lunes, julio 07, 2008

CALICANTO
(Julio 5 de 2008)
http://calicantopinion.blogspot.com/

De la perversidad del secuestro a la perfidia de la libertad


Hernando Llano Ángel

Quizá nunca lleguemos a conocer la verdadera identidad de quienes, en forma astuta y valerosa, realizaron la operación “jaque”, que liberó a Ingrid y 14 de sus compañeros del prolongado e ignominioso secuestro de las FARC. Es probable que tampoco exista una verdad completa, aunque la versión oficial del éxito pretenda convertirse en la única válida. Sin duda, este impecable operativo no sólo puso en jaque a las FARC, sino también a la misma verdad, como es de la esencia de toda estratagema. Así lo hicieron las FARC en el secuestro de los diputados del Valle, fingiendo ser miembros del Ejército Nacional. La operación “Jaque” pertenece más al mundo de la ficción y la simulación, de la mentira y el engaño, propios de la realidad fantástica de las películas de Hollywood, que al mundo trágico y brutal de nuestro degradado conflicto armado. Por eso el ministro Juan Manuel Santos lo calificó como un “operativo de película” y los liberados lo consideraron milagroso, obra de la mismísima Providencia, la Virgen María y una lista interminable de santos celestiales, ajenos por completo a las realidades terrenales del poder, la gloria y la violencia, tan cercanas al ministro de Defensa y sus hombres de armas.

Estratagema Libertaria

Fue un operativo fantástico e inverosímil porque lo ejecutaron militares como actores profesionales, simulando ser miembros de una comisión humanitaria especial, y no soldados imbuidos de un espíritu de combate irrefrenable. Por ello fue exitoso e incruento. De haberlo realizado militares troperos, como sucedió en el fatídico y fallido rescate del ex ministro Gilberto Echeverri y el gobernador Guillermo Gaviria, habría terminado en una carnicería semejante. El secreto de su éxito estriba en que los militares dejaron de actuar como guerreros implacables y se convirtieron en mediadores humanitarios, parecidos a los miembros del CICR o de los llamados “países amigos”. Incluso utilizaron un helicóptero, blanco y rojo, colores distintivos del CICR y fingieron acentos extranjeros. En lugar de balas mortales, utilizaron palabras mentirosas. Antes que aniquilar a los carceleros, cooptaron astutamente a sus comandantes, asumiendo los militares el rol de mediadores internacionales. Magistralmente explotaron el interés de los guerrilleros en el acuerdo humanitario, haciéndoles creer que eran miembros de una comisión internacional especial designada con tal propósito. El mismo General Mario Montoya, con una alegría y picardía casi infantil, reconoció que gran parte del éxito se debió a que engañaron a los guerrilleros “hablando con ellos y haciéndoles creer que eran del mismo bando”. Una estratagema tan exitosa, que más se parece a un libreto del “Cocuyo”, donde la versatilidad vocal de los imitadores convierte la más terrible realidad en motivo de hilaridad. En este caso, la brillante estratagema militar transmutó la perversidad del secuestro en la felicidad de la libertad.

La libertad como perfidia

La fuerza mortal de las armas fue sustituida por los argumentos humanitarios, aunque estos hayan sido falsos. La perversidad del secuestro, con su secuela de humillación y dolor, fue vencida por la perfidia de la libertad, gracias a la seducción de la simulación y la mentira. Con razón, el Comité Internacional de la Cruz Roja está preocupado e investiga la forma precisa como se realizó el operativo, pues afectaría gravemente hacia el futuro la credibilidad de sus funciones, de las cuales dependen vidas tan valiosas, aunque menos significativas políticamente, como las de los “canjeables” que continúan secuestrados por las FARC. Pues si el gobierno utilizó en forma indebida el símbolo del CICR y sus colores, habría incurrido en el delito de perfidia, definido así por el DIH cuando se emplean los símbolos humanitarios para engañar al enemigo. De allí que Uribe, en esa puesta en escena televisiva que dirigió entre la solemnidad y la cursilería, la tragedia y la comedia, haya insistido tanto en explicar lo que nadie le había solicitado: “que en el operativo no se utilizaron símbolos humanitarios o de misión diplomática alguna”. Y seguramente el helicóptero no utilizó el emblema de la Cruz Roja, pero sí sus colores y el espíritu del CICR.

