viernes, junio 28, 2024

LAS AFINIDADES POLÍTICAS VIOLENTAS

 

LAS AFINIDADES POLÍTICAS VIOLENTAS

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/las-afinidades-politicas-violentas/

Hacer la apología de la violencia es criminal, condenar todas las violencias es hipocresía”. Jean Marie Domenach.

Hernando Llano Ángel.

 

Las afinidades entre la política y la violencia siempre han existido. Paradójicamente, han sido compartidas y disputadas históricamente tanto por las ideologías de extrema derecha como de izquierda. Desde la derecha, en nombre del orden, la autoridad y hasta la libertad, como coartadas perfectas para la defensa de un Statu Quo inmodificable y sus privilegiados intocables. Así lo hace hoy Javier Milei con desparpajo en Argentina. Lo intentará de nuevo Trump en los Estados Unidos, catapultado por su popular prontuario criminal entre sus fanáticos seguidores. De otra parte, la izquierda lo hace en nombre del pueblo, la revolución y la justicia, aunque sus líderes por lo general terminan siendo liberticidas y traidores del mismo pueblo, como sucede con la esperpéntica y nefasta pareja de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo en Nicaragua. Son la criminal reencarnación de los Somoza. Ni hablar del cinismo electoral de Nicolás Maduro en Venezuela. Tal parece que fuera una constante histórica la oscilación pendular del poder entre la derecha y la izquierda y viceversa. El siglo XX con sus dos devastadoras y sangrientas guerras son el mejor ejemplo. Ambas terminaron conduciendo a la humanidad a los Campos de Concentración y los Gulag en nombre de supuestas razas superiores y vanguardias revolucionarias. Los totalitarismos son la peor expresión de esas profundas afinidades entre la política y la violencia, que sin mucho éxito trata de contener esa frágil trinidad secular formada por la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho, hoy en retroceso en el mundo entero frente a líderes mesiánicos de derecha e izquierda.

Colombia: entre la política y el crimen.

En nuestro caso, la disputa entre la derecha y la izquierda es más turbia, pero hay momentos en que se vislumbra algo de claridad, pese al intrincado nudo de intereses económicos y políticos que cubre y oculta las rivalidades entre ambos bandos. Tenemos una derecha defensora a ultranza del Statu Quo y una izquierda impaciente, casi desesperada por su reforma total. La primera maneja con destreza todas las argucias legales para que nada cambie. Y la segunda apela emocionalmente a un imaginario pueblo constituyente, disperso y anómico, que es incapaz de transformar la realidad y estalla periódicamente con la violencia de su frustración contra el statu quo. Pero de vez en cuando vislumbramos un destello de claridad en esa confusa disputa entre la derecha y la izquierda y sus respectivas afinidades con la violencia.  Así lo vemos en la reciente polémica desatada por el alto comisionado de Paz, Otty Patiño, en la instalación de la mesa de diálogo con la Segunda Marquetalia. Allí expresó a su máximo comandante, Iván Márquez, que lamentaba el operativo militar “en el que fue abatido Hermes Guerrero, uno de los comandantes de la Coordinadora Guerrillera del Pacífico”, calificando el hecho como “algo fatídico y así lo entienden el presidente, el ministro de Defensa (Iván Velásquez) y el alto mando de las Fuerzas Militares”[1]. El contexto en que se presentó dicha excusa es muy esclarecedor sobre la forma como los gobernantes del Statu Quo, desde la derecha, o sus reformadores, desde la izquierda, intentan desactivar las organizaciones armadas ilegales que amenazan el establecimiento y a la sociedad en su conjunto, negando la existencia de la democracia, pues sus crimines ahogan en sangre las voces de miles de líderes populares y defensores de derechos humanos al disparar sus armas contra la población civil.

