jueves, noviembre 06, 2025

UN HALLOWEEN MÁS ALLÁ DE "PETRADAS" Y "TROMPADAS"

 

EN HALLOWEEN MÁS ALLÁ DE LAS “PETRADAS” Y LAS “TROMPADAS”

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/en-halloween-mas-alla-de-las-petradas-y-las-trompadas/

https://elpais.com/america-colombia/2025-11-04/un-halloween-mas-alla-de-las-petradas-y-las-trompadas.html

 

Para los hooligans que siguen y animan a Trump, Petro es un payaso disfrazado de estadista. Y viceversa, para los petristas, Trump es un fascista esperpéntico y rubicundo, que está condenado al fracaso.

Hernando Llano Ángel

La intensa y patética confrontación entre los presidentes Petro y Trump, más propia de gamberros de barrio que de estadistas, es fácil reducirla a un pulso entre dos líderes megalómanos y narcisistas. Sobre todo, hoy, en Halloween, pues podrían salir con sus disfraces de superhéroes por el vecindario y envenenarnos con sus golosinas mortales. Pero sería un grave error “psicologizar” por completo una compleja relación política entre dos Estados, marcada por una asimetría profunda de poder. A fin de cuentas, son líderes políticos situados en las antípodas ideológicas, pues tienen y expresan concepciones irreconciliables de la vida social, económica, cultural y del mismo orden internacional. Bien lo sentenció John Plamenatz: “El estudio más digno de la política no es el hombre sino las instituciones”. Por eso, vale la pena intentar un breve análisis a partir de la clásica conferencia de Max Weber “La política como vocación”. Precisamente porque ambos están empeñados en convertir la política en una deplorable función circense de poder donde todos podemos salir perdiendo, empezando por ellos mismos.

Primer Acto fallido, Trump y su Maga.

De un lado, tenemos a Trump con su delirio por contener el declive irreversible de Estados Unidos como potencia hegemónica. Se parece a un cómico incapaz de reconocer el nuevo orden internacional multipolar emergente, donde su idealizada MAGA está siendo arrinconada contra las cuerdas por su decadencia en el mercado mundial y está gravemente amenazada en su liderazgo tecnológico por China.  Le queda, entonces, como último recurso exhibir su potencia militar indisputable, para desde allí tratar de imponer sus objetivos en los otros campos. Y lo hace como un típico gánster empresarial, ya condenado por 34 cargos criminales, recurriendo al chantaje de los aranceles en el comercio internacional y a la fuerza bruta de la Guardia Nacional contra sus opositores en casa y a su invencible armada en el mar caribe. Fuerza bruta que ahora despliega contra Venezuela con el pretexto de ganar la guerra contra el narcoterrorismo y el cartel de los soles. Una guerra que nunca podrá ganar, pues ella se libra en primera instancia en el cuerpo y la mente de millones de sus compatriotas adictos, que constituyen una demanda insaciable a disposición de las mafias, tanto a las de casa, que parecen intocables e inidentificables, como las de afuera. En ese imaginario autoritario y patriarcal tan querido por todas las derechas, Trump se proclama el padre protector y salvador de su indefensa juventud norteamericana. Una pobre e indefensa juventud que está siendo envenenada y asesinada por temibles y malvadas hordas de narcoterroristas procedentes del Sur, puesto que en casa no hay redes criminales ni cómplices nativos que investigar, encarcelar y mucho menos matar. Y si existen, son latinos y extranjeros que amenazan la grandeza de MAGA, por eso los persigue sin pausa.

Un neopirata imperial

Para todos ellos hay fuego implacable en los mares y se regodea declarando, desde el despacho oval rodeado de micrófonos, cámaras y periodistas incondicionales, que hay que “matar y matar”, bombardear embarcaciones a diestra y siniestra, como si fuera un juego de Nintendo del que parece ser un adicto incurable. En su mente belicista no cabe la investigación y desarticulación de esas bandas criminales, capturando a los traficantes, pues ese no es el objetivo real de su cruzada de neopirata imperial, sino el pretexto perfecto para intervenir y propiciar la caída de Maduro y su putrefacto régimen cacocrático militar. Así pretende recomponer e instaurar, en alianza con la oposición y la premio nobel de paz, María Corina Machado, un nuevo orden político y económico que le permitiría “perforar y perforar” la mayor reserva mundial de crudo, además de explorar, controlar y depredar ricos yacimientos de minerales críticos o tierras raras para hacer frente a la China, potencia mundial que controla el ochenta por ciento de ese mercado estratégico. Tal es la causa principal que anima a Trump.

Segundo Acto, Maga al ataque

Una causa que parece perdida, pues MAGA no podrá continuar siendo esa reina indiscutible en la arena internacional a la que todas las demás potencias le deben brindar pleitesía y someterse a sus designios, como hasta ahora lo ha hecho la sumisa Unión Europea. Es en este contexto donde se pueden entender sus actuaciones prepotentes, continuas amenazas arancelarias, persecuciones políticas y matoneo personal contra quienes desafían sus objetivos políticos y económicos, tanto internacionales como nacionales. Y es también allí donde aparece la figura irreverente y desafiante del presidente Petro, cuyo proyecto y causas políticas, tanto nacionales como internacionales, son inadmisibles y despreciables para Trump.

 

Entonces, como en una arena circense, vemos el combate entre un Goliat prepotente contra un David desafiante, desarmado e impotente, que alza las banderas de todos los perseguidos, oprimidos y condenados a muerte por el Tío Sam. Para los hooligans que siguen y animan a Trump, Petro es un payaso disfrazado de estadista. Y viceversa, para los petristas, Trump es un fascista esperpéntico y rubicundo, que está condenado al fracaso. Pero, sin duda, ambos están muy distantes de lo que creen ser y representar. Incluso, les puede suceder que sus grandilocuentes metas de Maga y America First, junto a la Paz Total y Colombia, potencia mundial de la vida, terminen siendo todo lo contrario y sus mutuos delirios de grandeza histórica sean un fracaso. Para ambos, valen estas reflexiones y consejos de Max Weber en su célebre conferencia “La política como vocación”

 

Cae el telón de Max Weber para Petro y Trump

 

A continuación, cito literalmente dichos consejos como cierre del telón de esta tragicomedia. Primer consejo: “La pasión no convierte a nadie en político, sino está al servicio de una causa y no hace de su responsabilidad hacia esa causa el norte que oriente sus acciones”. Segundo: “La política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del alma”. Tercero: “Sólo el hábito de la distancia (en todos los sentidos de la palabra) hace posible la enérgica doma del alma que caracteriza al político apasionado y lo distingue del simple diletante político estérilmente agitado”. Cuarto: “En último término, no hay más que dos pecados mortales en el campo de la política: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, que frecuentemente, aunque no siempre, coincide con aquélla. La vanidad, es lo que más lleva al político a cometer uno de estos pecados o los dos a la vez”. Y el más certero para ambos, adictos incontenibles al uso de Truth Social y a X: “el político tiene que vencer cada día y cada hora a un enemigo muy trivial y demasiado humano, la muy común vanidad, enemiga mortal de toda entrega a una causa y de toda mesura, en este caso de la mesura frente a sí mismo”. Mesura de la que por cierto carecen los dos.