Uribe: Estratega del éxito, la simulación y la mentira

Lo mismo hizo Uribe, como presidente-candidato, en la pasada campaña electoral, cuando pese a la prohibición legal de no utilizar los símbolos patrios en la propaganda proselitista, se apropió los colores de la bandera nacional en su logotipo del puño cerrado y el índice vertical, en forma totalmente ilegal y demagógica, pues nadie puede usar la patria para su causa personal. Pero ese es el estilo y el carácter propio de Uribe.

Es un magistral estratega del éxito, la simulación y la mentira, sin importar las consecuencias que ello implique. Al fin de cuentas, después del éxito de la liberación no caben críticas ni dudas a la osadía y la intrepidez del ejército. Sólo hay lugar para las alabanzas. El éxito elimina a los opositores. Quien haga lo contrario es un apátrida y un aliado del terrorismo. Por eso tuvo Uribe la impostura y el cinismo de implorar al poder judicial, frente a las cámaras de televisión, consideración con los militares que están siendo investigados, juzgados y detenidos, pues había recibido numerosas llamadas de estos “servidores de la patria” congratulándose con el éxito de las Fuerzas Militares.

Pretende así utilizar el éxito militar de unos pocos para exculpar a quienes han mancillado, con sus crímenes con los paramilitares y complicidades con el narcotráfico, el uniforme oficial y la confianza de la ciudadanía. Incluso hace poco llegó al extremo de acusar a la Corte Suprema de Justicia de auxiliar a un “terrorismo agónico”, por sólo cumplir con su deber legal de condenar por cohecho propio a la ex representante Yidis Medina, sin cuyo concurso no hubiese sido posible su reelección presidencial inmediata. A propósito del pronunciamiento de la Corte Constitucional, vale la pena recordar que en su comunicado declarando exequible el Acto Legislativo 02 del 2004, quedó consignada la siguiente constancia que hoy cobra todo su sentido y valor histórico, precisamente por ser cosa juzgada: “En lo que respecta a los impedimentos y recusaciones, la Corte abordó varios cargos presentados por los demandantes. Concluyó que ninguno de ellos conducía a la inconstitucionalidad del acto legislativo, si bien es deseable depurar la política de actividades clientelistas”[1]. Hoy sabemos a qué tipo de actividades se refería la Corte Constitucional. Actividades que configuraron el delito de cohecho propio cometido por Yidis Medina en concurso con al menos un funcionario del gabinete ministerial, pues de lo contrario no podría haber sido condenada.

“Primero Colombia” como estratagema electoral y helicóptero triunfal

En otras palabras, Uribe, el adalid de la “lucha contra la corrupción y la politiquería”, alcanzó su reelección utilizando ladinamente dichas tácticas. Persuadió a Yidis con argumentos patrióticos y otros incentivos más terrenales, como prebendas presupuestales y burocráticas, ofrecidas o insinuadas por sus Ministros Sabas Pretelt y Diego Palacios. Algo digno de un estratega de la simulación y la mentira. Simulación y mentira que ha logrado coronar con éxito haciéndose pasar por un mandatario situado más allá de la izquierda y la derecha, que no pertenece a ningún partido, actuando como un antipolítico puro. Es un impostor tan auténtico, que en dos ocasiones ha sido ungido en nombre de la consigna “Primero Colombia”, con el respaldo de millones de firmas ciudadanas, aparentemente sin compromiso con ningún partido. Un “helicóptero de campaña” perfectamente diseñado y camuflado para su triunfo electoral. Pero, precisamente por ello, ha gobernado en coalición con quienes hoy están presos en la Picota por concierto para delinquir agravado con bandas paramilitares. En efecto, sólo un antipolítico puro puede hacer semejante osadía: gobernar con el respaldo brindado por numerosos delincuentes disfrazados de Congresistas bajo vistosas siglas como la “U” y mentirosos nombres como “Cambio Radical”, “Colombia Democrática”, “Convergencia Ciudadana”, “Alas-Equipo Colombia”, que sellaron alianzas con criminales, cuya incomoda presencia y lacerantes verdades fueron oportunamente extraditadas para no deslucir su ejemplar labor de gobernante.

