Iván Duque: Un presidente delicuescente
Hernando Llano Ángel.
Según el Diccionario de la Real Academia
Española, el adjetivo delicuescente denota un estilo literario y cultural “evanescente,
sin vigor, decadente”. Ad portas de cumplir su primer año en la Casa de
Nariño, el presidente Duque demuestra ser un excelente cultor de dicho estilo
en el ámbito gubernamental. Basta recordar los tres grandes objetivos que nos propuso
a los colombianos en su discurso de posesión presidencial, resumidos en el
acrónimo LEE: Legalidad, Equidad y Emprendimiento.
Un presidente que no lee a Colombia.
Por la forma como los ha venido
cumpliendo, uno duda sobre su competencia para leer a Colombia y empieza a
sospechar que estamos frente a un grave caso de analfabetismo político.
Empecemos por la legalidad. Su desempeño ha sido evanescente, es decir,
cada día la legalidad se desvanece y esfuma más. Así lo demostró con sus
objeciones a la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial de Paz, al punto
que ha sido el único presidente forzado por la Corte Constitucional a sancionar
una ley. Es decir, reprobó el examen de legalidad en materia grave. Casi
incurre en una falta de lesa humanidad, pues la JEP se instauró con el
propósito central de honrar a todas las víctimas del conflicto armado interno,
mediante el esclarecimiento de la verdad de lo sucedido. Es decir, de las
responsabilidades de todos los victimarios, desde los violentos y desalmados guerrilleros,
pasando por los institucionales y “bien intencionados” miembros de la Fuerza
Pública, perpetradores de miles de “falsos positivos”, sus mandos superiores,
hasta ciertos exitosos empresarios y algunos gobernantes innombrables, aún
inimputables. Pero todo parece indicar que en esta legislatura de nuevo la
“inteligencia superior” del Centro Democrático insistirá, con su tozudez de
domador equino, en la creación de una sala especial en la JEP para juzgar a los
militares. Tal iniciativa complementaría a su inefable proyecto de doble
instancia retroactiva que, vanamente, buscará exonerar a todos los políticos ya
condenados por su asociación delictiva y criminal con grupos paramilitares, los
parapolíticos, además de aligerar la pena de su putativo hijo político, más conocido
como “Uribito”. Todo ello, con la anuencia del transitorio habitante de la Casa
de Nariño, carente de vigor para oponerse a semejante estrategia, incapaz
de comportarse como un presidente de la Nación, que juró cumplir la
Constitución y la ley. En lugar de ello, se comporta como un decadente
y obsecuente funcionario al servicio de quien denomina “presidente
eterno” y dirige una organización facciosa[1],
casi mafiosa que encubre y favorece a sus integrantes, camuflada bajo la sigla del “Centro
Democrático”. De concretarse tal proyecto y concepción de legalidad, estaríamos
asistiendo a la instauración de un Estado delicuescente, diseñado para encubrir
cierta criminalidad elitista, revestido con los oropeles de normas rimbombantes
que no logran ocultar la complicidad, iniquidad e indignidad de sus gestores
con el régimen electofáctico[2]
que regentan.
Una Equidad codiciosa.
Algo todavía más aberrante parece
estar a punto de pasar con la Equidad, su segunda bandera, si con nuestros
impuestos el Estado le cancela al grupo Aval las deudas contraídas a su favor
por Odebrecht[3],
con quien se confabuló en una operación corrupta para ejecutar la Ruta del Sol.
Tal operación nos conduciría directamente a las tinieblas de la inequidad para avalar
la codicia sin límites de dicho grupo financiero. Así las cosas, Duque nos está
conduciendo a una decadencia inimaginable, donde la legalidad se troca en impunidad y la equidad en injusticia e
iniquidad.
Un Emprendedor devastador.
En cuanto al Emprendimiento, su
tercera y última bandera, es quizá la más amenazante y peligrosa, pues está
pintada con un explosivo color naranja de maniqueísmo y tecnicismo. El
maniqueísmo depredador de asperjar con glifosato la “mata que mata”, en lugar
de reconocer y emprender una investigación rigurosa sobre las maravillosas
propiedades de la coca[4]
y asumir el liderazgo de su regulación estatal, en beneficio de la población
campesina que ha sido vejada, rociada y victimizada con la coartada de la
“guerra contra el narcotráfico”. Ayer era la marihuana la mata maldita,
fumigada con paraquat, hoy es la mata bendita cultivada y legalmente explotada
por la industria farmacéutica. ¿Hasta cuándo se devastarán nuestros bosques y
parques nacionales, los cultivos y la salud de los campesinos en nombre de una
guerra perdida y absurda contra la Mama Coca? Y, por último, ya se anuncia el fracking, como la alternativa para dinamizar
la economía, con todos los tecnicismos y previsiones para evitar crisis
ambientales. Todo parece indicar que este gobierno será un gran emprendedor de
futuras catástrofes provocadas. Un gobierno delicuescente: evanescente, sin vigor y
decadente. Más cercano a ciertos privilegiados delincuentes, que a la
gente común y decente.
[1]
Lo que distingue a una facción política de un partido, es que la primera
subordina los intereses de toda la sociedad a los beneficios de sus
correligionarios, como bien lo señaló Giovanni Sartori. Un partido político se
reconoce como parte de un todo, respeta las reglas del juego y sirve al
conjunto dela sociedad.
[2]
Acrónimo que significa un régimen con elecciones pero al servicio de poderes e
intereses fácticos, tanto ilegales como los legales, a través de sofisticadas
maniobras “legales”, como las de Aval y Odebrecht.
[4]
Usos medicinales de la coca https://www.vix.com/es/imj/salud/4947/usos-medicinales-de-la-hoja-de-coca
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