilegalidad. Dicha fusión ha terminado configurando una sola realidad verdadera: la esfinge de la política nacional. Una esfinge que, por cierto, también está presente en la política internacional. De hecho, tres de sus principales protagonistas: Trump, Putin y Netanyahu tienen en común articular, en diversas proporciones y con fines diferentes, el delito, la violencia y la ilegalidad, bajo coartadas nacionalistas que les dan impunidad, pero los condena a la ignominia histórica. Son tres caras de la esfinge del terror y la guerra, de alguna forma consentida por sus respectivos conciudadanos, la OTAN y la Unión Europea. En la política nacional tenemos una legión en miniatura de estos tres personajes internacionales. No por casualidad sus dos máximos protagonistas: el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el presidente Gustavo Petro Urrego han transitado sus exitosas vidas políticas por sendas paralelas, colindantes con el delito, la violencia y la criminalidad. Sendas que hoy los involucra, otros dirían que entrampa, en un oscuro entramado estatal formado por el delito, la violencia y la ilegalidad. Vidas paralelas que, por su complejidad e innegables triunfos electorales y el respaldo de vastos sectores de la opinión pública, precisan una quinta entrega de Calicanto. Por ahora, más allá de juicios maniqueos y emotivos que escamotean el análisis político, conviene recordar esta célebre sentencia de Max Weber en su conferencia La política como vocación: “quien hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo poder”. Sin duda, ambos líderes son expertos en sellar ese tipo de pactos, gracias a los cuales han llegado a la Casa de Nariño. Es más, como Uribe, reelegirse ilegalmente mediante un “artículito” de la Constitución, que llevó a la cárcel a dos de sus ministros: Sabas Pretelt de la Vega y Diego Palacio[i]. Por eso mismo, muchos de los más cercanos colaboradores de ambos líderes han terminado en la cárcel, formando una especie de carteles políticos delincuenciales. Pero puede afirmarse que todos los expresidentes desde la Constitución del 91 e inquilinos de la Casa de Nariño han realizado ese tipo de pactos diabólicos para poder gobernar, ya sea financiando sus campañas electorales con “dineros calientes” o procedentes de empresas muy legales. Me incomoda ser tan monotemático, pero recuérdese el proceso 8.000 y recientemente Odebrecht con Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga. Sin olvidar la “Ñeñe política” de Iván Duque. Todos los anteriores son pactos diabólicos menores al lado de los realizados preelectoralmente por Andrés Pastrana con las Farc-Ep y Álvaro Uribe con los grupos paramilitares. Claro está que ambos niegan dichos pactos, más o menos tácitos o explícitos, pero las evidencias públicas son inocultables, basta examinar los resultados electorales que obtuvieron en zonas controladas por dichos grupos armados ilegales y las contraprestaciones que les realizaron. Andrés Pastrana con la llamada zona de distensión del Caguán y Álvaro Uribe con la ley de “Justicia y Paz”, que en su proyecto gubernamental original reconocía incluso a los paramilitares como sediciosos, es decir delincuentes políticos, y pretendía confinarlos en amplias y seguras “colonias penitenciarias agrícolas”. Mucho antes, en el fracasado referéndum constitucional de 2003 en un extenso parágrafo, el presidente Uribe les reconocía incluso representación política: “el número será establecido por el Gobierno Nacional, según la valoración que haga de las circunstancias y el avance del proceso”, para “nombrar, por una sola vez, un número plural de congresistas, diputados y concejales, en representación de los mencionados grupos en proceso de paz y desmovilizados”. Sin embargo, una representación política mucho menor como la de las Farc-Ep, circunscrita solo en el Congreso, la combatió y vetó radicalmente en el Acuerdo de Paz del 2016, promoviendo el NO en el plebiscito por la Paz.  Pareciera que la violencia y criminalidad de los paramilitares fuera buena y por eso podrían estar presentes no solo en el Congreso sino también en Asambleas y Concejos, mientras la otra violencia, también criminal de las guerrillas, solo pudiera recibir castigo, cárcel y exclusión política. Paradojas de la vida política, explicables por los intereses económicos tras los cuales se camuflan líderes políticos defensores a ultranza de un statu quo profundamente injusto e ilegítimo, que los lleva a realizar semejantes pactos diabólicos con huestes tan criminales y violentas como las paramilitares, responsables de más de 205.028 víctimas mortales, el 45% del conflicto armado interno, según las documentadas cifras de la Comisión de la Verdad.

Pactos diabólicos incumplidos

Es verdad que al final todas las partes, las gubernamentales y las ilegales, que realizaron dichos pactos, los incumplieron y hasta los traicionaron. Precisamente por eso son pactos diabólicos, pero ellos desencadenaron un infierno para miles de víctimas civiles. Basta echar un vistazo de nuevo a las cifras de víctimas del conflicto armado del Informe Final de la Comisión de la Verdad[ii]: “más de 450.000 personas perdieron la vida entre 1985 y 2018, siendo el 80% civiles” y más de 50.000 “fueron víctimas de secuestro y toma de rehenes en el marco del conflicto armado entre 1990 y 2018”. Cifras aterradoras, que al parecer ocultan un subregistro de 800.000 homicidios y 80.000 secuestros. La década más violenta se “registró entre 1995 y 2004 con el 45 % de las víctimas (202.293 víctimas)”, durante los gobiernos de Samper, Pastrana y los dos primeros años de Uribe. Otros pactos han tenido en el tiempo efectos más prolongados y diabólicos, como los ladinamente alentados por el entonces presidente César Gaviria entre los llamados PEPES[iii] con los Rodríguez y agencias policiales nacionales e internacionales como la DEA y la CIA para dar de baja a Pablo Escobar. Y ni hablar de su creación de las Cooperativas Convivir[iv], semilla legal que mutó en las criminales AUC. Pero en medio de tanto horror, es preciso también mencionar un pacto que tuvo consecuencias políticas inimaginables y sus efectos no fueron diabólicos, sino todo lo contrario. Fue un pacto de reconciliación política entre dos líderes no solo opuestos, sino que incluso en un pasado reciente fueron respectivamente víctimas y victimarios, Álvaro Gómez Hurtado y Antonio Navarro Wolf.