Un contraste criminalmente revelador

El contraste entre los tratamientos dados a los grupos armados ilegales es criminalmente revelador. Así se aprecia en la reacción del expresidente César Gaviria, acompañado por el corifeo altisonante del Centro Democrático y los más auténticos defensores de esta “democracia” --ejemplar y única por lo sangrienta— al exigir la cabeza de Otty Patiño y denunciar la complacencia y casi complicidad de la Paz Total de Petro con la criminalidad de la “Segunda Marquetalia”. Contrasta esa airada indignación de la derecha y sus sagaces analistas con la magnanimidad y comprensión que todos tuvieron frente a la negociación y desmovilización de los paramilitares de las AUC, bajo el gobierno y la dirección del expresidente Uribe, quien consintió y autorizó la presencia en el Congreso de su máximo comandante, Salvatore Mancuso, acompañado de dos de sus más destacados criminales: Ramón Isaza y el fallecido Ernesto Báez, sin que entonces las AUC se hubiese desarmado y menos desmovilizado. En un discurso memorable, Mancuso comenzó diciendo, frente a un Congreso casi pleno, el 28 de julio de 2004: “Vengo en irrenunciable misión de paz desde Santa Fe de Ralito, donde, con la bendición de la Iglesia Católica y el apoyo de la OEA, de la comunidad internacional, del gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez y del Pueblo Colombiano, dimos inicio formal a este histórico proceso de paz”. Así ponía de presente Mancuso, en tono exultante, una afinidad casi generalizada de la sociedad colombiana con la violencia paramilitar, que se expresaría en la ley 975, denominada de “Justicia y Paz”. No es gratuito que el ponente de dicha ley haya sido el senador Mario Uribe, primo del presidente Uribe. La ley daba un tratamiento de sediciosos a los paramilitares, concediéndoles el estatuto de delincuentes políticos, que los pondría a salvo de la extradición. Pero los congresistas que la votaron no contaron con la sentencia de la Corte Constitucional que declaró inexequible dicho artículo y calificó a los paramilitares como criminales de guerra. Se frustró así el tránsito expreso de los criminales de las AUC a la política, quienes ya se preciaban de haber contribuido a la elección de por lo menos el 35% del Congreso. Semejante éxito electoral llevó a casi 60 congresistas de la curul a la cárcel[2], poniendo en evidencia la corrupta y criminal parapolítica, una metástasis más amplia y profunda que la narcopolítica del proceso 8.000. Metástasis que incluso el presidente Uribe promovió y banalizó solicitando a dichos congresistas que votaran sus proyectos de ley antes de ir a la cárcel[3]. Mayorías con las que contó para cambiar un articulito de la Constitución, con la ayuda complementaria de la Yidispolítica, y coronar así su reelección presidencial hasta el 2010.

Cifras mortalmente incriminatorias

En efecto, según las cifras del informe final de la Comisión de la Verdad[4], los grupos paramilitares presuntamente cometieron 205.028 homicidios (45%) frente a 122.813 de los grupos guerrilleros (27%). Siendo la década de 1995 y 2004 la más violenta, con cerca del 45 % de las víctimas mortales del conflicto armado interno, estimadas en 450.664, siendo más del 80% civiles. Es decir, durante las presidencias de Samper, Pastrana y los dos primeros años de Uribe se cometieron el mayor número de asesinatos y masacres contra la población civil. Es verdad que, a partir de la desmovilización de los grupos paramilitares, el número de homicidios descendió rápidamente. Pero esto demostraría algo tenebroso, como es que la gravedad de sus crímenes se subestima, casi se invisibiliza, en tanto fueron un dique de contención a la expansión territorial de los grupos guerrilleros. En otras palabras, que la violencia paramilitar era necesaria y hasta valorada como “buena”, pues frenaba la violencia expoliadora y los secuestros de la guerrilla, mientras protegía y estimulaba los negocios, brindando seguridad a grandes empresas como Chiquita Brands[5], recientemente condenada, y también a las ilegales del narcotráfico, de las cuales las AUC era su punta de lanza. Por eso sus herederos hoy, el Clan del Golfo, autodenominado “Ejército Gaitanista” de Colombia, es el grupo ilegal con mayor crecimiento y control territorial en los municipios de Colombia. Según reciente investigación de la Fundación Paz y Convivencia, PARES[6], el Clan del Golfo ha pasado de tener presencia en 250 municipios a 316, seguido del ELN, con 231, el Estado Mayor Central con 209 y la Segunda Marquetalia con 65. En total, hoy 855 municipios de los 1.103 existentes, tienen presencia de estructuras armadas ilegales, lo que explica la explosión exponencial de las extorsiones y la inseguridad. Pero también el auge de las rentas ilegales procedentes del narcotráfico, la minería, la trata de personas, de migrantes irregulares y la prostitución de menores, que configuran una enorme economía criminal que se camufla en millones de emprendimientos informales y formales con un entramado donde ya es casi imposible discernir y menos separar lo ilegal de lo legal. De allí las inocultables afinidades que tienen los protagonistas de la vida política nacional con los grupos armados ilegales, imprescindibles para sus triunfos electorales, pues aportan generosa financiación a sus campañas al menos desde 1982, siendo evidentes en el proceso 8.000 y recientemente con la ñeñe política de Duque[7] y las procaces revelaciones de Armando Benedetti[8] sobre la supuesta financiación ilegal de la campaña de Petro en la costa Caribe.

