LA POLÍTICA EN LOS ESTRADOS JUDICIALES: PASTRANA Vs PETRO
Hernando Llano
Ángel.
Hoy los principales conflictos y
controversias políticas, sean nacionales o internacionales, se encuentran
judicializadas. Desde Putin y Netanyahu, pasando por Trump y Biden, hasta
llegar a la actual controversia entre el expresidente Andrés Pastrana y el
presidente Gustavo Petro[1],
originada en el siguiente trino de Pastrana: “Su campaña y su Presidencia, Gustavo Petro, no han sido otra cosa que la fusión del Gobierno con el narcotráfico
bajo el velo de una farsa denominada paz
total”. Al cual, Petro respondió: “Jamás
fui amigo de Epstein[2]
ni me subí al "lolita express" y por eso se que es dignidad. Por
eso lo que dice el expresidente tendrá que corroborarlo en los tribunales. He
decidido demandarlo”. Expresiones y cargos escandalosos, más propios del
mundo delincuencial que del presidencial. Es el signo de los tiempos. Un signo
preocupante y a la vez esperanzador.
Preocupante, pues
nos revela que la política y sus principales protagonistas cada día están más
involucrados en maniobras oscuras, limítrofes con la ilegalidad y el crimen. No
es que la justicia se haya politizado, como dicen los incriminados en su propia
defensa. Más bien es lo contario. Es que la política se ha criminalizado. Así
los demuestran los protagonistas internacionales: Putin, Netanyahu, Trump,
Biden, Bukele, Ortega y Maduro. Y los nacionales: Gaviria y el surgimiento de
los PEPES[3]; Samper
y el proceso 8.000; Pastrana y el auge criminal de los paramilitares; Uribe con
la narcoparapolítica y los falsos positivos; Santos con Odebrecht; Duque y su
amistad con el Ñeñe Hernández y Petro con el escándalo de su hijo y la supuesta
violación de los topes de su campaña. Dichos protagonistas, sean líderes en la
oposición o jefes de Estado, transitan cada vez más por una delgada y
penumbrosa línea entre la legalidad y la ilegalidad, la legitimidad y la
ilegitimidad.
Esperanzador, pues
podría suceder que la justicia, actuando con rigor e imparcialidad, libere a la
política de las redes de la criminalidad. La verdad, este asunto es
demasiado complejo. Se trata de saber, nada menos, quién gobierna, su
legitimidad y cómo lo hace. Lo que está en juego es la definición
del tipo de poder estatal que rige los destinos de una sociedad. En otras palabras, los poderes de facto que están tras las bambalinas de la parafernalia de las instituciones
estatales y determinan en últimas el carácter del Estado y lo que éste puede o
no hacer en la sociedad para asegurar la prevalencia del interés público sobre
el particular, la seguirdad y la convivencia democrática.
Odebrecht de constructora internacional a demoledora de legitimidad
presidencial
Por ejemplo, Odebrecht[4] ha
demostrado ser mucho más que una multinacional para la construcción de
infraestructuras públicas en Latinoamérica. Se convirtió en un poderoso
entramado privado-público de corrupción para la cooptación del Estado, como
sucedió en nuestro caso, financiando las campañas presidenciales de Juan Manuel
Santos[5] y
Oscar Iván Zuluaga. En el Perú su alcance fue más demoledor, pues produjo el
desmantelamiento del poder presidencial con el enjuiciamiento en línea de tres
expresidentes: Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y hasta
el suicidio de Alán García, quien optó por su sacrificio antes de ser
encarcelado y condenado. En todos estos casos, queda claro que estamos frente
al poder de Estados cacocráticos[6], que
subordinan el interés público y general a las ganancias particulares de
Odebrecht compartidas con políticos y funcionarios públicos corruptos, auténticos
cacos. Por todo lo anterior es que una institución como la Fiscalía General de
la Nación se convierte en la pieza clave para enfrentar y desmantelar el
entramado criminal del Estado cacocrático o, por el contrario, para ocultarlo y
consolidarlo, como parece ha venido sucediendo hasta la fecha.
