DE-LIBERACIÓN
(Septiembre 9 de 2009)
EL RÉGIMEN URIBEFÁCTICO: QUINTAESENCIA
DE LA TRAMOYA NACIONAL
(Septiembre 9 de 2009)
EL RÉGIMEN URIBEFÁCTICO: QUINTAESENCIA
DE LA TRAMOYA NACIONAL
Hernando Llano Ángel.
Álvaro Uribe Vélez encarna la quintaesencia de la tramoya nacional, nombre benévolo y noble para designar nuestra realidad política, que nunca ha dejado de ser “un enredo dispuesto con ingenio, disimulo y maña”, para ocultar bajo la etiqueta de una impúdica y mentirosa democracia esta ubérrima hecatombe. Pero hay que ser justo con Uribe y su histórica obra de gobierno, imposible de culminar en dos efímeros períodos presidenciales de cuatro años. Uribe requiere de más tiempo. No es un gobernante cualquiera. Él marca un cambio de época y de régimen.
Un tránsfuga plebiscitario
Para empezar, con su triunfo en el 2002 rompe la tradición histórica del partido liberal, pues como candidato disidente alcanza la Presidencia de la República. Pretensión en la que fracasaron líderes con estatura política y ética muy superior, como Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán. Ambos fueron asesinados por levantarse contra la violencia más execrable y criminal, aquella que defiende sin límites la codicia de los privilegiados y las ambiciones insaciables de los nuevos ricos, eufemísticamente conocidos como los emergentes. Todo lo contrario representa Uribe. Basta recordar su paso por la Gobernación de Antioquia (1995-1997), su entusiasta defensa de las Convivir, su condecoración al General (r) y hoy encarcelado, Rito Alejo del Río, y la macabra estela de 939 víctimas de grupos paramilitares, que comienza en su primer año de Gobernador con 143 asesinatos, en el segundo supera el doble, con 357 y cierra con un broche de sangre de 439 víctimas. Con razón el excomandante paramilitar Freddy Rendón, más conocido como el “Alemán”, hablando sobre las afinidades políticas de Carlos Castaño con Uribe, reveló que: “Cuando aparece Uribe con ese discurso, Carlos decía: Uribe es el hombre con el que nosotros vamos a hacer la negociación, porque es antioqueño, porque es cercano a amigos nuestros, porque fue quien impulsó las Convivir y todas se convirtieron en autodefensas, porque Pedro Juan Moreno era cercanísimo a Carlos, yo lo ví muchas veces reunido con él. Y además surge con un discurso igualito al de Carlos. ¿En que sentido? Recogía ese ideal de la autodefensa, que había que tener una mano fuerte contra la guerrilla, que había que liberar los territorios para que el Estado entrara a ejercer soberanía. Que el monopolio de las armas tenía que estar en manos del Estado. Entonces, nosotros nos identificamos en ese momento y además cuando ese hombre surge como candidato presidencial, todo se volcó a un apoyo irrestricto en las regiones” . Justamente ese cambio de época está dado por su capacidad para utilizar en beneficio propio los mecanismos de participación ciudadana consagrados en la Constitución del 91, como acudir al referéndum para su segunda reelección, y manipular el miedo a las FARC y la ingenuidad política de millones de colombianos para convertirse así en un tránsfuga plebiscitario, que con sus firmas y en nombre de “Primero Colombia” ha llegado en dos ocasiones a la Presidencia.
Ahora pretende serlo por tercera vez, pero en nombre de “Colombia Primero”, fundación que violó los topes de financiación para la recolección de firmas y recurrió a los generosos aportes de empresas emergentes, como Transval, la encargada de transportar los valores de DMG. Sin duda, Uribe y sus correligionarios, además de ser profesionales del transfuguismo son habilidosos mercaderes de la política. No coincidencialmente Sabas Pretelt, ex presidente de Fenalco, coronó con éxito la negociación con los paramilitares y concertó con Yidis Medina y Teodolindo Avendaño la reforma de ese “articulito” de la Constitución, según otra famosa expresión de Fabio Echeverri Correa, ese prototipo de empresario y líder antioqueño. Quedan así resumidos los sustentos de la legitimidad plebiscitaria de Uribe: la violencia paramilitar, la codicia de la politiquería, y el miedo de la población, engendrado y alimentado por el terror de las FARC, convertidas en las mejores promotoras de su éxito gubernamental. Pero en esta tercera campaña hay que añadir 2.03 Billones de pesos del programa Familias en Acción para 2.7 millones de hogares, lo cual constituye una cuota inicial nada despreciable para continuar Uribe en su interminable campaña electoral, apenas comparable con Chávez en Venezuela.
