domingo, marzo 09, 2025

Petro, entre la gobrnabilidad democrática y la cacocrática.

  

Petro, entre la gobernabilidad democrática y la cacocrática.

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/petro-y-benedetti-una-formula-para-la-transaccion-cacocratica/

https://elpais.com/america-colombia/2025-03-01/petro-y-benedetti-una-formula-para-la-transicion-cacocratica.html

Hernando Llano Ángel.

Sin duda, el presidente Gustavo Petro se ha debatido durante su administración entre ambas gobernabilidades. El escándalo de corrupción en la UNGRD[i] y la presencia de Armando Benedetti en el reciente Consejo de Ministros televisado[ii] son las expresiones más graves de la tensión entre ambas gobernabilidades. La gobernabilidad democrática, representada en dicha conflictiva sesión ministerial por las exministras Susana Muhamad, de Medio Ambiente y Francia Márquez, del ministerio de la Igualdad, colisionó con la gobernabilidad cacocrática en cabeza de Armando Benedetti. Una gobernabilidad es democrática cuando sus políticas públicas y decisiones son el resultado de la deliberación, la legalidad, la búsqueda del interés público y el mayor bienestar de la población, por lo cual nada tiene que ocultar. Por el contrario, es cacocrática cuando en ella predominan las transacciones sin deliberación, pues no buscan el interés público, sino privilegiar sectores económicos, partidistas, gremiales o hasta criminales, circunstancia por la cual transcurre tras bastidores, en medio de la penumbra y los conciliábulos, de allí su ilegalidad. No hay duda que esta última “gobernabilidad” –que es la ingobernabilidad causada por la corrupción-- ha predominado en Colombia en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, siendo una constante y un desafío que deben enfrentar todos los gobiernos. Por eso ninguno ha estado a salvo de los escándalos y la corrupción. Justamente, la Constitución del 1991 pretendía erradicar esa ingobernabilidad cacocrática, eliminando los corruptos auxilios parlamentarios, pero terminó, paradójicamente, claudicando ante el más criminal de los cacos, Pablo Escobar, al aprobar en el artículo 35 la prohibición la extradición de colombianos por nacimiento. Artículo derogado posteriormente durante la administración de Samper, mediante Acto Legislativo 1 de 1997[iii], en respuesta a la presión de la diplomacia norteamericana y su descertificación como sanción por el proceso 8.000.

La reelección cacocrática de Uribe

Pero el mayor escándalo y que reviste la demostración más nítida de una gobernabilidad cacocrática, fue la reforma de la Constitución en el 2004[iv], que cambió un “artículito” para la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez. Por dicha reforma la Corte Suprema de Justicia condenó a 6 años de prisión a sus ministros Sabas Pretelt de la Vega, entonces del Interior y Justicia; Diego Palacio Betancourt, de Salud, y 5 años a Alberto Velásquez Echeverri, director del DAPRE: “La Sala consideró que la declaración de Yidis Medina y todos los hechos que sirvieron a manera de indicios, (...) Igualmente señaló que los exfuncionarios tuvieron el dominio del hecho “en la medida en que contaban con la capacidad de persuadir y disuadir respectivamente a Yidis Medina y a Teodolindo Avendaño para que a través del ofrecimiento de prebendas burocráticas se lograra que, con su voto o abstenerse de emitirlo, el proyecto de reelección siguiera su curso, como en efecto sucedió[v]. Una prueba irrefutable de corrupción constitucional, que no tuvo consecuencia alguna en su reelección en el 2006, lo que vendría a corroborar que durante su segundo mandato hasta el 2010 predominara la gobernabilidad cacocrática de su llamado “Estado de opinión” contra y sobre el Estado de derecho democrático. De allí, las ejecuciones extrajudiciales, mal llamados “falsos positivos”, derivados de la Directiva 29 de 2005[vi] del entonces ministro de defensa, Camilo Ospina, aunque ahora la JEP desconozca su conexidad con la política de “Seguridad democrática”. Algo tan contraevidente, como afirmar que las Farc-Ep no tienen responsabilidad alguna en los más de 20 mil secuestros, miles de reclutamientos de menores y numerosos actos terroristas, porque en su Reglamento Guerrillero no aparezcan contempladas semejantes delitos.