Como colofón, el consejo más paradójico y trascendental: “Es una tremenda verdad y un hecho básico de la Historia (de cuya fundamentación no tenemos que ocuparnos en detalle aquí) el que frecuentemente o, mejor generalmente, el resultado final de la acción política guarda una relación absolutamente inadecuada, y frecuentemente incluso paradójica, con su sentido originario”. Sin duda, pues sus trascendentales objetivos políticos parecen estar condenados al más colosal fracaso histórico. Ni MAGA volverá a reinar y America First ni siquiera funciona hoy como gobierno federal. Ni hablar de la Paz Total y de Colombia, potencia mundial de la vida. En fin, ambos son aprendices de brujo y deberían dejar de lanzarse “Petradas” y “Trompadas”, disfrazarse en la noche de Halloween como estadistas y así endulzarnos por una noche la vida para poder dormir tranquilos, siempre y cuando sus golosinas no estén envenenadas y recubiertas de mentiras mortales.

ES LA HORA DEL JUICIO CIUDADANO

 

ES LA HORA DEL JUICIO CIUDADANO

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/es-la-hora-del-juicio-ciudadano/

https://elpais.com/america-colombia/2025-10-27/es-la-hora-del-juicio-ciudadano.html

Hernando Llano Ángel.

Hemos escuchado dos sentencias del poder judicial sobre el juicio contra el expresidente Uribe. Una condenatoria, proferida por la jueza Sandra Heredia el pasado 28 de julio. Y la absolutoria del Tribunal Superior de Bogotá, este 21 de octubre, según lectura del magistrado Manuel Antonio Merchán con fundamento en que “ante la ausencia de prueba directa o inferencia sólida, prevalece la presunción de inocencia”. Esa puesta en escena del poder judicial por prolongadas horas, que tuvo a gran parte del país en vilo escuchando los argumentos técnicos de los magistrados, viene a corroborar el acierto de García Márquez al escribir en su “Proclama por un País al alcance de los niños” que “en cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas sin castigo[i]. De allí que la dramaturgia judicial, hasta ahora en dos actos, no haya terminado y asistiremos a un tercer acto ante el máximo tribunal, la sala penal de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), pues los abogados de las víctimas presentarán demanda de casación, que será el cierre del telón de este prolongado litigio. Un cierre que seguramente tardará años y devuelve la investigación a la instancia en donde tuvo origen, la CSJ, la cual eludió el entonces senador Álvaro Uribe Vélez al renunciar a su fuero de congresista. Que ironía y vueltas que da la vida, pues el Tribunal desestimó pruebas valiosas aportadas por la CSJ, máxima instancia judicial, como la interceptación legal de un número telefónico que reveló circunstancialmente conversaciones sobre la comisión del delito de soborno a un testigo, Juan Guillermo Monsalve, ilícito que a la postre terminó condenando al abogado del expresidente Uribe, Diego Cadena[ii], junto con otras pruebas e inferencias sólidas. Pruebas y hechos que al parecer no tuvieron en cuenta para nada dos magistrados del Tribunal, Manuel Merchán y Alexandra Ossa, más sí la magistrada Leonor Oviedo, expresando en su salvamento de voto las razones en derecho para hacerlo. En virtud de dicho salvamento podemos apreciar que estamos frente a una sentencia absolutoria contraevidente, pues a partir de las argucias de la razón probatoria de los dos magistrados citados, se desconocen hechos probados en forma inobjetable, como la penumbrosa relación del expresidente Uribe con el “aboganster” Diego Cadena, según su propia definición como litigante.

Una sentencia judicial contraevidente

En otras palabras, el delito sí existió, pero una de las pruebas legalmente decretada por la CSJ fue desestimada por los magistrados del Tribunal Superior a partir de su valoración y con fundamento en una especiosa jurisprudencia a favor del expresidente Uribe y los argumentos de sus abogados. De esta forma “se burlan las leyes sin violarlas” y, lo que es más importante, se “violan sin castigo”, como magistralmente lo expresó nuestro nobel, quien afortunadamente desertó a tiempo de la carrera de derecho en la Universidad Nacional, pues comprendió que de nada vale el dominio de las leyes y sus incisos si con ello se niega la realidad y la verdad. Esa distancia insalvable entre la verdad judicial y la fáctica es lo que revela de cuerpo entero la sentencia absolutoria del magistrado Manuel Merchán y la magistrada Alexandra Ossa en quienes prevaleció, sin duda, esa alma de leguleyo que exhibieron sin pudor y mucha jurisprudencia en la sentencia absolutoria. Por el contrario, la magistrada Leonor Oviedo con su salvamento de voto reivindica el derecho y la ley como fundamentos de la justicia. En efecto, consideró que estaba plenamente demostrado “que el abogado Diego Cadena, en nombre de Álvaro Uribe, sostuvo reuniones con el exparamilitar Vélez en la cárcel”. Además, que “el delito de soborno en la Picota se consumó con actos orientados al alterar el testimonio. En el episodio de Neiva, también me aparto de la postura de mis compañeros, y considero que se configuró el delito. El material mostró la existencia de un plan estructurado para lograr la retractación en las declaraciones en las que Monsalve vinculó a Uribe con la creación de estructuras paramilitares. Lo acreditable en el proceso confirma que no se trató de un acercamiento espontáneo sino una estrategia a cambio de modificar su testimonio. El relato de Monsalve fue coherente y detallado”.

Por eso la genialidad de García Márquez estriba en que nos demostró, con su portentosa imaginación, que la ficción está muchas veces más cercana de la verdadera realidad que los relatos oficiales y judiciales de la misma. Seguramente por ello es que su obra está siendo censurada en los Estados Unidos y se restringe la lectura de “Cien años de Soledad” a los jóvenes en los colegios, no vaya a ser que les aporte la suspicacia e imaginación para que descubran quién los gobierna. Nada menos que un exitoso empresario condenado por 34 cargos criminales, algo que supera incluso el realismo mágico de García Márquez, pues así Trump con su rubicunda soberbia y robusta humanidad, quedó revestido de inmunidad presidencial y total impunidad. Es intocable pese a su culpabilidad. Va vestido de mandatario, pero en derecho su traje debería ser el de un presidiario.

La importancia del Juicio Ciudadano

Pero estas paradojas y contradicciones entre los fallos de la justicia y la impunidad de los gobernantes no son solo responsabilidad de los jueces, sino sobre todo de los ciudadanos que los eligen. La justicia no puede sustituir a la política y la responsabilidad ciudadana. Es una especie de disonancia cognoscitiva y ética lo que lleva a millones de ciudadanos a votar por candidatos con semejante identidad cacocrática y delictiva, instalándolos en pedestales de impunidad, con tal de que estos defiendan sus intereses, prejuicios, fanatismos ideológicos y hasta religiosos, sin importar los medios que utilicen para ello. Desde las mentiras hasta los crímenes, revestidos con las banderas del nacionalismo, como Trump lo hace con MAGA o Netanyahu con el sionismo de ultraderecha. También la aporofobia y la xenofobia, que exacerban el miedo a los pobres y los extranjeros, como ya lo hace incluso el canciller alemán Friedrich Merz. De esta forma, casi imperceptible, la democracia va degenerando en cacocracia, pues millones de ciudadanos eligen a los más diestros en el manejo del miedo, los prejuicios y el odio, a quienes prometen protección y seguridad con más cárceles y mano fuerte, expulsión de migrantes y hasta la salvación nacional. Así lo hace Milei con la motosierra como símbolo de sus políticas para cercenar el Estado y los derechos sociales conquistados por los argentinos. En nuestros predios, Abelardo de la Espriella apela con publicidad circense y militar a la fiereza de un tigre para intimidar a sus adversarios y supuestamente salvar la nación. Lo hace con máxima impostura quien ayer fuera defensor de Alex Saab, el cómplice de Maduro en la defraudación y saqueo de Venezuela, y hoy se nos presenta como el futuro “Salvador de Colombia”. De lograrlo, sería un caso espeluznante de “fraude presidencial” auspiciado por una extrema derecha populista como revancha contra el fallido “Gobierno del Cambio”, por haber generado éste expectativas irrealizables en cuatro años: “La Paz Total” y “Colombia, potencia mundial de la vida”.

