EL MALENTENDIDO NACIONAL Y
LA NACIÓN MALENTENDIDA
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Hernando Llano Ángel.
Érase una vez un país en el que sus habitantes, desde su nacimiento, no
lograban entenderse. No obstante hablar el mismo idioma, los malentendidos eran
cada vez mayores y más mortíferos. Al parecer, el origen de tan absurda
incomprensión se remontaba al surgimiento mismo de la Nación. Entonces, una radical
división entre dos bandos, Centralistas y Federalistas[1],
frustró su nacimiento y consolidación. Fue un aborto provocado por las
ambiciones de cada bando, que permitió a la Corona española recobrar su
dominio. Tal pareciera que esa división sectaria nos impuso, como un hado
maléfico y una tendencia política inexorable, la imposibilidad de pensar en
términos de unidad nacional. Suficiente sería con recordar la sangrienta
vorágine de las nueve guerras civiles nacionales durante el siglo XIX[2].
El tránsito al siglo XX con la guerra de los Mil días. Luego, aquel 9 de abril
de 1948, que fue mucho más que el magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán, ese
hombre que se reclamaba y encarnaba el pueblo: “Yo no soy un hombre, soy un
pueblo”[3].
EL PAÍS POLÍTICO CONTRA EL
PAÍS NACIONAL
Después de correr ríos de sangre, su magnicidio se transformó en el triunfo
del llamado “País Político” sobre el
“País Nacional”[4],
bajo la fórmula política del Frente Nacional, que instauró el mito incólume del
nacimiento de la democracia. Mito convertido en una mitomanía, pues en realidad
lo que consagró fue la repartición milimétrica, “miti-miti”, del Estado entre
mercaderes y traficantes de lo público, cubiertos con banderas rojas y azules,
que expropiaron sutilmente los derechos políticos, sociales y económicos a las
mayorías nacionales y su libre ejercicio ciudadano. En lugar de un Estado
democrático, el Frente Nacional creó y consolidó un Estado cacocrático[5].
Por eso fue imposible forjar una ciudadanía autónoma y surgieron clientelas y
siervos atados a la burocracia, el asistencialismo y los negocios de los
llamados líderes naturales, rojos y azules. En realidad, más siervos que
ciudadanos, pues cada cuatro años votaban dócilmente por aquel
candidato-presidente que esos líderes ya habían designado en sus conciliábulos
de caballeros. Empezando por Alberto Lleras Camargo (liberal), luego Guillermo
León Valencia (conservador), Carlos Lleras Restrepo (liberal) y Misael Pastrana
Borrero (conservador). Los electores en realidad no elegían, solo ratificaban
lo decidido cada cuatro años por esos caballeros que llevaban la rienda de un
monstruoso corcel llamado democracia. Monstruoso, pues la mayor parte de los 16
años de existencia del Frente Nacional gobernaron bajo estado de sitio y la
abstención fue creciendo paulatinamente, hasta llegar al 61% en 1966. Sólo en
1970 la participación electoral asciende al 49%, cuando se presentó a la
contienda Gustavo Rojas Pinilla, como candidato de la Alianza Nacional Popular
(ANAPO). El País Nacional se sabía y
sentía expropiado y engañado por ese “País
Político” y su democracia de negociantes, que prosperaba indolentemente a
la par de sus ganancias. El malentendido nacional se convirtió en una Nación
malentendida. A tal punto que, cuando el pueblo tuvo la oportunidad de votar
por un candidato diferente al binomio rojo y azul, lo hizo por quien había
interrumpido en 1953 la sangría desatada y azuzada por esos “caballeros” y votó
por el general Gustavo Rojas Pinilla.
FRAUDE ELECTORAL CONTRA LA
ANAPO
Pero su triunfo en las urnas le fue escamoteado por el mismo presidente
Carlos Lleras Restrepo, según el siguiente testimonio de Jorge Téllez[6],
en confesión del expresidente a su Jefe de Prensa, Próspero Morales: “Próspero, esto se ha perdido. No hay nada que hacer, el general ha ganado.
