ESCENAS VERDADERAS DE UN TINGLADO ELECTOFÁCTICO
(PRIMER ACTO)
18 de junio de 2019
Hernando Llano
Ángel.
Política y dramaturgia
La política y la dramaturgia son
hermanas siamesas. Viven indisolublemente ligadas a la representación de la
vida en sus múltiples e inesperados avatares. Desde la comedia, el drama hasta
la tragedia. Bien lo sabían los griegos, con su pléyade de autores trágicos y
sus extraordinarias obras[1]. En
ambas actividades sus protagonistas se resisten a salir de escena, especialmente
cuando son exitosos y su público los reclama, como en los casos de los senadores
Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro. Ellos, como los actores de teatro, no
pueden vivir sin la fama y sus devotos
electores, pues son vanidosos y narcisistas que aspiran a ser eternos. Aunque
su ámbito de representación y actuación sea diferente. La dramaturgia suele escenificarse
en teatros y en ocasiones también en la calle y las plazas públicas. De la
política se puede decir que, siendo la obra mayor de la vida y la muerte, se
representa y actúa en todos los ámbitos, desde los públicos e institucionales
del Estado, hasta lo más privados y personales, como los laborales y
familiares. En ese sentido, todos hacemos parte de la obra y somos actores
políticos, aunque de reparto, especialmente en las elecciones. De allí, que nadie
pueda escapar a las consecuencias de la política, aunque las decisiones que a
todos nos afectan las tomen unos pocos, esos actores profesionales que llamamos
políticos. Ellos representan su función en escenarios especialmente visibles:
Presidencia, Ministerios, Congreso y en los ámbitos regionales y municipales:
Asambleas, Concejos, Gobernaciones y Alcaldías. Pero, sin duda, el escenario
más importante es el Congreso, porque allí se escribe y decide el libreto de la
sociedad a través de Actos Legislativos y de diversas leyes. En él se
escenifica, de alguna forma, lo que acontece en la sociedad: sus necesidades,
reivindicaciones, angustias, conflictos y aspiraciones. En ese sentido, sus
actores son más o menos representativos de todos nosotros y de lo que nos
sucede. Por eso, las escenas dramáticas que se vivieron con el ingreso de un
nuevo actor a tan importante escenario, como Santrich, son tan significativas y
vale la pena considerarlas en el contexto de otras temporadas, obras y actores
que han representado diversos papeles en el Congreso. Quizá así veamos toda la
tramoya que hay detrás de semejante tragicómico espectáculo y podamos
comprender las dimensiones reales de la política nacional, una verdadera ópera
bufa de la democracia.
Un tinglado electofáctico
Habría que empezar por la
presencia en el Congreso, en el pasado reciente, de un trío de actores
tenebrosos, más representativos de una película de horror que de un escenario
político: Salvatore Mancuso, Ivan Roberto Duque (alias Ernesto Báez) y Ramón
Isaza, destacados jefes paramilitares, inmersos hasta los tuétanos en el
narcotráfico y las masacres de campesinos[2]. El
debut de Mancuso en el Congreso fue el 28 de julio de 2004 y tuvo como
propósito fundamental ambientar políticamente el trámite de la que sería
después la ley 975 de 2005, más conocida como de “Justicia y paz”. Apartes de su
elocuente intervención pueden verse en https://www.youtube.com/watch?v=KcQYlCDuwFk.
La mayoría de los congresistas no sólo lo escucharon con atención, sino que lo
aplaudieron con devoción al final de su intervención. Entonces no hubo
suspensión y menos levantamiento de la sesión. Ni los opositores tuvieron
posibilidad de hacer escuchar sus voces. Una voz airada en las barras fue
acallada. Cuatro años después, en el libro “Las
comadres de la parapolítica”, tras bambalinas, el periodista Juan Carlos
Giraldo, en entrevista a las congresistas Eleonora Pineda y Rocío Arias, nos
cuenta cómo fue posible la visita de tan importantes actores:
“Le contamos
al presidente que ya los jefes de la AUC no querían ir al Congreso, dice Eleonora
tratando de reconstruir ese momento. Y Rocío recuerda lo que dijo al
presidente: Pre, ellos no van a venir. No
es que tengan miedo de venir, lo que pasa es que le temen al rechazo de algunos
sectores políticos como el Polo, Gustavo Petro, las organizaciones de las
víctimas, y sabemos que las ONG están organizando sabotajes. Bueno niñas, ustedes no pueden aplazar esa
visita, les dijo el presidente mirándolas fijamente. Las dos comadres se
cruzaron miradas de entusiasmo. Entendieron que con esas palabras él apoyaba su
causa. No podían creer que el presidente Álvaro Uribe las fuera a respaldar de
manera tan inmediata y sencilla. Esperaban trabas, y se sintieron todavía más
dichosas cuando, según lo recuerdan, el primer mandatario les pidió solucionar
de una vez el problema. Esto es muy
importante para la paz de Colombia. Eleonora, llame a Mancuso. … Llamé a
Mancuso y le dije: aquí estoy con el presidente de la República, el presidente
dice que nosotras tenemos toda la autonomía, y que él no ve inconveniente porque es una oportunidad histórica.