 La ciudadanía, juez de última instancia

Por eso no hay que olvidar que el juez de última instancia es el ciudadano, pues con su voto podrá condenar al ostracismo y la derrota a quienes la justicia no puede hacerlo por tecnicismos y argucias legales. Porque lo que cuenta en la política es la responsabilidad del gobernante por sus acciones u omisiones en el ejercicio del cargo, que afectan al conjunto de la sociedad, independientemente de la buena o mala intención que éste haya tenido. Sin duda las banderas de la “seguridad nacional”, la “seguridad democrática” y “la paz total” son inobjetables, pero si sus resultados fueron miles de ejecuciones extrajudiciales, “falsos positivos” o mayor inseguridad y el control de grupos criminales en vastas regiones del país, será el juicio ciudadano en las urnas quien tendrá la responsabilidad de condenar o absolver a quienes han promovido dichas políticas y estrategias o persistan en continuarlas. No hay que confundir la responsabilidad política con la culpabilidad penal. La responsabilidad penal es individual, subjetiva y depende de pruebas irrefutables, en parte por eso la sentencia del Tribunal Superior de Bogotá fue absolutoria. En cambio, la responsabilidad política es pública y constitucional: corresponde a todos los ciudadanos evaluarla y juzgarla, especialmente en el caso de quienes aspiran ser reelectos en el próximo Congreso de la República. Así lo establece el artículo 6 de la Constitución, según el cual “los servidores públicos son responsables por omisión o extralimitación en sus funciones”.

Trump y Uribe, casos similares

La reelección de Donald Trump confirma la importancia de esta distinción: después de ser condenado por 34 delitos en un proceso penal, más de 77 millones de votantes lo absolvieron en las urnas. Por eso Estados Unidos está siendo gobernado por alguien con una larga historia de desprecio por la legalidad interna e internacional. Colombia vivió una historia similar en 2006, cuando Álvaro Uribe fue reelecto tras una reforma constitucional aprobada mediante el delito de cohecho, lo que dio origen al escándalo de la “Yidispolítica”. Pese a las condenas de altos funcionarios de su gobierno, como sus exministros Sabas Pretelt y Diego Palacio[iii], entre muchos otros, Uribe obtuvo una mayoría electoral que le otorgó legitimidad política e inmunidad penal. Esta impunidad política se profundizó con el encubrimiento de crímenes cometidos por funcionarios cercanos a Uribe. En el caso del DAS, la condena de Jorge Noguera por el asesinato del profesor Alfredo Correa de Andreis[iv], las interceptaciones ilegales a periodistas y magistrados, y la protección de quienes él llamó “buenos muchachos”, son parte de esa trayectoria. A ello se sumó la Directiva 029[v], que facilitó los falsos positivos. Y aunque no haya una prueba penal directa contra Uribe —como tampoco la hubo contra Ernesto Samper en el proceso 8.000 o contra Juan Manuel Santos en el caso Odebrecht y la financiación ilegal a su segunda campaña—, la responsabilidad política sigue intacta. Mientras los ciudadanos sigan votando por líderes que pactan con grupos ilegales o poderes de facto, la impunidad será doble: penal y política. No es solo responsabilidad de quienes gobiernan, sino también de quienes los eligen. Por eso, el juicio que importa es el que deposita con responsabilidad y conciencia de lo público cada ciudadano en la urna. Porque más allá de la sentencia judicial, lo que se definirá en las próximas elecciones es si como sociedad seguimos tolerando la impunidad o decidimos romper el vínculo entre política y crimen, independientemente de la derecha, el centro o la izquierda. Si avanzamos por fin hacia la democracia o, por el contrario, con la coartada de las elecciones, seguimos profundizando esta cacocracia tan estable como criminal, amparada en una Constitución nominal.


[i] https://diariodepaz.com/2018/10/10/por-un-pais-al-alcance-de-los-ninos/

[ii] https://www.infobae.com/colombia/2025/09/30/el-abogado-diego-cadena-fue-condenado-a-siete-anos-de-prision-domiciliaria-por-soborno-en-actuacion-penal/

[iii] https://www.eltiempo.com/justicia/cortes/los-detalles-del-fallo-que-ratifico-la-condena-contra-diego-palacio-y-sabas-pretelt-exfuncionarios-del-gobierno-de-alvaro-uribe-por-yidispolitica-3385255

[iv] https://pruebas.las2orillas.co/asi-hizo-matar-jorge-noguera-al-profesor-alfredo-correa-de-andreis/

[v] https://www.comisiondelaverdad.co/la-directiva-permanente-numero-29-de-2005

 

EL PODER DE LA MEMORIA DESARMADA

 

EL PODER DE LA MEMORIA DESARMADA

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/el-poder-de-la-memoria-desarmada/

https://elpais.com/america-colombia/2025-10-20/el-poder-de-la-memoria-desarmada.html

Hernando Llano Ángel.

Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos vivir”.  José Saramago.

Esta profunda reflexión del nobel portugués de literatura de 1998 se encuentra en el corazón de la Fundación Carlos H Uran[i], presentada en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá el pasado martes 14 de octubre. Es una reflexión que todos deberíamos tener presente para superar la más grave y mortal enfermedad que nos aqueja como colombianos: el “Alzheimer” político y social de nuestro pasado reciente y la irresponsabilidad ciudadana con la que asumimos nuestro presente y futuro político como sociedad. Por eso su principal promotora, Helena Uran Bidegain –hija del magistrado auxiliar del Consejo de Estado, Carlos H Uran[ii], quien salió con vida del Palacio de Justicia el 7 de noviembre de 1985, luego fue torturado en instalaciones militares, asesinado y su cuerpo posteriormente ingresado al Palacio—insiste en que: “La memoria empieza después del proceso de reivindicación, ahí es cuando se empieza a construir en colectivo, en sociedad. Si se conoce el pasado, se va a tener más herramientas para estar más prevenido ante discursos de odios y para hacer contrapeso al poder”.  