Un Pacto Inimaginable

El pacto entre Álvaro Gómez Hurtado, líder entonces del Movimiento de Salvación Nacional y Antonio Navarro Wolf, cabeza de la Alianza Democrática M-19, durante la Asamblea Nacional Constituyente, no solo era impensable sino improbable. El primero fue secuestrado por el M-19 y el segundo, Navarro Wolf, era entonces su máximo dirigente, después del asesinato de Carlos Pizarro. Ambos fueron presidentes colegiados de la Constituyente con Horacio Serpa en nombre del Partido Liberal.  Al respecto, Gustavo Petro Urrego en su autobiografía: “Una vida, muchas vidas”, cuenta el alcance de ese pacto entre un temprano promotor y catalizador del nacimiento del conflicto armado entre el Estado y las guerrillas, Álvaro Gómez, con Antonio Navarro, convertido en habilidoso estratega político de la que fuera la guerrilla más imaginativa y citadina de entonces, que alcanzó 19 curules en la Constituyente. En efecto, siendo senador Álvaro Gómez Hurtado, promovió con ahínco en 1961 un debate sobre lo que llamó las repúblicas independientes[v], apenas embriones de una resistencia campesina contra la violencia oficial y el despojo de sus tierras del que estaban siendo víctimas, lo que luego daría origen al mito heroico y fundacional de las Farc en 1964 por eludir con éxito la llamada Operación Marquetalia[vi] ordenada por el presidente conservador Guillermo León Valencia. Pero 27 años después, en 1991, el mismo Álvaro Gómez estaba pactando con un excomandante guerrillero una nueva Constitución, cerrando así políticamente su ciclo vital al pasar de instigador de la guerra a gestor de paz de un incipiente nuevo orden político. Así lo resume Petro: “el líder conservador, que había escindido su partido al formar el Movimiento de Salvación Nacional, tenía como tesis central la salida del régimen. Para él, había que cambiar los dirigentes actuales y las formas de hacer política, sin modificar por ello las estructuras económicas” y agrega: “Para ese momento, lograr una ruptura con el régimen no hacía parte del discurso de los dirigentes del M-19” (p.177).  Hoy, desde la presidencia de la República, no hay duda que Petro está empeñado en el cambio de las estructuras económicas y en convertir en realidad política y social el Estado Social de derecho que solo existe nominalmente en el artículo 1 de la Constitución, pues nuestra vida cotidiana no está fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”. Pero todo parece indicar que Gómez Hurtado, por conocer desde adentro la forma como funciona este régimen, tuvo más razón en su diagnóstico que Petro, pues el cambio en las estructuras económicas presupone un cambio profundo en la práctica política, como lo expresó el líder conservador claramente en entrevista con Julio Nieto Bernal[vii]:

El Régimen Antipolítico

Me parece que no se puede libertar la política, la política ha quedado presa de un montón de compromisos, los compromisos son el elemento determinante de toda la vida política civil colombiana, y esos compromisos son más importantes y más decisorios que la propia Constitución, aquí no se puede hacer política porque la gente está comprometida, sobornada, está claudicando ante las perspectivas de un contrato, las perspectivas de una embajada, ante la amenaza de una acusación, todo eso está coordinado de manera que hay mucho más que un gobierno, hay un régimen, el gobierno hace parte del régimen, pero del gobierno hace parte el Congreso, naturalmente, hacen parte los periódicos, los grupos económicos, ellos tienen sus vinculaciones visibles e invisibles, de manera que no hay lo que uno busca en la política, uno tiene una oferta, una propuesta, y eso si la propuesta es buena debe tener solidaridades, en cambio lo que nosotros estamos viendo aquí es que no se buscan las solidaridades por convencimiento sino que por interés, se buscan complicidades. Es un sistema de complicidades generales por eso es muy difícil hacer política”.

Casi imposible encontrar una descripción más precisa y concisa de nuestro régimen político. Incluso resulta hasta profética su alusión a la importancia de las embajadas y el uso de las amenazas por el potencial peligro que hoy representa Armando Benedetti para la gobernabilidad e incluso legitimidad del “Gobierno del Cambio”. Pero todavía más desconcertante y frustrante es que esa descripción y diagnóstico del régimen fuera tempranamente consignada en la Declaración de Sitges[viii] en 1957, partida de nacimiento del Frente Nacional:

Ninguno de los dos partidos tradicionales de Colombia acepta que el delito pueda ser utilizado para su incremento o preponderancia. Los crímenes que se cometen con ese fingido designio deben ser repudiados y reprimidos enfáticamente por una y otra de nuestras colectividades, de manera constante e indudable, porque su impunidad afecta el decoro de la república y va en deslustre directo de los mismos partidos en cuyo servicio, hipócritamente, se pretende cometer.”  

