DEL PLEBISCITO A LA
CONSULTA POPULAR (III)
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/del-plebiscito-a-la-consulta-popular-iii/
https://elpais.com/america-colombia/2025-03-31/del-plebiscito-a-la-consulta-popular-iii.html
Hernando Llano Ángel.
Más
allá de todas las vicisitudes y obstáculos que deberá superar la aprobación de
la Consulta Popular (CP) en el Senado, vale la pena reflexionar sobre algunas
de las principales paradojas que dicho trámite encierra.
Primera Paradoja
La
primera, sin duda, es que siendo un mecanismo que nos permitiría a todos los
ciudadanos y ciudadanas decidir directamente sobre asuntos vitales, como el
trabajo y su justa remuneración, ahora esa misma CP dependerá de la
autorización de sus preguntas en el Senado. Esto significa que nuestra voluntad
ciudadana, supuestamente libre y soberana, en realidad se encuentra subordinada
a la decisión de los senadores, en quienes solo cree el 10 por ciento de los
ciudadanos, según la encuesta de Cultura Política del DANE del 2023[i].
Congresistas sin
credibilidad ciudadana
Es
comprensible que los congresistas tengan tan baja credibilidad, pues desde hace
34 años nos están debiendo el Estatuto de Trabajo que ordena el artículo 53 de
la Constitución Política. Un Estatuto que deberían haber expedido, pero no lo
han hecho porque son personeros del “País Político” y solo corren a reajustar
cada año sus honorarios, sin la más mínima consideración y respeto por los
trabajadores del “País Nacional”. Según
dicho artículo, el Estatuto del Trabajo deberá garantizar: “Igualdad
de oportunidades para los trabajadores; remuneración
mínima vital y móvil, proporcional a la cantidad y calidad de trabajo;
estabilidad en el empleo; irrenunciabilidad
a los beneficios mínimos establecidos en normas laborales; facultades para
transigir y conciliar sobre derechos inciertos y discutibles; situación más favorable al trabajador en
caso de duda en la aplicación e interpretación de las fuentes formales de
derecho; primacía de la realidad sobre formalidades establecidas por los
sujetos de las relaciones laborales; garantía
a la seguridad social, la capacitación, el adiestramiento y el descanso
necesario; protección especial a la mujer, a la maternidad y al trabajador menor de edad”. Algunos
de esos principios seguramente serán presentados como preguntas en la Consulta,
siempre y cuando el Senado en pleno apruebe la CP.
Segunda Paradoja
De
no hacerlo, entonces estaríamos frente a la segunda y más grave paradoja, la
inexistencia de la llamada democracia directa o participativa, pues los
ciudadanos no podríamos participar en la CP y se nos arrebataría el derecho a
decidir. Nada menos que el derecho al ejercicio de nuestra soberanía reconocida
en el artículo 3 de la Constitución. A decir verdad, esa paradoja la origina ese
mismo artículo al prescribir que “el
pueblo ejerce su soberanía en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución
establece”. Y los congresistas, como representantes nuestros,
decidieron mediante la ley estatutaria 1757 de 2015 que la CP solo podría
realizarse si la convocatoria era aprobaba por el Senado, según su artículo 20,
ordinal d. En conclusión, la tan celebrada y elogiada democracia directa
termina siendo un apéndice de la democracia representativa, pues todos los
mecanismos de participación ciudadana están subordinados a las decisiones y
actuaciones de nuestros representantes. Por eso, esta CP la propone y presenta
el presidente Petro, con la firma de todos sus ministros, al Senado en pleno. Ya
lo habían hecho antes el presidente Uribe con su fracasado referendo
constitucional y Santos con el malogrado Plebiscito del Acuerdo de Paz. Incluso,
el referendo contra la corrupción, con firmas ciudadanas, también fracasó,
salvo la norma sobre la contratación pública, pues las demás disposiciones no
alcanzaron el umbral exigido por dicha ley, mínimo el 25 por ciento del censo
electoral entonces vigente. Los anteriores son antecedentes que auguran un
incierto resultado a la CP, si se llegare a realizar, pero también expresan la
tercera y quizá más sorprendente paradoja: las limitaciones de la soberanía
popular y la precariedad del llamado constituyente primario.
