DIATRIBA CONTRA EL
ONANISMO DEL MERCADO GLOBAL
Hernando Llano Ángel.
Este
es el momento para intentar una diatriba contra al onanismo del mercado global.
No contra el erótico, quizá el más personal, íntimo y saludable, ahora estimulado
en forma degradada por la pornografía y el machismo. Se trata de una diatriba
contra un onanismo que pasa inadvertido y tiene efectos letales, pues al
contrario del personal es colectivo. Es el onanismo del narcisismo capitalista
y mercadocéntrico, cuya máxima expresión son hoy Norteamérica y China. Es el
onanismo de la inteligencia, las emociones y el espíritu de competencia, que se
proclama universal a través de la tecnología, el mercado y la globalización del
consumo. No por casualidad la pandemia tuvo origen en Wuhan, una de las
metrópolis chinas más industrializadas y modernas, desde donde se diseminó
progresivamente por todo el mundo al ritmo febril de los viajes aéreos
intercontinentales y del intercambio comercial.
La pandemia del
consumo onanista
La
pandemia, pues, está asociada simbióticamente con la red global de
interdependencias económicas, culturales y hedonistas que convierte nuestras
vidas en un onanismo de consumo, donde el principio de placer pretende gobernar
y subordinar el principio de realidad y la misma naturaleza. Para empezar, como
sucedió con Ícaro[1],
COVID-19 nos quitó el placer de volar y está llevando a la quiebra, en caída
libre, a la industria aeronáutica y a las más sólidas aerolíneas
internacionales. De paso, está arrasando con la industria turística, el cine,
el teatro y toda la parafernalia de la imaginación y la fantasía, para no
hablar de los deportes colectivos, sin los cuales quizá no podríamos sobrellevar
el peso agobiante de esta realidad. Lo único que nos falta, para salir de este
onanismo del confort y el consumo que tanto nos seduce, es que internet sea
atacado por un virus cibernético y colapse.
Vida Real Vs Vida
Virtual
Entonces
quedaríamos solos y desvalidos ante el mundo real de las necesidades y
volveríamos a percatarnos que la vida no se agota --para quienes todavía pueden
disfrutarla-- en las cuatro paredes del hogar, sumergidos en las redes sociales,
agobiados por el omnipresente teletrabajo o entretenidos por Netflix. Que la
vida real, la cotidiana de los saludos y los abrazos, de los diálogos y los
malentendidos, del trabajo y el sustento, jamás podrá ser sustituida por la
virtual, que tanto placer individual y evasión social nos brinda.
Constataríamos que la prosperidad y la riqueza de las empresas no es un asunto
tanto de sus propietarios como de los miles de trabajadores que la producen y
de los millones de consumidores que las dinamizan y afianzan. En una palabra, que
la vida y la salud de todos y todas, que la vida colectiva y pública, no sólo
es mucho más importante que nuestro placer onanista, sino que dependemos de esa
inmensa y compleja red de semejantes y diversos para sobrevivir y darle un
sentido a nuestras vidas. Que sin la vida pública, regulada por un Estado que
protege y valora la dignidad y salud humanas, como una expresión más de la
naturaleza, no podremos seguir existiendo. En fin, ya va siendo hora de que
reconozcamos que la era antropocéntrica quedó atrás y que no podemos continuar
viviendo en el onanismo consumista que subordina todo a nuestro principio de
placer desbordado, estimulado por la publicidad y la codicia insaciable de
mercaderes y banqueros. Que bastó un impredecible, contagioso y letal virus para
desajustar todas nuestras vidas y reorientar nuestras prioridades como especie,
relegando la libertad, el placer y la productividad a un segundo plano.
¿The market first or
Laudato Si?
Por
eso, el onanismo más peligroso en la actualidad es el que se reviste con la
credencial del nacionalismo, denomínese
America first o Market first, que proclama la reactivación de la economía y del
mercado por encima de la salud y la vida. De alguna manera, este onanismo
mercadocéntrico tiene su máxima encarnación en Trump y su obsesión por
demostrar que el “virus chino” fue creado en un laboratorio de Wuhan, como arma
biológica para ganar la guerra comercial contra Estados Unidos. Pero, sobre
todo, en los cientos de miles de sus seguidores que airados en calles, plazas
públicas y hasta en el Capitolio del estado de Michigan, algunos portando
armas, proclaman la libertad individual como un derecho sagrado, intocable e
ilimitable, exigiendo el fin inmediato de las medidas públicas sanitarias que,
hasta la fecha, medianamente han contenido la propagación incontrolable del
virus. De imponerse esta tendencia libertaria (¿o liberticida?) y
mercadocéntrica, sin una rigurosa planeación y regulación estatal de la
reactivación económica, comercial y social, según las características de cada
país y la responsabilidad y autocontrol de sus habitantes, lo que se estimulará
será la extensión ingobernable de la pandemia y el triunfo progresivo de
tanatos sobre eros. Sería una consecuencia paradójica de esta especie de
onanismo global, promovido por el nacionalismo y el consumismo, del cual somos
adictos, porque para la inmensa mayoría primero está su país, el bienestar
familiar y el placer personal. Solo varía la escala de prioridad establecida. Poco
importa la suerte de los demás. Quizá esta sea la cepa política y cultural más
mortal y nos engañamos al señalar al COVID-19 como la máxima responsable de
esta pandemia, cuando en el fondo es producto de nuestro narcisismo
antropocéntrico y hedonismo onanista. De allí, que una de sus expresiones más insólitas
y contradictorias sea el auge de cierta espiritualidad panteísta, adobada con
una idea de castigo divino que supuestamente nos inflige la naturaleza a través
del COVID-19. Pero olvidamos que somos una especie depredadora que está
devorando, al menos desde el Génesis, todo el planeta, aunque el Papa Francisco
nos advierta en su encíclica Laudato si,
con San Francisco de Asís, que debemos alabar al Señor “por la hermana nuestra
madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con
coloridas flores y hierba»[2].
5 comentarios:
Buen comentario Hernando.
Buen comentario Hernando.
Gracias Hernando es una realidad muy bien descrita ante tanta abundancia equivocada de opiniones narcisistas.
Siempre haciendo un buen trabajo con sus escritos, Profe.
Siempre haciendo un buen trabajo con sus escritos y su elocuente forma de poner las opiniones sobre un plano comprensible y compartible, Profe.
At,
Salomé Laverde Gómez.
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