Cepeda versus Uribe: el innombrable, lo inefable y lo inadmisible
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- Categoría: Política y Gobierno
- Creado en Lunes, 15 Septiembre 2014 04:30
- Escrito por Hernando Llano,
Un debate inverosímil, donde no se podrá interpelar al acusado ni se podrá preguntar sobre el acusado. Pero un debate donde están en juego los mínimos valores de un Estado de Derecho y la responsabilidad de quienes hacen nuestra historia.
Decisión “salomónica”No cabe duda de que el senador Iván Cepeda tiene un pleito casado con su actual colega el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Pero tampoco hay duda de que la relación eventual entre paramilitarismo y alta política en Colombia es un asunto del mayor interés y prioridad, que por lo mismo debe ser ventilado en el Congreso, como primer foro de nuestra democracia.
También es indudable que la tarea de “control político” por parte del Congreso según quedó prevista en la Constitución se refiere al gobierno y no a los congresistas. Tanto así que el senador Cepeda citó a los ministros del Interior y de Justicia del gobierno Santos, lo cual hicieron notar – ruidosamente- los senadores del Centro Democrático para impedir el debate contra Uribe: “la Ley Quinta, el reglamento del Congreso, no establece que pueda hacerse un debate contra un congresista, y muchísimo menos que puedan llamar a los ministros de un gobierno para enjuiciar a un líder de oposición”.
El mismo Uribe sin embargo, curiosamente se apartó de su bancada para sumarse a los otros 31 senadores que votaron a favor del debate y había dicho en varias ocasiones que pondría la cara. Más adelante insinuó que no estaría presente y aprovechó 18 minutos de la sesión plenaria para negar sus vínculos con los paramilitares, sin que el debate de “control” hubiese tan siquiera comenzado.
Mientras tanto sus compañeros de bancada recusaron al senador Cepeda ante la Comisión de Ética por el hecho de que este congresista había denunciado penalmente a Uribe y era su enemigo (¡como si fueran los amigos quienes deben montarle a uno los debates!). Y entonces vino la decisión salomónica: la Comisión de Ética concluyó que el debate contra Uribe se puede adelantar….sin referirse a Uribe, porque resulta que “el artículo 245 de la Ley Quinta exige que las observaciones o las preguntas sean de contenido general” es decir, según estos juristas, impersonal o abstracto o sin identificar los responsables de las acciones que se están controlando. Y la plenaria del Senado ratificó este fallo salomónico.
Bajo estas condiciones el debate que promueve Cepeda sobre la relación entre la política y el paramilitarismo, esa funesta simbiosis entre el crimen y la política que gravita en forma condicionante y determinante sobre el Estado y la sociedad colombiana durante por lo menos los últimos 30 años, parece que hay protagonistas innombrables, como sucede con el exgobernador, expresidente y hoy senador Álvaro Uribe.
El Senador por el Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez. Foto: Wikimedia Commons |
Desde luego, lo esencial en el debate no es un nombre, sino la responsabilidad política de un hombre, Álvaro Uribe, quien siendo gobernador de Antioquia, entre 1995 y 1997, al menos por omisión en el cumplimiento de sus funciones, permitió que grupos paramilitares cometieran 939 asesinatos de civiles, según lo reporta el Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP)[1].
Lo inefable es que esa macabra cifra fuera en ascenso durante su administración, pues en 1995 comenzó con 143 ejecuciones extrajudiciales, en 1996 aumentó a 357 y en su último año concluyó con 439 víctimas mortales. En total, como dije, 939 víctimas mortales.
Pero más inverosímil aún es que el gobernador Uribe, en reconocimiento a la labor del entonces Comandante de la 17 brigada militar de Apartadó, General Rito Alejo del Río, lo haya condecorado y además llamado el “Pacificador de Urabá”.
