lunes, julio 22, 2019

Escenas verdaderas de un tinglado electofáctico (Primer Acto).


ESCENAS VERDADERAS DE UN TINGLADO ELECTOFÁCTICO


(PRIMER ACTO)
18 de junio de 2019
Hernando Llano Ángel.
Política y dramaturgia

La política y la dramaturgia son hermanas siamesas. Viven indisolublemente ligadas a la representación de la vida en sus múltiples e inesperados avatares. Desde la comedia, el drama hasta la tragedia. Bien lo sabían los griegos, con su pléyade de autores trágicos y sus extraordinarias obras[1]. En ambas actividades sus protagonistas se resisten a salir de escena, especialmente cuando son exitosos y su público los reclama, como en los casos de los senadores Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro. Ellos, como los actores de teatro, no pueden vivir sin la fama y sus devotos electores, pues son vanidosos y narcisistas que aspiran a ser eternos. Aunque su ámbito de representación y actuación sea diferente. La dramaturgia suele escenificarse en teatros y en ocasiones también en la calle y las plazas públicas. De la política se puede decir que, siendo la obra mayor de la vida y la muerte, se representa y actúa en todos los ámbitos, desde los públicos e institucionales del Estado, hasta lo más privados y personales, como los laborales y familiares. En ese sentido, todos hacemos parte de la obra y somos actores políticos, aunque de reparto, especialmente en las elecciones. De allí, que nadie pueda escapar a las consecuencias de la política, aunque las decisiones que a todos nos afectan las tomen unos pocos, esos actores profesionales que llamamos políticos. Ellos representan su función en escenarios especialmente visibles: Presidencia, Ministerios, Congreso y en los ámbitos regionales y municipales: Asambleas, Concejos, Gobernaciones y Alcaldías. Pero, sin duda, el escenario más importante es el Congreso, porque allí se escribe y decide el libreto de la sociedad a través de Actos Legislativos y de diversas leyes. En él se escenifica, de alguna forma, lo que acontece en la sociedad: sus necesidades, reivindicaciones, angustias, conflictos y aspiraciones. En ese sentido, sus actores son más o menos representativos de todos nosotros y de lo que nos sucede. Por eso, las escenas dramáticas que se vivieron con el ingreso de un nuevo actor a tan importante escenario, como Santrich, son tan significativas y vale la pena considerarlas en el contexto de otras temporadas, obras y actores que han representado diversos papeles en el Congreso. Quizá así veamos toda la tramoya que hay detrás de semejante tragicómico espectáculo y podamos comprender las dimensiones reales de la política nacional, una verdadera ópera bufa de la democracia.

Un tinglado electofáctico

Habría que empezar por la presencia en el Congreso, en el pasado reciente, de un trío de actores tenebrosos, más representativos de una película de horror que de un escenario político: Salvatore Mancuso, Ivan Roberto Duque (alias Ernesto Báez) y Ramón Isaza, destacados jefes paramilitares, inmersos hasta los tuétanos en el narcotráfico y las masacres de campesinos[2]. El debut de Mancuso en el Congreso fue el 28 de julio de 2004 y tuvo como propósito fundamental ambientar políticamente el trámite de la que sería después la ley 975 de 2005, más conocida como de “Justicia y paz”. Apartes de su elocuente intervención pueden verse en https://www.youtube.com/watch?v=KcQYlCDuwFk. La mayoría de los congresistas no sólo lo escucharon con atención, sino que lo aplaudieron con devoción al final de su intervención. Entonces no hubo suspensión y menos levantamiento de la sesión. Ni los opositores tuvieron posibilidad de hacer escuchar sus voces. Una voz airada en las barras fue acallada. Cuatro años después, en el libro “Las comadres de la parapolítica”, tras bambalinas, el periodista Juan Carlos Giraldo, en entrevista a las congresistas Eleonora Pineda y Rocío Arias, nos cuenta cómo fue posible la visita de tan importantes actores:
“Le contamos al presidente que ya los jefes de la AUC no querían ir al Congreso, dice Eleonora tratando de reconstruir ese momento. Y Rocío recuerda lo que dijo al presidente: Pre, ellos no van a venir. No es que tengan miedo de venir, lo que pasa es que le temen al rechazo de algunos sectores políticos como el Polo, Gustavo Petro, las organizaciones de las víctimas, y sabemos que las ONG están organizando sabotajes. Bueno niñas, ustedes no pueden aplazar esa visita, les dijo el presidente mirándolas fijamente. Las dos comadres se cruzaron miradas de entusiasmo. Entendieron que con esas palabras él apoyaba su causa. No podían creer que el presidente Álvaro Uribe las fuera a respaldar de manera tan inmediata y sencilla. Esperaban trabas, y se sintieron todavía más dichosas cuando, según lo recuerdan, el primer mandatario les pidió solucionar de una vez el problema. Esto es muy importante para la paz de Colombia. Eleonora, llame a Mancuso. … Llamé a Mancuso y le dije: aquí estoy con el presidente de la República, el presidente dice que nosotras tenemos toda la autonomía, y que él no ve inconveniente porque es una oportunidad histórica. Por su parte Rocío también lo reafirmó: Desde el teléfono persuadimos a los jefes de las autodefensas para que vinieran al Congreso; el presidente estaba a un lado de nosotras, y delante de él llamamos a Mancuso y le aclaramos todo, lo tranquilizamos y le dijimos que el gobierno quería que ellos vinieran. (Giraldo, 2008, pp. 179- 180).