Pero ese compromiso contra el delito se quedó escrito en el papel, pues en la realidad es el delito, en sus más diversas e inimaginables formas, desde el más grave que elimina presuntos guerrilleros y líderes sociales en nombre del “enemigo interno” o de la “Seguridad democrática” (más de 6.400 “falsos positivos”); pasando por el que realiza pactos clandestinos con poderes de facto legales (Odebrecht y bancos) o ilegales (narcotráfico, guerrilla y paramilitares) para ganar elecciones o financiarlas y superar los topes legales permitidos,lo que continúa siendo una constante histórica y es la quintaesencia de la esfinge de nuestra política nacional. Una esfinge que cínicamente se autodenomina la democracia más estable y profunda de Latinoamérica, así tenga los más altos índices de violencia política y uno de los mayores de desigualdad social en el continente. Por eso, la quinta y última entrega, será un paralelo entre Álvaro Uribe y Gustavo Petro, los máximos protagonistas de esa esfinge política nacional, tan enigmática, compleja y monstruosa, como la de la antigüedad, “una criatura mítica de destrucción y mala suerte, que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alada”.

 

 

sábado, agosto 24, 2024

DESCIFRANDO LA ESFINGE DE LA POLÍTICA NACIONAL (Tercera parte)

 

DESCIFRANDO LA ESFINGE DE LA POLÍTICA NACIONAL (III)

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/descifrando-la-esfinge-de-la-politica-nacional-iii/

Hernando Llano Ángel.

No deja de ser curioso que Belisario Betancur Cuartas y Álvaro Gómez Hurtado, dos conspicuos líderes conservadores, aparezcan como inspiradores y pioneros de las principales banderas de Gustavo Petro: la “Paz Total” y “Tumbar el régimen[i] . Sobre todo, siendo Petro el primer presidente de izquierda en nuestra historia y un crítico implacable del establecimiento liberal-conservador. Un establecimiento que hoy pervive en medio de la ilegalidad y la impunidad política, camuflado bajo numerosas siglas de empresas electorales semiilegales como “Cambio Radical”, “Centro Democrático” y el “Partido de la U”, con un número apreciable de sus miembros condenados por corrupción y concierto para delinquir[ii], para solo nombrar las organizaciones semipolíticas y delictivas más representativas en ese inextricable entramado personalista de cerca de 30 microempresas electorales disfrazadas de partidos políticos[iii]. Esas banderas, la “Paz Total y Tumbar el Régimen”, las levantaron Betancur y Gómez, sin lograr izarlas durante sus vidas, pero ambos lo intentaron con más buena voluntad que acierto gubernamental y político, respectivamente. Las mismas banderas las enarbola hoy el presidente Petro, al parecer con igual desacierto y desconcierto que el generado por sus antecesores, en gran parte debido a la consolidación del actual régimen electofáctico[iv] y sus teratológicas mutaciones, pues ya casi nos resulta imposible discernir entre lo legal y lo ilegal, lo político y lo criminal, lo legítimo y lo ilegítimo, en fin, la verdad y la mentira, en medio de tanta realidad virtual aumentada y desfigurada por las redes sociales y las cajas de resonancia de la gran prensa al servicio de sus propietarios y anunciantes. Así lo hace con bombos y platillos semanalmente una revista con el auspicio de plutócratas que aúpan a su ambiciosa y vanidosa directora, alucinada con delirios presidenciales. Quizá por ello los protagonistas de nuestra vida política son Álvaro Uribe Vélez, quien prefirió renunciar a su curul de senador para burlar a la Corte Suprema de Justicia y Gustavo Petro Urrego, un presidente-rehén de múltiples escándalos de corrupción y con dudosos aliados como el innombrable Armando Benedetti y exfuncionarios delincuentes como Olmedo López y Sneider Pinilla, quienes forman un insuperable y destemplado trio de corruptos que nos roban desvergonzadamente nuestros impuestos. A pesar de tan desalentador paisaje político nacional vale la pena volver a recordar, así sea someramente, los esfuerzos pioneros de Belisario Betancur por “adecentar el local” de esta República fantasmagórica y tanática.

Belisario Betancur, un presidente trágico

Y nada mejor que citar algunos de los apartes de su discurso de posesión presidencial, pronunciado ante la Plaza de Bolívar, ritual que repitió el presidente Petro, dramatizándolo con la irrupción de la espada del libertador Simón Bolívar. Espada desenvainada para romper simbólicamente el nudo gordiano que mantiene bien amarrada y asegurada la estela de la violencia política y la desigualdad social, enseñas perdurables de la esfinge política que no hemos podido descifrar y expulsar de nuestras vidas y sociedad. En los apartes del discurso de Belisario encontramos destellos de verdades dolorosas e ignominiosas que se niegan a reconocer quienes todavía pretenden seguir gobernando a Colombia como si fuera una ubérrima hacienda que les pertenecerá eternamente. Así los describe en el siguiente pasaje con su lírico y grandilocuente estilo:

He andado una y otra vez por los caminos de mi patria y he visto ímpetus heroicos, pero también gentes mustias porque no hay en su horizonte solidaridad ni esperanza. Ya que para una parte de colombianos: La turbamulta les es ajena pues procede de grupos que les son ajenos; la otra Colombia les es remota u hostil. ¿Cómo afirmar sin sarcasmo la pertenencia a algo de que están excluidos, en donde su voz resuena con intrusa cadencia? Y para los más poderosos o los más dichosos ¿a qué reivindicar algo tan entrañablemente unificador como es la patria, a partir de la discriminación y el desdén?”. De donde concluye: “Hay una relación perversa en la que los dos países se envenenan mutuamente, y esa dialéctica ahoga toda existencia nacional”. Por tanto, afirma: “la prioridad del gobierno es empezar  -y lo recalco, empezar tan sólo a que las dos naciones en combate se cohesionen y se fundan, a que la expresión ciudadano colombiano tenga embrujo de porvenir y no eco fantasmal de irrisión; a que expresemos nuestra colombianidad con orgullo; a que dejemos de ser federación de rencores y archipiélago de egoísmos para ser hermandad de iguales, a fin de que no llegue a decirse de nosotros la terrible expresión del historiador, de haber llevado a nuestra gente a que prefiera la violencia a la injusticia.

