EL MITO DEL PODER
CONSTITUYENTE
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/mito-del-poder-constituyente
“Tenemos
que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no quiero dos
sociedades. Quiero una Colombia
fuerte, justa y unida. Los retos y desafíos que tenemos como nación exigen una etapa de unidad y consensos
básicos. Es nuestra responsabilidad”
Gustavo Petro Urrego. Discurso de posesión presidencial.
Hernando Llano Ángel.
Si
hay algún mito político poderoso, es el del poder constituyente primario[1]. Él marca el comienzo de
la modernidad política y el renacimiento de la democracia, luego de su largo
eclipse bajo el manto de teocracias y del absolutismo monárquico. Es un poder
situado más acá y más allá de la representación política, propia del moderno Estado
de derecho liberal. Es el mito en el que todos creemos, pues nos afirma en la ilusión
de que podemos decidir cómo queremos vivir y hasta morir, sin estar totalmente
sujetos a la voluntad arbitraria de quienes ejercen el poder constituido. Pero
en la realidad no es así. Ni en los textos constitucionales, ni en la
jurisprudencia y menos en la realidad social y política de todos los días
existe ese poder constituyente demiúrgico e ilimitado. Para empezar, nuestro
artículo 3 constitucional es muy claro: “La soberanía reside exclusivamente en el
pueblo, del cual emana el poder público”, pero a renglón seguido la
limita: “El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes,
en los términos que la Constitución establece”. Es decir, que el
pueblo, así sea expresándose en las calles y en asambleas barriales o
veredales, debe someterse a los “términos que la Constitución establece”.
No es, pues, un soberano absoluto, situado más allá de la Constitución, que
ejerce su poder de constituyente primario en forma ilimitada. Si ello fuera
así, la democracia en tanto pluralidad de valores, intereses y cosmovisiones,
correría el riesgo de desaparecer en nombre de un imaginario pueblo unitario y
monolítico, poseedor de una sola voluntad general y soberana, que todo lo
decide. Ese pueblo solo existe en la mente de filósofos como Rousseau y en
líderes carismáticos que se arrogan la encarnación del pueblo y lo definen
históricamente, bien sea contra otros pueblos que consideran una amenaza o,
como es más frecuente, contra otros miembros o partes del mismo pueblo que forman
el Estado Nación. Y ya sabemos a donde conducen semejantes ficciones: al “pueblo
elegido por Dios”, en cuyo nombre sus líderes transitorios promueven
genocidios; o aquellos que, en nombre de una supuesta raza superior, la aria,
exterminaron a millones de judíos y opositores, pero también a los iluminados
del materialismo
histórico y su contraparte los libertarios capitalistas y sin ley,
pero al mando del Estado, como Javier Milei. Todos ellos están absolutamente
seguros de ser los salvadores de sus respectivos pueblos. Y así llegamos hoy a
esa pléyade de impostores y criminales de Estado encabezados por Trump, Putin,
Netanyahu, Bukele, Milei, Ortega y Maduro –entre muchos más-- que pregonan ser
los mesías de sus naciones, sin importar las consecuencias de sus delirios. ¡Y
todo en nombre del pueblo! ¡Hacer
de nuevo grande a América!; ¡defender y revivir la Gran Rusia o, incluso,
salvar el mismo ¡“pueblo elegido por Dios”! De esta forma el pueblo se
convierte en un comodín que cae en manos de jugadores ambiciosos e impunes del
poder político, que lo manipulan sin escrúpulo alguno. Jugadores tanto más
peligrosos cuanto más populares e “iluminados” son, pues pueden definir el
destino de la humanidad y hasta del mismo planeta, embriagados con la
megalomanía de ser ellos mismos la encarnación de sus respectivos Pueblos. Por
eso declaran como enemigos del pueblo a quienes no los sigan, aplaudan y
vitoreen, y los llaman: “terroristas”, “eje del mal”, “apátridas”,
“escuálidos”, “mamertos”, “paracos” y cuantos más estigmas sean corrientes y
útiles según las vicisitudes históricas y las necesidades del líder
carismático. Entonces el poder constituyente se convierte en un poder
disolvente de la vida política y es el mismo pueblo quien termina siendo
sacrificado en su propio nombre, dividido y fragmentado en forma letal, devastado
en campos de batalla por líderes que se presentaron como sus salvadores y
terminaron siendo sus verdugos y sepultureros.
Desmitificar el poder
constituyente del “Pueblo”
A
tales excesos puede conducir el mito del poder constituyente primario y la
soberanía del pueblo, si no somos conscientes que dicho pueblo en la realidad
es una suma irreductible de ciudadanías diversas y plurales, que precisa
siempre de límites constitucionales y legales para que no deje de existir y sea
sustituida o aplastada por un pueblo unitario y monolítico, que se impone sobre
la diversidad y la conflictividad social y política en nombre de la soberanía y
la voluntad popular. Especialmente en nuestro caso, todavía obnubilados por
mitos como la séptima papeleta y la Asamblea Nacional Constituyente, tras los
cuales estuvo el poder constituyente criminal del narcoterrorismo de Pablo
Escobar y el efectivo lobby de los Rodríguez, quienes coronaron en la Carta el
famoso artículo 35, su máxima aspiración política: “Se prohíbe la extradición de
colombianos por nacimiento”. Es verdad, ya derogado, pero entonces
necesario para el supuesto “sometimiento a la justicia” de Pablo Escobar en su
Catedral y alcanzar una tregua momentánea con el narcoterrorismo.
