viernes, agosto 03, 2007

CALICANTO
(Agosto 1 de 2007)

Elecciones en el Valle y Cali: Entre tumbas inciertas, urnas vacías y ciudadanía incrédula. (II)

Hernando Llano Ángel.[1]

En el caso del Valle del Cauca y Cali, el panorama es bastante incierto y lleno de sombras, quizá por ello lo que predomina en la ciudadanía es la indecisión e incredulidad en la honestidad y competencia de los aspirantes. En efecto, según la encuesta de opinión realizada por Invamer entre el 9 y 12 de Julio, publicada por El Tiempo el domingo 15, en Cali el 27.6% de los entrevistados no han decidido por quien votar y el 8.7% manifiesta que lo hará en blanco. Para contrarrestar esta tendencia abstencionista y de incredulidad ciudadana en las elecciones, organizaciones cívicas como la Unidad de Acción Vallecaucana y empresariales como la Cámara de Comercio, además de firmas raizales como Carvajal y del sector azucarero, están promoviendo intensas y claras campañas de responsabilidad ciudadana frente a la elección de los próximos gobernantes regionales y locales. Al respecto, la abstención en Cali ha venido aumentado en forma progresiva desde el 54% en 1997, pasando por el 61% en el 2000 hasta llegar al 63% en las pasadas elecciones del 2003.

El próximo 28 de Octubre ese 36.3% de ciudadanos incrédulos será decisorio, pues el candidato hasta ahora con mayor opción, Kilo Lloreda, sólo tiene el 22.9% de intención de voto. Porcentaje incluso inferior a la suma del empate en intención de voto que tienen quienes le siguen: Bruno Díaz y Jorge Iván Ospina, cada uno con el 13%, siendo ambos representativos de sectores de izquierda que eventualmente se pueden sumar y expresan una posición política y social antielitista. Posición elitista muy bien encarnada por Kiko Lloreda, derrotado en las dos últimas elecciones en gran parte por su alcurnia familiar, convertida en estigma, frente a candidatos de raigambre popular como Jhon Maro Rodríguez y el destituido Apolinar Salcedo.

Pero si en Cali la situación es incierta, en el Departamento es aún mayor, al punto que todavía no se perfilan quienes serán los candidatos que llegarán hasta el 28 de Octubre. Ya está claro que Francisco Murgueitio es el candidato del Partido Conservador, pero no hay nada seguro frente a los aspirantes de las otras fuerzas políticas, fuera de su debilidad electoral frente a quien aparece como una amenaza y hasta un enigma político: el joven concejal Juan Carlos Abadía, que cuenta con enormes recursos económicos para el desarrollo de su campaña y con el estigma de ser hijo del ex senador liberal Carlos H Abadía, condenado en el famoso proceso 8.000. Además está apoyado por el senador Juan Carlos Martínez, de Convergencia Ciudadana y antes líder del Movimiento Popular Unido, fundado por el ex senador Abadía, del cual también hizo parte Miguel de la Espriella Burgos, hoy procesado por concierto para delinquir con grupos paramilitares.

Para oponerse al eventual triunfo de Juan Carlos Abadía, la senadora Dilian Francisca Toro del Partido de la “U” y el representante Roy Barreras, de Cambio Radical, están promoviendo la definición de un mecanismo que permita escoger un candidato único, bajo la bandera de una “Alianza Social por la Vallecaucanidad”. De esta forma se contrarrestaría la dispersión de votos entre los actuales precandidatos, Orlando Riascos, del PDA; Edinson Delgado del Partido de la “U”, María del Socorro Bustamente del Partido Liberal; Miguel Motoa Kuri, por Cambio Radical; Alejandro De Lima y Francisco Lamus como candidatos independientes y Francisco Murgueitio por el Partido Conservador. Más allá del resultado de dicha táctica electoral, lo que se evidencia es la profunda fragilidad del sistema de representación partidista en el Valle y la amenaza que para el liderazgo electoral de la senadora Toro representa Juan Carlos Abadía.

Pero también para el destino del Valle del Cauca la incertidumbre es mayor, pues no aparece en el horizonte ninguna organización política capaz de heredar la gestión de Angelino Garzón, toda vez que la opción de Orlando Riascos es electoralmente muy débil, aunque políticamente aparezca como el más indicado para garantizar y afianzar la continuidad de dichas políticas sociales.

Y si al anterior panorama se suma la enorme amenaza que representa la criminalidad organizada en el Departamento, con ejércitos privados como los “Machos” y los “Rastrojos”, de los temibles narcotraficantes Diego Montoya y Wilber Varela; la sensación de orfandad y vulnerabilidad a que están expuestos los políticos después de la matanza de los once ex diputados y la inestable situación de orden público en Buenaventura, tenemos uno de los escenarios político-electorales más difíciles e inciertos en una de las regiones de mayor importancia estratégica para la economía nacional. Por estas circunstancias, cada vez dependerá más de la tutela del Presidente y de la asistencia del Gobierno Central. Tutela que seguro será determinante en los resultados electorales del 28 de Octubre, tanto en la capital como en el Departamento, para así garantizar el Presidente ese firme margen de gobernabilidad que requiere su política de seguridad democrática, gravemente cuestionada y desafiada por las FARC en la región.



[1] Profesor Asociado del Departamento de Ciencia Jurídica y Política de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.

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