Los protagonistas nacionales de las violentas afinidades políticas

Por eso los principales protagonistas de la política nacional, ya sea desde el Estado o la oposición, ineludiblemente aparecen implicados, según sus afinidades ideológicas y proyectos gubernamentales, con un tratamiento más o menos favorecedor y benigno concedido a los diversos grupos armados ilegales en los procesos de negociación. Uribe, con los paramilitares y la ley 975 de 2005[9]; Petro con los grupos guerrilleros y la Paz Total; Gaviria con la política de sometimiento a la justicia de los extraditables, su anuencia con los PEPES[10] y la creación de las Convivir, embrión legal de las posteriores AUC; Santos con las FARC-EP y el Acuerdo de Paz, después de descabezar su Secretariado, dando de baja a Raúl Reyes, el Mono Jojoy y Alfonso Cano. En el caso de Andrés Pastrana, con su soterrado apoyo al crecimiento criminal de las Autodefensas, que durante su gobierno se expandieron y cometieron el mayor número de crímenes y masacres, como bien lo documenta el Informe Final de la Comisión de la Verdad, con la cifra de 405 masacres en 2001[11]. Y, más recientemente, el expresidente Duque, obstruyendo el avance y cumplimiento del Acuerdo de Paz con las FARC-EP, al tiempo que su política de Paz con legalidad fue incapaz de desarticular y contener el avance de las Autodefensas Gaitanistas. Ahora el presidente Petro con su política de Paz Total pretende desmovilizar semejante enjambre de grupos delictivos, que fusionan el crimen con la política, y recaban de mercados ilegales su fortaleza. Para lograrlo debería contar con más espada y menos retórica de paz, pues para dichos grupos el “poder nace de la punta del fusil” y no de la palabra empeñada y cumplida. Es decir, más política integral de seguridad y menos política discursiva de Paz Total.  Ya lo advertía Hobbes en su clásico Leviatán: “Los tratados de paz, sin la fuerza de la espada, son solo palabras”. La historia reciente demuestra que son insuficientes las afinidades políticas con los grupos armados, sean de extrema derecha o izquierda, si no van acompañadas de eficaces acciones gubernamentales contra sus mercados ilegales, las violaciones flagrantes a lo acordado en las mesas de negociaciones y los crímenes contra la población civil. Cuenta el presidente Petro con un segundo tiempo, apenas dos años, para clasificar a Colombia en el campo de la Paz Vital y no fracasar en su política de Paz Total. Si no avanza por las sendas de una Paz Viva, ello implicará el regreso pendular de la derecha a la casa de Nariño y la responsabilidad del Pacto Histórico de una derrota más del País Nacional frente al País Político, como ha sucedido desde el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán. Volverán a gobernar impunemente los mismos de siempre con las mismas patrañas e imposturas de siempre –“Estatuto de seguridad”, “Plan Colombia”, “Plan Patriota”, “Seguridad democrática” y “falsos positivos”-- defendiendo una inexistente democracia y un supuesto Estado social de derecho, proclamados en una Constitución nominal que todavía no rige en la realidad y menos en la vida cotidiana, pues todos los días se viola su artículo más vital: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”.  



domingo, junio 23, 2024

De Juan Gutiérrez y la Paz Viva para la Paz Total

 

 DE JUAN GUTIÉRREZ Y SU PAZ VIVA PARA LA PAZ TOTAL

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/bhernando-llano-angel-la-paz-viva-es-mucho-mas-que-una-bella-expresion-retorica-es-la-sintesis-de-toda-una-vida-la-de-juan-gutierrez-su-autor-dedicada-a-la-paz-co/

Hernando Llano Ángel

La “PAZ VIVA” es mucho más que una bella expresión retórica. Es la síntesis de toda una vida, la de Juan Gutiérrez –su autor— dedicada a la paz como expresión de vida. La vida y la paz en todas sus dimensiones y órdenes. Empezando por la vida y la paz ecológica con sus cinco reinos: vegetal y animal, que conforman una sola realidad planetaria, junto a los otros tres reinos menos conocidos: Fungi (hongos y levaduras), Monera (organismos unicelulares procariotas) y el reino Protista, “el menos definido y diferenciado, que incluyen organismos que no pueden ser incluidos en ninguno de los reinos anteriores”.