Por su parte Rocío también lo reafirmó: Desde el teléfono persuadimos a los
jefes de las autodefensas para que vinieran al Congreso; el presidente estaba a un lado de nosotras, y delante de él llamamos a
Mancuso y le aclaramos todo, lo tranquilizamos y le dijimos que el gobierno
quería que ellos vinieran. (Giraldo, 2008, pp. 179- 180).
El mismo Juan
Carlos Giraldo, el 28 de abril de 2008, en la emisión central del noticiero de
televisión de RCN, entrevista a Mancuso y éste le explica lo que está pasando
en el Congreso con la detención de numerosos congresistas investigados por
parapolítica, entre ellos Mario Uribe, primo segundo del entonces presidente
Álvaro Uribe:
“Estos
síntomas inician por las autodefensas, porque somos los primeros que hemos
tenido que avanzar en unos procesos judiciales contando la verdad de lo sucedido. En la medida que avance la guerrilla a contar las verdades y luego el
narcotráfico a contar las verdades, más de la mitad del Congreso de la
República estará vinculado a estos fenómenos que se dieron regionalmente en las
diferentes zonas de Colombia. Lo que dije fue que el 35% del Congreso fue
elegido en zonas donde habían estado las Autodefensas. En esos estados
nosotros fuimos los que cobramos tributación, impartimos justicia, tuvimos el
control territorial y militar de la región y
todas estas personas que querían hacer política en la región tenían que venir y
concertar con los representantes políticos que teníamos allí”[3].
El 13 de mayo
de 2008, apenas 15 días después de dicha entrevista, Mancuso junto a otros 12
jefes narcoparamilitares fueron extraditados a Estados Unidos[4] y
con ellos gran parte de la verdad sobre las relaciones entre la política y el
crimen. Relación que constituye la quintaesencia del régimen político que
tenemos, cuya denominación más próxima sería la de electofáctico, puesto que no
sólo un número significativo de congresistas son elegidos por sus alianzas o
coaliciones con actores criminales y poderes de facto, sino que incluso en
todas las elecciones presidenciales, desde Gaviria hasta Duque, dichos poderes
han tenido una influencia condicionante y determinante. Pero esa historia
precisa un segundo y hasta tercer acto, en las próximas entregas de Consorcio,
para describir en forma más detallada el complejo e ingenioso tinglado
electofáctico que es nuestra realidad política nacional, cuya más reciente y
escandalosa escena fue la protagonizada por Santrich, un actor de mucha menor
importancia e influencia política que la del aclamado trío de los comandantes
narcoparamilitares. ¿Por qué será que muchos le tienen tanto miedo a la verdad
completa y solo rechazan y les escandaliza aquella relacionada con los crímenes
y la corrupción del adversario, pero no la relacionada con los crímenes y la
corruptela auspiciada por sus propios correligionarios? ¿Será que hay una
violencia “buena y legítima”, la propia, y otra “mala e ilegítima”, la del
adversario? ¿Unos “buenos muchachos”, los que me acompañan y otros “malos
muchachos”, los que se me oponen? ¿Unos que asesinan legalmente y otros que
matan ilegalmente? ¿Será posible vivir en una sociedad decente y en paz con
semejante maniqueísmo criminal?
[1]
Como Antígona, de Sófocles; Las Suplicantes y la Orestiada de Esquilo.
[2]
Informe de SEMANA y el CNMH, https://especiales.semana.com/especiales/escala-violencia-colombia/quienes-asesinaron-220000-colombianos.html
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