Un pasado terrorífico

Con una proeza similar culminó su labor como gobernador en Antioquia: primero promovió sin descanso las llamadas Cooperativa de seguridad “Convivir” y al terminar dejó a Urabá plagado de las criminales Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACC) de los hermanos Castaño y Mancuso, con un legado de cientos de víctimas todavía impunes. En 1995, durante su primer año como Gobernador hubo 143 asesinatos, en 1996 aumentó el número de víctimas en un 249%, con 357 asesinatos y en 1997 su administración culminó con 439 ejecuciones sumarias, todas atribuidas a grupos paramilitares[2]. Ahora extraditados los principales comandantes "paras", los familiares de las víctimas difícilmente conocerán la verdad y la justicia. Sin ellas jamás podrá haber reparación, así reciban millonarias indemnizaciones del Estado. Hay que repetirlo: la justicia y la verdad no tienen precio, no se pueden comprar en el mercado de la “seguridad democrática”, ni se pueden burlar mediante la extradición, que en este caso es sustracción de soberanía y dignidad nacional, pues los asesinos no serán juzgados como criminales de lesa humanidad sino como simples narcotraficantes. Pareciera que la pureza cristalina de la cocaína lavara la sangre y el horror de las víctimas.

Elecciones y referendo: Estratagemas de la ilegitimidad

Por todo lo anterior, ahora Uribe recurre a la estratagema del referendo, tan inconstitucional como democráticamente ilegítimo, pues él sólo está consagrado para modificar normas y no para repetir o validar elecciones espurias, realizadas en muchas partes bajo la presión y coacción de grupos paramilitares, como entonces lo declaró el estratega de las AUC, José Vicente Castaño, en una entrevista concedida a la revista Semana en Junio del 2005: “Hay una amistad con los políticos en las zonas donde operamos. Hay relaciones directas entre los comandantes y los políticos y se forman alianzas que son innegables. Las autodefensas les dan consejos a muchos de ellos y hay comandantes que tienen sus amigos candidatos a las corporaciones y a las alcaldías.” Y ante la proximidad de las campañas electorales, el consejo impartido a los comandantes en las diferentes regiones fue: “Tratar de aumentar nuestros amigos políticos sin importar el partido a que pertenezcan.”[3]

De realizarse tan improbable como inconstitucional referendo, él vendría siendo una especie de helicóptero de la antidemocracia piloteado por un caudillo camuflado con los colores de una volátil y manipulable voluntad de mayorías entusiastas. Una nave donde se pretende embarcar a millones de incautos en un vuelo seguro hacia tierras de supuesta abundancia y justicia. Pero para realizar esa travesía con éxito, no se puede cambiar de piloto o, en caso necesario, se debe aceptar dócilmente que sea comandada por el “santo o/y la mártir” que Uribe designe; tampoco se podrá alterar el plan de vuelo y debe conservarse el “norte” de la “seguridad democrática” y el TLC; la tripulación será la misma y sus pasajeros deben comportarse en forma tan dócil y agradecida como los recién liberados.

Pero una nave de esas características no es inmune a las turbulencias de la realidad política, la voluntad y veleidad de sus protagonistas. Dicha realidad poco tiene que ver con ese mundo celestial y previsible de estrategas iluminados y omnipotentes, rodeados de ángeles pretorianos y santos sucesores, guiados por las “estrellas del Norte” y el “respice polum”. Para nuestra fortuna y también desgracia, la política es un asunto demasiado terrenal, donde todos tenemos derecho a nuestra libertad y dignidad, sin que ellas nos sean arrebatadas por supuestos líderes o comandantes. Poco importa si el líder obra en nombre de una diestra “seguridad democrática”, mercenaria y paranoica o el Comandante invoca una siniestra “revolución”, ignominiosa y falsa en cuyo nombre secuestra y viola los principios de humanidad, dignidad y piedad.

La nave democrática

La nave que precisamos para vivir en paz, con justicia, libertad y dignidad, la debemos diseñar entre todos y no esperar que nos llegue del cielo, mucho menos del Norte o de cualquier otra latitud, con sus oropeles del mercado y supuestos ídolos patrios insustituibles. Si nos quedamos esperando esa nave, corremos el riesgo de volar o navegar sin rumbo propio, al vaivén de vientos extraños y los intereses de unos pocos privilegiados y predestinados. La nave que requerimos se llama democracia y repudia a todos aquellos que recurren a la violencia y el secuestro como medios para imponer sus objetivos. También a quienes utilizan las elecciones y los referendos como estratagemas al servicio de privilegios económicos y ambiciones mesiánicas. Esa nave no puede ser conducida por estrategas de la violencia, el odio y la mentira, porque dejaría de estar al mando y el servicio de la ciudadanía y se transformaría en una guarnición militar, donde sólo se obedece órdenes y se venera a sus comandantes. Donde los opositores son convertidos en terroristas y la política degenera en un asunto de seguridad para las inversiones y no de equidad para los ciudadanos.