Esa PAZ VIVA siempre estará en vilo de convertirse en mortal cuando la codicia humana, obnubilada por el poder prometeico de la ciencia y el proteico de la tecnología, pretenden dominar y expoliar para nuestro exclusivo beneficio todos los reinos anteriores. Pero especialmente el mineral, taxonómicamente clasificado como un reino inerte, sin vida, pero del cual depende toda la energía vital. Desde las energías más contaminantes y a la postre mortales derivadas del carbón y el petróleo y sus devastadores efectos en la crisis climática, hasta las más imprescindibles para toda la tecnología de punta como el litio, el cadmio y las llamadas tierras raras. Entre ellas el titanio que, “combinado con hierro, aluminio, vanadio, níquel, molibdeno y otros metales es utilizado para los motores a reacción, las naves espaciales, los equipos militares, los cojinetes, los chalecos antibalas y otros productos de alta tecnología que necesitan piezas fabricadas con estas aleaciones”. De allí que una de las dimensiones más valorada y promovida por la PAZ VIVA sea la defensa radical del planeta y todos sus ecosistemas, pues sin la paz telúrica jamás será posible la convivencia humana y su máxima expresión la paz política.

LA PAZ VIVA

Así lo expresa lúcidamente Juan Gutiérrez, en su libro “LA PAZ VIVA. Rutas y derroteros (1985-2022)”, publicado por la editorial Postmetropolis en 2022, que contiene una serie de artículos, ensayos, entrevistas y ponencias presentadas por Gutiérrez en su fecunda vida de activista y constructor de paz. Una vida que tuvo en la fundación del Centro de Investigación por la Paz y el Tratamiento de Conflictos “Gernika Gogoratuz” (Recuerda Guernica), entre 1987 y 2001, una de sus contribuciones más importantes y fecundas para la cultura de paz. Desde él, como su promotor y director, participó durante diez años en un proceso de mediación informal entre ETA el Gobierno español, el Gobierno vasco y los partidos PSE, PNV, HB, EE, EA y PP, al tiempo que organizaba cada año Jornadas Internacionales de Cultura y Paz. Jornadas que contaron con la participación de destacados investigadores y promotores de la cultura de paz, entre ellos Johan Galtung, Juan Pablo Lederach, Adam Curle y Christopher Mitchel, que realizaron valiosos aportes y enfoques alternativos para el tratamiento y la transformación de conflictos violentos y crónicos en diversas regiones del mundo. Al respecto, en 1994 organizó en Donostia, San Sebastián, la Segunda Conferencia Europea de Construcción de Paz y Transformación de Conflictos, que contó con cerca de trescientos especialistas de todo el mundo.

La Paz, como Ingeniera de la Esperanza.

Como director de Gernika Gogoratuz y presidente de dicha Conferencia, insistió en definir la paz como la “ingeniería de la Esperanza”, inspirado en su formación profesional inicial de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que luego complementó con estudios de filosofía y su doctorado en la Universidad de Hamburgo. Su vida, pues, ha discurrido abriendo canales para la transformación de la sociedad, en puertos y puntos diversos en España, Alemania, Estados Unidos, Centro América y en nuestro país. En 1955 como “delegado de los estudiantes de las escuelas de ingeniería superior de España consiguió que estos se sumasen a la huelga general convocada por las universidades tras la muerte Ortega y Gasset”, también “en 1967 como delegado de los estudiantes de la Universidad de Hamburgo participó en los debates y revueltas que precedieron en Alemania al mayo del 68 francés”, se puede leer su brevísimo currículo combativo en la solapa del libro “La Paz Viva”. Sin duda, su vida, es un ejemplo de coherencia entre la lucha por la paz asumida como un compromiso con “la transformación de la sociedad y las personas que la componen”.  Por ello, nos dice, “su objetivo va más allá de la mera solución de los conflictos para adentrarse en los motivos que mantienen sanos todos los lazos que dan unión a la sociedad y que la equiparan para que sea dueña de su destino y capaz de enfrentarse a los retos que se presentan a finales del siglo XX”, escribió en el diario EGIN en 1994, promoviendo el sentido y alcance de dicha Conferencia.  Hoy, desde Madrid, a sus 92 años recién cumplidos, con energía y lucidez vital, dirige en Medialab-Prado el grupo de trabajo Memoria y Procomún, desde donde desarrolla el proyecto Hebras de Paz Viva (HPV), https://demospaz.org/hebras-de-paz/,  en “universidades y otras instituciones en España, México, Polonia, Colombia y Alemania.

