DE-LIBERACIÓN
Marzo 3 de 2011
SERRAT EN CALI
Hernando Llano Ángel.
Regresa con tres verdades: Vida, Libertad y Dignidad. Ellas forjaron la identidad de Miguel Hernández como hombre, poeta y combatiente, hace ya más de cien años. Y de nuevo tendremos la fortuna de escucharlas en la voz vibrante de Serrat, la próxima semana en el teatro Jorge Isaacs, cuando nos presente su último trabajo: “Hijo de la luz y de la sombra”, a propósito del centenario del natalicio del poeta de Orihuela., celebrado el año pasado.
Después de 38 años de haber grabado algunos de los poemas inmortales de Hernández, como Nanas de la Cebolla, Para la libertad y Elegía, con una voz fresca y lírica inolvidable, acompañada de una música con tonalidades íntimas y épicas en plena armonía con dichos versos, ahora Serrat nos maravilla con otros 13 poemas de Hernández donde le canta a su figura de poeta total y vital.
En “Hijo de la luz y de la sombra” nada se escapa a la sensibilidad y lucidez de Serrat. Desde la pasión amorosa del esposo encarcelado y desconsolado que encuentra alivio en las cartas que recibe de su amada: “Tus cartas apaciento metido en un rincón y por redil y hierba les doy mi corazón”, hasta la angustia del combatiente que acepta como inevitable el destino fatal de la guerra: “Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera: aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo, y defiendo tu vientre de pobre que me espera, y defiendo tu hijo. Es preciso matar para seguir viviendo”.
Si bien este trabajo poético musical de Serrat aparece 38 años después, no es una segunda parte de la obra de Hernández, sino más bien expresión de su profunda y rica unidad. Como en el primero, encontramos de nuevo la voz íntima y amorosa de Hernández junto a la épica y combativa, en poemas y canciones apasionadamente cósmicas, como la que da nombre al disco: “Hijo de la luz y de la sombra”, donde la voz de Serrat se escucha firme y con alegre vitalidad: “Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo. Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo. Eres la noche esposa. Yo soy el mediodía”.
Pero también escuchamos la desoladora denuncia contra “El hambre: “Tened presente el hambre. Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos donde la vida habita siniestramente sola. Reaparece la fiera. Recobra sus instintos, sus patas erizadas, sus rencores, su cola…Entonces solo sabe del mal, del exterminio. Inventa gases, lanza motivos destructores, regresa a la pezuña, retrocede al dominio del colmillo, y avanza sobre los comedores.”
En las canciones escuchamos todos los registros de la sensibilidad y la genialidad creadora e intuitiva de Hernández, reflejados en un poema como “El mundo de los demás”, que contiene la quintaesencia de la moderna fenomenología: “El mundo es como aparece ante mis cinco sentidos, y ante los tuyos que son las orillas de los míos. El mundo de los demás, no es el nuestro: No es lo mismo… Pero las cosas se forman con nuestros propios delirios. Ciegos para los demás, oscuros, siempre remisos, miramos siempre hacia adentro, vemos desde lo más íntimo…Nadie me verá del todo. Ni es nadie como lo miro. Somos algo más que vemos, algo menos que inquirimos…Nadie nos ha visto. A nadie ciegos de ver, hemos visto”.
También están presentes los poemas telúricos y trascendentales, aquellos que celebran la unión pagana y mística del espíritu con el placer y de la vida con la muerte, en una trilogía formada por las canciones: “La palmera levantina”, “Cerca del agua” y “Dale que Dale”. En ésta última, la armonía y la melodía entre el poema y la voz de Serrat van in crescendo, con acompañamiento del coro, desde lo más modesto y terrenal: “Dale al aspa, molino, hasta nevar el trigo. Dale a la piedra, agua, hasta ponerla mansa” y culmina en una eclosión de alegría personal y sublime: “Dale, Dios, a mi alma, hasta perfeccionarla”, cuyas notas quedan resonando en los pliegues de cada uno como un himno pagano y a la vez celestial. Pero en medio de tanta gravedad, también crece la gracia de “La Palmera levantina”: “La que atrapa la primera ráfaga de primavera. La primera golondrina. La que araña a los luceros y se ciñe los encajes de las nubes a los Zancos datileros”. Para cerrar este ciclo con un canto a la sensualidad y la vitalidad del agua marina, aparece como un susurro “Cerca del agua: te quiero llevar, porque tu arrullo trascienda del mar. Cerca del agua te quiero tener, porque te aliente su vívido ser. Cerca del agua te quiero sentir, porque la espuma te enseñe a reír. Cerca del agua te quiero, mujer, ver, abarcar, fecundar, conocer. Cerca del agua perdida del mar, que no se puede perder ni encontrar”, como en el amor suele suceder.
Y no podían faltar los poemas combativos, que afirman la vida y la libertad sin odio y mucho menos venganza, porque en ellos está en juego la dignidad de la propia humanidad. Como en la canción que abre el disco: “Uno de aquellos”, un himno a la solidaridad internacional con los republicanos contra la criminal codicia de los nacionalistas durante la guerra civil española: “Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras, tu eres uno de aquellos. Las patrias te llamaron con todas sus banderas, que tu aliento llenara de movimientos bellos. Quisiste apaciguar la sed de las panteras, y flameaste henchido contra sus atropellos”. Pero donde más fuerte y digna resuena la voz vibrante de Serrat es en la trilogía formada por “La canción del esposo soldado”, “El hambre” y “Si me matan, bueno”: “Ante la vida sereno y ante la muerte, mayor; si me matan bueno: si vivo, mejor… Aquí estoy vivo y moreno de mi especie defensor…Traidores me echan veneno y yo les echo valor…El corazón traigo lleno de un alegre resplandor”.
Sólo nos queda disponernos la próxima semana al goce estético, musical, ético y nostálgico de escuchar y ver a Serrat con su insustituible banda de amigos, en el teatro Jorge Isaacs, sin olvidar estas palabras cuando presentó su primer LP con poemas de Miguel Hernández en México, hace 38 años y entonces casi no teníamos pasado:
“Quisiera que los que escuchen estas canciones recuerden que su autor fue un poeta perseguido, condenado y encarcelado. Un hombre que murió en prisión por el delito de pensar y escribir cosas como las que aquí pueden oír. Fue un pastor de cabras, fue una persona comprometida con su gente y con su tiempo. Un hombre sencillo y sensible que amaba la libertad y decía: “Soy como el árbol talado que retoño y aún tengo la vida”…, y se la quitaron. Que el destino mantenga fresca la memoria y nos libre de aquellos que asesinan a los poetas y a la poesía”.
2 comentarios:
Llegó con tres heridas
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
¿Quién no tiene estas heridas? por eso, por todo lo que trae, recuerda y conmueve, me alegro y celebro por esta nueva obra.
Como siempre, es un deleite leer tus textos. Esta vez, con una exquisita selección de los fragmentos de las canciones, finamente entretejidas entre sí a manera de poética filigrana que nos va llevando por la realidad que Hernández desnudó para el mundo hace tantos años. El propósito oculto de seducirnos para asistir al encuentro de Serrat es logrado como toda seducción: con delicada galantería.
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