La cacocracia electoral

La gobernabilidad cacocrática se origina en las elecciones, desde el 8.000[vii] hasta hoy: la Farcpolítica con Andrés Pastrana[viii], quien intercambió votos por la zona de distensión del Caguán; la Parapolítica y Narcopolítica de las AUC con más de 60 aspirantes al congreso[ix] condenados y el grotesco llamado de Uribe a los congresistas entonces electos para que votaran sus proyectos antes de ir a la cárcel[x]. Luego, la financiación de Odebrecht[xi] a Santos y la Ñoñopolítica[xii]; más reciente con Duque la Ñeñepolítica[xiii] y ahora la Benedetti-política y Pitufopolítica[xiv]. En fin, todos los presidentes cargan con ese pesado fardo de gobernabilidad cacocrática, que lastra de muerte la gobernabilidad democrática y arruina la credibilidad ciudadana en la política y la misma legitimidad del Estado. Por eso, con cierto facilismo, muchos analistas internacionales hablan del narcoestado colombiano y hasta de un Estado fallido, mientras otros nacionales, más ingenuos o quizá cínicos, resaltan la fortaleza de nuestras instituciones democráticas y su estabilidad inexpugnable porque llevamos realizando elecciones ininterrumpidas desde 1957.

La cleptocracia electoral

 Pero olvidan que en 1970 el mismo presidente Carlos Lleras Restrepo[xv] reconoció que había escamoteado el triunfo electoral del general Rojas Pinilla, candidato de la Alianza Nacional Popular (ANAPO), para otorgarle la presidencia al conservador Misael Pastrana Borrero: “Próspero, esto se ha perdido. No hay nada que hacer, el general ha ganado. Si, de acuerdo con lo que me han informado, Rojas decide salir uniformado para iniciar una marcha por las principales avenidas con destino al palacio de San Carlos, temo que haya un levantamiento, una sublevación, con todas las atrocidades y derramamiento de sangre que de ella se pueda derivar. No puedo permitir por ningún motivo la toma del poder por la fuerza, según su comentario al entonces Jefe de Prensa, Próspero Morales. Así, el expresidente Lleras Restrepo, respetó y cumplió lo acordado en la espuria fórmula “democrática” del Frente Nacional, y cerraba 16 años al frente del Estado de solo presidentes liberales y conservadores. Es decir: ¡el negociado del miti-miti del poder público en nombre de la paz y la democracia! La síntesis de la cleptocracia con la cacocracia.

De esos turbios polvos es que viene el fango en que ahora nos debatimos, más sanguinolento por la acción criminal de organizaciones que, bajo membretes supuestamente revolucionarios, se han dedicado a la codicia y el negociado de las economías ilícitas, cuyos tentáculos se extienden a través de la financiación de numerosas campañas electorales y lavados de activos en el mercado financiero e inmobiliario. Lavados que incluso han contribuido a la prosperidad del conglomerado AVAL, del banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, como lo reveló la Operación POLAR CAP[xvi]:  “Se trataba de la vinculación a la lista de acusados por el gobierno norteamericano, de las oficinas de Panamá y Colombia del Banco de Occidente, entidad que aparecía como eslabón clave de un complejo montaje de vasos comunicantes que habría permitido, según las autoridades de EE.UU., el lavado de más de 1.200 millones de dólares entre 1987 y 1988. Seguramente por esa compleja tramoya donde se fusionan lo legal con lo ilegal y lo legítimo con lo ilegítimo, propio de un régimen electofáctico[xvii], es que el presidente Petro está empeñado en la extradición de Papá Pitufo desde Portugal, cuyas revelaciones ante la Fiscalía comprometería a más de un expresidente y congresista en ejercicio y develaría el entramado de corrupción en la Policía Fiscal y Aduanera, la DIAN y otras instituciones estatales, metástasis que viene desde hace más de una década. Pero también por ello, es que pone al frente del ministerio de interior a Armando Benedetti, quien por su pasado de trásfuga partidista conoce entuertos de miembros de organizaciones como Cambio Radical y el Centro Democrático, además de liberales, conservadores y de la U, que hoy desde su oposición cerril a las reformas del Pacto Histórico, impiden el avance de la gobernabilidad democrática.

¿Último Gabinete y última Oportunidad?

