miércoles, agosto 08, 2007

CALICANTO
(Agosto 8 de 2007)
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Uribe y Moncayo: más allá de las víctimas y los verdugos.

Hernando Llano Ángel.

Para representar el mayor drama y la más dolorosa tragedia que vivimos como sociedad, el escenario no podía ser más adecuado: las escalinatas del Capitolio y la plaza de Bolívar. Los protagonistas más indicados: el presidente Uribe y el profesor Moncayo. Ningún lugar más significativo y ninguna hora más apropiada: ambos protagonistas expuestos a la luz pública, justo al medio día, bajo una claridad meridiana, como para que nada quedara oculto. Detrás de ellos los símbolos de un poder pétreo e insensible, fatuo e impotente: el Congreso y la Casa de Nariño. Frente a ellos un poder civil disperso y exaltado, representado por una multitud polarizada, dividida entre las rechiflas y los aplausos, según el sentido y el tono de las intervenciones de Uribe y Moncayo. Y como telón de fondo, el Palacio de Justicia, un convidado de piedra, que apenas ahora empieza a afirmar su existencia, después de veinte y dos años de haber renacido de las cenizas. Pero no han transcurrido en vano estos veinte y dos años en que la alucinación guerrillera, sumada a la prepotencia presidencial y la revancha militar desaparecieron a la justicia. Parece que está llegando, muy lenta y extemporáneamente, la hora de la verdad y la justicia, al menos para las víctimas del Palacio que fueron torturadas y desaparecidas en nombre de la “democracia”, según la célebre expresión del Coronel Alfonso Plazas Vega.

Así como también ha llegado, desde el sur profundo, con su paso lento y firme, el profesor Moncayo, para contarnos a todos unas cuantas verdades de vida, dolor y dignidad. Palabras que lamentablemente su principal destinatario, el presidente Uribe, no escuchó y mucho menos comprendió, por ser rehén de un poder autista y narcisista, incapaz de reconocer voces diferentes a las del mando y la obediencia. Palabras que tampoco fueron atendidas por las FARC, extraviadas en la manigua de la violencia y sordas a cualquier eco de política, pues parecen haber quedado aturdidas por el fuego de sus armas. Pero las palabras del profesor Moncayo no han caído al vacío. Están resonando en las mentes y corazones de miles de colombianos, que nos rehusamos a ser víctimas y mucho menos a convertirnos en cómplices de verdugos, así sea en nombre de coartadas oficiales como la seguridad democrática o estratagemas guerrilleras como la paz. Coartadas y falacias que han terminado siendo objetivamente criminales, así pretendan legitimarse bajo un discurso político, totalmente degradado y negado por sus respectivas acciones de guerra, destrucción y muerte.

En cambio las palabras y acciones del profesor Moncayo son la mejor expresión de la política y la más rotunda negación de la guerra. De la política que sólo empieza con el reconocimiento del contrario, en lugar de la obsesión por su derrota, humillación o aniquilación, en la que están mutuamente empeñados el Presidente y las FARC, sin considerar el número de víctimas civiles que cause semejante obcecación belicista. Porque en medio de este pulso a muerte, los civiles somos carne de cañón y piezas de negociación. Por eso el profesor Moncayo tiene toda la razón cuando dice que “estamos en medio de ese juego politiquero entre el gobierno y las FARC” y nos han convertido en “la pelota de juego, donde han sacado mayor provecho posible”. Por eso ya va siendo hora de dejar de comportarnos como víctimas y empezar a actuar como ciudadanos. Es el momento de acompañar al profesor Moncayo y forzar al Gobierno y las FARC para que se reconozcan políticamente y no se degraden más militarmente. Para que actúen políticamente en forma responsable y dejen de ser militarmente incompetentes, al poner cada día en mayor riesgo de muerte a los civiles y los secuestrados. Porque si algo va quedando claro en esta guerra degradada es que más bajas de civiles causa el fuego amigo, que el combate entre enemigos.

También tiene toda la razón Moncayo cuando le dice al Presidente que “la presencia del Estado no necesariamente se debe a la fuerza pública. Un maestro es presencia del Estado aquí y en cualquier parte. Una enfermera es presencia del Estado”. Pero sobre todo tiene razón cuando señala que como “docente nosotros enseñamos los principios, los valores. Nosotros enseñamos a nuestros estudiantes el respeto. Pero tristemente en menos de un año le cambian esa mentalidad, los convierten en soldados profesionales, en policías…cuando les dicen: aquí tienen que aprender a disparar al blanco. Y el blanco es enseñarle a matar y eso es lo que no comparto.” Tiene toda la razón, porque las autoridades estatales están para proteger la vida y garantizar el ejercicio de los derechos que hacen posible la dignidad de todos, no para garantizar en primer lugar la seguridad de los inversionistas y la estabilidad de sus ganancias, como lo pregona el presidente con su política de orden público, en nombre de la cual termina fustigando a quien no la apoya y degenera en una incitación al odio público que divide a los colombianos entre “paraguerrilleros o paramilitares”. Por eso en la plaza de Bolívar el Presidente respondió: “Espero que cuando me dicen paramilitar a mí, no sea con el animo de que imperen las FARC en Colombia.” Justamente este falso dilema, que no nos deja otra opción que alinearnos en algún bando de los verdugos, es el que ha resuelto el profesor Moncayo al invitarnos a pensar, actuar y movilizarnos como ciudadanos, exigiendo al Gobierno y las FARC que realicen el acuerdo humanitario. La paz y la libertad sólo las alcanzaremos con valor ciudadano, no gracias a las concesiones de los verdugos y mucho menos con el sacrificio de más víctimas. Razón tenía Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar.” Es hora de acompañar al profesor Moncayo y no abandonarlo, sólo así no seremos víctimas o verdugos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Definitivamente hay que estar a favor de la legimitidad y de los valores publicos, hay que estar de lado del presidente. Me decia mi hija de 17 años, papi hay que "humanizar la guerra", y le dije LA GUERRA NUNCA SERA HUMANIZADA, las guerras son guerras y gana el mas inteligente o el mas fuerte o la combinacion de ambos. es muy poetico en un nivel de guerra pedir humanizacion, ahora donde estamos no cabe mas que lo expuesto por el presidente, se debe DERROTAR A LAS FARC. cada vez que se den signos de paz, se tomara como debilidad del otro y hara lo que ha venido haciendo las FARC, no queda sino que el pueblo sigamos apoyando al presidente y determinos acabar con las FARC.