IVÁN DUQUE: UN PRESIDENTE FUNÁMBULO Y SONÁMBULO
(septiembre 22 de 2019)
Hernando Llano Ángel
Nada más parecido al ejercicio
del poder presidencial que el oficio de funámbulo. Su mayor destreza, como la
del funámbulo, es sostenerse en la cuerda tensa o floja de los acontecimientos que desafían su
gobernabilidad, sin caer aparatosamente al vacío y perder por completo su
imagen y control de la situación. Es todo un arte sostenerse, utilizando el
balancín, unas veces a la derecha, otras a la izquierda o, asiéndolo firme en
el Centro Democrático, para sortear así
todas las ventiscas y los graves conflictos que lo asedian y amenazan. Claro
que en el caso del presidente Duque la proeza es todavía mayor, porque
realmente debe compartir el balancín con quien él denomina el “presidente
eterno”, quedando así él mismo convertido en un “presidente interino”, parecido
a Guaidó. Ambos son excelentes equilibristas en las cuerdas flojas de la
simulación, desmesurados en la retórica e incompetentes en la acción. Quizá de allí proceda la admiración de Duque
y su enorme solidaridad con Guaidó y su entorno, tan semejante al que ha
acompañado durante muchos años al “presidente eterno”. Pero, más allá de estas
coincidencias, nada fortuitas, hay que reconocer que ambos, tanto Duque como
Guaidó, son buenos equilibristas, así necesiten de tantos padrinos para
maniobrar el balancín y no caer al vacío. El problema es que sus padrinos, en
lugar de ayudarlos a transitar con seguridad y destreza, lo que están haciendo
es ponerlos al borde del abismo. No les permiten avanzar y cruzar la cuerda
tensa de dificultades que enfrentan, gobernando con autonomía y seguridad. En
lugar de ello, los atan a sus odios y temores. En el caso de Duque, ello es
evidente dada su incapacidad de asumir por cuenta propia el mayor desafío y
también la mejor oportunidad que tiene para gobernar democráticamente, cumpliendo
cabalmente el Acuerdo de Paz. En lugar de hacerlo, se ha empeñado en torpedear
el Acuerdo con su estribillo de “paz con legalidad”, formulando objeciones a la JEP y reduciendo el
presupuesto de funcionamiento a la Comisión de la Verdad. Lo que no le impide,
en una maniobra funambulesca, aparecer ante la comunidad internacional como un
obsecuente promotor de su cumplimiento. En cuanto a Guaidó, la dependencia
existencial de Trump y el sectarismo visceral contra Maduro, le impiden actuar
con independencia y sensatez, quedando como un funámbulo a punto de caer de la
cuerda floja que le ha tendido la comunidad internacional.
Sonámbulos del poder
Pero lo más grave es que ambos
son sonámbulos del poder y deambulan con los ojos cerrados por sus propios
recintos y fantasías gubernamentales, incapaces de reconocer la compleja
realidad que los rodea y acecha. Cada uno se inventa, con la ayuda de infinitud
de trapecistas y utileros de mentiras, su propia realidad. Tanto Duque como
Guaidó se creen predestinados a salvar una democracia que solo existe en sus
delirios de “estadistas” y en la portentosa capacidad de los medios de
comunicación para promoverla y proyectarla en la mente de millones de ilusos electores y televidentes, deslumbrados por las luces de neón de periódicas
elecciones que, la mayoría de las veces, no son libres, ni legales, ni
competitivas, ni pacíficas y mucho menos legítimas. En nuestro caso, ya van
“tres candidatos a alcaldías asesinados, siete a Concejos, más de 40 amenazados
y 402 municipios en riesgo de sufrir episodios de violencia política”, según
titula la caratula de la revista Semana en circulación. Pero, para mayor
sorpresa, en sus páginas interiores encontramos un informe especial que todavía
se atreve a preguntar “¿Está en cuidados
intensivos la democracia liberal?”. Como si ella hubiera existido y gozado
alguna vez de buena salud en nuestro país y en la región. Si hubiese sido así,
no se habría necesitado un Acuerdo de Paz que, después de más de cincuenta años
de atrocidades, nos deja una estela superior de 200.000 víctimas mortales, 80.000
desaparecidos y cerca de 8 millones de desplazados, sin que todavía hayamos
podido siquiera reconocer el derecho a la mayoría de campesinos a tener título
de propiedad de su minifundio y mucho menos los demás derechos propios e
inherentes a todo ciudadano: salud, educación, justicia y seguridad. No
obstante lo anterior, el presidente Duque hablará en la próxima asamblea anual
de las Naciones Unidas en nombre de la “democracia más estable y profunda de
América Latina”, proclamará la defensa de la Amazonia y se sumará a la altiva y
digna lucha de Greta Thunberg, sin temblarle la voz para promover el glifosato
y las pruebas pilotos de Fracking en nuestro territorio. Sin duda, un acto
absoluto de sonambulismo, cinismo, irresponsabilidad y demagogia diplomática de
un presidente que se llena la voz hablando de “paz con legalidad”, cuando a su
alrededor se realizan las elecciones más sangrientas de los últimos años y el
triunfo parecen tenerlo asegurado las facciones más corruptas y cercanas al
crimen, como bien lo analiza María Jimena Duzán en su columna “Los que van a ganar”[1],
en la revista SEMANA en circulación. Sin duda, se necesitan funámbulos y
sonámbulos del poder como Duque y Guaidó para gobernar “democracias” que solo
existen en el decorado inverosímil de sus constituciones políticas, obras
maestras de ficción legal y simulación de la realidad. Quizá por ello todavía
la mayoría de ciudadanos no despierta de esta pesadilla y prefiere quedarse en
casa el día de las elecciones, cuando no salir al mercado electoral y vender al
mejor postor su voto, su vida, asegurando una vez más el triunfo de los mismos
con las mismas, en estas tierras del olvido, la ignorancia y la indolencia.
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