La Fiscalía, caballo de Troya de la criminalidad
De allí las dificultades de
nuestra Corte Suprema de Justicia para la elección de la próxima fiscal. Porque
la Fiscalía General en nuestro Estado y sociedad ha sido una institución
deplorable en el develamiento y desmantelamiento de esa simbiosis letal entre
la política y el crimen, que es la quintaesencia de nuestro régimen político
electofáctico[7],
y la matriz del Estado cacocrático[8]. Ha
sido una especie de Caballo de Troya de la criminalidad. Quizá con la excepción
de la Fiscalía de Alfonso Valdivieso y la investigación del proceso 8.000
contra el entonces presidente Ernesto Samper Pizano por el ingreso de dineros
del narcotráfico a su campaña presidencial, todas las demás Fiscalías han
brillado por su penumbrosa investigación contra el crimen organizado,
especialmente en la lucha contra el narcotráfico, la parapolítica y su alianza
con el poder político. En especial algunas Fiscalías, como la de Luis Camilo
Osorio[9] y
su sospechosa incompetencia en la investigación del paramilitarismo y la
parapolítica; la de Néstor Humberto Martínez[10] y
su tenebroso encubrimiento de Odebrecht y las extrañas muertes de Jorge Enrique
Pizano[11] y
su hijo Alejandro, hasta la actual de Francisco Barbosa y su descomunal
incompetencia en investigar los presuntos aportes del Ñeñe Hernández[12] a
la campaña del presidente Duque y las oscuras relaciones de la vicefiscal Marta
Mancera con narcotraficantes en el Valle del Cauca[13]. Los
anteriores casos demuestran su fracaso
institucional, sin necesidad de más pruebas que la evidencia pública de tan
vergonzosas gestiones. Todas ellas tienen en común la complacencia con el
Ejecutivo que los nominó, rayana con la complicidad, la impunidad y la procrastinación
en la investigación de graves crímenes. En otros casos, como la Fiscalía de
Mario Iguarán, aparece cuestionada su postulación y hasta nombramiento por la
supuesta influencia de los paramilitares en ella, según versión de Salvatore
Mancuso[14]. Pero
más allá de las anteriores evidencias y suspicacias de la alianza de la
Fiscalía con el Ejecutivo para el ocultamiento de sus delitos o, por el
contrario, su distanciamiento para la investigación y ajuste de cuentas con el
presidente de turno por la vía judicial, como lo ha venido haciendo Barbosa
contra Petro, lo cierto es que la Fiscalía se ha convertido en una institución
celestina de la punible y dañada relación que existe entre la política y el
crimen. Una relación de la que no está a salvo ningún presidente desde la
Constitución de 1991, ya sea por acción u omisión, puesto que el principal
desafío que todos han tenido que enfrentar es como contener los alcances del
crimen en la vida social y política.
Criminalidad multifacética y mutante
Una criminalidad multifacética y
mutante, alimentada en forma creciente por las economías ilegales, que
prácticamente han borrado las fronteras entre lo político y lo delincuencial,
cuyo primero y principal protagonista fue Pablo Escobar, simultáneamente gran
Capo y Representante en la Cámara por del departamento de Antioquia. También
por ello ha sido tan funcional el narcotráfico en la financiación de las
campañas electorales, desde las locales hasta las presidenciales, así como sus
coaliciones y apoyos a organizaciones guerrilleras y en especial a los
paramilitares, pues el narcotráfico es un comodín al servicio de todo aquel que
pueda servirle para aumentar impunemente sus ganancias, reciclarlas y lavarlas,
con el AVAL[15]
del sector financiero o con inversiones inmobiliarias como la de Memo Fantasma[16]
en la empresa Hitos Urbanos del esposo de la exvicepresidenta Marta Lucía
Ramírez. Ni hablar de las relaciones del narcotráfico con instituciones como la
Policía Nacional y el Ejército, de cuyas filas han salido los más importantes
jefes de seguridad de los capos y sus enlaces con la institucionalidad, como el
caso del general Mauricio Santoyo[17],
exjefe de seguridad en la Casa de Nariño del Expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Precisamente por todo ello, el presidente Gustavo Petro en reciente discurso
ante los comandantes de la Policía Nacional afirmó: “Lo más difícil de la lucha
contra el crimen es que las bandas están dentro de las instituciones y entran a
las instituciones que más daño les harían”[18]. De
allí la dificultad y la urgencia de que la Corte Suprema de Justicia nombre
pronto una Fiscal General capaz de desmontar y desalojar ese Caballo de Troya
de la criminalidad en que se ha convertido dicha institución, cuyo ingreso no
hubiera sido posible sin el valioso concurso, entre otros, de fiscales como
Néstor Humberto Martínez y Francisco Barbosa. Dos hábiles jinetes en cabalgar y
proteger a sus nominadores, los presidentes Juan Manuel Santos e Iván Duque,
por las sendas de la impunidad. Solo con una Fiscalía independiente del
Ejecutivo e inflexible frente al crimen se podrá minar las bases del régimen
electofáctico y del actual Estado cacocrático, sustentados en la letal simbiosis
de la política con el crimen y la impunidad. ¿Será posible hacerlo? Sin duda,
para ello también será necesario depurar la Fuerza Pública, además de inculcar
y fortalecer la ética pública en la ciudadanía para que supere esa indolencia
que se esconde en expresiones como “todos los políticos son ladrones”. En
ultimas, que salga de ese analfabetismo político que Brecht fustigaba en su
célebre poema[19].
[1] https://www.elcolombiano.com/colombia/audiencia-de-conciliacion-entre-andres-pastrana-y-gustavo-petro-OE23637801
[2] https://www.mdzol.com/mundo/2023/2/24/la-justicia-revelo-la-lista-de-famosos-que-fueron-la-isla-de-jeffrey-epstein-317475.html
[4] https://elcomercio.pe/mundo/latinoamerica/caso-odebrecht-ex-presidentes-region-implicados-escandalo-corrupcion-noticia-ecpm-642488-noticia/
[5] https://www.semana.com/opinion/articulo/odebrecht-financio-campanas-de-santos-y-zuluaga-por-daniel-coronell/558846/
[10] https://www.elespectador.com/judicial/odebrecht-el-cara-cara-del-exfiscal-nestor-humberto-martinez-y-el-senador-robledo/
[13] https://www.elespectador.com/judicial/archivan-caso-contra-vicesfiscal-mancera-por-supuesta-ayuda-a-senalados-narcofiscales/
[14] https://www.elespectador.com/judicial/la-eleccion-del-exfiscal-iguaran-un-caso-cerrado-del-que-hablaron-paras-y-narcos/
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