Una memoria desarmada

En efecto, se trata de empezar a recorrer el escabroso y doloroso camino de la memoria, más allá de la obsesión por encontrar culpables exclusivos de lo acontecido, como suele suceder en todas las guerras y conflictos violentos, para así poder responsabilizar y culpar solo a una parte por la violencia perpetrada, las víctimas inmoladas, la barbarie desbocada y el dolor irreparable causado. Pareciera que nuestra mente y su más invaluable respaldo, la memoria, al emitir un juicio fuera incapaz de superar la tenebrosa dicotomía que divide a la humanidad en dos bandos irreconciliables eternamente enfrentados: los buenos contra los malos; los patriotas contra los traidores; los demócratas contra los autoritarios, en fin, los vencedores contra los vencidos, en lugar de asumir en forma lúcida y sensible nuestra responsabilidad frente a la violencia y sus protagonistas para no caer en esa vorágine de odios y revanchas que a todos nos deshumaniza.  Con mayor razón cuando estamos a menos de tres semanas de “con-memorar” 40 años de la catastrofe humanitaria de la destrucción del Palacio de Justicia y la decapitación de la cúpula de la Rama Judicial. 40 años sin poder precisar el número de víctimas desaparecidas y civiles asesinadas --porque como sucede hoy en Gaza— parece imposible encontrar los cuerpos de todas las víctimas y esclarecer el paradero de las desaparecidas en medio de tanto escombro y tierra arrasada. Por eso en GAZA los cuerpos de las víctimas se confunden, ya sean palestinos o israelíes y es muy difícil  esclarecer plenamente sus identidades, pues ambas partes las perdieron por la obsesión de vencer al Otro y la incapacidad de reconocerse en su común y mutua humanidad. De alguna forma esa memoria armada de agravios, dolores y revanchas interminables los ha conducido a la hecatombe actual y la única forma de alcanzar la convivencia será a través del rescate de una memoria desarmada, forjada a partir del reconocimiento de todas las víctimas, sus pérdidas y dolores irreparables, más allá del jolgorio de los vencedores y la humillación de los vencidos. Una memoria que siempre tenga presente este verso del Dhammapada: “El que vence engendra odio, el que es vencido sufre. Con serenidad y alegría se vive si se superan victoria y derrota”.

Desaparición de la Justicia

Entre las numerosas víctimas desaparecidas hace 40 años la más monumental y casi olvidada fue el otrora inmenso y sólido Palacio de Justicia, incinerado y derruido en el epicentro mismo del poder público, la plaza de Bolívar, todo ello supuestamente en defensa del “Estado de derecho” y la “separación de las ramas del poder público”, como si la democracia pudiera existir sin Justicia y para ello fuera necesario cercenar violentamente su cúpula. Ese Palacio en cuyo frontispicio estaba grabada la máxima de Francisco de Paula Santander: “colombianos, las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad", fue incinerado y desaparecido en medio de esa refriega mortal y sin límites entre el comando “Iván Marino Ospina”[iii] del M-19 y la Fuerza Pública, que no tuvieron consideración alguna por cientos de civiles allí atrapados. Con toda razón, el entonces Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez (Q.E.P.D), en su informe y denuncia ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, señaló: “En el Palacio de Justicia hizo crisis en el más alto nivel el tratamiento que todos los Gobiernos han dado a la población civil en el desarrollo de los conflictos armados”.

Una demanda armada delirante

Un tratamiento al que no fue ajeno el comando del M-19 al exponer a un riesgo mortal previsible a todos los rehenes en el Palacio y presentar en nombre de los “Derechos Humanos y Antonio Nariño” su demanda armada para que los magistrados de la Corte Suprema juzgaran al presidente Belisario por presuntamente traicionar el Acuerdo de Paz. Como bien lo declaró la jurista Amelia Mantilla, viuda del magistrado auxiliar Emiro Sandoval Huertas, en testimonio a la periodista y documentalista Ana Carrigan en su riguroso libro: “El Palacio de Justicia. Una tragedia colombiana[iv]:

Lo ocurrido en el Palacio de Justicia revela la verdadera naturaleza de la clase política de este país; también nos muestra el carácter de nuestras Fuerzas Armadas, y [también] quiénes son los guerrilleros. Cuando el M-19 se apoderó del Palacio de Justicia puso en claro que no sabe absolutamente nada de nuestra realidad nacional. Por desgracia, Colombia es un país que padece amnesia, sufre del olvido. Y hemos llegado a un punto tal de insensibilidad y dureza con respecto a la vida que a la gente ya no le interesa. Ese es el legado más grave que nos ha dejado el Palacio de Justicia. La vida no tiene ningún valor. Esa, en mi opinión, es la verdadera, la más devastadora consecuencia de lo que sucedió en el Palacio de Justicia. (Carrigan, 2010, p. 311-312).

Y la mejor manera que tenemos de honrar la memoria y dignidad de todas las víctimas civiles inmoladas en el Palacio es que asumamos la responsabilidad como ciudadanos de no permitir más, como lo señala Helena Uran en su nuevo libro “Deshacer los nudos”[v], que el poder político “continúe abusado de la memoria y la utilice como un instrumento de control para tener réditos políticos. Y desde ese lugar decida qué se esconde, qué se olvida y qué le sirve. El libro expone cómo se ha planteado, cómo desde dos lados se ha construido un relato siendo ellos los héroes, y han puesto a la sociedad a pelearse. A sentir que siempre tiene que tomarse partido. Eso no ha dejado que tengamos diálogos abiertos en los que tengamos una memoria ética y honesta, que esté en función de aprender del pasado y así construir un futuro”. Por eso recomiendo ver la película Noviembre[vi] de Tomas Corredor, pues nos presenta dramáticamente cómo los civiles pagaron con sus vidas las cuentas de cobro de altos mandos de las fuerzas militares contra sentencias del Consejo de Estado por torturas y violaciones a los derechos humanos en aplicación del Estatuto de Seguridad durante la presidencia de Turbay Ayala, al igual que el extravío del M-19 por pretender juzgar al presidente Belisario por traicionar un Acuerdo de Paz que nunca contó con el apoyo del establecimiento político y económico, mucho menos de las Fuerzas Militares. Craso y letal error que el mismo Belisario reconocería posteriormente en un foro internacional en la OCDE sobre “El Salvador y Colombia. Lecciones sobre conflictos armados”, por no comprometer a las Fuerzas Militares con su política de paz, como claramente lo expresó: “Se firmaron algunos acuerdos, pero se cometió el error de no involucrar de manera directa a los miembros de la institución armada. Con lo cual los acuerdos se convirtieron en letra muerta, lo que hizo fracasar en parte el proceso general de reconciliación”. Letra muerta que literalmente pagaron con sus vidas más de cien civiles en el Palacio de Justicia.

Una memoria revitalizadora

Con toda razón señalaba Tzvetan Todorov: “El mal sufrido debe inscribirse en la memoria colectiva, pero para dar una nueva oportunidad al porvenir, lo que nos recuerda también a nuestro nobel García Márquez: “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos”[vii]. Y, sin duda, los relatos de ambas partes en torno a lo sucedido hace 40 años en el Palacio de Justicia son una afrenta inadmisible para todas las víctimas y un desafío para nuestra responsabilidad en el presente y futuro inmediato, ahora con tantas versiones revisionistas y revanchistas que tratarán de ganar votos en las próximas elecciones. Con lucidez lo resaltó Ricardo Silva Romero en la presentación de la Fundación Carlos H Uran: “La memoria” es testigo de que hay tiempos de cordura, y también los recrea, y también los rescata a tiempo del olvido… Eso es lo que más me gusta de esta fundación: que está aquí para demostrarnos, de una y mil maneras, que no hemos tenido, ni tenemos, ni tendremos que matarnos”.

