Justo Es Perdonar.
(JEP)
(abril 15 de 2019)
Hernando Llano Ángel.
Y necesario, no solo durante semana
santa, sino en todo momento. De lo contrario, permaneceremos atados al rencor
por el resto de nuestras vidas. Y del rencor al odio hay menos de un paso, como
lo demuestran todos los días en nuestra sociedad connotados líderes políticos que,
lamentablemente lo son, porque encarnan y expresan sin límites ese funesto
sentimiento que alberga en el corazón de millones de colombianos. Un
sentimiento de odio que los puede validar, llegado el momento, a ejercer la
violencia con la mejor buena conciencia, sin remordimiento alguno, puesto que su
líder lo expresó sin rodeos en un par de trinos contra la Minga Indígena y Campesina por persistir en el bloqueo de la vía panamericana:
“El dilema no es masacrar o
firmar, el dilema es autoridad, sensata, firme, que se sienta, con criterio
social o seguir generando malos precedentes que no permitirán voltear la página”.
“Si la autoridad, serena,
firme y con criterio social implica una masacre es porque del otro lado hay
violencia y terror más que protesta”.
No deja de ser curioso que estos
consejos sobre el ejercicio de la violencia por parte de la “autoridad serena” estén
en abierta contradicción con el número 33 del Manifiesto Democrático,
plataforma programática que llevo a Uribe la Presidencia en el 2002, donde
escribió:
“A diferencia de mis años de estudiante, hoy
violencia política y terrorismo son idénticos. Cualquier acto de violencia por
razones políticas o ideológicas es terrorismo. También es terrorismo la defensa
violenta del orden estatal”.
La anterior flagrante
contradicción con sus recientes trinos, bien podríamos llamarla la argucia
mortal de la razón autoritaria, pues con amarga ironía ella misma termina
convertida en terrorismo estatal, como se deduce de su impecable e implacable
silogismo. Paradoja criminal de esa “inteligencia superior”.
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
Ojalá en esta semana santa el
presidente Duque escuche con atención la prédica de Jesús de Nazaret y su
maravilloso legado del perdón, que pronunció desde la agonía de su crucifixión:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, dirigidas a quienes
precisamente descargaban “violencia y terror” sobre su lacerado cuerpo. De lo
contrario, si atiende los consejos de su “presidente eterno” en el ejercicio de
la “autoridad serena” y desoye los de Jesús de Nazaret, tendrá que cargar con
toda la responsabilidad de haber actuado como jefe de un “Estado terrorista”, además
de su eterno remordimiento de conciencia por no haber comprendido el mensaje
político más valioso del cristianismo: la doctrina del perdón. Mensaje que comprendieron
perfectamente estadistas de la talla de Gandhi y Mandela. Este último, después
de haber pasado más de 40 años tras las rejas, afirmó: “El perdón no cambia nada del pasado, pero si el futuro de una Nación”. Lamentablemente el presidente Duque con sus objeciones a la JEP parece no haber entendido nada sobre la justicia y el perdón en sociedades desgarradas por la violencia y el odio. Porque en la JEP no se trata tanto de perdonar a los principales
responsables de crímenes de lesa humanidad y de guerra, puesto que sus penas
serán menores, entre cinco y ocho años, solo si aportan verdad y reparación a
sus incontables víctimas. De no hacerlo, deberán pagar por lo menos 20 años de
cárcel.
“Quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.
Pero para comprender y aceptar lo
anterior se necesita dejar de odiar. Pero sobre todo dejar de pensar y utilizar
a la justicia como una forma de “venganza civilizada”, que ejercen los “buenos”
contra los “malos” o “la autoridad serena” contra los “violentos terroristas”. Una
justicia punitiva sin horizonte de reconciliación. Y para esos “buenos y
virtuosos”, también Jesús de Nazaret dejo formulada una pregunta, cuando iban a
lapidar a la mujer supuestamente adultera: “Quién esté libre de pecado, que
lance la primera piedra”. Seguramente no todos somos igualmente culpables o
pecadores por la ignominia del conflicto armado interno y las diversas formas
de violencia que aún padecen miles de víctimas. Pero sin duda, a todos nos cabe
alguna responsabilidad por nuestra indolencia y pasividad, frente a tanta
injusticia e iniquidad. Especialmente a quienes todavía se dejan manipular por
el odio y la soberbia de unos pocos, que temen asumir sus responsabilidades en
el ejercicio de “la autoridad serena” y ahora legislan recomendado “masacrar
con criterio social”, como en el pasado lo hicieron con los mal llamados
“falsos positivos”, cuyo número preciso de jóvenes de estratos populares
asesinados todavía desconocemos y es competencia de la JEP esclarecerlo. Justo
es perdonar, pero conociendo la verdad y a todos los responsables de la
injusticia perpetrada, para así jamás olvidar y en algo reparar a las víctimas.
Alcance de la JEP
Ya que la justicia, cuando debe afrontar la
investigación de cientos de miles de asesinatos, de millones de desplazados y
despojados de sus tierras, de miles de secuestrados, “falsos positivos” y
desaparecidos, jamás podrá sancionar a todos los responsables, sino
fundamentalmente a los principales determinadores y protagonistas de tales
crímenes. A quienes ejercieron el mando y ordenaron las atrocidades cometidas,
ya sea en la insurgencia o desde el Estado, y no las evitaron por omisión o
complicidad con los directos perpetradores. Y, en estos casos, se le presenta a
la justicia una insuperable paradoja, que expresó así Hannah Arendt, frente al
castigo de la cúpula nazista: “Es muy significativo, elemento estructural en la
esfera de los asuntos públicos, que los hombres sean incapaces de perdonar lo
que no pueden castigar e incapaces de castigar lo que ha resultado ser
imperdonable”. De allí que el perdón sea precisamente sobre lo imperdonable,
como lo precisó Derrida, y como concluyó la pensadora judía: “perdonar es la
única reacción que no reactúa simplemente, sino que actúa de nuevo y de forma
inesperada, no condicionada por el acto que la provocó y por lo tanto libre de
sus consecuencias, lo mismo quien perdona que aquel que es perdonado. La
libertad contenida en la doctrina de Jesús sobre el perdón es liberarse de la
venganza, que incluye tanto al agente como al paciente en el inexorable
automatismo del proceso de la acción, que por sí misma nunca necesita
finalizar» (La Condición Humana,
p.260)
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