Tercera Paradoja
Sin
duda, es inevitable la limitación de la soberanía popular, pues la democracia
no tolera un soberano absoluto, fácilmente manipulable por líderes carismáticos
que se arrogan esa voluntad popular, hablan y deciden en nombre de toda la
Nación y casi siempre terminan arruinándola o destruyéndola. Lo hicieron en el
pasado Hitler, Mussolini, Stalin y son una amenaza en el presente, tanto en el
norte de nuestro continente (Trump), en Centroamérica (Ortega y Murillo), en
nuestra frontera (Maduro), en Europa (Orbán), Rusia (Putin), y Oriente Próximo
(Netanyahu). En todos esos casos, paradójicamente, en nombre del pueblo, su
soberanía y seguridad se escribe, revisa o niega la historia, como trágica y
brutalmente sucede hoy en Palestina. Lo insólito es que la materia prima y la víctima
propiciatoria de tales “epopeyas” siempre sea el constituyente primario. Que,
en la realidad, tiene muy poco de constituyente y demasiado de primario, pues
es relativamente fácil manipularlo y atemorizarlo, exacerbando sus prejuicios,
odios y miedos mediante el uso de las redes sociales, los algoritmos y ahora la
IA. Entonces, sale a votar “verraco” y los resultados terminan siendo, por lo
general, frustrantes o desastrosos para el propio constituyente primario, como el
Brexit en Gran Bretaña y el plebiscito del Acuerdo de Paz entre nosotros. Quizá
ello suceda porque como constituyentes primarios somos muy precarios y hasta
impotentes, sin embargo, nos creemos más racionales, preparados y autónomos de
lo que realmente somos. Pero, sobre todo, porque tenemos la certeza de que quienes
nos representan son unos impostores incompetentes, salvo contadísimas excepciones,
que viven a costa de nuestro trabajo, necesidades, frustraciones e ilusiones y
casi nunca cumplen sus funciones “consultando la justicia y el bien común”,
como les ordena el artículo 133 de la Constitución Política.
Reinvención de la
democracia o catástrofe planetaria
Por
eso la democracia representativa, que es la realmente existente, está agónica y
cada vez más desprestigiada en todo el mundo. Según reciente sondeo del
Latinobarómetro, en Colombia la insatisfacción es del 80 por ciento, solo
superada por Perú (91%), Ecuador (87%), Venezuela (84%) y Panamá (83%)[ii]. Entonces, creemos ilusamente que la podemos
salvar, hasta sustituir y reemplazar con la fantasmagórica democracia directa,
como sucedió durante la “primavera árabe”, los indignados en España, los ocupas
en Estados Unidos y hasta el estallido social en nuestro país. Pero el asunto
es mucho más complejo y de largo aliento. Es un desafío histórico que nos exige
a todos reinventar la democracia y ello comienza por nuestra formación y
responsabilidad ciudadana y la de por lo menos cuatro generaciones más, capaces
de disputar el sentido de la vida pública y la dirección de los Estados a la
nueva clase de cleptócratas tecnológicos (Musk, Bezos, Zuckerberg) que roban y
manipulan la voluntad ciudadana junto a soberbios cacócratas autocráticos al
mando del Estado (Trump). Abundan en la actualidad y gobiernan como mercaderes
de los bienes públicos, desmantelan Estados, devastan el planeta, rearman sus
huestes aumentando el despilfarro del gasto militar y ordenan impunemente
crímenes de guerra. Lo hacen porque en su Hybris han perdido toda noción del
derecho internacional, de la dignidad humana, la sacralidad de la vida y
libertad de los pueblos, pero sobre todo porque olvidan la fragilidad perenne de
lo existente, comenzando por la estulticia de ellos mismos y sus delirantes
metas.
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