El presidente Petro sabe bien que solo dispone de año y medio para cumplir con sus consignas centrales: Colombia, Potencia Mundial de la Vida y la Paz Total, ambas opacadas por todas las sombras que proyectan los escándalos de corrupción. A ello se suma el no contar con un eficaz equipo de gobierno, desgarrado en medio de conflictos y disputas públicas, que afectan gravemente su capacidad de gestión y transformación de la realidad. Les reclama a sus colaboradores en el Consejo de Ministros televisado que no han cumplido el 75% de los compromisos asumidos con el pueblo en los consejos regionales de gobierno. Por eso, en el acto de posesión de los nuevos ministros recalcó que: “la labor de este gabinete es penetrar las ollas de la corrupción, no dejarles tomar decisiones y cumplir con el programa de gobierno”. De allí, que el nuevo gabinete tenga una composición hibrida entre coequiperos fiables del Pacto Histórico: como Carlos Rosero, en el ministerio de la Igualdad; Edwin Palma, en Minas y Energía; Lena Estrada, primera mujer indígena al frente del Medio Ambiente y Angie Lizeth Rodríguez, de las bases del Pacto Histórico, al frente del DAPRE, entre los más representativos. Pero también cuente con figuras tan controversiales como Armando Benedetti, cuya destreza de trásfuga le facilita el trato con las fuerzas opositoras más diversas y distantes en el Congreso, además de contar con ministros y ministras procedentes de sectores conservadores, como Patricia Duque en el ministerio del Deporte y Julián Molina del partido de la U en el ministerio de las TIC. De esta forma, probablemente, espera que a través de mutuas transacciones logré el trámite de reformas sustanciales como la de salud y laboral, sin claudicar en los objetivos progresistas del Pacto Histórico y garantizar así la continuidad de las mismas con el Frente Amplio en el 2026. Pero, más allá de ese esfuerzo de funámbulo presidencial, inclinando el balancín burocrático a la derecha y la izquierda, para no perder el equilibrio de la gobernabilidad, valdría la pena que el presidente Petro escuchara y atendiera el siguiente consejo de la politóloga Terry Lynn Karl: “Los democratizadores deben aprender a dividir tanto como unificar, y no solo a dar esperanzas sino a desalentar expectativas”. Especialmente expectativas desmesuradas, como la de “creer que podía hacer la revolución gobernando”[xviii], como lo expresó en entrevista a “El País” de España. Quizá no sea demasiado tarde para rectificar y avanzar hacia una transición democrática, evitando así una pesadilla autocrática en el 2026 y otros cien años más de soledad.

 





Petro y Benedetti: ¿Una fórmula para la transición cacocrática?

Gobierno de Colombia

Opinión

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Petro y Benedetti, ¿una fórmula para la transición cacocrática?

Todo parece indicar que el “Gobierno del Cambio” será el de la transacción cacocrática y no el de la transición democrática. Una palabra griega que se puede traducir como un ‘gobierno de malvados’ o un ‘mal gobierno’

Hernando Llano Ángel 

Con el nombramiento de Armando Benedetti como ministro del Interior y de Gregorio Eljach como procurador general de la Nación, todo parece indicar que el “Gobierno del Cambio” será el de la transacción cacocrática y no el de la transición democrática. La cacocracia es una expresión cacofónica que rima bien con nuestra realidad política. Una realidad que dista mucho del régimen democrático, a pesar de todos los oropeles institucionales con que se reviste desde la Constitución del 91. El régimen abusa de la Carta y se exhibe orgulloso por el mundo como un Estado Social de Derecho y hasta proclama ser una democracia participativa, no obstante tener el mayor número de víctimas irredentas y de victimarios impunes del continente. Así lo revelaron las cifras presentadas por la Comisión de la Verdad en su Informe Final[1]: 450.664 personas perdieron la vida a causa del conflicto armado entre 1985 y 2018. Si se tiene en cuenta el subregistro, la estimación del universo de homicidios puede llegar a 800.000 víctimas”. Y, lamentablemente, esa cifra continúa creciendo con miles de víctimas desplazadas y confinadas en el Catatumbo, Chocó, Cauca y otros municipios del país.

La cacocracia inmemorial

Pero nuestra realidad es otra, completamente diferente. Sobrevivimos alelados en este Macondo, deslumbrados por su belleza natural, extraviados en las redes sociales y deslumbrados con los conciertos demenciales de Shakira, ignorando este espejismo mortífero llamado democracia. Aunque en su médula es un régimen cacocrático, definido así por Fundéu[2], la Fundación del Español Urgente: “Por su formación a partir del griego kakós (‘malvado, malo’) y el elemento -cracia (‘gobierno, poder’), sería un ‘gobierno de malvados’ o un ‘mal gobierno’ (en ocasiones se ha definido como ‘gobierno de los ineptos’). Aunque la cacocracia puede incluir la idea de ‘gobierno de los ladrones’, este último concepto se expresa más precisamente con cleptocracia, a partir del griego kléptis, ‘ladrón’ (como en cleptomanía)”. Para la mayoría de colombianos el régimen sería ambas cosas, cleptocrático y cacocrático, pero se engañan si creen que es solo a partir de este gobierno y desconocen o niegan que desde tiempos inmemoriales ha sido así. Incluso, incurriendo en cierto anacronismo, podría afirmar que desde la conquista española el régimen está impregnado por ambos hados maléficos, a pesar de los esfuerzos de algunos gobernantes por liberarse de ellos. Su longevidad se debe, precisamente, a la red de complicidades, lealtades y solidaridades que propicia entre la “gente de bien” y los “políticos”, que se benefician, una vez entran al Estado, de sus alianzas y acuerdos con el crimen, la ilegalidad y los delincuentes de cuello blanco, que la prensa y el ciudadano común llama “corrupción”, pero cuya denominación más exacta sería cacocracia.