Además de naves militares camufladas con colores humanitarios, precisamos con urgencia naves democráticas, cuyo rumbo y tripulación sean definidos sin miedo, intimidación o adulación. En elecciones verdaderamente libres y competitivas, mediante la más amplia deliberación, participación y responsabilidad ciudadana, sin que nuestra decisión sea manipulada o cooptada por el asistencialismo del gobernante de turno y el poder mediático de los grandes grupos económicos a su servicio. Sólo así podremos alcanzar un puerto donde la libertad sea segura para todos y vivamos en una democracia con justicia y equidad social. No en el actual régimen electofáctico al servicio de la codicia, la impunidad y la prepotencia de unos pocos, consolidado mediante elecciones definidas por poderes de facto. Poderes de facto que combinan habilidosamente todas las formas de lucha y los recursos disponibles, desde la plata legal de los grandes grupos económicos y los generosos mecenas; la ilegal del narcotráfico, agencias de apuestas y dudosos empresarios; el plomo, los secuestros y las desapariciones cometidas por las bandas criminales emergentes y la guerrilla; el presupuesto oficial distribuido personalmente por Uribe en sus consejos comunitarios y el poder mediático de las encuestas y la idolatría presidencial, amplificadas cada minuto por RCN, una televisión banal y una prensa escrita sin pudor e independencia crítica, salvo contadas y valiosas excepciones, cada día más estigmatizadas e intimidadas.



[1] - http://www.eltiempo.com/ Octubre 20 de 2005.
[2] - Banco de Datos del Cinep.
[3] - Revista Semana, edición número 1.205, Junio 6 a 13 de 2005, página 34.

martes, julio 01, 2008

DE-LIBERACIÓN
(www.actualidadcolombiana.org) (http//:www.calicantopinion.blogspot.com)
Junio 29 de 2008



Hernando Llano Ángel.

Uribe: Alquimista de la ilegitimidad

Todo parece indicar que Uribe ha empezado a ejecutar la hecatombe por él anunciada. La hecatombe de la ilegitimidad política. El toque de trompeta ha sido el reciente comunicado de la Presidencia, no sólo desconociendo la sentencia condenatoria por cohecho propio de la ex Representante a la Cámara Yidis Medina, sino descalificando el exhaustivo y riguroso trabajo de la sala penal de la Corte Suprema, gracias al cual ha sido depurado al Congreso de la presencia de numerosos delincuentes camuflados de políticos. Pero el Presidente es incapaz de reconocer que en el origen de la ilegitimidad de su reelección presidencial no sólo se encuentran Yidis Medina y Teodolindo Avendaño, sino su inocultable alianza estratégica con el crimen y el delito a través de todos aquellos Senadores y Representantes que hoy están siendo Juzgados por la Sala Penal de la Corte Suprema por su simbiosis criminal con el narcoparamilitarismo, la mayoría de ellos miembros de su coalición gubernamental que aprobó en forma entusiasta el Acto Legislativo de la reelección inmediata.

De la ilegitimidad democrática

Ahora Uribe pretende subsanar esa ilegitimidad política apelando al comodín de la voluntad popular. Busca ocultar así el origen espurio e ilegal del mencionado Acto Legislativo, estigmatizando a Yidis Medina como una mitómana que no merece ningún crédito, pese a que ayer era cortejada por sus ministros del Interior y Protección Social, además de haber recurrido él mismo a su patriótica e irrestible persuasión presidencial. Estamos frente a otro capítulo más de una interminable historia de desengaños y deslealtades presidenciales, que se suma a la saga de las visitas palaciegas de Eleonora Pineda y Rocio Arias, quienes le fueron tan serviciales en ese turbio y difícil trabajo de embaucar a Mancuso, Jorge 40 y Don Berna por el camino de la “justicia y la paz”. Hoy ellas están encarceladas y ellos extraditados. La exitosa política de “seguridad democrática” fue incapaz de impedir que Mancuso y compañía continuaran delinquiendo desde sus sitios de reclusión, ordenando asesinatos y desapariciones de testigos y familiares de sus víctimas. Incluso el mismo Presidente llegó a afirmar que la extradición era la mejor medida para salvaguardar las vidas de quienes le demandan al Estado verdad, justicia y reparación. Por eso, después de haberse liberado de tan penoso lastre, piensa que ha llegado el momento de avanzar más rápido. Seguro de la popularidad que le otorgan las encuestas de opinión promovidas y contratadas por el poder mediático de los grandes conglomerados económicos, Uribe está convencido que puede despojarse de ese incomodo y desgastado traje de la legitimidad democrática y vestir un lustroso y camuflado traje de campaña, diseñado a su medida, que lo investirá de una legitimidad popular y caudillista incuestionable, cercana a la unanimidad.