               


viernes, octubre 17, 2025

GIVE PEACE A CHANCE

  

“Give Peace a chance”

https://elpais.com/america-colombia/2025-10-17/give-peace-a-chance.html

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/give-peace-a-chance/

Hernando Llano Ángel.

Al parecer Trump escuchó la canción de Lennon y decidió forzar a Netanyahu para que aceptara la primera fase del Acuerdo de Paz, pues el estropeado oído del primer ministro israelí solo escucha las detonaciones, explosiones y la destrucción causada por los misiles lanzados contra miles de palestinos indefensos, desplazados y masacrados sistemáticamente durante dos años. Así Netanyahu convirtió la Franja de Gaza en una especie de Auschwitz a cielo abierto, profanando la memoria de sus antepasados y deshonrando la grandeza del legado cultural del pueblo judío, con mentes pluralistas y sabias como las de Einstein, Arendt y Amos Oz, que alertaron a tiempo al mundo sobre el peligro de ese sionismo nacionalista fanático. Seguramente que hoy Netanyahu los tildaría de antisemitas. El oído de Netanyahu fue clausurado totalmente al sufrimiento de los palestinos y dañado irreversiblemente en su obsesión por aniquilar a Hamás y cobrar así venganza por su terrorífica matanza del 7 de octubre de 2023.  Aunque, sin duda, en este caso el coro de los mandatarios de las naciones árabes, especialmente la voz firme de Catar contra la perfidia de Netanyahu al bombardear en Doha a los delegados de Hamás, resultó ser más poderosa e influyente que la voz de Lennon a los oídos de Trump.

Una canción que todavía resuena

“Give Peace a Chance”[i] es una canción que poco le debe rimar a Trump y retumba desde 1969 cuando la compuso Lennon, encamado con Yoko Ono, contra la genocida MAGA de entonces, ensangrentada y luego derrotada en Vietnam. Por eso la pareja de artistas le sugirió al mundo “hacer el amor y no la guerra” y su canción se convirtió en un himno pacifista planetario. Por ironías de la historia, hoy la escucha selectivamente Trump, pero solo por su oído derecho siempre atento en el Oriente Próximo. Por el contrario, su oído izquierdo, muy cercano al mar caribe, prefiere escuchar los misiles que su avanzada militar lanza contra embarcaciones y civiles indefensos, bajo el pretexto de proteger a la juventud norteamericana de los despiadados y peligrosos narcoterroristas del sur que la envenenan, como si estos jóvenes no demandarán compulsivamente más drogas para escapar del sórdido reino de MAGA. Porque el campo en que los narcoterroristas siempre ganan es en la mente de sus consumidores, que no pueden vivir sin drogas. No se ganará la guerra con más extradiciones o intervenciones militares, sino con menos adicciones a sustancias cada vez más mortíferas y costosas como el fentanilo, demandadas por millones que al parecer no soportan el peso de tanta realidad y los extravíos del delirante sueño consumista de Maga.

Invirtiendo en la Paz

En ambos casos, tanto en Gaza como en Venezuela, lo que escuchan atentamente los oídos de Trump no es la polifonía de la paz de los pueblos y su autodeterminación democrática, sino la cacofonía de los negocios, las inversiones y el futuro de la “Riviera del Oriente Próximo”, junto a las reservas incalculables de petróleo en Venezuela. No olvidemos que uno de los verbos preferidos de Trump, propio de su procaz vocabulario y su ambicioso horizonte político empresarial es “perforar, perforar y perforar”, como también asegurar y consolidar futuras inversiones familiares en complejos hoteleros y campos de golf probablemente en Gaza, Ucrania y hasta Venezuela. De allí su afinidad con Putin, otro jefe de Estado ambicioso, auspiciador de la corrupción y mafias, que consideran a la rica Ucrania tan cercana y querida a sus intereses como ahora lo hace Trump con Venezuela, quien parece añorar y encarnar ese sueño imperial de “América para los americanos” con sus lemas de campaña America First y Maga, convertidos en consignas injerencistas de guerra contra el narcoterrorismo. No le vaya a suceder que su guerra contra el “cartel de los soles” se convierta en un eclipse total de su política internacional para Latinoamérica y el fin de su aureola de pacifista histórico.

La “MAGALOMANIA” de Trump

De la “MAGAlomania” nacional de Trump y su megalomanía personal solo cabe esperar esa combinación tan incierta como atroz de la guerra con la paz, que ya nos ha demostrado con creces en tan poco tiempo. Unas veces azuzando a Netanyahu para “que termine su tarea en Gaza”, y otras humillando a Zelenski para que claudique ante Putin. Está claro que Trump no es un hombre de paz sino de negocios y que su estilo es la amenaza y el chantaje de los aranceles, el insulto, la humillación de sus adversarios y la violencia en todas sus formas: simbólica, estructural y directa. Es la encarnación del “estadista forajido y tramposo”, camuflado tras el nacionalismo arrogante de America First y el fracaso histórico de MAGA. Por eso su máxima aspiración narcisista es obtener el premio Nobel de Paz, para lavar su pasado de aventuras lascivas, su prontuario de empresario delictuoso y presente belicoso con su nuevo Departamento de Guerra. Es de esperar que los académicos noruegos no se dejen presionar durante el 2026 por el poderoso lobby de sus socios y cómplices, como Netanyahu y el corifeo de la OTAN, que lo adula y elogia como el estadista de la época. Por tanta claudicación y contemporización con esa facción facinerosa del partido republicano que lidera Trump y gobierna desde Washington vivimos en una época vergonzosa en la que predominan los poderes del odio, la mentira y la codicia. Poderes que siempre precisan de las armas y la violencia para triunfar. Por eso Trump se ensaña contra los migrantes y sus propios ciudadanos, enviando la Guardia Nacional a Los Ángeles y Chicago, ciudades demócratas que se rebelan contra su autoritarismo. La emprende contra la autonomía crítica de las universidades y hasta lanza una cruzada contra la salud pública, reduce los presupuestos sociales y cercena de muerte a USAID. En fin, asistimos a la agonía de la república norteamericana y el surgimiento de una cacocracia de tecnócratas impunes. Con mayor razón ahora que cuenta con el respaldo de esa tecnocracia capitalista de punta, tan ambiciosa como inescrupulosa, capaz de crear realidades paralelas con la ayuda de la IA y casi manipular a su antojo la conciencia y libertad de millones de internautas y ciudadanos. Así cada día hackean sistemáticamente millones de cerebros a punta de algoritmos y prejuicios atávicos propios de la supremacía blanca y su pretendida superioridad moral de la libertad y la igualdad, valores prostituidos por el mercado en nombre de la democracia.