El Régimen Uribefáctico
Con el arribo y la prolongada posesión de Uribe de la casa de Nariño, la política se ha convertido en una gran tramoya, “esa máquina para figurar en el teatro transformaciones o casos prodigiosos”, como es pretender proyectar en el escenario nacional e internacional la imagen de un “Estado de Opinión”, que se autoproclama superior al Estado de derecho y todo ello en nombre del pueblo y la democracia. En la página Web de la Presidencia, el 11 de Junio de 2009, se puede leer este titular: “No es el Congreso quien garantiza la reelección sino el voto del Pueblo: Uribe” y también “La Constitución del 91 eliminó la reelección por componendas políticas. Le quitó ese derecho al pueblo simplemente por componendas políticas”. En fin, un régimen sincrético, producto de esa alianza ignominiosa entre privilegios sociales con criminales privilegiados y de violencia atroz (“falsos positivos”) con imágenes publicitarias (“Colombia es pasión”). Privilegios como los de las grandes empresas y el sector financiero, que en el 2008 reportaron ganancias, respectivamente, por 29.8 y 10.8 Billones de pesos, gracias a la “seguridad democrática”. En el pasado reciente las obtuvieron con la “para-seguridad” brindada por criminales profesionales, hoy traicionados y extraditados a Estados Unidos, para evitar que continuaran revelando los secretos y nombres de los principales artífices de esta tramoya nacional. De aquellos que esperan seguir beneficiándose otros cuatro años e indefinidamente, aún por interpuesta persona. Incluso lo ha dicho “el Alemán”: “Uribe hizo mucho por el país, pero ya es el momento de entregarle el poder a otras personas”. Candidatos sobran para ello. Incluso con perfiles más democráticos y hasta discurso “alternativo”, pero fieles herederos de la “seguridad democrática”. Ya lo había advertido con lucidez otro Álvaro, en la crisis del 8.000, cuando escribió “lo que hay que tumbar es el régimen” y no sólo al Presidente. Y Uribe lo comprendió perfectamente. Consolidó un régimen de criminales poderes de facto. En su cúspide brilla la mezquindad y la soberbia, disfrazadas de democracia y Estado de opinión. En su base abunda el hambre, la codicia, el odio y la revancha a disposición del mejor postor, las más altas recompensas, los menesterosos subsidios y el más hábil embaucador. Como en el pasado, el oro y la escoria se dan la mano. Un clásico como Montesquieu, en su célebre “Espíritu de las Leyes”, escribió: “El gobierno despótico tiene por principio el temor; ahora bien, los pueblos tímidos, ignorantes y abatidos no necesitan muchas leyes. Todo estriba en dos o tres ideas: no se precisa más. Cuando se amaestra a un animal se cuida que no cambie de maestro, de lección ni de paso, y se impresiona su cerebro con dos o tres movimientos nada más”. En efecto, bastó con cambiar un “articulito” y repetir todos los días: “seguridad democrática”, “confianza inversionista” y “cohesión social”. Ahora el animal parece estar domado y el domador no se quiere bajar. Sobre su lomo toma plácidamente tinto y abusa de su ingenuidad y torpeza sin cesar. Ilusamente cree que gobernar es lo mismo que cabalgar. Pero el potro de la ilegitimidad democrática sobre el cual cabalga es brioso y ningún domador, por mañoso o experto que sea, ha logrado llegar a la meta sin antes perder los estribos y morder el polvo de la ignominia, que es peor que una derrota. Como en un espectáculo de rodeo, es cuestión de tiempo su vergonzosa caída. Entonces el público lo chiflará, aunque antes lo haya aplaudido y alentado en su frustrada osadía.
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