Pocas descripciones tan precisas y esclarecedoras sobre el laberinto de violencias e injusticias en que vivimos y morimos extraviados. Sin duda, Petro no solo retoma y forja su proyecto político y el Pacto Histórico con esa “turbamulta ajena, remota y hostil”, sino que procede de sus entrañas, como Gaitán, quien fue asesinado precisamente por aquellos que siempre han gobernado a partir de la “discriminación y el desdén”, cabalgando sobre la ignorancia y las necesidades de una “turbamulta” engañada por el clientelismo y la demagogia electoral que vota por ellos y los eleva a pedestales que nunca merecieron. Como lo resalta Belisario, el antagonismo entre esos dos países, el de los “patricios” y los “plebeyos”, el “País Político contra el País Nacional”, según Gaitán --que se viene expresando en periódicos estallidos sociales como los del 2019 y 2021—“ahoga toda existencia nacional”, pues imposibilita forjar una comunidad política democrática entre iguales y perpetúa, generación tras generación, esa “federación de rencores y archipiélago de egoísmos”. Federación y archipiélago hoy dispersos en diferentes regiones del país por la disputa codiciosa y mortífera de las economías ilegales, simbióticamente fusionadas con el establecimiento político a través de la financiación de sus campañas y empresas electorales, recuérdese el proceso 8.000[v] y el “Ñeñe Hernández”[vi],  pero también por su imbricación con la economía legal mediante el lavado de cuantiosos activos por Bancos matrices del grupo AVAL, según la famosa operación Polar Cap, que reveló en marzo de 1989 un lavado de aproximadamente 412 millones de dólares de Pablo Escobar, Gustavo Gaviria y Jorge Luis Ochoa Vásquez,  por parte de la sucursal del Banco de Occidente en Panamá[vii].  

“Ni una gota más de sangre colombiana”

Irónica y hasta trágica es la otra aspiración de Belisario que hace suya el presidente Petro con su política de Paz Total, tan similar a la bandera blanca que levantó Betancur a todos los grupos armados, no solo a las guerrillas, pero que terminó anegada en sangre. Así lo expresó en su discurso de posesión presidencial:

Levanto una bandera de paz para ofrecerla a todos mis compatriotas. Tiendo mi mano a los alzados en armas para que se incorporen al ejercicio pleno de sus derechos, en el amplio marco de decisión que tomen las Cámaras. Les declaro la paz a mis conciudadanos sin distinción alguna: ¡a esa tarea prioritaria me consagro porque necesitamos esa paz colombiana para cuidarla como se cuida el árbol que convocará bajo sus gajos abiertos a toda la familia nacional!... Una paz sin retaliaciones ni vindictas. Una paz que incorpore a todos los colombianos en la actividad ciudadana y les dé la posibilidad de realizarse económica y socialmente, y de participar en la vida democrática. Una paz que garantice el pleno ejercicio de los derechos y al mismo tiempo demande el cumplimiento de las obligaciones. Una paz que sea fundamento de la seguridad colectiva, que rescate la convivencia y la justicia, que permita establecer una demarcación entre la confrontación política, desviada de sus cauces normales, y cualquiera de las modalidades del delito. Levanto ante el pueblo de Colombia una alta y blanca bandera de paz: la levanto ante los oprimidos, la levanto ante los perseguidos, la levanto ante los alzados en armas, levanto la blanca bandera de la paz ante mis compatriotas de todos los partidos y de los sin partido, de todas las regiones, de todas las procedencias. No quiero que se derrame una sola gota más de sangre colombiana de nuestros soldados abnegados ni de nuestros campesinos inocentes, ni de los obcecados, ni una gota más de sangre hermana. ¡Ni una gota más!

Solo nos cabe esperar que el empeño y la obsesión del presidente Petro con la Paz Total, tan bien intencionada y semejante a la de Belisario, no culmine en otra hecatombe como la del Palacio de Justicia, pues la obcecación criminal de los grupos guerrilleros, sumada a la ambición y codicia del narcotráfico y de numerosos grupos delincuenciales que saquean el oro, las entrañas de Pachamama y extorsionan a los desesperados migrantes y pequeños comerciantes, no nos conduzca a un escenario de terror peor que Apocalypse Now[viii]. Ya no queda espacio y menos tiempo para el paralelo entre Álvaro Gómez Hurtado y su convocatoria a “Tumbar el Régimen”, parecida a la intención del presidente Petro de realizar reformas sociales y económicas estructurales que vayan minando este régimen por dentro, hasta que se quede sin cimientos y caiga por completo. Un empeño tan peregrino y lejano como la Paz Total, que precisa una cuarta y quizá última entrega sobre la esfinge política nacional, cuyas entrañas conoció muy bien Álvaro Gómez Hurtado y hoy tiene en jaque al presidente Petro para beneplácito de quienes viven de esta considerada ejemplar “democracia” y su inexpugnable “estabilidad institucional”. “Democracia y estabilidad institucional” que quizá envidia el cleptócrata electoral, cacócrata gubernamental[ix] y autócrata estatal de Maduro en nombre de un supuesto “socialismo del siglo XXI”, que no alcanza los niveles de legitimidad de nuestra espuria y letal “democracia” con más de 450.000 víctimas mortales entre 1985 y 2018 según cifras del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y No Repetición[x].




jueves, agosto 22, 2024

PETRO, ESFINGE DE LA POLÍTICA NACIONAL (Segunda parte)

 

PETRO, ESFINGE DE LA POLÍTICA NACIONAL (II)

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/petro-esfinge-de-la-politica-nacional-ii/

“El estudio más digno de la política no es el hombre sino las instituciones” John Plamenatz.

