DE TIERRA SANTA A TIERRA ARRASADA, LA GEOPOLÍTICA DEL TERROR
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«Hacer la apología de
la violencia es criminal, condenar todas las violencias es hipocresía». Jean
Marie Domenach[1].
Hernando Llano Ángel.
Aquella tierra santa que recorrió
hace más de dos mil años un predicador trashumante, andrajoso y maravilloso,
entre divino y humano, proclamando la sacralidad de la vida, la superioridad
del amor y de la fraternidad sobre el odio y la enemistad, todo ello en virtud del
poder redentor y reconciliador del perdón, es hoy tierra arrasada[2]
anegada en sangre. Una tierra arrasada por el fuego del odio y su disputa
irracional entre dos pueblos hermanos, el árabe y el judío, cuyo origen común
hoy reniegan sus líderes. Líderes criminalmente obsesionados en eliminarse,
negándose mutuamente su condición de humanos con igual dignidad y derecho a su
autodeterminación colectiva en una tierra históricamente habitada por ambos. En
el origen de esta confrontación y degradación sin límites, donde la población
civil palestina y judía es convertida en botín de guerra y carne de cañón, está
presente la indolencia imperial británica y de las mismas Naciones Unidas que
auspiciaron la creación del Estado de Israel en 1947[3]
en territorio palestino, ignorando el rechazo de la población árabe a dicha
decisión. Una decisión que ponía en riesgo su autodeterminación e igualdad
política, como en efecto ha venido ocurriendo desde entonces conforme a los
intereses geopolíticos de potencias imperiales. Tempranamente lo advirtió
Hannah Arendt, el 25 de agosto de 1944, cuando escribió: “La política sionista de los últimos veinticinco años con respecto a los
árabes podría pasar a la historia como un modelo
de oportunismo” y agregó el siguiente comentario de un líder árabe: “Tengan mucho cuidado, señores sionistas, los
gobiernos van y vienen, pero un pueblo permanece”. Aunque parece
que la intensidad indiscriminada de los bombardeos ordenados por el primer
ministro israelí, Benjamin Netanyahu[4]
contra la población civil árabe en la franja de Gaza y su desalojo inminente para
despojarla de su precario espacio vital, infringiendo criminalmente los
principios del Derecho Internacional Humanitario (DIH) de distinción[5]
y proporcionalidad en el uso de la fuerza militar, como la protección especial
de los campos de refugiados[6],
es el objetivo estratégico de su proclamado nuevo orden en el medio oriente.
La criminalidad del orden político internacional
Con la partición de Palestina y
la creación del Estado de Israel, la comunidad internacional desconoció en la
práctica el principio y derecho universal de la autodeterminación de los
pueblos, “consagrado en la Carta de las Naciones Unidas,
firmada el 26 de junio de 1945[7],
en vigor desde el 24 de octubre del mismo año, que reconoce en su primer
artículo el principio de «libre determinación de los pueblos», junto
al de la «igualdad de derechos», como base del orden internacional”[8].
Justamente el desconocimiento de este principio al pueblo palestino y la
conversión del Estado Israelí como una potencia ocupante, se encuentra en el
origen de la tierra arrasada en que está siendo convertida la franja de gaza y
es sacrificada con sevicia la población civil árabe. Todo ello bajo el sofisma
criminal y maniqueo de librar una guerra contra el terrorismo. Un terrorismo desplegado
frecuentemente por el Estado Israelí durante casi medio siglo que supera con
creces en violencia y destrucción el perpetrado brutalmente por Hamás[9]
el fin de semana pasado, que merece el repudio y la condena universal. Pero la
verdad es que ambas partes incurren en actos terroristas porque están ensañadas
en cobrar contra la población civil inerme lo que son incapaces de lograr
contra sus enemigos en el campo de batalla. Catástrofe humanitaria que se puede
apreciar en este desgarrador documental “Nacido en Gaza”[10],
disponible en Netflix y filmado después de la guerra de Gaza en 2014. De allí,
que la única forma de contener semejante espiral sanguinaria de inhumanidad sea
exigirles por igual el cumplimiento del DIH. Hamás debe liberar inmediatamente
a los rehenes, que utiliza como disuasión frente a los bombardeos
indiscriminados del ejército israelí, así como Netanyahu y su ministro de
defensa deben ordenar la suspensión de las operaciones de “limpieza social” y de “tierra
arrasada”[11],
que públicamente los revela y condena ante la conciencia universal como
criminales de guerra y de lesa humanidad. Órdenes que los pone en igual
condición que Putin y su ocupación de Ucrania, aunque la Corte Penal
Internacional no tenga competencia para procesarlos, pues Israel y su aliado
incondicional y estratégico, Estados Unidos, no reconocen ni hacen parte del Estatuto
de Roma y la Corte Penal Internacional. Militarmente son Estados que de facto
se ponen por fuera del Derecho Internacional Humanitario, como lo hace Estados
Unidos con los prisioneros en la cárcel de Guantánamo[12].