Sin duda, para el innombrable no existe lo inefable, pues en el homenaje que junto a Fernando Londoño Hoyos promovió en el Hotel Tequendama el 29 de abril de 1999, en rechazo a la destitución del general, expresó que "Fue un general extraordinario y lo han tratado de la manera más atroz en que se puede tratar a un héroe nacional”; y agregó que “El General y sus soldados trabajaron para contener a los violentos con una intensidad sin antecedentes. Nadie mejor que el General del Río comprendió que a Urabá había llegado la hora de la paz, el Estado, la ciudadanía, y a fe que avanzó notablemente. En todas partes estaba presente el acompañamiento discreto y eficaz del general Del Río”.
Lo inadmisible
Precisamente por ese “acompañamiento discreto y eficaz”, el general (r) Rito Alejo del Rio fue condenado a 25 años de cárcel como responsable de la Operación Génesis realizada en febrero de 1997, donde fue asesinado el campesino Mariano López Mena. Hoy el general (r) Del Río está pagando su condena en las instalaciones de la Policía Militar 13 en Bogotá, donde prácticamente sigue siendo el rey, como se deduce de estos audios divulgados por semana.com. Sin embargo, este tipo de recuentos y discursos del innombrable, como el pronunciado en el hotel Tequendama, no podrán ser citados por el Senador Cepeda en su debate.
Por eso estamos más allá de lo políticamente inefable. Estamos en el ámbito de lo política y éticamente inadmisible, pues de realizarse el debate en esas circunstancias, se estaría corroborando la célebre sentencia de Sartre, según la cual “Nada hay tan respetable como una impunidad largamente tolerada”.
Impunidad que cubre todo el proceso de la ley 975 de 2005 y la desmovilización de los paramilitares, como lo acaba de reconocer Ernesto Báez en declaraciones para El Espectador al afirmar que “Nosotros seguimos aspirando a decir cosas que no se han dicho. Pero tenemos la sombra del verdugo con la espada permanente sobre el cuello. Por ejemplo, mientras el Inpec esté en manos de la Policía, no podemos denunciar lo que pasó con la Fuerza Pública”. Y agregó: “El coronel Leonardo Ortiz, siendo subdirector del Inpec, se sentó aquí el 1° de diciembre de 2007 y nos dijo: ‘Ustedes están haciendo el papel de traidores. No hay derecho a que le estén haciendo esto al Ejército colombiano, que tuvo tanta cercanía con ustedes. Eso es una traición’. Y entonces cómo contamos la verdad así. Es que nosotros no nos sentamos con un enemigo a negociar. Se negocia entre enemigos. Fue una negociación entre amigos desleales”. Concluyendo que: “A nosotros se nos quiso como a las barraganas, como a las mozas, en la oscuridad de la noche. El Estado participó del conflicto defendiendo intereses de privilegiados. El paramilitarismo salió ileso tras la desmovilización de las autodefensas”.
Y lo más inadmisible, es que sea precisamente dicho innombrable quien exija una paz sin impunidad, con condenas ejemplares y políticamente inhabilitantes para todos los comandantes de las FARC. Comandantes que han empezado a reconocer sus responsabilidades políticas en las atrocidades cometidas en esta guerra degradada y quienes, dicho sea de paso, son identificados con nombres propios todos los días y por todos los medios.
Pero mientras en nuestra sociedad los responsables de tanta ignominia sigan eludiendo la cuota que en ella les corresponda –como en el caso del innombrable- por acción u omisión, nunca será posible la reconciliación nacional. Y mucho menos cuando millones de ciudadanos los respaldan, porque consideran que hay una “violencia legítima”, aquella que defiende sin límites sus derechos y privilegios, con brutal desprecio por la dignidad de todos, independientemente de su condición social, identidad étnica, proyecto político u opción sexual. A propósito del lema de la reciente semana por la paz, el senador Uribe debería ser capaz de aceptar ser llamado por su nombre en el debate que se avecina. De lo contrario le convendría abandonar el Senado, pues allí nadie responde al nombre de Álvaro Uribe Vélez.
* Politólogo de la Universidad Javeriana de Bogotá, profesor Asociado en la Javeriana de Cali, socio de la Fundación Foro por Colombia, Capítulo Valle del Cauca. Publica en el blog: calicantopinion.blogspot.com.