Hernando Llano Ángel.

Toda la razón tiene Plamenatz, pues las instituciones perduran y los hombres desaparecen. Sin desconocer que las instituciones también son históricamente contingentes y susceptibles de desaparecer. Al fin y al cabo, son obras de hombres y mujeres comprometidos con su transformación, como nos acontece en la lucha inconclusa contra el racismo, el clasismo, el machismo y la impunidad, para solo mencionar las instituciones informales más resistentes y reaccionarias que aún subsisten en nuestra sociedad y perpetúan desigualdades inadmisibles y violencias injustificables. Justamente por lo anterior tiene sentido intentar comprender y descifrar esa especie de esfinge política que son nuestras instituciones y sus principales protagonistas, haciendo el paralelo entre líderes históricos que intentaron cambiarlas, como Alfonso Pumarejo y Jorge Eliécer Gaitán a mediados del siglo pasado y hoy lo hace denodadamente el presidente Gustavo Petro. Son protagonistas de una larga e infructuosa gesta reformista que continuaron con mediano éxito presidentes como Belisario Betancur, Virgilio Barco y César Gaviria al final del milenio pasado. Sus reformas modificaron el cascarón formal de las instituciones, pero no afectaron sustancialmente el almendrón de las desigualdades, las exclusiones y las violencias, instituciones informales auspiciadas por poderes de facto y líderes de extrema derecha e izquierda al parecer intocables e insustituibles. Contra ellas y esos feroces defensores del Statu Quo lucharon con coraje y coherencia otros líderes como Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Álvaro Gómez, que pagaron con sus vidas la osadía de desafiar sin temor esa simbiosis de la política con el crimen y la ilegalidad, quinta esencia de la esfinge del actual régimen político electofáctico (1). Un régimen que ha logrado simular con cinismo credenciales democráticas bajo el ritual de elecciones periódicas e ininterrumpidas desde 1957. Elecciones que nada tuvieron de competitivas durante los 16 años del Frente Nacional. Tanto que cuando en 1970 fue derrotado el sucesor institucional de esa fórmula espuria y antidemocrática del “miti-miti” estatal, el candidato conservador Misael Pastrana Borrero, el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo (2) burló la voluntad popular que votó mayoritariamente por el general Gustavo Rojas Pinilla. ¡Cuánto desearía Maduro contar hoy con la habilidad de Lleras Restrepo y el respaldo que entonces recibió!  Por eso no deja de ser una ironía casi incomprensible que hoy el presidente Petro, hijo legítimo del fraude que originó al M-19, le proponga a Maduro la fórmula del Frente Nacional para compartir el poder estatal con la oposición y superar así la actual crisis venezolana. Una crisis originada precisamente por el latrocinio electoral del que es responsable el mismo Maduro y su actual régimen cacocrático. Semejante argucia política jamás se le hubieran ocurrido a Jorge Eliecer Gaitán, pues con su bandera de la “Restauración Moral de la República” combatió implacablemente la corrupción de las oligarquías liberales y conservadoras, enquistadas en el País Político contra el País Nacional, como está hoy Maduro en Venezuela.

El “País Político” Vs el “País Nacional”

Esa distinción y antagonismo conserva todavía plena validez, tanto en Venezuela como en Colombia, pues el País Político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder se encuentra completamente divorciado del País Nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendido por el país político. El País Político tiene rutas distintas a las del País Nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!... Para el país político la política es mecánica, es juego, es ganancia de elecciones, es saber a quién se nombra ministro y no qué va a hacer el ministro. Es plutocracia, contratos, burocracia, papeleo lento, tranquilo, usufructo de curules y el puesto público concebido como una granjería y no como un lugar de trabajo para contribuir a la grandeza nacional”. Por intentar superar tan tremendo drama Gaitán fue asesinado el 9 de abril de 1948. En su célebre “Oración por la Paz”, dos meses antes de su magnicidio, le había exigido e implorado al presidente conservador Mariano Ospina Pérez, “una pequeña y grande cosa: que las luchas políticas se desarrollen por los cauces de la constitucionalidad”, la clave de la democracia que todavía no hemos podido descifrar y encontrar, pues el País Político optó por la violencia y el asesinato de quien pretendía resolver semejante drama. Un drama convertido desde entonces en tragedia histórica ya que dicha contradicción existencial entre los dos países no ha sido superada y es uno de los rasgos identitarios de la esfinge política nacional. De alguna forma, guardando las diferencias del contexto político y la impronta insuperable del liderazgo de Gaitán, Petro retoma en su discurso de posesión presidencial el mismo desafío institucional, al decir: “Y finalmente, uniré a Colombia. Uniremos, entre todos y todas, a nuestra querida Colombia. Tenemos que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida”.