A la legitimidad carismática

Se trata de una legitimidad carismática forjada con la manipulación mediática de las tres dimensiones más primarias y deleznables de la política: el miedo, la violencia y el hambre. El miedo a la FARC que ayer controlaba territorios e intimidaba a sus pobladores, ha sido superado y hoy la “seguridad democrática” las tiene confinadas en la manigua de la selva, totalmente desprestigiadas por el ignominioso delito del secuestro.


Ha transmutado la violencia terrorista del narcoparmilitarismo en una política oficial de recompensas, delaciones y delitos denominada “seguridad democrática”, mientras crecen nuevas bandas criminales emergentes dedicadas al narcotráfico, el asesinato y la intimidación de la población civil que no coopera o encubra sus actividades ilegales. Por último, ha enfocado una política asistencialista con programas como “familias en acción” y la ampliación del Sisben para paliar el hambre y la marginalidad social, con enormes réditos para su popularidad de gobernante generoso e infatigable. Pero para lucir en forma permanente ese pintoresco y vistoso traje de la legitimidad carismática, adornado con subsidios y prebendas en cada Consejo Comunitario, hace falta la aprobación apoteósica e incuestionable del pueblo. Es imprescindible convocar un referéndum, esa especie de pasarela efímera por donde suele desfilar la voluntad de los autócratas, los caudillos y los dictadores, bajo el disfraz de la soberanía popular.

La estratagema del Referéndum

Con dicha estratagema, Uribe aspira a pasar a la historia como el alquimista de la ilegitimidad, pues convertiría el miedo, la violencia y el hambre en las principales fuentes de su legitimidad caudillista y carismática, burlando cínicamente las reglas e instituciones propias de un Estado de derecho, sin las cuales jamás podrá reclamar legitimidad democrática alguna. Por eso ahora la emprende contra la Sala Penal de la Corte Suprema, sindicándola incluso de auxiliar con su fallo al terrorismo agonizante de las FARC y poner en peligro su política de “seguridad democrática”. Esa carta ganadora que acostumbra blandir en todas las ocasiones contra quienes no lo acompañan incondicionalmente en su cruzada contra el terrorismo, que al parecer purifica y justifica los crímenes más atroces, como los cometidos por las AUC, auténticas herederas de las famosas cooperativas de seguridad “Convivir”, las cuales promovió con entusiasmo durante su Gobernación en Antioquia. Cooperativas que convirtieron a Urabá en un vasto y ubérrimo territorio bananero, fertilizado con la “sangre, sudor y lágrimas” de más de 930 personas ejecutadas sumariamente durante los tres años de su gobernación. Alcanzó tal nivel la vorágine de violencia desatada durante los primeros seis meses de su administración, que el entonces Senador conservador, Fabio Valencia Cossio, denunció al Gobernador Uribe por “haber incrementado los homicidios en un 387% en el Urabá, y estar auspiciando el paramilitarismo con las cooperativas de seguridad Convivir”, según aparece en nota publicada por El Tiempo el 30 de Agosto de 1995 en su página 6A.

Seguramente que el actual ministro del Interior y de Justicia, Valencia Cossio, no tiene una memoria tan frágil como para olvidar ese funesto pasado. Más bien lo que demuestra tener es una conciencia profundamente maleable y pragmática, que fácilmente se acomoda a las conveniencias del poder. Una conciencia siempre leal e incondicional con ese pasado criminal. Una conciencia política y judicialmente impune, para la cual parece haber una violencia buena y legítima que estimula las inversiones y otra execrable y terrorista que las desestimula. A ese tipo de conciencias convocará el referéndum del alquimista de la ilegitimidad carismática, porque está convencido que la perfecta combinación del miedo y la violencia, acompañada de una buena dosis de política asistencialista, atenuará el hambre de los muchos y estimulará la codicia de ganancias e inversiones de los pocos. Pero Uribe olvida, como ha sucedido con sus antecesores tan adictos al poder y los referendos (Chávez, Fujimori y Pinochet), que nadie gobierna por mucho tiempo en forma victoriosa e impune.