ELECCIONES FATALES
(miércoles 23 de octubre 2019)
Hernando Llano Ángel.
Tal como está el panorama
político en nuestro convulsionado subcontinente, con la eclosión del volcán social
en Chile, el cuestionado triunfo de Evo Morales en Bolivia y la victoria de la
protesta indígena y social en el Ecuador contra Lenin Moreno, podemos concluir
que las elecciones se han convertido entre nosotros en un ritual mortal. Han
dejado de ser una institución para la legitimación democrática y se están
transformado en una sofisticada coartada para la represión autoritaria. Ya lo
expresó el presidente chileno, Sebastián Piñera: "Estamos en guerra contra
un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está
dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite, incluso cuando
significa la pérdida de vidas humanas, con el único propósito de producir el
mayor daño posible”. Solo le faltó
reconocer que él fue quien declaró la guerra, al tomar una medida que disparó
la protesta popular.
Joker en Chile
Elecciones cada vez menos legales
y democráticas, si tenemos en cuenta el efecto de Petrobras y Odebrecht, poderosas
multinacionales para corromper y elegir presidentes en Brasil y Perú, donde la
complicidad de “la clase política” y su dinámica corruptora no alcanzaron a
controlar plenamente el poder judicial, como acontece en nuestro caso y
Venezuela. Pero, a pesar de tan desolador panorama, todos los mandatarios de
nuestros países se reclaman auténticos demócratas, simplemente por el hecho de
ganar elecciones, así sea violando sus constituciones: modificando
“articulitos” con cohechos (Uribe); desconociendo los resultados en referendos
y elecciones (Evo Morales); clausurando el Congreso y reprimiendo violentamente
a los opositores (Maduro) o sobrepasando los topes de financiación con aportes
de Odebrecht (Santos y Zuluaga). No es de extrañar entonces que, ante tanta
mentira e impostura, revestida de prepotencia y cinismo democrático, la
respuesta de los gobernados sea iracunda y violenta, especialmente cuando sus
presidentes toman medidas tan impopulares como las de Lenin Moreno y Sebastián
Piñera. Ya la gente no soporta que, además de la
confianza depositada en las urnas, le roben también el sueldo, esquilmen sus
pensiones y conviertan sus sueños en pesadillas. Por ello no es coincidencia, ni
mero efecto imitativo, que en las protestas en Chile empiecen a aparecer entre
la multitud máscaras del Guasón, (Joker) ya desesperados de tanto comediante
exitoso, soberbio y enriquecido, que hoy funge de gobernante demócrata. Entonces las elecciones, esa especie de
comedia política, se convierten en una tragedia social, tal como sucede en la
película con la humillación y exclusión del Guasón y está pasando en Chile,
Bolivia y Ecuador con la burla de las esperanzas populares.
Pero el asunto en la vida real
siempre es más complejo que en el celuloide, porque en
ella no basta con cambiar el reparto de comediantes, eligiendo y subiendo a
otros en el escenario del poder. Hay que cambiar también el teatro y su
decorado y ello no es un asunto que se resuelva en unas elecciones. Como lo
dijo Álvaro Gómez Hurtado, quien conocía bien el entramado del poder y sus
vericuetos, lo que hay que tumbar es el
régimen.
Un Teatro deplorable
Empezando por el régimen
municipal y su corporación de elección popular, el Concejo Municipal,
responsable con el alcalde de la buena, mala o pésima administración de la
ciudad. Como
se puede leer en el último boletín del Observatorio CALI VISIBLE, de la
Universidad Javeriana https://www.javerianacali.edu.co/sites/ujc/files/node/fielddocuments/field_document_file/boletin_especial-2019_final.pdf),
en el actual Concejo de nuestra ciudad hay doce (12) sindicatos y el 46% (en promedio) de sus afiliados
conforman las Unidades de Apoyo Normativo (UAN) de los concejales para el
periodo enero 2016 a diciembre 2018. La pregunta obvia es, ¿Qué relación existe
entre los sindicatos y los concejales? ¿Cómo explicar la existencia de 12
sindicatos en una corporación de 21 miembros? En el Concejo de Bogotá,
conformado por 45 miembros, existen cinco sindicatos. Los 21 concejales
nuestros tienen un fondo de aproximadamente $32.000 millones de pesos para
conformar sus equipos técnicos de apoyo, mejor conocidas como Unidades de Apoyo
Normativo. De acuerdo con el reglamento del Concejo de Cali, cada concejal
dispone de 42,5 salarios mínimos mensuales legales vigentes, es decir, cada
concejal tiene cerca de 400 millones de pesos anuales para conformar su UAN
(puede ser por vía prestación de servicio o por libre nombramiento). CALI
VISIBLE encontró que el 47% de las UAN designadas por nombramiento están
desempeñadas por bachilleres y el 26% por profesionales; igualmente que, de quienes
pertenecían a las UAN mediante contrato de prestación de servicios, el 35% eran
bachilleres y el 36% profesionales. Queda claro que las UAN, pagadas con
nuestros impuestos, son un reducto de clientelismo, personalismo y amiguismo,
pues poco se puede esperar de un apoyo normativo competente a cargo de
bachilleres.
Actores de reparto
Mediante una serie de indicadores
de retención del talento humano, el Observatorio buscó explorar la estabilidad
de las UAN de los concejales. El
indicador se aplicó solo para quienes tenían contrato por prestación de
servicio vinculados al fondo de las UAN. Se encontró que once (11) concejales tienen un índice de retención de su UAN por
prestación de servicio inferior al 30%; 6 concejales tienen un indicador de
retención de su UAN superiores al 30% pero inferior o igual al 50%; sólo 3
concejales superan el 70% de retención y esto particularmente se explica por
dos razones: La primera, dos de estos concejales
entraron al Concejo como reemplazo de curul, por lo que no tuvieron oportunidad
de contratar sino hasta el segundo año de ejercicio en el Concejo. Y, la
segunda, un solo concejal tiene un indicador del 100% de retención de su UAN,
que la conforma una sola persona, a quien contrató a lo largo del periodo. Con
ello, queda demostrada la utilización de las UAN con criterio clientelista y
personalista en desmedro de una orientación técnica al servicio de intereses
públicos, pues poco se puede esperar de asesores con una rotación y movilidad
tan elevada, como simples actores de reparto. Así, pues, valdría la pena que al
votar por los candidatos al próximo Concejo tuviéramos presente que, más allá
de sus calidades personales, hay que exigirles un cambio en el entramado del
Concejo para que éste le cumpla a la ciudad y no a las clientelas partidistas.
A propósito, ¿Sabe usted cuáles candidatos al Concejo apoyan a su candidato a
la Alcaldía? De tales apoyos dependerá, en gran parte, nuestra calidad de vida
en los próximos cuatro años.