DONALD TRUMP: ¿DE LA PANDEMIA AL
PANDEMÓNIUM?
Abril 19 de 2020
Hernando
Llano Ángel.
¡AMERICA FIRST!
Hay
que reconocer que Trump cumple sus promesas electorales. Estados Unidos, como
nación, tiene hoy, 19 de abril de 2020, el más alto número de personas contagiadas
por Covid-19 (732.197) y de víctimas mortales (superó las 40.000) en el mundo[1]. Esas macabras cifras
expresan el significado exacto de ¡AMERICA FIRST! Y lo más grave está por
venir, pues con el entusiasta apoyo de sus seguidores pronto abrirá la economía
y con ella también la caja del pandemónium. Sin duda, la prioridad de Trump es
la economía, los negocios y su poder presidencial, no la salud pública y mucho
menos la vida, pues tiene la certeza de que su reelección depende más de la
disminución del desempleo, que del aumento del contagio por Covid-19 y su
relativa baja letalidad. Porque el número de desempleados asciende más
rápidamente que el de contagiados. Al 16 de abril era de 22 millones de
desempleados, frente apenas 732.197 contagiados. Y el mayor logro de Trump,
hasta la llegada del “virus chino”, había sido disminuir el desempleo a un
porcentaje insignificante. El menor en los últimos 25 años, en abril de 2019
era del 3.6% por ciento. Con la llegada del virus, que no ingenuamente denomina
Trump el “virus chino”, su proeza económica quedó reducida a cenizas. Hoy el
porcentaje de desempleados está próximo al 18%, cerca de 22 millones, el más
alto en los últimos veinticinco años.[2] Por lo tanto, su apuesta
macabra puede plantearse en cifras sencillas: poco importan cien mil o más
víctimas mortales, con tal de disminuir en unos cuantos millones el crecimiento
del desempleo y reactivar la economía. A fin de cuentas, los muertos no votan
–al menos hasta ahora-- en los Estados Unidos, mientras los vivos decidirán su triunfo o
derrota en las urnas. Aunque también la cifra de víctimas mortales puede
cobrarle una derrota desde ultratumba. Quizá por ello busca convertir a China
en el chivo expiatorio de la pandemia. Una pesadilla cruel y despiadada parece
desvelar todas las noches a Trump, sueña con un campo lleno de tumbas y unas
urnas semivacías de votos. Todos los días despierta sobresaltado. Tal parece
que el paisaje de las próximas elecciones presidenciales discurrirá entre
tumbas y urnas. De un lado, una interminable fila de féretros, casi
oficialmente despreciada y, del otro, una diezmada e indecisa fila de votantes,
sofocando con el tapabocas en su rostro el miedo y la esperanza en que
transcurren sus vidas, como nos acontece a todos.
¿Otro pandemónium internacional?
Aunque
también el paisaje puede ser más apocalíptico y la pandemia convertirse en un
pandemónium internacional, al extremo que impida la celebración de la elección
presidencial el próximo 3 de noviembre. Entonces Trump aprovecharía dicha
circunstancia para prorrogar en forma indefinida su mandato. Incluso parece
estar preparando dicho escenario al insinuar que China es responsable de la
creación de la covid-19 en un laboratorio en la ciudad de Wuhan y que, de
comprobarse semejante invención mefistofélica, ello tendría graves
consecuencias, según su último anuncio público. Así las cosas, el planeta se
convertiría en un auténtico pandemónium, pues la capital del “Mundo libre”
combatiría sin tregua, incluso con armas más devastadoras que la Covid-19, a la
capital del infierno, la China comunista. Este escenario, más propio de una
película de Hollywood sobre el fin del mundo, parece tan descabellado y absurdo
como el de otra pésima producción llamada “la guerra contra el terrorismo”, que
aún no termina y que comenzó con la ocupación de Irak, supuestamente para evitar
que el demonio de Sadam Husein utilizará armas de destrucción masiva y
biológicas contra el mundo libre. Hoy, todo el mundo sabe que esa fue una
abominable y mortífera mentira, adobada con la codicia por el petróleo de
empresas norteamericanas[3] y el control geopolítico y
militar del medio oriente, producto del concierto para delinquir urdido por las
Agencias de inteligencia y seguridad norteamericanas. Todo lo anterior, con la
actuación de mediocres actores de reparto como George W Bush y Dick Cheney,
quienes abrieron una vez más la caja de pandora del complejo
industrial-militar, quintaesencia del poder imperial norteamericano. Y esa
gesta por la “libertad y la democracia” contra la tiranía de Husein, terminó
engendrando el pandemónium del Estado Islámico, que convirtió a Europa y el
“mundo libre” en un lugar cada vez más inseguro e infernal, con atentados
mortales en calles, plazas, salas de concierto, iglesias, mezquitas, sinagogas
y millones de migrantes huyendo a la muerte y el hambre. Hoy, cientos de
miles siguen buscando desesperadamente refugio en Europa, cuando la muerte no
los asalta y sepulta en el fondo del mediterráneo.
Jinetes del Apocalipsis
Desde
entonces los jinetes del apocalipsis galopan de nuevo sobre la tierra: guerras
de conquista, muerte, hambre y peste. ¿Será que estamos ad portas de otra
guerra contra el “imperio del mal”? En tal caso, tendríamos que reconocer que
el virus más devastador y mortal está enquistado en la simbiosis tanática del
poder político con el económico y militar. Sobre todo, cuando lo ejercen
hombres dominados por la paranoia de la soberbia y la codicia, como sucede con
Trump, cuyo horizonte de humanidad se agota en el mercado, el consumo hedonista y el nacionalismo racista e imperial
de electores incautos que todavía creen en consignas tan pueriles como AMERICA FIRST. Hoy están pagando con
muerte, dolor, desolación, desempleo y hambre semejante soberbia ignorante y
chovinista. ¿Hasta cuándo seguirán creyendo en ese estilo de vida y cuánto les
llevará reconocer a dichos electores que su nación ya entró en un eclipse
irreversible? Pero no solo a ellos, sino sobre todo a quienes todavía viven y
mueren deslumbrados por el “sueño americano”, ya convertido en un pandemónium
planetario. Valdría la pena que todos tuviéramos en cuenta esta admonición de
Antonio Gramsci, en una encrucijada histórica dominada por líderes nacionalista
y racistas con aires mesiánicos, parecidos a los que hoy pregona Trump: “El
viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen
los monstruos”. Depende
de todos nosotros que tan claro u oscuro sea ese nuevo mundo y los monstruos
que lo pretenden dominar. Por lo pronto, va siendo hora de que reflexionemos y
cambiemos, si de verdad queremos seguir viviendo en libertad, sin miedo incluso
a infectar o ser infectados por nuestros seres más queridos. La vida y menos la
libertad pueden ser confinadas, vigiladas y controladas indefinidamente. No
pueden quedar reducidas al estrecho, aséptico, seguro y limitado mundo familiar.
Precisamos con urgencia del amplio, diverso, hermoso, incierto y generoso mundo
terrenal, tanto como del plural y conflictivo espacio público, junto al
regulado y disputado del mercado, para seguir siendo humanos.
[1]- https://www.semana.com/mundo/articulo/minuto-a-minuto-mas-de-2300000-contagiados-en-el-mundo/653650.