Petro, rehén del “País Político”

Sin embargo, los compromisos adquiridos por Petro durante su campaña electoral en la costa caribe y otras regiones del país con personajes tan representativos del País Político como Armando Benedetti y Roy Barreras –para solo nombrar dos de los más destacados— han afectado gravemente su independencia política y ética para avanzar por la senda de “una Colombia fuerte, justa y unida”. Ni hablar del lastre que hoy carga por el escándalo de la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgos de Desastres (UNGRD), convertida en una Unidad de Gestión de Robos Desastrosos, que involucra presuntamente desde los ministros de Hacienda y del Interior hasta los expresidentes del Senado y la Cámara de Representantes. Prácticas corruptas que Gaitán fustigaba con su verbo restaurador de la ética pública y su llamado a la “revolución de las costumbres políticas”. Entonces denunciaba como esa “pequeña minoría oligárquica” que “no por el trabajo, sino por las influencias, no por la lucha, sino por la especulación, no por la ardentía en las virtudes, sino al contrario, por la pequeñez sinuosa en los procedimientos, les corresponden ganancias fabulosas y acumuladas, mientras a la gran masa solo le corresponde sufrir la carestía de la vida y de la especulación”, maniobras propias de “la oligarquía conjunta llamada liberal o conservadora, que hace su agosto sobre la miseria y la desgracia de un gran pueblo abandonado”. Dichas prácticas son totalmente inadmisibles en un gobierno de izquierda, que pregona el cambio y cuya enseña diferenciadora de la derecha debería ser precisamente la prevalencia de la ética pública sobre los intereses particulares. Pero tales instituciones informales, propias de la práctica política y la codicia privada, persisten desde entonces porque en la mentalidad de los políticos profesionales, de los ciudadanos que los eligen y sus cómplices privados, la dimensión de lo público no existe y hacen del Estado y el presupuesto nacional un botín para enriquecerse la mayoría de las veces impunemente. Convierten lo público en su empresa particular y el Estado en un mercado para otorgar contratos y concesiones a los financiadores de sus campañas electorales, como en el caso de ODEBRECHT.  Los ejemplos más escandalosos, que ahora olvida la oposición maniqueísta del Centro Democrático, son Agro Ingreso Seguro y Reficar, cuyo desfalco “generó pérdidas por corrupción por más de $8.000 millones de dólares, convirtiéndolo en un escándalo de corrupción peor que otros como el Carrusel de la contratación y Agro Ingreso Seguro. El detrimento patrimonial equivalente fue de un 5% del presupuesto nacional del país en 2016, que se terminaría de pagar en el año 2046, según datos de la entidad fiscalizadora” (3). En contraste, Gaitán siempre reivindicó la dimensión social y pública del Estado y propuso su “intervención en la economía a través de un Consejo Económico Nacional, representativo de todas las fuerzas de producción con énfasis en las pequeñas industrias para incrementar la producción industrial, agrícola y ganadera”. Es similar la propuesta del presidente Petro en el punto noveno de su decálogo gubernamental: “Desarrollaré la industria nacional, la economía popular y el campo colombiano. Priorizaremos a la mujer campesina, a la mujer de la economía popular, indudablemente; al microempresario y al pequeño y mediano empresario de Colombia. Pero nuestra invitación es a producir, es a trabajar, es a ser conscientes de que solo seremos una sociedad rica si trabajamos. Y que el trabajo, cada vez más, en el siglo XXI, es una propiedad del conocimiento, del cerebro, de la inteligencia humana. Vamos a acompañar y a apoyar a todo aquel que se esfuerce por Colombia. El campesino, la campesina, que se levanta al alba. El artesano, la artesana, que mantiene viva nuestra cultura. El empresario, la empresaria, que crea trabajo. El trabajador y la trabajadora cultural que construye la sensibilidad humana. La ciencia, la cultura y el conocimiento es el combustible del siglo XXI. Vamos a desarrollar la sociedad del conocimiento y la tecnología”. Pero todo parece indicar que del dicho al hecho hay un trecho insalvable, no solo por la cerril oposición de los gremios y sus testaferros en el Congreso a las reformas del gobierno con profundo contenido social, sino también por su incapacidad para una gestión eficiente y transformadora, no lastrada y desprestigiada por la incompetencia de numerosos funcionarios y la codicia ilimitada de corruptos como Olmedo López y Sneider Pinilla en la UNGRD (4). Le quedan al “gobierno del cambio” y “Colombia, potencia mundial de la vida”, dos años para enmendar la plana y mejorar su capacidad de gestión, pero también para sacar y arrojar de la nave del Estado a los piratas que amenazan con hacerla encallar en el mar de sargazos de la corrupción y la cacocracia (5). Si no lo hace, entonces una derecha recalcitrante cobrara implacablemente en el 2026 por la ventanilla de las elecciones su revancha ante la inmensa frustración popular que votó por el cambio. Una oposición cínica que hoy posa de incorruptible y demócrata integral, incapaz de reconocer sus responsabilidades históricas en la descomposición del Estado y la existencia de 9.758.045 víctimas registradas formalmente en la Unidad Nacional de Víctimas (6) de las cuales son sujeto de atención de reparación 7.661.300, números similares y hasta superiores a la población desplazada por la dictadura de Maduro. Por su parte, el presidente Petro debería atender con urgencia este consejo de Gaitán y contener su adicción enfermiza a la cuenta X:

 “Pero una nación no se salva con simple verbalismo, con jugadas habilidosas, ni con silencios calculados, sino con obras, con realidades, con el otro aspecto de nuestro criterio, que es el de tener como objetivo máximo de la actividad del Estado al hombre colombiano, cómo va su salud, cómo su educación, cómo su agricultura, cómo su comercio, cómo van su industria, sus transportes y su sanidad” (7).