Hebras de Paz Viva

Las Hebras de Paz Viva se tejen a partir de la siguiente cosmovisión y práctica cotidiana de la Paz: “La Paz Viva, consiste en acciones en que vertemos la vida propia en la de lo demás y/o en la naturaleza por su bien y su gozo, existe desde que hay vida sobre la tierra, porque surge por lo que Freud llama “pulsión fundamental” común a todos los seres vivos, animales o vegetales. Eso podemos comprobarlo observando alguno de los magníficos reportajes acerca de la vida animal, que nos muestran cómo animales de cualquier especie vierten sus vidas en las de sus crías, para cobijarlas, protegerlas, alimentarlas, acariciarlas, educarlas. Y en relación con el mundo vegetal nos muestra la Paz Viva el libro “El Futuro es Vegetal” del biólogo italiano Stefano Mancuso, donde expone que en un bosque los árboles están conectados unos con otros por medio de sus raíces y que los árboles sanos y jóvenes vierten así su savia en los árboles viejos y enfermos para fortalecerlos.  Valdría la pena que esta poderosa y generosa inspiración de la Paz Viva irrigará y penetrará los meandros de la Paz Total, ahora estancada en la búsqueda de la paz negativa, es decir, en el cese de las violencias armadas, que mata vidas, devasta la tierra y hasta la esperanza, y pudiera avanzar hacia la paz positiva, aquella “donde cada vida da y recibe vida más allá de balances contables, donde hay estructuras que sostienen ese tejido cálido y una cultura que alienta compartir afectos y actos”. Por eso su libro: “Testimonia la Paz Viva, no en seco sino a través de imágenes y palabras sencillas: su poesía, astucia, y colorido; y despliega las dimensiones de su erótica y las honduras de la amistad”.

lunes, junio 10, 2024

SI HAY VERDADES, HABRÁ FUTURO

 

                SI HAY VERDADES, HABRÁ FUTURO

“Es difícil decir la verdad, porque solo hay una pero tiene vida, por lo tanto es cambiante y tiene muchos rostros”. Franz Kafka.

Hernando Llano Ángel.

Transcurridos ya dos años de la presentación oficial del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición, bajo el título: “Hay futuro, si hay Verdad”[1], es forzoso y muy penoso concluir que todavía no tenemos futuro y menos una Verdad. Quizá hubiera sido más afortunado titularlo: “Si hay verdades, habrá futuro”, o mejor, “Si hay verdades, forjaremos futuro”.

