CALICANTO
(Septiembre 29 de 2006)
Del demonio, sus dominios y vicarios.
Hernando Llano Ángel.
Con su estilo pintoresco, entre chabacano y cursi, prosaico y trascendental, Hugo Chávez representó en la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas una nueva escena, en tono luciferino, de la famosa película “Su Excelencia”, de Cantinflas. Y, una vez más, la realidad superó la ficción, pues arrancó sonoros aplausos entre los numerosos asistentes, convirtiendo la Asamblea en una especie de aquelarre antiimperialista. La verdad es que el mundo en que vivimos se ha convertido en un infierno, no tanto por el recalentamiento global y la inminencia del fenómeno del “niño”, como por quienes están al mando del mismo. Salvo contadas excepciones, la mayoría de Jefes de Estado están endemoniados, pues para lograr sus objetivos de poder y permanecer en su ejercicio han pactado con el diablo. Se han convertido en sus vicarios, sellando pactos solemnes y clandestinos con la mentira, la violencia y el odio, divisas inconfundibles y distintivas del bando luciferino.
Dicen, por ejemplo, que gobiernan en función del interés público, la seguridad democrática y la justicia, pero los hechos demuestran todo lo contrario. Favorecen los intereses de los grandes grupos financieros y el apetito insaciable de los mercaderes, para ello convierten el Estado en una especie de Supermercado que subastan al mejor postor sin ningún pudor. Declaran guerras en nombre de la paz, la seguridad y la democracia. Diseñan políticas y estrategias de inteligencia tan sofisticadas, que los propios agentes oficiales terminan estimulando y encubriendo a los terroristas, para luego dar parte de uno que otro “positivo”, sin importar los daños colaterales de las bombas que no logran desactivar. Es inevitable que mueran ciudadanos anónimos, desechables y superfluos, pues el terror no discrimina, como al parecer sí sucede con la política de seguridad democrática, tan eficiente en proteger la caravana turística y tan impotente para salvar la vida de un trabajador. Por ello todos los vicarios del demonio inventan un nuevo lenguaje, que les permite entenderse a la perfección. Así, por ejemplo, llaman Patria a la defensa de sus privilegios y Seguridad al goce de sus propiedades. Reestructuración y salvación, a la liquidación y venta de las empresas estatales, como el Seguro Social. En el punto 60 del “Manifiesto Democrático” Uribista, se lee: “Necesitamos salvar al Seguro Social porque la opción pública es esencial en el esquema de empresas promotoras de salud”. Por la misma razón, este Gobierno llama ley de justicia y paz, al reino de la impunidad y la humillación. Desarrollo y crecimiento, a la concentración del ingreso y el aumento de la inanición. También, por ello, un brillante psiquiatra, como Luís Carlos Restrepo, confunde el error de las “convivir” con el horror del paramilitarismo, y de paso produce una catarsis tan exitosa en sus pacientes, que los transforma de criminales de lesa humanidad y narcotraficantes en actores políticos y empresarios de la paz.
Ese nuevo lenguaje tiende a ser universal, trasciende fronteras y credos ideológicos, por eso se entienden fácilmente todos aquellos que dominan sus códigos básicos: la mentira, la violencia y el odio. Así, llaman, ajusticiamiento al asesinato. Retención al secuestro. Intercambio humanitario al chantaje del contrario. Educación al adoctrinamiento. Fe al fanatismo. Pedagogía a la pederastia. Verdad revelada a la mentira institucionalizada. En fin, por todo lo anterior, es que vivimos en esta torre de Babel tan parecida al infierno. Bien lo expreso Umberto Eco, “El diablo no es el príncipe de la materia, es la soberbia del espíritu, la verdad sin sombra de duda y la fe sin sonrisa”. Por eso sus dominios son tan vastos y numerosos sus vicarios.
(Septiembre 29 de 2006)
Del demonio, sus dominios y vicarios.
Hernando Llano Ángel.
Con su estilo pintoresco, entre chabacano y cursi, prosaico y trascendental, Hugo Chávez representó en la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas una nueva escena, en tono luciferino, de la famosa película “Su Excelencia”, de Cantinflas. Y, una vez más, la realidad superó la ficción, pues arrancó sonoros aplausos entre los numerosos asistentes, convirtiendo la Asamblea en una especie de aquelarre antiimperialista. La verdad es que el mundo en que vivimos se ha convertido en un infierno, no tanto por el recalentamiento global y la inminencia del fenómeno del “niño”, como por quienes están al mando del mismo. Salvo contadas excepciones, la mayoría de Jefes de Estado están endemoniados, pues para lograr sus objetivos de poder y permanecer en su ejercicio han pactado con el diablo. Se han convertido en sus vicarios, sellando pactos solemnes y clandestinos con la mentira, la violencia y el odio, divisas inconfundibles y distintivas del bando luciferino.
Dicen, por ejemplo, que gobiernan en función del interés público, la seguridad democrática y la justicia, pero los hechos demuestran todo lo contrario. Favorecen los intereses de los grandes grupos financieros y el apetito insaciable de los mercaderes, para ello convierten el Estado en una especie de Supermercado que subastan al mejor postor sin ningún pudor. Declaran guerras en nombre de la paz, la seguridad y la democracia. Diseñan políticas y estrategias de inteligencia tan sofisticadas, que los propios agentes oficiales terminan estimulando y encubriendo a los terroristas, para luego dar parte de uno que otro “positivo”, sin importar los daños colaterales de las bombas que no logran desactivar. Es inevitable que mueran ciudadanos anónimos, desechables y superfluos, pues el terror no discrimina, como al parecer sí sucede con la política de seguridad democrática, tan eficiente en proteger la caravana turística y tan impotente para salvar la vida de un trabajador. Por ello todos los vicarios del demonio inventan un nuevo lenguaje, que les permite entenderse a la perfección. Así, por ejemplo, llaman Patria a la defensa de sus privilegios y Seguridad al goce de sus propiedades. Reestructuración y salvación, a la liquidación y venta de las empresas estatales, como el Seguro Social. En el punto 60 del “Manifiesto Democrático” Uribista, se lee: “Necesitamos salvar al Seguro Social porque la opción pública es esencial en el esquema de empresas promotoras de salud”. Por la misma razón, este Gobierno llama ley de justicia y paz, al reino de la impunidad y la humillación. Desarrollo y crecimiento, a la concentración del ingreso y el aumento de la inanición. También, por ello, un brillante psiquiatra, como Luís Carlos Restrepo, confunde el error de las “convivir” con el horror del paramilitarismo, y de paso produce una catarsis tan exitosa en sus pacientes, que los transforma de criminales de lesa humanidad y narcotraficantes en actores políticos y empresarios de la paz.
Ese nuevo lenguaje tiende a ser universal, trasciende fronteras y credos ideológicos, por eso se entienden fácilmente todos aquellos que dominan sus códigos básicos: la mentira, la violencia y el odio. Así, llaman, ajusticiamiento al asesinato. Retención al secuestro. Intercambio humanitario al chantaje del contrario. Educación al adoctrinamiento. Fe al fanatismo. Pedagogía a la pederastia. Verdad revelada a la mentira institucionalizada. En fin, por todo lo anterior, es que vivimos en esta torre de Babel tan parecida al infierno. Bien lo expreso Umberto Eco, “El diablo no es el príncipe de la materia, es la soberbia del espíritu, la verdad sin sombra de duda y la fe sin sonrisa”. Por eso sus dominios son tan vastos y numerosos sus vicarios.