La agonía de la democracia

Esa tramoya de realidades virtuales, nada virtuosas, está minando la existencia de una ciudadanía deliberante y crítica, la única reserva con que cuenta la democracia hoy para resistir y sobrevivir. Si no logra resistir y persistir, implicaría la desaparición completa del Demos y por consiguiente la muerte de la democracia, como sucede en la actualidad con Trump y en otras latitudes del mundo. Es una reserva ciudadana, por cierto, cada vez más asediada por líderes populistas y fanáticos, plenos de certezas salvíficas que no pasan de ser formulas profundamente antidemocráticas como el nacionalismo, la xenofobia, el racismo y la mercadocracia. Hoy banderas de una derecha altisonante, arrogante e ignorante que cada día gana más elecciones desde el norte hasta el sur y nos sume en crisis galopantes y apocalípticas[ii]. En primer lugar, con la Conquista o Victoria de MAGA, el caballo blanco de Trump; luego con las Guerras, el caballo rojo de todos los nacionalistas; continuando con el Hambre, ese caballo negro de mercaderes insaciables y culminando con la Muerte, el caballo pálido de las plagas, desastres y pandemias, consecuencia del ecocidio planetario, que en forma eufemística conocemos como crisis climática y ebullición del planeta. Cuanta falta nos hacen hoy miembros del Club de Corazones Solitarios como Gandhi, Mandela, Martin Luther King, Camus, Arendt, Amos Oz, junto a tantos otros, acompañados por las voces de John Lennon, George Harrison y los millones de oídos atentos y conciencias despiertas de esas generaciones que los escucharon, acompañaron y protestaron masivamente, legándonos un mundo mejor y más humano. Un mundo que estamos dejando perder, sumidos en nuestras burbujas de cibernautas narcisistas atrapados en likes, selfies y múltiples aplicaciones, adormecidos en nuestra autocomplacencia consumista y arrastrados por el flujo de mentiras y sandeces que circulan por las redes sociales.

 



lunes, octubre 06, 2025

MÁS ALLÁ DE LAS SANCIONES PROPIAS DE LA JEP

 

 

MÁS ALLÁ DE LAS SANCIONES PROPIAS DE LA JEP

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/mas-alla-del-terrorismo/

 

Hernando Llano Ángel.

Las recientes sanciones propias, consistentes en Trabajos Obras y Actividades con contenido Restaurador-reparador (TOAR)[i], impuestas por la JEP a los miembros del extinto Secretariado de las Farc-Ep y a los agentes de la Fuerza Pública por sus responsabilidades en la comisión de crímenes de guerra y de lesa humanidad están condenadas a la incomprensión. En gran parte, porque ellas interpelan y cuestionan nuestro sentido de la justicia, pero sobre todo nuestra valoración sobre la responsabilidad de sus numerosos actores implicados. La responsabilidad tanto de los máximos comandantes o determinadores como la de sus subordinados o directos ejecutores. Las primeras en rechazar y considerar dichas sanciones como una afrenta fueron las víctimas, pues muchas de ellas están a la espera de toda la verdad sobre lo sucedido y padecido por sus seres queridos. Especialmente los familiares de aquellas víctimas cuyos cuerpos no han aparecido después de ser secuestrados por las Farc o de haber sido ejecutados extrajudicialmente por miembros de la Fuerza Pública. Además, encuentran esas sanciones propias o TOAR como totalmente inadecuadas dada la gravedad de los crímenes cometidos. No les reconocen capacidad alguna para reparar el daño sufrido y mucho menos para restaurar el trauma que han vivido por la falta de verdad en las versiones de sus victimarios y de reparaciones específicas en cada uno de sus casos.

La paradoja de las sanciones propias

Sin duda, no existe sanción, pena o castigo que pueda resarcir el dolor y la pérdida causada en esos casos. La muerte violenta y la desaparición son irreversibles e irreparables. Aunque para muchos la pena capital de los victimarios sería un alivio, si el artículo 11 de la Constitución no la prohibiera. Sin embargo, tampoco ella con su contenido letal de ajuste de cuentas logra reparar, compensar o cerrar la herida causada. Con mayor razón cuando esa pérdida del ser querido se origina en el marco de un conflicto armado interno profundamente degradado, en donde ya es casi imposible separar los móviles políticos de los particulares y hasta la misma identidad de los victimarios es incierta y cambiante. La única identidad cierta es la de la víctima civil inerme, pues en medio del fuego cruzado y de múltiples intereses camuflados, es casi imposible identificar quién disparó, desapareció, violó y desplazó en beneficio de qué o de quiénes. En todos estos casos nos encontramos con la paradoja resaltada por Hannah Arendt sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por el nazismo al señalar que: “Es muy significativo, elemento estructural en la esfera de los asuntos públicos, que los hombres sean incapaces de perdonar lo que no pueden castigar e incapaces de castigar lo que ha resultado ser imperdonable”. Es lo que sucede con las sanciones propias impuestas por la JEP. Ellas son incapaces de castigar lo que ha resultado ser imperdonable. Así como también para la mayoría de las víctimas resulta imposible perdonar, pues consideran que las sanciones propias de la JEP dejan sin castigo esos graves crímenes. Ante semejante encrucijada la JEP y sus sanciones propias (TOAR) parecen condenadas al fracaso y la incomprensión. Solo queda la posibilidad de que las víctimas, en el fuero interno de su sufrimiento, decidan perdonar como una expresión de la “soberanía de su yo”, según la expresión del filósofo Javier Sádaba y se liberen así del yugo del victimario.

TOAR, Convivencia y Reconciliación nacional

Mucho más incierto es el alcance de las TOAR en el camino de la convivencia y la reconciliación, aquella relacionada con la incorporación a la sociedad y a la actividad política de los máximos responsables de dichos crímenes, como los extintos miembros del Secretariado de las Farc-Ep, pues el daño causado a cientos de miles de víctimas civiles solo genera repudio y rechazo social generalizado. De allí, que en las últimas elecciones para Congreso hayan alcanzado el respaldo de apenas cincuenta mil votos[ii] y seguramente queden condenados al ostracismo de la representación política en la legislatura del próximo cuatrienio, pues ya desaparecen sus 10 curules reconocidas en el Acuerdo de Paz.

Ciertos crímenes sí pagan

Entonces estamos frente a una paradoja todavía mayor, pues aún millones de votantes no aplican igual sanción o condena contra aquellos políticos y líderes que han ganado sus curules y edificado sus fulgurantes carreras políticas siendo complacientes, cuando no cómplices, con miembros de grupos paramilitares o políticas gubernamentales que derivaron en crímenes de lesa humanidad, como los “falsos positivos”. Paradoja que en parte se explica porque dichos “ciudadanos de bien” consideran que tal violencia es buena, justa y hasta legítima en tanto protege sus vidas e intereses más preciados. Y mientras persista ese maniqueísmo en la vida política nacional y no se condene unánimemente el uso de la violencia con fines políticos, ya sea contra el statu quo o en su defensa sin límites, jamás los jueces, sean de la JEP u otras jurisdicciones, podrán impartir justicia. No se les puede exigir que pongan fin con sus sentencias a un problema esencialmente político, cuya expresión es una violencia crónica y degradada anidada tanto en la mente de los ciudadanos que la ven como natural, incluso necesaria para alcanzar la paz, sin importar el número de víctimas y atrocidades que genere, como arraigada en las economías ilícitas y los entramados institucionales de corrupción que dinamizan cada cuatro años el triunfo de aquellos candidatos más hábiles y audaces en hacer coaliciones con dichos poderes de facto y gobernar impunemente. Entre los más de cien precandidatos y precandidatas inscritos, sobresale Abelardo de la Espriella, quien fuera acucioso abogado de Alex Saab[iii], pero hoy se presenta como un implacable perseguidor de los corruptos y afirma que, de ser electo presidente, Bukele quedaría como un Boy scouts frente a las medidas que él tomaría contra el crimen organizado. ¿Qué pensará al respecto Salvatore Mancuso, su viejo buen amigo?[iv]