Sin Verdades, no hay presente y menos futuro

Sin duda, en gran parte los colombianos no podemos convivir y mucho menos poner fin a la repetición de esta vorágine que nos desangra --al menos desde hace más de medio siglo—debido a la obstinación que tienen todos los actores armados en imponernos su propia Verdad y negar de plano las otras verdades de sus contradictores, adversarios o enemigos. Desde las misma instituciones, la oposición y quienes se levantan en armas.  Los protagonistas y responsables institucionales siempre apelan a la supuesta verdad de la violencia legítima para defender el “Estado de derecho” y la “democracia”, aunque ello implique decapitarla, como aconteció con la cúpula del poder judicial y la reducción a escombros del Palacio de Justicia el 6 y 7 de noviembre 1985. Es más, a semejante “exitosa operación de rescate” todavía se le llama “retoma del Palacio de Justicia”. Una mentira  mayor que el desvarío del M-19 de pretender juzgar allí al presidente Belisario por traición al acuerdo de paz. Ambas partes, en lugar de respetar la renombrada separación de las ramas del poder público, hicieron todo lo contrario. Comenzando por el Ejecutivo de entonces que cercenó de tajo la máxima expresión de la rama judicial y el mismo Estado de derecho, convirtiéndolo en un Estado deshecho. Y todo ello, para “mantener la democracia, maestro”, según la valerosa y mentirosa respuesta del coronel Alfonso Plazas Vega. Pero todavía tenemos peores y más mortales mentiras oficiales. Hasta hace pocos años, en virtud de la Directiva 29 del 2005[2], firmada por el entonces ministro de defensa Camilo Ospina, el presidente Uribe en nombre de la “seguridad democrática” promovió miles de ejecuciones extrajudiciales, mal llamados “falsos positivos”, sin percatarse a tiempo, según su propia versión al padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad. Comisión cuya legalidad y legitimidad nunca ha reconocido el expresidente Uribe, pese a las miles de verdades que contiene su Informe Final, verificadas fácticamente. No la reconoce para defender su “Verdad” que, al ser hoy revelada ante la JEP por victimarios y miembros de la fuerza pública, todavía el expresidente es incapaz de reconocer como una realidad y verdad inocultable: la existencia de este degradado conflicto armado interno. Todo ello, para justificar su lucha contra el terrorismo de “la Far”, repitiendo así a escala nacional la hecatombe del Palacio de Justicia. Es indiscutible que esa Verdad de la “seguridad democrática” terminó demostrando, sin él pretenderlo, otra verdad, consignada en el punto 33 de su Manifiesto Democrático. Una verdad escrita por el entonces candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez. Según esa verdad “hoy violencia política y terrorismo son idénticos. Cualquier acto de violencia por razones políticas o ideológicas es terrorismo. También es terrorismo la defensa violenta del orden estatal”[3] ¡Qué terrible ironía! El Estado de la “seguridad democrática”, aquel que le devolvió “la tranquilidad a todos los colombianos y les permitió volver a sus fincas y viajar por todas las carreteras”, fue un Estado Terrorista, según lo afirmado en el punto 33 del Manifiesto Democrático por el mismo candidato Álvaro Uribe Vélez, punto que cumplió al pie de la letra siendo presidente de la República. Una paradoja semejante la está viviendo el presidente Petro, pero en sentido contrario, con su prometida política de Paz Total, cada vez más próxima a una guerra total en varios departamentos. En parte, ello se debe a que las guerrillas, el Clan del Golfo y cuanto grupo criminal desafíe al Estado y se ensañe contra la población civil, se parapeta tras la verdad brutal de la violencia, la extorsión y el crimen para obtener favorabilidad política, beneficios judiciales y hasta impunidad. Lo anterior ha sido una constante histórica desde el nacimiento de la República, pero se convirtió en una estrategia exitosa con el narcoterrorismo de Pablo Escobar, pues incluso logró coronar la prohibición de la extradición de colombianos por nacimiento en el ya derogado artículo 35 de la Constitución. Claro, todo ello, bajo otra verdad oficial y eufemística, llamada “política de sometimiento a la justicia” del expresidente César Gaviria, pronunciada en un marco solemne, la proclamación de la Constitución de 1991 con su: “Bienvenidos al futuro. Un futuro que todavía no nos llega, igual que el anunciado por la Comisión de la Verdad en su informe final, simplemente porque no somos capaces de decirnos verdades vitales. Para no continuar repitiendo las atroces realidades de este conflicto que la Comisión nos ha revelado en más de diez mil páginas, nos toca empezar por dejar de decirnos grandiosas y solemnes mentiras, como las contenidas en nuestra querida Constitución: Estado Social de Derecho, Democracia Participativa, prohibición de la pena de muerte, Paz, Salud, Vivienda digna, tan hermosamente condensadas en su preámbulo:

EL PUEBLO DE COLOMBIA en ejercicio de su poder soberano, representado por sus delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente, invocando la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana decreta,  sanciona y promulga la siguiente CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE COLOMBIA”.

Las anteriores no dejan de ser mentiras y promesas, solemnemente incumplidas, porque nadie se atreva a refutarlas y todos juremos creer en ellas, comenzando por los gobernantes que deberían ser los primeros en cumplirlas, pero no lo hacen. Pero tampoco son verdades porque simplemente la realidad de la vida política, social, económica y cultural las niega y desconoce todos los días. Al respecto, un catalán canta: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. En otras palabras, solo tendremos presente y futuro si mediante nuestro comportamiento ciudadano las convertimos en verdades reales y no solo nominales, escritas en la Constitución. Pero, además, si desde el Estado los gobernantes de turno no las utilizan como coartadas para favorecer intereses personales, partidistas, empresariales y hasta criminales, invocando para ello la misma Constitución y otras tantas fantasmagorías como la “Democracia”, “la seguridad democrática” y hasta un mítico y revolucionario constituyente primario”, que cambiará la historia. Por eso García Márquez es nuestro mayor fabulador nacional y también el más lúcido revelador de verdades. En su “Proclama por un País al alcance de los niños”[4] desvela todas nuestras imposturas y nos deja desnudos:“Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan. Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escritaPues somos dos países a la vez: uno en el papel y otro en la realidad”. No tenemos, pues, otra opción que dejar de vivir en medio de tantas mentiras políticas, históricas y constitucionales si en verdad queremos salir del laberinto de violencias en que estamos extraviados y no continuar siendo la estirpe desgraciada de “Cien años de soledad”.