Un Constituyente
Sincrético y Electofáctico
Allí se encuentra la génesis de nuestro actual
régimen político electofáctico[2], que continúa siendo
criminalmente constitutivo de nuestra vida política, como todos los días lo
vemos y padecemos con el asedio de organizaciones guerrilleras mutantes, que
son “rebeldes-narcotraficantes” y ahora con la supuesta financiación de vías 4G
en Antioquia por las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC)[3], que se proyectan como
“empresarios-narcotraficantes”. Sin duda, ese poder constituyente del 89 y el
90 tan sincrético y electofáctico no podía engendrar otra cosa que un poder
constituido cacocrático[4] y descompuesto, tanto en
el Ejecutivo como en el Congreso, incapaz de debatir y aprobar reformas
democráticas, pues ellas serían el comienzo de su fin. Por eso la única reforma
que hundieron rápidamente fue la política, en tanto pretendía acabar con la
financiación privada de las campañas electorales, vía expedita para la
corrupción del constituyente primario y su voluble voluntad “soberana” por
poderes de facto empresariales, Odebrecht y Corficolombiana, o abiertamente
ilegales como el narcotráfico, los paramilitares y la guerrilla. Precisamente
por esa fusión de la política con la criminalidad resurgieron las Convivir y
sus hijas legítimas, las AUC, como todos lo sabemos, salvo su progenitor, César
Gaviria Trujillo[5],
y su máximo promotor regional y nacional, Álvaro Uribe Vélez[6]. También llegaron al
Congreso los voceros de la parapolítica[7] y a la salud una banda de
mercaderes insaciables, como Carlos Palacino y Saludcoop[8], junto a más de 13 EPS que
han tenido que ser liquidadas por insolventes e ineficientes. Mientras vivamos
en esta especie de cambalache político institucional, todos “revolcaos
en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos”, es insensato pensar
en un poder constituyente virtuoso e incontaminado que nos salvará de la noche
a la mañana. Más bien lo que precisamos con urgencia es una gobernabilidad
eficiente y menos retórica constituyente, más concertación y menos
confrontación para avanzar por las vías de la reactivación económica y dejar
atrás el trancón de las 4G en Antioquia. Pero, sobre todo, precisamos con
urgencia más seguridad humana y menos “paz total”. Todo parece indicar que el
presidente Petro ya se percató de esto último, pues ordenó la operación Mantus[9] contra el Estado Mayor
Central[10] en el Cauca. Cabe esperar
que las “AGC” y la Nueva Marquetalia[11] comprendan que les ha
llegado la hora de comenzar una negociación realista, cumplir el cese del fuego
y cesar las extorsiones contra la población civil, pues de lo contrario el
gobierno no tiene otra opción que “guerrear”, según la orden presidencial.
Orden a la que respondió desafiante las AGC: “el presidente les ordenó a las fuerzas del Estado el exterminio de
nuestra organización, sin dimensionar la
violencia y el derramamiento de sangre que puede causar dicha orden
presidencial”. ¿Estaremos ad portas de una nueva guerra, ahora contra
el narcoterrorismo de las AGC? ¿Se configurará otra coyuntura preconstituyente
como la desatada por Pablo Escobar y los extraditables para poner en jaque al
Estado y entonces invocar de nuevo el talismán de una Asamblea Nacional
Constituyente para la “Paz Total”? Ya va siendo hora de aprender las lecciones que
nos dejó el espejismo constituyente de 1991, que promulgó la Constitución más
democrática del continente para volverla trizas en treinta años, pues todavía incumplimos
su artículo 22: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Es
inevitable citar otra vez a García Márquez en su proclama “Por un país al alcance de los
niños”[12]:
“Somos
conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los
síntomas mientras las causas se eternizan. Nos han escrito y oficializado
una versión complaciente de la historia, hecha
más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios
originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que
nunca merecimos. Pues nos
complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que
vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita…Esta
encrucijada de destinos ha forjado una
patria densa e indescifrable donde lo inverosímil es la única medida de la
realidad”. Cuanta falta nos hace ese realismo lúcido para salir de esta
encrucijada en que estamos y tener una segunda oportunidad sobre la tierra para
vivir democráticamente y en paz en esta Colombia del Pacto Histórico: ¡Potencia
mundial del irrealismo político y la desmesura gubernamental!
[1]https://blogrevistaderechoestado.uexternado.edu.co/2021/12/09/los-limites-al-ejercicio-del-poder-constituyente/
[8] https://www.elespectador.com/judicial/carlos-palacino-expresidente-de-saludcoop-es-condenado-a-15-anos-de-prision/
[9] https://www.wradio.com.co/2024/03/25/desplegaron-en-el-cauca-la-operacion-mantus-contra-el-estado-mayor-central-de-las-farc/
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