La Justicia como guerra inconclusa

Todo ello sucede por una obsesión política histórica, social e institucional que se prolonga hasta nuestros días y es pretender derrotar y condenar draconianamente en los tribunales a quienes el Estado no pudo vencer militarmente o garantizarles, después de desarmarlos, su derecho a la vida y la participación política, como fue el caso de Carlos Pizarro y tantos otros en el pasado. Por eso hoy muchos le exigen a la JEP condenas, ojalá perpetuas, contra los máximos comandantes de las Farc-Ep, pero al mismo tiempo absoluciones, indultos o amnistías para los “héroes militares” que cometieron excesos, como miles de ejecuciones extrajudiciales. Menos aún que la JEP persista en avanzar en la búsqueda de responsabilidades en mandos superiores de la “exitosa” política de “seguridad democrática” y la circular 29 que derivó en los “falsos positivos”. Todos ellos olvidan que la JEP tuvo su origen en un Acuerdo de Paz que estableció una justicia transicional y restaurativa. Transicional porque ha permitido el tránsito de la guerra y el crimen hacia la paz política, posibilitando que los que ayer desde el Secretariado ordenaban secuestrar, extorsionar, disparar y matar, hoy debatan y convivan con los que consideraban enemigos oligarcas a vencer, doblegar o aniquilar. Compromiso que han cumplido como reincorporados, a pesar de haber sido asesinados más de cuatrocientos firmantes del Acuerdo de Paz desde el 2016[v]. Y es una justicia restaurativa, porque su primer compromiso como victimarios fue asumir plenamente la responsabilidad por los crímenes cometidos, contando toda la verdad de lo sucedido a los familiares de las víctimas y restaurándolas, en la medida de lo posible, evitando la repetición de más atrocidades. Es este el mayor logro y a la vez desafío actual de las sanciones propias, pues imponen a los responsables de los crímenes de lesa humanidad, tanto excomandantes de las Farc como a los exmilitares, Tareas, Obras y Actividades para encontrar las personas desaparecidas después de ser secuestradas o ejecutadas extrajudicialmente. Esto no reparará el dolor de los familiares, pero les permitirá con sus honras fúnebres cerrar el duelo interminable de la incertidumbre y restaurar la dignidad de sus seres queridos.

Los “Justos” y “ciudadanos de bien” contra la JEP y las sanciones propias

El expresidente Iván Duque, como representante de quienes ganaron el plebiscito y rechazaron de plano el Acuerdo de Paz, hizo hasta lo imposible para retrasar el funcionamiento de la JEP. El expresidente Uribe desconoció la legalidad y la legitimidad de la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición frente al padre Francisco de Roux, S.J, su presidente. Incluso hoy vuelve a poner en duda la ocurrencia de los mal llamados “falsos positivos”, reconocidos por los militares que han sido condenados, pues dice que lo han hecho embaucados para obtener los beneficios de las sanciones propias. Algo apenas comprensible en quien negó la existencia del conflicto armado interno, pero fue un entusiasta promotor de la “seguridad democrática”, la “operación Orión” en la comuna 13 de Medellín, la circular 29 y arengaba al general Padilla en un Consejo Comunal realizado en Aracataca el 14 de Abril de 2007: «General Padilla: que critiquen lo que critiquen, que se venga el mundo encima, pero bajo mi responsabilidad política, acabe con lo que queda de las Farc, que es la hora de hacerlo. General Padilla: que se venga el mundo encima, que critiquen lo que critiquen, pero bajo mi responsabilidad política, proteja a Cali, saturando a Anchicayá y el área de influencia de comunidad rural en construcción de confianza con la Fuerza Pública”. Las cuales son dos gravísimas infracciones al DIH: ordenar la tierra arrasada o guerra sin cuartel y desconocer el principio de distinción entre población civil y combatientes, como hoy lo hace Netanyahu contra los palestinos en la Franja de Gaza para acabar con Hamas. Quizá por ello, una de las banderas y obsesiones de quienes lo acompañan sea desmantelar la JEP si su candidato de “gran coalición nacional” gana la presidencia, pues así nunca conoceremos los máximos responsables que desde el entramado institucional y estatal han ordenado y perpetrado, en nombre de la “democracia”, esta hecatombe nacional de crímenes de lesa humanidad con total impunidad. No por casualidad el coronel (r) Alfonso Plazas Vega, ese valeroso defensor de la democracia y de la “rama jurisdiccional”, uno de sus incondicionales protegidos, resguardó el Palacio de Justicia hasta su completa incineración el 6 y 7 de noviembre de 1985 e ignoraba si el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, el magistrado Alfonso Reyes Echandía, estaba o no dentro del Palacio, junto a otros magistrados y cientos de civiles, pues él solo recibía y cumplía órdenes para “mantener la democracia” y en funcionamiento las ramas del poder público. Poco importaba el sacrificio de la cúpula de la rama judicial, la muerte de los rehenes, la desaparición y ejecución de civiles inermes y hasta su posterior reingreso al Palacio, como sucedió con Carlos Horacio Urán Rojas[vi], magistrado asistente del Consejo de Estado, hechos por los cuales el Estado colombiano fue condenado por la Corte Interamericana de Justicia, sentencia cuyo cabal cumplimiento está en mora. Para todos los responsables de semejante hecatombe, empezando por el M-19 y su delirante juicio contra el presidente Belisario Betancur, como para las Fuerzas Armadas, se trataba de un ajuste de cuentas cuyo precio pagaron con sus vidas más de cien civiles, como se puede apreciar en la película NOVIEMBRE, actualmente en cartelera. Hay que verla para comprender desde el bombardeado y derruido baño del Palacio de Justicia la agonía y muerte de sus ocupantes para que no repitamos tan macabra “salida” militar durante los próximos cuatro años.

 


domingo, septiembre 28, 2025

LENNON EN LA ONU

 

JOHN LENNON EN LA ONU

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/john-lennon-en-la-onu/

Hernando Llano Ángel.

La octogésima Asamblea Ordinaria de las Naciones Unidas pasará a la historia por muchas razones. La más notoria, sin duda, su impotencia e inocuidad. Impotencia frente a la feroz e inhumana reconfiguración del orden político internacional. La ONU ha quedado reducida a ser el escenario de megalómanos criminales, como Trump y Netanyahu, que han degradado el Estado al tamaño mezquino de sus ambiciones y odios. También sucede en otras latitudes con Putin, Xi Jinping y Kim Jong-un, a quienes envidia y hasta admira Trump. Una pléyade de tiranos y autócratas que tiene émulos en todas partes, desde la derecha hasta la izquierda, quienes desprecian todo límite legal a sus delirios, como Bukele y Ortega en Centroamérica, Maduro y Milei en nuestra región. Todo lo anterior en nombre del nacionalismo, el más temible, frío e impune monstruo de la historia contemporánea. También la ONU ha sido condenada a la inocuidad para la protección y defensa de la humanidad, al tenor de su Carta Fundacional que el próximo 24 de octubre cumplirá 80 años de ser proclamada, hoy inversamente proporcional a la protección de la vida de los pueblos y la promoción de la dignidad humana que le dio origen. En la Carta de las Naciones Unidas se declara solemnemente todo lo que hoy se arrasa mortalmente: “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”[i].