Si, de acuerdo con lo que me han informado, Rojas decide salir uniformado para
iniciar una marcha por las principales avenidas con destino al palacio de San
Carlos, temo que haya un levantamiento, una sublevación, con todas las
atrocidades y derramamiento de sangre que de ella se pueda derivar. No puedo permitir por ningún
motivo la toma del poder por la fuerza”. Años después, en 1974, surgiría el M-19[7]
y su lema de lucha, “con el pueblo, con las armas, al poder”.
Y 48 años más tarde llega a la Presidencia de la República, esta vez con el
pueblo en las urnas, Gustavo Petro Urrego[8],
que para 1974 apenas tenía 14 años. En su discurso de posesión presidencial[9],
casi para concluir, anunció Petro: “Y finalmente, uniré a Colombia.
Uniremos, entre todos y todas, a nuestra querida Colombia. Tenemos que decirle
basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no
quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida”. Sin duda, el mayor desafío y la mayor
urgencia que tenemos todos los colombianos, y que el presidente Petro debería
tener presente en su discurso en la Plaza de Bolívar el martes 14 de febrero,
es convivir democráticamente para superar esta nación malentendida y mortífera
en que millones malviven y miles son asesinados impunemente. Así como también
convendría a esa oposición radical, fanática y cerril, que aspira a convertir a
Colombia en Perú y en su desvarío confunde a Petro con Pedro Castillo, que
tenga presente estas dos reflexiones de líderes liberales y conservadores
clarividentes, que cuando gobernaron no estuvieron a la altura de sus palabras. Alfonso López
Pumarejo: “Si la obra quedó trunca, el edificio inconcluso y frustradas muchas
esperanzas, la culpa fue de quienes no seguimos avanzando y no de las masas,
que instintivamente nos reclamaban nuevas reformas”, en su última
entrevista a El Tiempo, en noviembre 21 de 1959, refiriéndose a sus frustradas
reformas de la “Revolución en Marcha”[10].
Y de Belisario Betancur, en su discurso de posesión presidencial: “He andado una y otra vez por los caminos de
mi patria y he visto ímpetus heroicos, pero también gentes mustias porque no hay en su horizonte solidaridad
ni esperanza. Ya que para una parte de colombianos: La turbamulta les es ajena pues procede de grupos que les son ajenos;
la otra Colombia le es remota u hostil. ¿Cómo afirmar sin sarcasmo la
pertenencia a algo de que están excluidos, en donde su voz resuena con intrusa
cadencia? Y para los más poderosos o los más dichosos ¿a qué reivindicar algo
tan entrañablemente unificador como es la patria, a partir de la discriminación
y el desdén? Hay una relación perversa en la que los dos países se envenenan
mutuamente, y esa dialéctica ahoga toda existencia nacional”. Ya
va siendo hora de superar semejante malentendido nacional y dejar atrás esa
Nación malentendida, excluyente, clasista y racista, que todavía somos, en
lugar de salir a la calle como dos bandos irreconciliables el próximo martes 14[11]
y miércoles 15 de febrero[12].
[1]https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_entre_centralistas_y_federalistas#:~:text=%E2%80%8B%20Este%20recelo%20gener%C3%B3%20una,Congreso%20de%20las%20Provincias%20Unidas.
[4] “En Colombia hay dos países: el país político, que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”, Discurso de Gaitán en el Teatro Municipal el 20 de Bogotá el 20 de abril de 1946.
[6] https://www.elespectador.com/colombia/mas-regiones/la-noche-en-que-lleras-restrepo-reconocio-el-triunfo-de-rojas-pinilla-parte-ii-article-417288/
[9] https://www.cancilleria.gov.co/newsroom/news/palabras-presidente-republica-gustavo-petro-urrego-tomar-posesion-jefe-estado
[10] https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-192/alfonso-lopez-pumarejo-y-la-revolucion-en-marcha
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