(1)https://www.academia.edu/120489371/Aproximaciones_al_r%C3%A9gimen_Electof%C3%A1ctico

(2)https://www.elespectador.com/colombia/mas-regiones/la-noche-en-que-lleras-restrepo-reconocio-el-triunfo-de-rojas-pinilla-parte-ii-article-417288/

(3)https://es.wikipedia.org/wiki/Esc%C3%A1ndalo_de_Reficar_de_2016

(4)https://www.elcolombiano.com/colombia/ungrd-escandalo-de-corrupcion-quienes-estan-involucrados-DA24423880

(5) https://www.fundeu.es/consulta/cacocracia/

(6) https://www.unidadvictimas.gov.co/

(7) Villaveces, Jorge. “Los mejores discursos de Gaitán”, editorial Jorvi, Bogotá, 1958.

lunes, agosto 12, 2024

Petro, esfinge de la política nacional. (Primera parte)

 PETRO, ESFINGE DE LA POLÍTICA NACIONAL (I)

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/petro-esfinge-de-la-politica-nacional-i/

“El estudio más digno de la política no es el hombre sino las instituciones” John Plamenatz.

Hernando Llano Ángel.

A los dos años de la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño está claro que en ella no se encuentra el epicentro del poder político nacional y que su transitorio huésped oficial está muy lejos de ser el hombre más poderoso de Colombia. Seguramente por lo anterior al presidente Petro no le gusta estar encerrado y menos atrapado en la Casa de Nariño. Allí se siente como un rehén del poder constituido y lo que realmente lo desvela y apasiona es el poder constituyente. Por eso su impuntualidad incorregible a la mayoría de compromisos oficiales. Parece más obsesionado en procurar ser puntual con el poder del pueblo y la historia y lo expresa en giros retóricos tan exagerados como afirmar en su discurso que “en dos años hemos hecho una revolución”. También ha dicho en varias ocasiones que los aposentos de la Casa de Nariño son fríos y fantasmales, meros fetiches del poder político y social real, que acaso lo reflejan en sus paredes como sombras chinescas. Un poder que conoce como líder político antes de ser presidente y sabe muy bien que se encuentra disperso en la sociedad, que por su esencia es cambiante, dinámico y siempre objeto de disputa emocional en las calles, las plazas y en vastos espacios rurales, marginados y sufridos, que hoy controlan múltiples y antagónicos actores armados ilegales, esquivos a la Paz Total. Ese poder ubicuo, que está al mismo tiempo en todas partes y es tan inasible como difícil de regular legalmente, es el poder constituyente. Un poder formado por millones de rostros anónimos que, como presidente, quisiera poner en la primera línea de la historia. De allí su ambivalencia y ambigüedad entre la Asamblea Nacional Constituyente y el Poder Constituyente, espejismos que lo distraen y le impiden gobernar eficazmente. También, su enorme dificultad para reconocerse como la cabeza del poder constituido, es decir, presidente de la República y su empeño en convertirse en ese líder histórico y providencial que va a redimir en el poder constituyente al pueblo colombiano, en su mayoría excluido y marginado por el poder institucional del País Político. Un poder testaferro del poder económico legal, concentrado en pocas manos, y del ilegal que irriga todos los mercados, en especial el de las campañas electorales, que al parecer también infiltró la suya. Por todo lo anterior, la figura de Gustavo Petro Urrego es enigmática, desconcertante y muchas veces incomprensible, objeto de amores incondicionales y de odios viscerales. Es la esfinge --“en la mitología griega, monstruo fabuloso representado generalmente como una leona alada con cabeza y pecho de mujer, que planteaba enigmas irresolubles e indescifrables” -- del poder político nacional. Una esfinge que tiene rasgos de muchos rostros presidenciales y líderes políticos que lo han antecedido, como López Pumarejo, Jorge Eliecer Gaitán, Belisario Betancur y hasta Álvaro Gómez Hurtado. Vale la pena, así sea sucintamente, detenerse en algunos de esos rasgos y perfiles, para intentar descifrar esa esfinge política que encarna Gustavo Petro Urrego como presidente de la República y líder del Pacto Histórico. Pero ello demandará varios Calicantos. En este comenzaré por la figura de Alfonso López Pumarejo (1) presidente de Colombia entre 1934-38 y 1942-45, con quien tiene en común su espíritu reformista y progresista, guardando la distancia de liderazgos tan diferentes y sus respectivas épocas, ambas internacionalmente convulsas e inciertas. Hoy ignoramos hacia donde pueden llevarnos conflictos y guerras actuales como las de Ucrania y el genocidio del pueblo palestino en Gaza, Cisjordania y el reciente asesinato en Irán del líder político de Hamás, con quien se negociaba la libertad de cientos de rehenes, lo que puede desatar catástrofes humanitarias irreversibles e irreparables con repercusiones en todo el mundo, tal como aconteció durante la segunda guerra mundial entre 1939-45.