Son Estados facinerosos que se reclaman más allá de toda ley, como lo expresó
el mismo Joseph Goebbels cuando compareció ante el Consejo de la Sociedad de
Naciones en 1933. En nombre del Estado Nacional-Socialista alemán, atendiendo una
queja formulada por un ciudadano judío, entonces respondió Goebbels lo
siguiente: “Somos un Estado soberano y lo que ha dicho este individuo no nos concierne. Hacemos lo que queremos de nuestros
socialistas, de nuestros pacifistas, de nuestros judíos, y no tenemos que
soportar control alguno ni de la Humanidad, ni de la Sociedad de Naciones”.
Sin duda, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, replica semejante
desvarío pues hoy pretende bajo el pretexto del “estado de guerra” reclamar el
respaldo unánime de sus ciudadanos y aliados internacionales para imponer un
orden en la región basado en el terror del genocidio, la destrucción, el miedo
y el odio. Por eso, sus anuncios sobre una guerra prolongada pueden desembocar
en un enfrentamiento de consecuencias inimaginables con Irán, quien ya ha
expresado su admiración por las acciones terroristas de Hamás[13]
y su solidaridad en la lucha actual contra Israel.
Tres voces judías lúcidas y proféticas todavía ignoradas
Frente a semejante oportunismo
criminal de Netanyahu y sus incondicionales seguidores nacionales e
internacionales, cabe recordar la lucidez y el valor de tres eminentes
pensadores judíos: Albert Einstein[14],
Hannah Arendt[15] y
Amos Oz[16],
quienes advirtieron sobre el error y el horror de no reconocer política y
estatalmente a los árabes en Palestina, como la única alternativa para evitar
una espiral de guerras y venganzas interminables. Al respecto, Einstein
escribió en su “Discurso sobre la construcción de Palestina” que: “Establecer una cooperación satisfactoria
entre árabes y judíos no es problema inglés sino nuestro. Nosotros, es decir, judíos y árabes, nosotros mismos tenemos
que ponernos de acuerdo respecto a las exigencias de ambos pueblos para una
vida comunitaria”. Y proponía como ejemplo a Suiza “que representa un grado superior en el desarrollo del Estado
precisamente porque está construida por
varios grupos nacionales”. Por su parte Arendt, en 1948, en su artículo
“Salvar
la patria judía”[17],
escribió que desconocer la presencia árabe en Palestina era una “realidad que ninguna decisión podía
alterar” y de suceder conduciría a “establecer un Estado totalitario, impuesto
por la fuerza bruta correspondiente”, que es lo que está haciendo hoy
Netanyahu. Por eso, terminaba su escrito con 5 propuestas plenas de pertinencia,
como las siguientes: 2- “La independencia
de Palestina se puede alcanzar únicamente con una base sólida de cooperación judeo-árabe. Mientras se siga
proclamando por parte de líderes judíos y árabes que “no hay puentes”, entre ambas comunidades (como ha manifestado Moshe
Shertok), el territorio no puede ser entregado a la prudencia política de sus
propios habitantes” y 5- “Un autogobierno local y consejos municipales y
rurales judeo-árabes mixtos, a
pequeña escala y tan numerosos como sea posible, constituyen las únicas medidas políticas realistas que
pueden terminan haciendo posible la emancipación política de Palestina”, y
culminaba con “Aún no es demasiado tarde”. Lamentablemente hoy si lo es. Por último, el escritor judío Amos Oz,
fallecido hace cinco años y postulado al nobel de literatura en varias
ocasiones, en su conocida conferencia “Sobre la naturaleza del fanatismo”[18],
lo define como: “Una lucha entre los que
piensan que la justicia, se entienda lo
que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida y aquellos