El régimen cacocrático

Quien mejor lo definió, justamente por conocer el régimen desde sus entrañas, fue Álvaro Gómez Hurtado, en pleno escándalo del proceso 8.000: “La política se ensució hace ya dos décadas, cuando cayó bajo el dominio del clientelismo y se sometió a la preponderancia del dinero. Desde entonces se quedó sucia. Es la forma de dominio que ha tenido el Régimen imperante para poder doblegar la opinión pública y aprovecharse de las oportunidades de mando y de los gajes del poder. El Régimen necesita que la política sea sucia porque es la manera de conseguir la amplia gama de complicidades que se necesitan para mantener su predominio”[3]. Entonces Gómez Hurtado dijo que la cuestión no se resolvía tumbando a Samper, pues éste era rehén del régimen, como ahora lo es el presidente Petro: “un simple prisionero del Régimen. No tiene autonomía para dominar el Congreso, ni apoyo político para disciplinar a su propio partido, ni prestigio suficiente para que la prensa áulica le preste un apoyo eficaz”[4], escribió sobre el drama de Samper. El 8.000 exhibió sin pudor alguna toda esa tramoya, hasta entonces más o menos oculta, de la financiación de las campañas presidenciales. Pero mucho antes y desde entonces todas las campañas presidenciales exitosas han estado permeadas por poderes de facto ilegales, como el narcotráfico, el narcoparamilitarismo y hasta la guerrilla, o de los legales como Odebrecht y numerosos empresarios en las campañas de Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga[5], aún pendiente de conclusión judicial, pues nada sabemos al respecto, en medio de los nuevos y mayores escándalos, que sepultan los de ayer.

Benedetti es el hombre del régimen

Por eso Armando Benedetti es el ministro del Interior y Gregorio Eljach el procurador general. Ambos conocen perfectamente cómo funciona el Congreso, además de las intimidades e intereses oscuros de numerosos congresistas, lo cual les permitirá seguramente transar muchas decisiones vitales para las reformas en trámite del “gobierno del cambio” o pasar por alto investigaciones disciplinarias que los afecten. La cuestión de fondo es saber hasta qué punto dichas transacciones y negociaciones permitirán la aprobación de reformas como la de salud y laboral, o, por el contrario, será la claudicación de las mismas, en favor de los intereses electorales de los congresistas y de los que ellos bien representan, tanto de las EPS como de los gremios económicos. El presidente Petro, que bien conoce ese entramado de corrupción y de intereses, donde lo público por lo general se subordina a la lógica de intereses particulares, partidistas, corporativos, empresariales y gremiales, se encuentra frente a esa encrucijada histórica y ha jugado la carta de Benedetti y respaldado el nombramiento de Eljach como procurador general.

La encrucijada histórica

Esa encrucijada se reflejó de manera tragicómica en el Consejo de Ministros, dividido entre leales al proyecto del Pacto Histórico, que el presidente Petro llamó sectarios por vetar la presencia de Benedetti como jefe del Despacho Presidencial y los señaló de quererlo encerrar en la Casa de Nariño. Falta esperar la forma como Benedetti cumpla su tarea de hombre del régimen cacocrático y si logra tramitar con éxito las reformas en curso en el Congreso. Solo entonces sabremos, al final y tardíamente, quiénes contribuyeron a la transición democrática o, por el contrario, terminaron siendo cómplices de la transacción cacocrática, que consolidará por muchas generaciones más el actual régimen electofáctico[6], cuya quintaesencia es la simbiosis de la política con la ilegalidad, el crimen y la impunidad. Una simbiosis exitosa e impunemente forjada por los últimos gobiernos, unos en nombre de la Constitución del 91, otros de la “seguridad democrática”, “la paz con legalidad” y hasta la “paz total”. Pero ningún presidente ha podido gobernar sin romper con aquellos que desde la institucionalidad estatal e incluso la rebelión y la contrainsurgencia han convertido la política en un negociado de intereses, codicias, crímenes, vanidades e impunidades personales, que nos impiden avanzar hacia una transición y paz democrática. ¿Será que en el 2026 tendremos la oportunidad y responsabilidad histórica de no elegir otra vez el mismo régimen? ¿Habrá candidaturas para evitarlo o estaremos condenados a vivir bajo esta cacocracia en nombre de la democracia?

[1] https://web.comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/principales-cifras-comision-de-la-verdad-informe-final
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Fund%C3%A9u
[3] https://locriticodelasunto.blogspot.com/2011/07/tumbar-el-regimen-alvaro-gomez.html
[4] https://www.elnuevosiglo.com.co/politica/la-cruzada-de-alvaro-gomez-contra-el-regimen
[5] https://elpais.com/america-colombia/2023-08-18/odebrecht-santos-y-zuluaga-la-historia-mas-conocida-de-la-financiacion-ilegal-de-campanas-en-colombia.html
[6] https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=223842