 

Rasgos sobresalientes de Petro como esfinge política de López Pumarejo

Sin duda, el primer rasgo procede del entonces presidente Alfonso López Pumarejo y su proyecto histórico de la “Revolución en Marcha” (2), quien intento a través de reformas inconclusas, como la política, agraria y laboral, modernizar a Colombia. Su obra quedó trunca por la oposición virulenta y violenta de intereses privilegiados y sectarismos políticos de ultraderecha que aún subsisten. El paralelo con el actual proyecto de “Colombia, potencial mundial de la vida”, no deja de ser sorprendente, como puede verse en el siguiente informe oficial de los logros sociales alcanzados  en estos dos años: https://www.presidencia.gov.co/AvanzandoEnDignidad/index.html. Con la diferencia de que los desafíos actuales de Petro son mayores y casi insuperables, pues no dependen solo de su liderazgo nacional, como sucede con su principal y ambiciosa bandera de la “Paz Total”. Una paz que está naufragando en ríos de sangre por la codicia y los intereses ilegales de sus principales actores armados, como el llamado Clan del Golfo o “Autodefensas Gaitanistas de Colombia” (3), cuyos cabecillas son solicitados en extradición por los Estados Unidos; la criminalidad del Estado Mayor Central de las Farc, sumadas a las dificultades actuales en las conversaciones de paz con el ELN. De tal suerte que el sometimiento y la desarticulación del Clan del Golfo tendrá que concertarse con el poder del Norte –principal consumidor de cocaína-- además de vencer en el Congreso la oposición maniquea y oportunista de un establecimiento político nacional corroído por ese poder ilegal, como lo demostró la parapolítica y el Informe Final de la Comisión de la Verdad (4). Un asunto “interméstico” (5), pues la “Paz Total” no depende solo de decisiones domésticas, sino de la superación de políticas internacionales como el prohibicionismo y la “guerra contra las drogas”, que geopolíticamente son funcionales a los intereses del Norte. Un desafío mucho mayor que el enfrentado por López Pumarejo, quien reconoció al final de su vida que: “Si la obra quedó trunca, el edificio inconcluso y frustradas muchas esperanzas, la culpa fue de quienes no seguimos avanzando y no de las masas, que instintivamente nos reclamaban nuevas reformas” (El Tiempo, noviembre 21 de 1959). Se comprende, entonces, porque la obsesión de Petro con el poder constituyente y su gusto por la política en las calles y no en la Casa de Nariño, cada día más escenario de escándalos de corrupción, intrigas y ambiciosos maleantes, como el desfalco de la UNGRD, al parecer planeado desde el despacho de Carlos Ramón González, entonces director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República.

“La Casa de Nari”

Una Casa que desde hace muchos años se ha convertido en un edificio carcomido por la corrupción y el crimen, como también sucede en el Congreso. Una Casa en donde se han tomado decisiones tan funestas como la operación devastadora del Palacio de Justicia y de gran parte de la cúpula del poder judicial el 6 y 7 de noviembre de 1985 –¡en defensa de la democracia, Maestro! según el Coronel Plaza Vega- (6) sin olvidar el ingreso a la “Casa de Nari” --así llamada por delincuentes-- como alias Job “asesor político de Don Berna” (7) y miembro de la temible oficina de Envigado. Una Casa en donde se urdieron estrategias ilegales como la Yidispolítica (8) para cambiar un “articulito” de la Constitución y permitir la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez, que llevó a la cárcel a sus ministros de Justicia y Salud, Sabas Pretelt y Diego Palacio (9). Esa casa es hoy nuevamente el epicentro de la corrupción de la UNGRD, según denuncias de su director e incriminado Olmedo López. Con razón López Pumarejo, quien conoció por dentro ese monstruoso establecimiento político, social y económico, sentenció: “Me inclino a creer que la historia de Colombia podría interpretarse como un proceso contra sus clases dirigentes, las cuales se han sentido en todo tiempo dueñas de preparación y de capacidades superiores a las que han demostrado tener en el manejo de los negocios públicos; y pienso, además, que si se engañan sobre su propio valor, atribuyéndose virtudes que no poseen en el grado que ellas pretenden, su equivocación reviste trágicos caracteres cuando desconocen que muchos de los defectos que esas clases atribuyen al pueblo colombiano son producto del abandono implacable a que este ha vivido sometido. Y, habría que añadir, al pésimo ejemplo que han dado al frente del Estado, administrándolo como si fuera una extensión de sus haciendas y empresas privadas, subordinando el interés público a los intereses particulares. Juicio de López Pumarejo que, de alguna manera, suscribe el presidente Petro con pugnacidad sin límite casi todos los días en su cuenta “X” contra los dirigentes empresariales a quienes no cesa de criticar y hacerlos responsables del bloqueo a sus reformas sociales porque los considera cancerberos inexpugnables de privilegios económicos en sectores como la salud y las pensiones. Otro rasgo sobresaliente que incorpora Petro a su compleja e indescifrable identidad de esfinge política, proviene de Jorge Eliécer Gaitán con su dicotómica e irreconciliable distinción entre el País Político y el País Nacional, que abordaré en el próximo Calicanto, por consideración con el tiempo y la desmesurada extensión de esta historia.

(1)    https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_L%C3%B3pez_Pumarejo

(2)    https://www.comisiondelaverdad.co/la-revolucion-en-marcha

(3)    https://insightcrime.org/es/noticias-crimen-organizado-colombia/urabenos-perfil/

(4)    https://www.elespectador.com/colombia-20/informe-final-comision-de-la-verdad/hallazgos-de-la-comision-de-la-verdad-el-narcotrafico-esta-insertado-en-el-regimen-politico/

(5)    https://www.resdal.org/producciones-miembros/art-bobea-jun-2011.pdf

(6)    https://www.youtube.com/watch?v=mt9HvpTusFM

(7)    https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Fernando_Murillo

(8)    https://es.wikipedia.org/wiki/Yidispol%C3%ADtica

https://www.elcolombiano.com/colombia/sabas-pretelt-y-diego-palacio-fueron-condenados-por-cohecho-YE1723991