El mismo Juan Carlos Giraldo, el 28 de abril de 2008, en la emisión central del noticiero de televisión de RCN, entrevista a Mancuso y éste le explica lo que está pasando en el Congreso con la detención de numerosos congresistas investigados por parapolítica, entre ellos Mario Uribe, primo segundo del entonces presidente Álvaro Uribe:

“Estos síntomas inician por las autodefensas, porque somos los primeros que hemos tenido que avanzar en unos procesos judiciales contando la verdad de lo sucedido. En la medida que avance la guerrilla a contar las verdades y luego el narcotráfico a contar las verdades, más de la mitad del Congreso de la República estará vinculado a estos fenómenos que se dieron regionalmente en las diferentes zonas de Colombia. Lo que dije fue que el 35% del Congreso fue elegido en zonas donde habían estado las Autodefensas. En esos estados nosotros fuimos los que cobramos tributación, impartimos justicia, tuvimos el control territorial y militar de la región y todas estas personas que querían hacer política en la región tenían que venir y concertar con los representantes políticos que teníamos allí”[3].

El 13 de mayo de 2008, apenas 15 días después de dicha entrevista, Mancuso junto a otros 12 jefes narcoparamilitares fueron extraditados a Estados Unidos[4] y con ellos gran parte de la verdad sobre las relaciones entre la política y el crimen. Relación que constituye la quintaesencia del régimen político que tenemos, cuya denominación más próxima sería la de electofáctico, puesto que no sólo un número significativo de congresistas son elegidos por sus alianzas o coaliciones con actores criminales y poderes de facto, sino que incluso en todas las elecciones presidenciales, desde Gaviria hasta Duque, dichos poderes han tenido una influencia condicionante y determinante. Pero esa historia precisa un segundo y hasta tercer acto, en las próximas entregas de Consorcio, para describir en forma más detallada el complejo e ingenioso tinglado electofáctico que es nuestra realidad política nacional, cuya más reciente y escandalosa escena fue la protagonizada por Santrich, un actor de mucha menor importancia e influencia política que la del aclamado trío de los comandantes narcoparamilitares. ¿Por qué será que muchos le tienen tanto miedo a la verdad completa y solo rechazan y les escandaliza aquella relacionada con los crímenes y la corrupción del adversario, pero no la relacionada con los crímenes y la corruptela auspiciada por sus propios correligionarios? ¿Será que hay una violencia “buena y legítima”, la propia, y otra “mala e ilegítima”, la del adversario? ¿Unos “buenos muchachos”, los que me acompañan y otros “malos muchachos”, los que se me oponen? ¿Unos que asesinan legalmente y otros que matan ilegalmente? ¿Será posible vivir en una sociedad decente y en paz con semejante maniqueísmo criminal?


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