Consejo de Seguridad Criminal

Esa impotencia e inocuidad se presentan por la misma estructura del Consejo de Seguridad, que niega de plano la igualdad de las naciones grandes y pequeñas y concede a cinco Estados permanentes: Estados Unidos de Norteamérica, Rusia, China, Reino Unido y Francia el derecho a vetar resoluciones que puedan promover efectivamente la paz. Así lo ha hecho continuamente Trump para respaldar a Netanyahu en el genocidio en marcha contra el pueblo palestino. Por eso, objetivamente Trump es corresponsable de lo que está sucediendo y su cinismo criminal en la reciente intervención en la Asamblea, al decir que ha puesto fin a siete guerras sin la ayuda de la ONU, es apenas comparable con la siguiente declaración de Goebels ante el Consejo de la anterior Sociedad de Naciones en 1933: “Somos un Estado soberano y lo que ha dicho este individuo no nos concierne. Hacemos lo que queremos de nuestros socialistas, de nuestros pacifistas, de nuestros judíos, y no tenemos que soportar control alguno ni de la Humanidad, ni de la Sociedad de Naciones”. Exactamente así se comportan Trump y Netanyahu, pues para ellos el derecho internacional y, en particular, el DIH y demás tratados internacionales sobre los Derechos Humanos no aplican. Para ellos solo aplica la soberanía de facto y criminal de sus respectivos Estados, supuestamente en defensa de sus ciudadanos. Ciudadanos que cuando se expresan públicamente contra semejantes crímenes de guerra y humanidad son vilipendiados y estigmatizados como “izquierdistas” y hasta promotores del “terrorismo”, como sucede con miles de estudiantes y profesores en universidades norteamericanas, entre ellas Harvard y Columbia, objeto también de persecución y sanciones.  Asistimos a la agonía de la ONU y también a los funerales del Estado de derecho. Sin ellos, quedamos expuestos al furor de criminales que despliegan sin límites la fuerza letal de sus ejércitos y el fanatismo de sus nacionalismos imperiales, que arrasan todo vestigio de humanidad y dignidad personal.  Empezando por su propia identidad, que ya no es la de jefes de Estado, sino la de criminales estatales impunes, protegidos por la inmunidad de sus “desa-fueros” gubernamentales. “Desa-fueros” que algún día perderán y tendrán que rendir cuentas, probablemente frente a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, pues la Corte Penal Internacional no tiene competencia sobre ellos, aunque ya están condenados irreversible e inapelablemente por la conciencia de la humanidad al desconocer el IUS COGENS, aquellos "principios jurídicos que se aplican a todas las naciones y que no pueden ser derogados por ninguna convención o acuerdo internacional".

La “Magalomanía” de Trump

Trump desconoce soberbiamente el IUS COGENS en nombre de su “MAGALOMANIA”, pues la grandeza de Norteamérica está primero y por encima de toda la humanidad, lo que nos recuerda el “Deutschland über alles[ii] que entonaban los nacional-socialistas y con el cual arrasó Hitler a Europa y casi elimina al pueblo judío. Una “Magalomania” cuya savia es el odio a todo aquel que no se someta a sus designios, como lo expresó en las honras fúnebres de Charles Kirk: “Yo odio a mis oponentes y no quiero lo mejor para ellos, lo siento». Con semejante declaración, no rindió un homenaje fúnebre a Kirk, sino a la muerte del Estado de derecho y a la misma democracia liberal, que reconoce y protege la vida y los derechos de todos los ciudadanos, empezando por la de los oponentes, que no pueden ser odiados y tratados como enemigos. De allí la desproporción entre el funeral a Kirk y su tratamiento como un “héroe nacional inmortal” frente a la sobriedad y mensaje oficial de condolencia por el asesinato de la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Minnesota, Melissa Hortman, y su esposo el 14 de junio de este año. Para terminar de polarizar, en su discurso fúnebre Trump afirmó: “Fue un terrible atentado contra los Estados Unidos de América. Fue un atentado contra nuestras libertades más sagradas y nuestros derechos fundamentales, otorgados por Dios. El arma estaba apuntada contra él, pero la bala iba dirigida contra todos nosotros, contra cada uno de nosotros". Así termina reafirmándose como un teócrata nacional e imperial al fusionar de nuevo al Estado con la Iglesia evangélica y desconocer el origen secular de la República norteamericana.

Imagine, John Lennon

La democracia, inseparable del Estado secular[iii] de derecho, está agonizando, no solo en Estados Unidos, sino en el orden internacional, pues las Naciones Unidas son impotentes frente autócratas que la desconocen y burlan hasta el Ius Cogens. Quizá por todo lo anterior, nada más urgente y necesario que el espíritu de John Lennon en la ONU, presente en su canción Imagine[iv]. Una canción que debería ser un himno universal: “Imagina que no hay países. No es difícil hacerlo. Nada por lo que matar o morir. Tampoco ninguna religión. Imagina a toda la gente viviendo en paz…Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo será uno”.  Aunque me temo que, de estar vivo, Lennon estaría promoviendo la causa del Estado palestino en Nueva York junto a Gustavo Petro, pues hay un principio de realpolitik irrefutable que también Petro debería tener en cuenta: “Ningún pueblo puede sobrevivir sin Estado”, siendo el Estado Israelí uno de los mejores ejemplos históricos.  Por eso sus actuales ciudadanos deberían honrar la memoria de sus antepasados liberando a su Estado de la banda de criminales que lo presiden y haciendo realidad esta propuesta de uno de sus mejores novelistas, Amos Oz, escrita el 23 de enero de 2001 en su texto “Sobre la necesidad de llegar a un compromiso y su naturaleza”:El primer paso tendría que ser, debe ser -es crucial- la creación de dos Estados”.  Es inadmisible permitir que Gaza se convierta en la “nueva Riviera del Oriente próximo”, como le propuso Trump a su cómplice Netanyahu. Si ello acontece, Europa sería responsable de un doble genocidio, como bien lo señala Oz: “La Europa que colonizó el mundo árabe –explotándolo, humillándolo, pisoteando su cultura, utilizándolo como patio de recreo imperialista—es la misma Europa que discriminó a los judíos, los persiguió, los acechó en sueños para terminar asesinándolos en masa en un crimen genocida sin precedentes”. Afortunadamente cada vez son más los Estados y mandatarios europeos que reconocen la urgencia vital del Estado Palestino en la franja de Gaza y Cisjordania. Es la oportunidad histórica para resucitar la ONU y dejar atrás su longevidad tanática, que prolongan criminales de guerra como Trump, Netanyahu y Putin con la ayuda de una vergonzosa y frondosa burocracia internacional que contemporiza con los mercaderes de la guerra, la vida, la libertad y dignidad de toda la humanidad.