que, como nosotros, pensamos que la vida
tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos. La
actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es
consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes
como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y
pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia”. Y para superar ese fanatismo
que hoy arrasa y devora a palestinos e israelíes los convoca a reconocer que: “En esencia la batalla entre judíos
israelíes y árabes palestinos no es una
guerra religiosa. Fundamentalmente, no
es más que un conflicto territorial sobre la dolorosa cuestión ¿De quién es la
tierra? Es fundamentalmente un
conflicto entre derecho y derecho, entre dos reivindicaciones muy convincentes, muy poderosas, sobre el mismo
pequeño país. Ni guerra religiosa, ni guerra de culturas, ni desacuerdo
entre dos tradiciones. Simplemente una
verdadera disputa estatal sobre quien es propietario de la casa. Y creo que
puede resolverse”. «En
2015 afirmó que la supervivencia del Estado de Israel requiere la creación de
un Estado Palestino independiente y que la coexistencia de ambos Estados es el
camino hacia la paz en la región:
«No hay otra solución porque los palestinos
no se van a ir, no tienen adónde.
Los judíos israelíes tampoco nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos
ser una gran y alegre familia porque no somos una familia. Somos dos familias
muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay
otra opción.»
El maniqueísmo mortal de los fanáticos
Lo grave es que estas tres voces
de ilustres judíos aún hoy no tienen resonancia alguna entre los fanáticos de
ambos bandos trabados en guerra y, menos aún, entre millones de ciudadanos
aturdidos por el miedo y confundidos por el dolor y el odio que propagan las
noticias de una prensa sensacionalista, falta de rigor, sensibilidad y veracidad.
Ya lo advertía Camus en 1951: “Cuanto mejor odian, más mienten. La prensa
mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra jerarquía. A falta de otra
cosa, mi simpatía va hacia esos, escasos, que mienten menos porque odian mal”. Pero millones de fanáticos
cada día odian más y proclaman en las redes sociales la superioridad moral de
su propio bando, pues consideran que el otro es el terrorista y debe ser
eliminado y exterminado para reafirmar así su identidad y pertenencia al bando
de los justos y los buenos. El bando al que supuestamente le asiste el derecho,
la verdad y la historia para eliminar a los malvados y exterminarlos del
oriente próximo, como anuncia el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que
hará en la franja de Gaza con su inhumano y criminal ultimátum a la población
árabe para que la desaloje en 24 horas y realizar así una operación de tierra
arrasada con el ingreso de su ejército vengador. Sin duda, Netanyahu disputa a
Putin su liderazgo de terror y muerte en Ucrania, con la pasiva complicidad de
Estados Unidos y la Unión Europea, tan inflexibles con Putin y tan
complacientes con Netanyahu. Sin duda, sumarán otra página más de ignominia en la
sangrienta historia de las democracias coloniales genocidas, traidoras e
impostoras del humanismo que predican en casa, pero niegan criminalmente con una
política exterior ausente de valores y derechos humanos, leal solo a sus
intereses económicos y militares. La geopolítica del terror y los mercados.
[5] https://www2.cruzroja.es/documents/5640665/691578756/PRINCIPIOS.pdf/9483f93c-748a-27dc-9096-1cf4d8a98061?t=1627896739666#:~:text=PRINCIPIO%20DE%20DISTINCION.,civiles%20y%20los%20objetivos%20militares.
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