lunes, noviembre 02, 2009

DE-LIBERACIÓN
Octubre 31 de 2009
(http//:calicantopinion.blogspot.com)
¿Un Estado de opinión putrefacto o una opinión en estado de putrefacción?

Hernando Llano Ángel.
Es tal el cúmulo de escándalos de corrupción que se amontonan en la vida política nacional, que bien vale la pena preguntarse si la putrefacción es la esencia del famoso Estado de opinión proclamado por el presidente Uribe o, quizás suceda lo contrario, y dicho Estado sea la expresión más fiel de una opinión putrefacta, que convalida sin ningún escrúpulo el escándalo de cada nuevo día. Es probable que un asunto tan estrechamente relacionado con la esencia de nuestro régimen político, irrigado desde la Violencia hasta nuestros días con la sangre y el sudor de muchos para la fecundidad y la riqueza de unos pocos, no se pueda plantear bajo esa falsa disyuntiva. De alguna forma la realidad actual es el producto más logrado de la conjunción de ambas dimensiones. Un Estado de opinión tan descompuesto tiene su sustento en una opinión putrefacta, que no merece el calificativo de ciudadana.

Vidas desechables y dineros sagrados

Una opinión para la cual la corrupción de Agro, Ingreso Seguro es más intolerable que aquella que ha engendrado los “falsos positivos”, cuya matriz es la intocable y “exitosa” política de “Seguridad democrática”, es una opinión tanática y putrefacta. Una opinión que considera que la vida de jóvenes citadinos y de campesinos anónimos no tiene casi valor, pues su crecimiento desbordado y marginal los convierte en materia desechable y también reciclable. Lo saben bien todos los reclutadores de la muerte, que tanto ganan con la guerra. Empezando por aquellos que en nombre de la paz invierten millones de dólares en la remodelación de Bases Militares e invocan la Patria para simular soberanía y violar la Constitución. Continuando con los soldados campesinos que son inmolados como héroes de la patria o los campesinos guerrilleros desmembrados y desaparecidos como terroristas apátridas. Hasta aquellos cientos de miles que son desplazados y oficialmente declarados migrantes, según la cínica semántica de una obtusa inteligencia oficial. Pero los anteriores costos son insignificantes y colaterales, pues la inversión de capital nacional e internacional ha crecido exponencialmente y la seguridad se ha recuperado en todas las carreteras, aunque ellas cada día sean menos transitables. En contraste con la anterior minusvalía de la vida pobre, el dinero de los impuestos es sagrado y no se puede tolerar que continúe irrigando en forma irreversible los ubérrimos predios de la agroindustria dedicada a los biocombustibles. El Ministro de agricultura debe ser censurado y destituido.

Por el contrario, quien fuera ministro de defensa, Juan Manuel, como un santo varón, se convierte en precandidato presidencial y en digno heredero de los éxitos y también crímenes de la “seguridad democrática”. Es la inversión absoluta de la vida y sus valores de libertad y dignidad, subordinados a los imperativos del mercado y la seguridad de sus codiciosos inversionistas. Es la corrupción irreversible del Estado, anunciada en forma premonitoria y precisa en los siguientes términos, casi ministeriales, por José Vicente Castaño, en su fallida transición de comandante de las AUC a empresario exitoso, en una entrevista concedida a la revista Semana en junio de 2005: “En Urabá tenemos cultivo de palma. Yo mismo conseguí los empresarios para invertir en esos proyectos que son duraderos y productivos. La idea es llevar a los ricos a invertir en ese tipo de proyectos en diferentes zonas del país. Al llevar a los ricos a esas zonas llegan las instituciones del Estado. Desafortunadamente las instituciones del Estado sólo le caminan a esas cosas cuando están los ricos. Hay que llevar ricos a todas las regiones del país y esa es una de las misiones que tienen todos los comandantes.” Sin duda, el espíritu que inspira la política de Agro, Ingreso Seguro.

La putrefacción del Estado de opinión

Es la putrefacción del Estado como consecuencia lógica de la máxima corrupción de la política: su reducción a una guerra sin más horizonte que la muerte o la derrota del contrario. La llamada guerra contra el narcoterrorismo. A partir de entonces incluso la naturaleza es convertida en mortífera enemiga. Ella es “la mata que mata”. Debe ser fumigada con glifosato, expoliada e incluso exterminada. Y sus pobladores, cultivadores y comercializadores, convertidos en “culebras y sabandijas”, según la opinión presidencial, deben ser bombardeados, interceptados, capturados y extraditados hasta su rendición o aniquilación total. Para ello se dotará a siete Bases Militares colombianas de sofisticados dispositivos de inteligencia y se contará con un contingente de sacrificados militares y técnicos norteamericanos, expertos en la “mata que mata”, por un período de al menos 10 años. Incluso aquellos que pongan en duda el triunfo ineluctable del “Estado de opinión” sobre el peligroso estado de naturaleza y sus depredadores, serán sometidos a un tratamiento preventivo y reeducados bajo la asesoría científica del Psiquiatra y filósofo Luis Carlos Restrepo, conocedor como pocos de los efectos mortales de la “fruta prohibida”. En caso de no surtir efecto tal tratamiento, los apátridas serán extraditados a Estados Unidos, aunque allí oficialmente se empiece a considerar el asunto de la guerra contra las drogas como una derrota cumplida, pues el verdadero enemigo lo tienen en casa y se llama extra-adicción. Una forma más personal y sofisticada de putrefacción del espíritu y el sueño americano, el cual obviamente no puede ser fumigado con glifosato, pues su alto contenido tóxico y letal afectaría grave e irreversiblemente la salud del pueblo norteamericano.

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